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Bárbara Menéndez Iglesias: “La vuelta a las aulas en septiembre va a ser una lotería absoluta”

Saray MarquésJueves, 13 de agosto de 2020
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En educación desde hace 15 años, Bárbara Menéndez Iglesias comenzó en la docencia en Madrid, donde aprobó su oposición como especialista de Música en Primaria. Posteriormente se traslada a su tierra, Asturias. Allí ha dirigido un centro público de Educación Básica (CPEB, que agrupa Infantil, Primaria y Secundaria) y un colegio público rural. Este curso será jefa de estudios.

Además, es preparadora de oposiciones de Educación Primaria y Musical (Prepara2) y colabora con la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad de Oviedo.

Bárbara cree que las comunidades autónomas están actuando con cobardía de cara a septiembre: “No se atreven a hacer lo que realmente hay que hacer, dejar de poner parches a la escuela pública y empezar a invertir en ella de una vez por todas”.

Valora de su profesión la complicidad que se establece con el alumnado: “Siempre digo que el alumnado es un espejo de su tutor/a, y a la inversa” y erradicaría “el poder que tienen los políticos sobre las leyes educativas y todo lo que afecta al profesorado, sobre todo a nivel burocrático”.

De pequeña quería ser veterinaria: “Mi ineptitud con las ciencias me hizo desechar pronto la idea” y ahora, si no se dedicara a la educación probablemente se decantara por la repostería: “Concretamente sin gluten. Soy celiaca y la falta de atención al colectivo es otra lucha abierta, y soy persona de luchar por aquello en lo que creo”.

¿Cuál es tu idea de la educación? 
–La educación tiene tres pilares esenciales: alumnado, profesorado y familias. Pero la sociedad hace una presión muy fuerte, con lo cual al final todos educamos de uno u otro modo, tengamos o no hijos e hijas. Cuando cruzas un semáforo en rojo, cuando no llevas bien tu mascarilla (o no la llevas), cuando te diriges de manera incorrecta a los demás, cuando vendes una imagen frívola y superficial en los medios…todo eso es absorbido por los niños y niñas. Así que sí, de manera directa los tres pilares estamos ahí, pero de manera indirecta todos afectan o afectamos de uno u otro modo.

¿A quién admiras en educación?
–De modo general, a los docentes normales y corrientes, los que están en las aulas, los que pelean cada día contra viento y marea contra la burocracia, la mala prensa, el desánimo ante ciertas situaciones que se viven en los centros, y, a pesar de ello, consiguen sacar adelante a miles de alumnos y alumnas cada día. La educación pública de este país se sostiene gracias al profesorado en connivencia con las familias, no a los políticos de turno, editoriales, televisiones o empresas tecnológicas.

Y, en particular, a mi tutor de prácticas de Magisterio, a los docentes con los que he formado equipo directivo, a mis maravillosos compañeros de claustro en los coles en los que he estado y a mis increíbles compañeros del claustro virtual de Twitter. No podría dar nombres porque se me quedarían muchos en el tintero. Pero todos ellos tienen algo en común: están en las aulas, son normales y no necesitan ninguna medalla ni reconocimiento para seguir siéndolo. Una normalidad entendida en su lado más positivo, en contraposición de una falsa excepcionalidad muchas veces magnificada por los medios. Me enorgullece ser una de esas docentes normales y corrientes, o, al menos, intentar serlo.

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La educación pública de este país se sostiene gracias al profesorado en connivencia con las familias, no a los políticos de turno, editoriales, televisiones o empresas tecnológicas

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¿Qué aspectos del sistema educativo crees que deberían cambiar?
–Es muy difícil contestar sin extenderse. Voy a centrarme en los dos problemas que creo son más urgentes: la disminución de la burocracia y la mejora de la imagen del profesorado ante la sociedad. Tenemos un colectivo muy formado y muy profesional, a pesar de lo que muchos quieran hacer creer. Solo debemos dejarles hacer. Y, con todos mis respetos a todas las confesionalidades, la religión debería estar fuera de la escuela. No se pueden impartir contenidos basados en la fe en el mismo lugar en que se imparten contenidos basados en la ciencia. Cada cosa en su lugar, y la religión bien podría estar en las iglesias.

¿Qué falla en la relación profesor-alumno?
–Esta respuesta variaría enormemente en función del docente que la respondiera. En mi caso, no tengo grandes quejas en este aspecto, dado que trabajo en un entorno con un alumnado muy respetuoso. Pero he estado en otros centros (también he vivido situaciones complicadas) y he escuchado a mis compañeros y compañeras de profesión y, quizá, el mal de hoy en día sea la falta de que cada uno sepa donde está su lugar. El alumnado se queja de que el profesorado no está al día, y el profesorado se queja de que el alumnado no le trata con respeto. Deberíamos hablar más de esto y, sobre todo, con sus familias.

¿Cómo se puede implicar más a los padres?
–Abriendo las puertas del centro. Es tan sencillo como eso. Si no tenemos miedo a mostrar lo que hacemos y a que las familias participen en ello, la relación se hace mucho más fluida y cordial. No puedo concebir una escuela donde los padres no participen, y hay muchas formas de hacerlo más allá de ser meros espectadores en los festivales. Tengo mucho que agradecer a las familias que han sido mis cómplices, especialmente en el pasado curso que tan complicado ha sido. Debemos hablar con ellos, escucharles y hacerles partícipes de todo lo que podamos. A veces organizamos charlas con ponentes externos cuando tenemos a los padres y madres del alumnado dispuestos a hacerlo voluntariamente. Si tenemos un progenitor que sabe mucho de plantas, que venga a contarnos su experiencia en ciencias naturales, y el diseñador gráfico a hacer una actividad en plástica, el informático a explicarnos la importancia de la privacidad… Y no todo han de ser empleos cualificados, también hay personas que nos pueden mostrar saberes tradicionales, especialmente en las zonas rurales.

Por otro lado, se les debe dar más voz en los Consejos Escolares de los centros. Su labor en los mismos no puede ser únicamente escuchar, ver la documentación y votar. Debemos crear herramientas para generar una comunicación más fluida, y eso se hace perfectamente hoy en día gracias a la informática.

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No puedo concebir una escuela donde los padres no participen, y hay muchas formas de hacerlo más allá de ser meros espectadores en los festivales

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¿Consideras al docente como un colectivo unido?
–No lo somos. Nos criticamos entre etapas, culpamos a los de la anterior de las carencias del alumnado que recibimos e incluso juzgamos aquellas formas de dar clase que no coinciden con las nuestras. Pero, eso sí, creo que la actual falta de previsión y las malas decisiones de la ministra nos han puesto a casi todos de acuerdo. Y ni aun así somos capaces de plantar cara como colectivo.

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Creo que la actual falta de previsión y las malas decisiones de la ministra nos han puesto a casi todos de acuerdo. Y ni aun así somos capaces de plantar cara como colectivo

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¿Qué le pides a la actual ministra?
–Quedaría fatal decir que dimita, pero es lo que pienso. Cuando entró en el cargo fue muy ilusionante por pertenecer a nuestro gremio. Y lo que comenzó como una ilusión se ha convertido en una decepción constante. A pesar de que insista en que escucha al profesorado, nosotros nos sentimos desoídos e ignorados. Dar crédito a gurús y personas que no pisan un aula no sirve, es como preguntar a un ex piloto de fórmula 1 lo que deberíamos preguntar al mecánico del vehículo. Tenemos un profesorado excepcional, con muchas ideas viables y con la realidad en sus manos. Solo hay que ver los cientos de tweets sobre educación que escribimos incluso en verano, en vez de estar desconectando. Cierto es que no es el lugar idóneo para hacerlo, pero la frustración ha de liberarse de alguna manera. Dado que no va a dimitir, le diría que nos escuchara de verdad, y no mediante vídeos enviados a un periódico o programas de radio. A una selección de profesorado de todas las etapas, y teniendo en cuenta a los que son siempre olvidados, como las escuelas infantiles de 0 a 3 años o los conservatorios de música, entre otros.

¿Qué opinas de la nueva ley de educación?
–Que será una más en la que tampoco se solucionan los problemas reales: bajada de ratio, inversión en la escuela pública y disminución de la burocracia. Fuera de ahí, es todo una pantomima. Se nos llena la boca hablando de la educación en países como Finlandia, pero nadie se fija en que no cambian de ley cada cuatro años según el partido de turno que gobierne, ni se alude a la inversión económica en educación de Corea del Sur que está alrededor de un 25% de su gasto público. Aquí los políticos generan un falso debate estéril sobre aspectos que nada tienen que ver con las necesidades reales del aula.

¿Cómo valoras el cierre del pasado curso escolar?
–En mi caso personal fue un cierre mas accidentado dado que me encontraba de baja médica. Pero hemos dejado un profesorado absolutamente quemado, explotado y sin agradecimiento alguno. Más bien, todo lo contrario. Si el profesorado se limitara a hacer únicamente las 37,5 horas que le corresponden no existirían las gamificaciones, ni los <em>breakout</em> edu, los juegos educativos creados y, me atrevería a decir, incluso las correcciones exhaustivas de cuadernos y trabajos. Vuelvo a la idea anterior: somos un colectivo vapuleado y denostado por la sociedad, en general, y por nuestros políticos, en particular. Como anécdota contaré que en una de las varias intervenciones médicas que sufrí durante el tercer trimestre, cuando vino a buscarme el celador me encontró con mi iPad ultimando actividades del colegio. Me comentó que su pareja era docente y que siempre se había burlado de su profesión y aludido a la gran cantidad de vacaciones que tenemos. Y que nunca más volvería a hacerlo, porque, al estar confinados y pasar tanto tiempo en casa, fue verdaderamente consciente de la cantidad de horas de dedicación que invertía, muy por encima de esas 37´5, así como de la falta absoluta de horarios en la recepción de comunicaciones de familiares y alumnos. Es muy triste tener que llegar a un confinamiento para valorar nuestra profesión. Y, algunos, ni aún así.

¿Cómo crees que volveremos a las aulas en septiembre?
–Va a ser una lotería absoluta. No hay forma segura de volver, pero una adecuada prevención haría que tuviéramos un futuro más halagüeño. Se necesita inversión en profesorado, bajar las ratios para que no haya grupos de entre 25-40 alumnos en espacios mínimos y contratar personal sanitario para todos los centros. Pero, al final, las tan anunciadas inversiones del estado se quedan en eso, en anuncios. Uno o dos docentes por centro no solucionan nada. Y ahora se están viendo las carencias de inversión en la escuela pública de los últimos 20 años: no tenemos ni los espacios ni el personal. Es un ¨sálvese quien pueda” con especial hincapié en la labor titánica de las direcciones de los centros, que están trabajando en sus vacaciones para intentar empezar el curso del mejor modo posible.

Esa lotería ¿depende además de la comunidad en la que impartas?
–En Asturias se bajan los grupos a 20, pero luego no tenemos espacios para acogerlos. Se envían profesores, pero puede que no sean todos los necesarios. En otras, directamente, no se está haciendo absolutamente nada. Y además se dedican a insultar y ofender al profesorado. Está claro que cualquiera no puede ser consejero de educación, y menos aún, aquellos que tienen intereses privados en ella.

Sobre el movimiento manzana y el claustro virtual

  • El movimiento manzana «es un modo de apoyar la escuela pública ante el constante maltrato de la misma»: «Nos alegramos mucho cuando el presidente del Gobierno indicó que el dinero se destinaría a la escuela pública, luego la ministra del gremio empezó a titubear acerca del tema, y al final quedó todo el agua de borrajas. El dinero público para la escuela pública, y la privada que se autofinancie. La concertada, directamente, no debería existir como subsidiaria de la pública, y un gobierno valiente debería tomar cartas en ese asunto».
  •  El claustro virtual: «Las redes sociales son un reflejo de quienes somos en la vida, con el hándicap de que muchos se escondan bajo pseudónimos. Pero, como en la vida real, si alguien es ofensivo o no me aporta nada, lo aparto de mí. De hecho, ojalá fuera tan sencillo en la vida como lo es en las redes. De mi claustro virtual de Twitter solo puedo decir cosas buenas. No solo he encontrado compañeros de profesión, sino personas que han pasado a ser parte de mi vida personal. Se comparten no solo formas de enseñar, sino formas de superar los malos momentos. Estamos para lo bueno y para lo malo. Y también para desmitificar ciertas corrientes sin validez científica que quieren imponernos aquellos que velan por sus propios intereses económicos. Ahora aparecen muchos nombres de presuntas nuevas metodologías que, o bien tienen ya muchos años y solo las han maquillado, o son inventos sin ninguna demostración sobre su eficacia o beneficio. Ser un buen docente también es ser capaz de discernir y contrastar. Si nosotros no tenemos espíritu crítico ni contrastamos fuentes, ¿cómo lo vamos a fomentar en nuestro alumnado?»
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