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María Carme Boqué: “El sistema educativo necesita sosegarse. A cada cambio político desecha unos programas y levanta otros”

María Carme Boqué coordina en el libro 'Hablemos de todo en paz' a una serie de expertos que tratan de proporcionar herramientas para afrontar los distintos tipos de violencia que existen hoy en día en la escuela y en la sociedad.
Marta Peiro del ValleLunes, 20 de noviembre de 2023
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La especialista en moderación y conflictos y autora de 'Hablemos de todo en paz', María Carme Boqué.

¿Monárquico o republicano? ¿Ateo o creyente? ¿De izquierdas o de derechas? ¿A favor de la separación del alumnado por sexos o no? ¿Y de una educación sexual en las aulas? ¿Filosofía y ética, sí o no? ¿Tecnología o trabajo manual?

En nuestra sociedad hay miles de temas que generan opiniones muy diversas. ¿Cómo gestionamos esas diferencias? ¿Somos capaces de respetarnos o formamos parte de una cultura violenta? ¿Por qué actuamos así, y cómo estamos enseñando a actuar a nuestros hijos, respetando las diferencias o a través del conflicto?

Como especialista en mediación y resolución de conflictos, María Carme Boqué lo tiene claro: somos una sociedad polarizada y violenta. ¿La razón? La falta de herramientas y un sistema educativo que “necesita sosegarse” y ser independiente ante los cambios políticos.

Esas herramientas son las que la profesora titular de la Universitat Ramón Llull de Barcelona trata de ofrecer en el libro Hablemos de todo en paz. Y, en paz, no tiene complejos en hablar de nada. En esta entrevista aclara cuáles son los distintos tipos de violencia, cómo afectan a los más pequeños y cómo se está adaptando la educación a las nuevas formas de conflicto. También demuestra cómo, con unas simples palabras, se puede cambiar la realidad. Y nos deja una reflexión: construir un mundo mejor es posible.

Pregunta. –Llama la atención cómo perciben los niños las guerras y la violencia.
–Desde muy pequeños, los niños tienen una sensibilidad en contra del sufrimiento de otra persona. Cuando uno está triste otro se le acerca y le da un juguete o le hace una caricia de manera natural. Lo que hace la cultura de la paz es defender la vida, no hacer nada que pueda perjudicar ni al planeta ni a un ser vivo. Los niños lo pasan muy mal cuando ven violencia.

Este libro viene de una investigación. Hicimos una encuesta con 1.700 familias para ver cómo se hablaba en casa de bullying, racismo, violencia de género… Y fue muy curioso: de las 1.700 que contestaron, 1.600 eran las madres. Eran mujeres de un nivel cultural alto, y nos decían que los niños en casa hablan muy poco y cuando lo hacen discuten, que están con las pantallas, escuchan música… Los hijos no confían en los padres para temas importantes, ellos los hablan con quien sea a través de la pantalla. Y esto no puede ser. Cuando tienes una sociedad donde no se tratan las cosas…

En el libro hablamos de herramientas y de cómo gestionar una controversia. Los niños viven toda esa violencia que hemos relatado en el libro: tienen un compañero en clase que es diferente, una niña que dice que es un niño…

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Los hijos no confían en los padres para temas importantes, ellos los hablan con quien sea a través de la pantalla

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¿El origen de la actitud de los niños pasa por los padres y su falta de educación en temas como el acoso o la discapacidad, su falta de adaptación? ¿Hay que poner el foco en ellos, que proyectan hacia sus hijos cierta intolerancia?
–Los adultos estamos muy desorientados a nivel educativo. Y más con la inteligencia artificial. Por eso tratamos de dar herramientas. Pero también para gestionarte con tu pareja, en el vecindario, en el trabajo… Se cometen muchas injusticias también en los trabajos y la gente lo va aguantando porque claro, como no se sabe qué va a pasar…

Yo me fijo en el mal uso que hacemos de las pantallas. No estoy en contra de ellas, pero sí de su mal uso. Tenemos niños adictos a la pornografía con 12 años… y jóvenes que no se gustan por lo que ven por la red. Por eso hay estos problemas de salud mental, por pensar que un like es tener un amigo. No, un amigo no se hace con un like. Hay que volver a tener experiencias reales y vivencias, y los jóvenes lo aprecian.

Resulta paradójico que en un momento en el que estamos hiperconectados, cada vez nos comuniquemos peor y menos. ¿Cómo se gestiona esto?
–Hablamos de comunicación efectiva y afectiva. El lenguaje es un tesoro: cuando hablamos con otro creamos vínculos, además de trasladar mensajes. Pero a través de las pantallas estos vínculos desaparecen. Comunicación es tacto, mirada, olor… Son muchas más cosas, no solo palabras. Nos faltan estas experiencias y vivencias reales, y tenemos que ver que la pantalla no las da, ni la inteligencia artificial. La parte afectiva no está.

En el libro también hablas de la comunicación asertiva. ¿Existe realmente o pecamos de agresividad? ¿Por qué, quizá es el ritmo de vida tan rápido que llevamos?
–Pienso que es por esto e insisto en la falta de herramientas. Hay gente buena que quiere arreglar las cosas, pero lo hace mal, y, cuanto más quiere arreglarlas, más las empeora. Todos hemos querido en algún momento sentarnos con un amigo, un colega, un jefe, y aclarar las cosas. Y sales peor, aún con tus buenas intenciones.

Las máquinas están, los móviles. Pero hay cosas que van por delante, y lo que no permito es la deshumanización, la indiferencia ante el sufrimiento del otro… y nos han educado así.

En cultura de paz decimos que entre la pasividad, el no hacer nada y la agresividad se hallan las conductas asertivas. La asertividad consiste en decir lo que piensas sin ofender a la otra persona. No es difícil aprenderlo, son mensajes en primera persona… Si yo digo “yo pienso que tus pendientes son muy grandes”, tú no te vas a ofender, porque he dicho “yo pienso”. Pero si digo “tus pendientes son muy grandes”… es una acusación.

Cómo cambian las cosas cuando cambias la manera de expresarlas…
–El efecto que tienen las palabras es enorme, y son técnicas muy simples. Solo con el “yo”… o el “pero”. El “pero” se tiene que sustituir por un “y”. Si yo digo “he estado muy a gusto en esta entrevista, pero”… Sin embargo, si digo “he estado muy a gusto y, la verdad, me habría gustado que me pasaras las preguntas antes”… Estamos hablando, estamos juntas. Ese “y”…

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Un amigo no se hace con un like. Hay que volver a tener experiencias reales y vivencias, y los jóvenes lo aprecian

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O algo que llama mucho la atención a mis estudiantes. El “es que”. El “es que” te justifica para no hacer nada, te paraliza. Cámbialo por un “¿y si?”. Cuando tienes el “y si” en la cabeza eres constructor de vida.

¿Es la falta de herramientas o la educación la razón por la que nuestra sociedad está tan polarizada?
–La investigación de fondo era sobre polarización, que es otro tipo de violencia. Trataba sobre los discursos de las familias en las sociedades polarizadas, porque en Cataluña desde el procés.. Yo al principio lo podía hablar con todos, pero ahora es tribalismo. En Cataluña o eres independentista o no. En el resto del país, o eres monárquico o no.

De hecho, hay un momento en el libro en el que distingues ser monárquico de republicano, del Madrid o del Barça… todo de extremos.
–El problema que hay es qué hace el tercer lado. Hay gente del Barça y del Madrid, y no quieren gente en medio. Y harán lo que sea para arrastrarte a un lado u otro. Para ellos lo peor es la gente pacífica. Uno del Madrid prefiere enfrentarse antes a uno del Barça, porque ya sabe cómo manejar esta historia y esto le permite ser más del Madrid todavía, que a uno que dice que disfruta con el fútbol y se alegra con quien gane. Esto no se soporta. La polarización. Y con todos los conflictos, eh?

En las guerras siempre hay un bando, uno bueno y uno malo. Entre Ucrania y Rusia, entre Israel y Palestina… Lo tenemos clarísimo. Pero las guerras nunca son buenas, no hay un bando bueno. Pero nos educan con esta polaridad: o estás de acuerdo o no estás, no puedes estar a medias.

A mí me afecta mucho como educadora en la adolescencia, porque o eres gótica o no. Si lo eres, además, te tienes que hacer vegana. Y además tienes que tatuarte, y apartarte de aquel grupito que van con rastas.

Da la sensación de que hay una profunda necesidad de etiquetar y meter a la gente en un saco…
–Cuando metes a las personas en un saco, les quitas el rostro. Todos los catalanes son ‘agarraos’, los andaluces vagos… ¿Por qué tienes este concepto? Todos tienen que serlo… Pero además, todos.

Lo que tenemos que hacer es individualizar. Por ejemplo, en el tema de las ‘manadas’, que son chavales jóvenes… ellos cuando salen de fiesta no van a buscar a una chica para violarla… empieza la cosa, van 10 y cuando están en medio no saben decir no. Esto es asertividad, decir no. En masa se hacen cosas que, individualmente, nadie haría.

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Nos educan con polaridad: o estás de acuerdo o no estás, no puedes estar a medias

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La técnica es individualizar, respetar a la persona como un ser único, buscar la originalidad que hay dentro de cada persona, y que sea una pieza que ayude a construir. Esta es la idea. Pero no, vamos buscando quién es como yo… Hay muchos intereses económicos también.

Eres especialista en temas de mediación y resolución de conflictos. ¿Sabemos resolver nuestros conflictos en sociedad?
–La mediación, por suerte, se ha ido extendiendo. Al principio, cuando empezaba a trabajar, nadie lo entendía. Pero es que somos una sociedad en la que se medicaliza mucho: si mi hijo no se está quieto es que es hiperactivo y se le da una pastillita. Queremos soluciones muy rápidas, y en la vida las cosas buenas no son rápidas. Ni siquiera la comida.

Los conflictos son un proceso. Siempre empiezan siendo pequeños y van creciendo hasta que ves la parte violenta. Es como un iceberg. Y hay gente que mientras no ve la parte violenta piensa que no hay problema, y, cuando la ve, quiere que se solucione al instante. Pero no, eso requerirá de un tiempo, de varios pasos. Tendrá que haber pruebas de buena voluntad, un cambio de actitud… Hay que buscar un terreno medio, una solución con la que todo el mundo gane.

Para mí un problema es bienvenido porque expresa una necesidad por cubrir. En cambio, cuando la gente ve a alguien con un problema consideran que esa persona les está fastidiando. A eso se le llama personalizar: convertir a la persona en el problema, no centrarse en la situación y echarle todo encima.

Después de tanto tiempo he llegado a la conclusión de que nos faltan las técnicas. Es tonto sufrir en tu trabajo, en pareja… es tonto sufrir haciendo la bola más grande cuando con mediación y otro tipo de justicia podríamos hacer las cosas bien y disfrutarlas.

¿Podríamos decir que la mediación es más importante que nunca?
–En el caso de las guerras, que es cuando todo ha fallado porque la gente está dispuesta a destruir y perder la vida, solo funciona la mediación. Que la gente pare hostilidades y se siente, hable y vean qué van a construir. No hay otra. Así se han tratado los conflictos de Colombia, de Irlanda del Norte… Esto no quiere decir que sea la solución definitiva, pero al menos no está muriendo gente, la sociedad puede crecer diferente…

¿Viene todo de una profunda insatisfacción con nosotros mismos?
–Cuando tú no estás satisfecho contigo mismo vas a generar conflictos a tu alrededor en todas partes. Y te haces unos montajes… cuando el problema es contigo, y eso te origina problemas con el resto. También hay problemas de mala relación con los demás, intergrupales, y hay varias capas…

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Somos una sociedad en la que se medicaliza mucho: si mi hijo no se está quieto es que es hiperactivo y se le da una pastillita. Queremos soluciones muy rápidas, y las cosas buenas no son rápidas

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Hay muchos tipos de conflictos. Lo bueno es que están muy bien estudiados, se conocen muy bien los tipos, sus ingredientes… También la polarización: qué ingredientes tiene el bullying, cómo funciona, las violencias racistas, cuáles son sus motores… Se pueden poner encima de la mesa.

Yo pienso que una nueva generación educada en conflictos… Nosotros hemos estudiado Historia pero hemos aprendido quién ha ganado una guerra, quién… no quiénes fueron los actores que intervinieron, qué intereses había, cómo se construyó este conflicto, quién obtuvo y qué obtuvo. En la película Los asesinos de la luna todo esto se ve perfectamente: los intereses ocultos, cómo se mueven los hilos…

¿Se está adaptando el sistema educativo a los problemas de este siglo: las pantallas y las adicciones a las mismas, el ciberbullying, el acoso…? ¿O, por el contrario, necesita una profunda actualización?
–Lo primero que necesita el sistema educativo es sosegarse. A cada cambio político desecha unos programas y levanta otros. A veces la ciudadanía y derechos humanos están bien vistos, al día siguiente salen del currículo. El bienestar emocional, la educación afectivo-sexual… Todo lo que es educar a ser persona y vivir con las demás es polémico y está polarizado. Lo que es pensar de manera crítica, conocer tus derechos y tu cuerpo… Esta parte del currículo no interesa. Pero la de conceptos, herramientas y habilidades, como la vamos a necesitar para el trabajo…

El sistema educativo necesita sosegarse. Ahora se ha creado una figura de coordinador de bienestar y protección en las escuelas. Esto viene de una ley integral, y a mí me parece maravilloso que todas estas violencias que son nuevas para mucha gente estén centralizadas, porque sino tengo un protocolo para el acoso, otro para los que acaban de llegar de Ucrania, otro para temas de abusos a menores en las escuelas…

Esta ley dice que un centro educativo es un centro protector pase la violencia dentro o fuera. Y me parece maravilloso que un niño pueda expresar en la escuela lo que está sufriendo donde sea. Pero la figura del coordinador nadie sabe ni qué formación tiene, ni qué horas de dedicación, ni qué herramientas va a dominar, si va a ser un profesor de dentro del centro o no…

Yo creo que el buen trato se tiene que construir, tiene que haber un impulso en la escuela. Y digo buen trato refiriéndome a que el trabajo comience antes de que surja un problema, que no se espere a ver quién es maltratado.

Los colegios, ¿hacen lo suficiente para acabar con estos problemas? ¿Da la sensación de que no se quieren mojar demasiado?
–Yo creo que esta es una falsa acusación y muy injusta. Primero, todas estas violencias no se construyen dentro de la escuela. Es un espacio donde se manifiestan, pero no se han construido dentro. Recuerdo la época de los Ni-Nis, en la que los padres llegaban a casa quejándose de su trabajo. ¿Cómo esperaban que su hijo se lanzase a buscar empleo a lo loco? ¿Qué escuchan en casa, qué te ven hacer?

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Todo lo que es educar a ser persona y vivir con las demás es polémico y está polarizado

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Todos los días vemos a gente revolviendo los contenedores en la calle… y pasamos. Esto es una forma de violencia inmensa. E innecesaria, porque, con los recursos que tenemos, podemos acabar con ella. Y los niños no preguntan. Y los padres se limitan a decirles “venga, vamos a comprar un huevo Kinder y un helado”. Actuamos así. Entonces, yo lo siento pero todas estas violencias tienen su raíz fuera.

¿En la familia?
–Fuera. La familia también es sufridora. La sociedad es violenta. Mira en la pandemia, que la riqueza se concentró en un 1% de la población. Fíjate cómo vas ahora al médico y cómo ibas antes. O los abuelos, que no pueden ir a un banco. ¿Y su ilusión de una pensión? Esto es muy agresivo, también. Lo siento, pero no lo arreglaremos solamente en la escuela.

Pienso que los maestros sufren también violencias. Voy a muchas escuelas y me encuentro con niños muy pequeños con graves problemas de salud mental, que son agresivos… en el aula. Y pegan a otros niños, Y a maestros. ¿Quién les ha enseñado que eso no se hace? Nadie.

Pero es que no hay tiempo. Se necesita ampliar plantillas y tener dos profesores por aula. Para mí es un mínimo por muchas razones: para que se enriquezcan el uno al otro, para que los alumnos puedan aprender cosas distintas porque uno esté más formado en unas materias y otro en otras… pero además, pensando en las familias: no es que haya falta de conciliación familia-escuela, es que es una imposibilidad.

No se pone demasiado fácil…
–La gente cada vez trabaja más horas. Y ya no entro en separaciones y divorcios y cómo se complican estas situaciones, que también podrían ir a mediación y separarse de manera amistosa y mucho menos costosa, y los niños no sufrirían tanto.

¿Cada vez hay más violencia o se les da más visibilidad a todo este tipo de violencia?
–Pienso que cada vez hay más conocimiento sobre lo que es la violencia y menos tolerancia ante ella. Vuelvo a las herramientas, porque una cosa es decir “No tolero la violencia y como te metas con mi hijo te voy a dar”, y otra “No quiero que te metas con mi hijo. ¿Qué hacemos, qué está pasando, cómo lo arreglamos?”. Es diferente. Pero la gente no es así.

En mi pueblo, hace años, cuando se moría de cáncer se decía que se había muerto de un mal malo. La palabra cáncer era un tabú total. Y hoy en día todavía hay gente a la que le cuesta decir que tiene cáncer. Como la salud mental. ¿Hay ahora más problemas de salud mental? No. Pero ahora el estigma es diferente: antes a la gente con problemas de salud mental la mandaban a un manicomio, se la quitaban de encima. Lo mismo pasa con la violencia, ahora nos atrevemos a hablar más. Hay cura, digamos, para la violencia.

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Todas estas violencias no se construyen dentro de la escuela. Es un espacio donde se manifiestan, pero no se han construido dentro

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Hablas de la inteligencia emocional como clave para entender la violencia sexual. ¿Parte todo de las emociones y de cómo tenemos la cabeza?
–Las emociones son un complemento muy importante que suma a otros aspectos de lo que es ser persona. Al cuerpo lo estamos tratando muy mal: ¿cuántas horas pasamos sentados frente a la pantalla? Necesitamos mojarnos, cansarnos, sudar… como animales que somos.

Hay que sumar todo. Mucha gente piensa que hay emociones positivas. No, las emociones sirven para adaptarte mejor. Si el miedo a un examen hace que no vea ni las letras, es desadaptativo. Pero si hace que estudie más, es adaptativo. Las emociones no se pueden negar, las tenemos. Si nos enseñan a conocerlas y gestionarlas, es un plus fantástico.

Yo critico la educación emocional en el sentido de que parece que se enseña más el vocabulario y falta la parte de regulación, de autonomía. La parte de la conciencia emocional es importante, pero hay cuatro más, siendo la última la felicidad y el bienestar, qué haces para ser feliz tú misma. Ahora parece que todos nos vamos a sobar mucho, a darnos abracitos, besitos y palabras de tesoro, cariño y amor. Y hay gente que no necesita tanto eso. Tenemos derecho a nuestra autonomía emocional, a ser como somos con nuestras emociones y expresarlas como a cada uno nos funciona.

Hablando de expresar. Las redes sociales, ¿separan más que conectan? ¿Polarizan más que suman?
–A mí me han insistido mucho en que tenga web, Twitter, que suba seguidores… Y se me hace muy raro: mis amistades son presenciales, no virtuales. Le agradezco mucho a la tecnología que me facilite conectar con gente que tengo lejos, pero no es mi modo de vida. Y las personas, sobre todo las que están en los medios de comunicación y tienen Twitter, tienen verdaderos haters y trolls, y cuando expresan una opinión parece que estos son a los que más se escucha.

Pero esto en el ámbito de la violencia se ha estudiado muy bien. En el caso de abusos sexuales, cuando una persona abusa sexualmente de niños, y se observa qué hay en su pasado, muchas veces sufrió abusos, de lo cual acabamos deduciendo que si abusan de ti, tú también lo harás. Esto es totalmente falso, porque los que sufrieron abusos de pequeños y de mayores no abusan no figuran en ningún estudio, en ningún sitio.

Las redes dan visibilidad a los haters, pero la gente a la que no le gusta la violencia no se mete. Le desagrada, le incomoda. Y yo estoy aquí para que nos metamos en conflictos. Con las herramientas de la paz, pero para que nos metamos, para que paremos estas cosas. Y no lo hacemos.

¿Vivimos en una cultura respetuosa e inclusiva… o racista y xenófoba? A juzgar por el auge de los partidos de extrema derecha, ¿quizá no sea tan amigable?
–No es una cultura para nada amigable, y hay muchos tipos de agresiones. Hemos hablado de violencia física, psicológica… pero hay más tipos. Solo vemos un tipo de violencia directa, pero está la estructural, las normas que son injustas. O que por la parte del mundo en la que hayas nacido estés condenado a vivir con una esperanza de vida muy baja. O como cuando estábamos con las vacunas de la Covid, que se tenía que vacunar a todo el planeta pero los medicamentos no han llegado a todas partes. O que para muchos países la Covid solo fuera una pandemia más, porque ellos sufren de malaria y otras enfermedades, ¡Y esto lo toleramos!

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Yo critico la educación emocional en el sentido de que parece que se enseña más el vocabulario y falta la parte de regulación, de autonomía

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Hay una violencia estructural y otra cultural en temas de racismo, género… Con el racismo, cuando la gente me dice que no es racista les pregunto a quién le preguntarían la hora si les enseño una foto de 100 personas… y saben a quién se dirigirían. Hay mucho trabajo, y pienso que ahora estamos al inicio, visibilizando estas cuestiones. Hay violencia estructural y cultural, y estas hacen posible la directa.

Cuando hablamos de violencia en la escuela, considero que somos una cultura violenta que tiene normas de funcionamiento violentas que hacen que la gente lo exprese con rabia. Y soy de construir la cultura de la paz desde abajo, no desde las instituciones.

¿Se está formando correctamente en las escuelas en temas de sexualidad y de género?
–Creo que se está avanzando mucho, pero sigue habiendo cuestiones que son nuevas y la gente no sabe cómo resolver. Es curioso porque en las empresas donde las salas de trabajadores son mixtas, hay menos violencia y acoso que cuando es por separado, donde marcas a las personas y las separas por género. Si juntas a la gente en un mismo vestuario, tú sabrás si te pones una u otra ropa, es igual. Delante de todo el mundo, no pasa nada. Esto es algo que nos está sorprendiendo y se tiene que ir viendo. Sobre todo porque muchos ámbitos, como el deporte, se han organizado así, agrupadas y enmarcadas por género, y no tiene por qué ser así.

¿Por qué es necesario este libro?
–Para reivindicar este tesoro que es la comunicación humana, cara a cara y presencial, la comunicación como un disfrute en casa y en la escuela. También para ver que tenemos el derecho y el deber de hablar de todo, no solamente de las cosas que pensamos que van a agradar al otro. Y, sobre todo, porque a través del diálogo podemos resolver pacíficamente los conflictos y construir un mundo mejor. Y yo quiero decir que es posible construirlo ahora.

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