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Cuando la tecnología se convierte en educativa

“Los alumnos son grandes conocedores de la tecnología pero no saben aplicarla, y mucho menos en Educación”.
Martes, 26 de marzo de 2019
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Tecnología y Educación son palabras que en los últimos años parecen que van de la mano, pero no sabemos realmente la importancia que puede tener una sobre la otra. Por eso cuando me planteé escribir este artículo y contar mi experiencia tenía que empezar por algún sitio y qué mejor deteniéndome aquí, en la tecnología “educativa”.

¿Y por qué digo educativa? Porque debemos diferenciarla de esa tecnología que actualmente nos rodea por todos lados. Desde los colegios, y sobre todo los profesores, debemos conocer estas diferencias antes de llevarla al aula.

¿Y cuándo una tecnología se convierte en educativa? Pues yo estoy convencido de que la tecnología se convierte en educativa cuando pasa por las manos de un profesor, se mete en el aula y, después de todo eso, conseguimos motivación, trabajo, innovación y, sobre todo, aprendizaje. Entonces sí hemos encontrado una tecnología que nos permitirá llevarla a nuestra aula.

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La tecnología más innovadora o más sorprendente no nos garantiza dar una buena clase o que nuestros alumnos aprendan

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Yo siempre digo que la tecnología más innovadora o más sorprendente no nos garantiza dar una buena clase o que nuestros alumnos aprendan. A veces la tecnología o el recurso más sencillo puede proyectar perfectamente nuestra idea en el aula.

La tecnología nos muestra disponibilidad, nos muestra estar conectados, nos muestra inmediatez pero también nos puede mostrar sorpresa, novedad, innovación, visión… factores que, unidos a los que ya tenemos y conseguimos de forma natural en el aula, nos ayudan a crear nuevas líneas de aprendizaje.

La tecnología nos hace ser más transversales y nos hace cruzar las paredes de nuestras aulas con proyectos atractivos y realizables. Y esos proyectos ¿por qué no pueden tener objetivos reales, donde los alumnos se sientan partícipes de algo que en algún momento se hará real, que podrán tocar?

¿Se puede estudiar Matemáticas creando un bidón inteligente para un país necesitado de agua? Yo creo que sí.

¿Se puede estudiar Física creando un molino para dar electricidad a zonas remotas? Convencido de que sí.

O incluso ¿crear una prótesis de mano en impresión 3D como proyecto educativo?

Motivación y emoción

Ya no es solo la motivación sino la emoción… cuando haces algo para alguien, te sientes bien; y cuando te sientes bien, quieres repetir o incluso aportar ideas para hacer algo mejor. Y os lo digo sinceramente, esto es lo que les está pasando cuando trabajas con proyectos así.

Y ya no solo ponemos en valor el objetivo final del proyecto, sino el camino que recorremos hasta llegar a él. Qué interesante parece el área de un cilindro cuando tienes que llenar de agua un bidón tan importante o qué grande te sientes cuando con dos imanes, un poco de cobre y el viento, eres capaz de dar luz a un poblado.

O no os quiero contar cuando alumnos de Primaria se ponen a montar piezas hechas en 3D por alumnos de Bachillerato para crear una mano y dársela a una compañera de clase. Lo que se generó en ese camino no es solo conocimiento, sino también valores como compañerismo, solidaridad e incluso empatía.

Son proyectos que nacen en un aula, nacen de un alumno que piensa que con los recursos que tiene y sus ideas puede cambiar cualquier cosa. Y esa es nuestra misión como profesores, tenemos que guiarles en ese camino.

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La tecnología no genera por sí misma el aprendizaje, por muy espectacular que pueda ser su puesta en el aula

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Nos hemos dado cuenta de que ya no somos la única fuente de conocimiento en el aula, pero sí somos los únicos guías, los únicos que somos capaces de filtrar esa gran cantidad de información que llega a nuestros alumnos. Nos estamos convirtiendo en mentores dentro de nuestra aula.

La tecnología nos está dando la oportunidad de innovar en Educación y hacer que la experiencia del alumno sea maravillosa y el aprendizaje prácticamente garantizado. Pero ¡ojo!, tenemos que tener clara una cosa: la tecnología no genera por sí misma el aprendizaje, por muy espectacular que pueda ser su puesta en el aula. Para que ello suceda, dentro de un sistema educativo, los recursos tecnológicos deben ser parte de una actividad cuyo diseño es responsabilidad del profesor. Entonces, ¿cómo le saco el mejor partido a la tecnología?

En mi opinión creo que es tan sencillo como cambiar el enfoque o, mejor dicho, cambiar la pregunta que nos hacemos muchas veces los profes cuando preparamos nuestras clases.

Fijaos en la pregunta: ¿Qué puedo hacer con esta tecnología en el aula? Esa no es la pregunta.

¿Cuál es la tecnología o recurso que más me puede aportar en esta asignatura?, ¿qué aspecto puedo mejorar en el aprendizaje del alumno usando la tecnología? Si me hago estas preguntas y las contesto, entonces sí podré ser transversal y llevar la tecnología a cualquier asignatura o línea de aprendizaje.

Adaptada a nuestra aula

Es fundamental que la tecnología se adapte a nuestras necesidades en el aula, que se adapte a nuestra metodología de trabajo y nunca al revés.

La tecnología educativa no está tan lejos de las aulas como pensamos, al contrario, nos está rodeando. Proyectos como EuropeanValley y su manera de ver la tecnología es un comienzo en esta pequeña revolución que al final nos está atrapando.

¿A cuántos alumnos estamos dando clase que probablemente trabajarán en algo que ahora no existe?

Y después de todo esto… ¿hasta dónde podemos llegar?

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Si nosotros relatamos en el aula, ellos relatarán; si no innovamos, ellos no serán espontáneos; si no nos confundimos, ellos no aprenderán de los errores

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Se puede estudiar el cuerpo humano y verlo como si estuvieras en un quirófano, se puede estudiar a los faraones y trasladarse virtualmente a las pirámides… y así infinidades de recursos que, como siempre digo, se deben adaptar a nuestra metodología de trabajo. No olvidemos que somos profesores y nuestro objetivo es el aprendizaje; la forma de conseguirlo es nuestra decisión y está en nuestras manos. Pero siempre debemos hacerlo con pasión, motivación y estar convencidos.

Os digo una cosa: si nosotros relatamos en el aula, ellos relatarán; si no innovamos, ellos no serán espontáneos; si no nos confundimos, ellos no aprenderán de los errores.

Os garantizo que mis primeras clases no suelen ser, ni mucho menos, perfectas, y hay más errores que aciertos, pero a veces se te acerca un alumno y te dice: «¿Profe, mañana lo volvemos a intentar?, que esto tiene pinta de molar». Por lo menos, para mí, eso es un punto de inflexión.

Generar curiosidad

Generar curiosidad en el aula es un gran aliado, y esta la podemos crear innovando con tecnología. Tenemos que recordar que ellos son grandes conocedores de la tecnología pero no saben aplicarla, y mucho menos en Educación. Por eso siempre digo a mis compañeros, cuando empiezan a usar tecnología, dispositivos o recursos digitales en las clases, que no se sientan pequeños ante el alumno. 

Con todo esto creo en un valor de un cambio en la Educación usando la tecnología como un medio y no como un fin.  La tecnología educativa viene a sumar en las aulas y nunca a sustituir, y debemos tener claro que el aprendizaje nace en el profesor y crece en el alumno. El cómo lo consigamos o el cómo lo cuidemos dependerá de nosotros.

Jorge CalvoProfesor del Colegio Europeo de Madriddirector de proyectos educativos en EuropeanValley.

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