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Carlos Fernández Liria: “Si Celaá no restaura la Ética el PSOE será un partido perjuro”

Saray MarquésMartes, 1 de diciembre de 2020
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El profesor de Filosofía Carlos Fernández Liria. © JUANJO PARRILLA

Este profesor de Filosofía detesta a los pedagogos, no es ningún secreto (véase ‘Escuela o barbarie’), y añora las clases abarrotadas de la facultad. También tiene un canal de YouTube desde el que, entre otros, reclama que vuelva la Ética a 4º de ESO. ¿Filósofo youtuber? “No soy talibán de nada. Las redes son una herramienta, una herramienta de mierda, detestable, un medio, pero podemos aprovecharlas para conseguir nuestros fines”.

¿Cómo vivió el confinamiento de marzo a junio?
–Como profesor, en un caos contradictorio. Se decía que no había que relajar la exigencia y, a la vez, que había que aprobar a todos los alumnos, que ellos no tenían culpa de la situación. Como padre de dos alumnos en 6º de Primaria fue una experiencia nefasta, cuatro meses de angustia. Y este año parece obviarse que los alumnos perdieron medio curso. Nadie tiene la culpa de la pandemia, pero nos ha desbaratado la vida. Que Celaá o Castells hablen de hacer de la necesidad virtud, de adelantarse al futuro, me parece una calamidad.

¿Y ahora la enseñanza semipresencial?
–Creo que la Facultad de Filosofía es, de toda la Complutense, la que tiene permitido el máximo nivel de presencialidad, pero tengo a la mitad del alumnado presente y a la mitad online, y lo llevo mal, no me gusta. Cierto, nadie tiene culpa de la pandemia, pero no es una buena oportunidad, es algo tristísimo, algo con lo que tenemos que tragar, no hay más remedio, hasta que se pueda volver a lo presencial. Hay cosas que deben seguir siendo como siempre han sido, porque están bien hechas, bien pensadas. Pasa con la escuela y la universidad presenciales de toda la vida, o con el derecho laboral. Si lo cambias casi siempre es para empeorarlo.

¿Es partidario de la reforma de la universidad que se plantea?
–Si sirve para endurecer los criterios, para que no se llame universidad a cualquier chiringuito, bienvenida sea. Ojalá que sea cierto. No me lo creo mucho, por la enorme fuerza de las universidades privadas. Es lo único bueno que le he oído a Castells, que fue de los primeros que habló de la enorme oportunidad de modernización y digitalización de la universidad que se abría con la pandemia, cosa que me horrorizó. Endurecer los requisitos está bien, aunque estaría mejor que expropiara las privadas.

¿Cree que la pandemia puede acelerar algunos cambios en Educación no necesariamente buenos?
–Sí, hay algunos indicios inquietantes. Lo vemos en La escuela vaciada, en el capítulo que firmo con Olga García y Enrique Galindo. Se ha creado una corriente de opinión entre las autoridades académicas por la que esta acelera la reforma pendiente y necesaria hacia la digitalización. He escuchado cosas preocupantes, como que en realidad en la escuela no hace falta explicar contenidos, pues todos están colgados en internet, y los alumnos se han acostumbrado ya, tienen la soltura, la competencia, y, por tanto, la instrucción ya no es tan necesaria, y que el profesor ha de ser un acompañante del aprendizaje del alumno. Esto es no entender lo que es la escuela pública, porque esta es un lugar imprescindible del Estado de Derecho y no puede ser sustituida por una consulta en internet. La escuela funciona como una barrera de contención del totalitarismo ideológico que los padres, sean de derechas o de izquierdas, tratan de imponer sobre sus hijos. Porque tendemos a hacerlo, porque nos sale solo. La escuela es la oportunidad de acceder a la diversidad del mundo, de convivir con la pluralidad, y esa convivencia es necesaria y tiene que ser presencial. La escuela forma ciudadanos y esto no se puede suplir con cursillos online.

Lo de “Los hijos no son de los padres” es lo único inteligente que ha dicho la ministra Celaá, que yo sepa, hasta ahora, y me parece fenomenal el artículo que ha publicado Savater al respecto. Solo en la escuela pública puedes estar sentado con un testigo de Jehová a un lado, un ateo a otro, un compañero homosexual o una compañera lesbiana y, junto a ellos, una compañera homófoba. La escuela pública es un lugar para formar ciudadanía, para entender tu derecho a la diversidad, frente al totalitarismo de los padres impuesto en la Privada y la Concertada. Y sin presencialidad no es posible esa experiencia de ciudadanía de la escuela pública.

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Sin presencialidad no es posible esa experiencia de ciudadanía de la escuela pública

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Pero se dice que hay fórmulas, como la clase magistral, que deberían revisarse. Que durante una clase magistral hay menos conexiones neuronales en funcionamiento que mientras los alumnos duermen.
–Eso es absolutamente falso. No sé de dónde se sacan esos datos. Oyes cada cosa… No puede ser más que porque hay unos señores que estudian carreras que deberían ser suprimidas, como la Pedagogía, y quizá la Psicología, y dan esos datos absurdos, que cualquiera que haya dado clase sabe que son falsos. También se dice que el máximo de tiempo que un ser humano puede prestar atención es tres cuartos de hora, y en la facultad hemos dado lecciones de cuatro horas y media, en una sala abarrotada, con calor, con la gente prácticamente colgada del techo, en condiciones muy incómodas… lecciones que se terminaban porque los conserjes tenían que irse a casa, lecciones en las que no se oía ni una mosca y en las que no se levantaba nadie para ir la baño. Yo creo que, como fruto de experimentos mal hechos, hoy tenemos ese tipo de mitos. De eso y de una carrera como Pedagogía, que compra todas esas mentiras, y, lo peor, que las pretende aplicar, en tanto que supuestos “expertos en educación” que te dicen cuánto resiste un alumno escuchando.

Para una lección magistral se debe presuponer que el profesor sabe (y para eso un tribunal le ha juzgado en una oposición pública) y que ama lo que sabe. A los profesores nos gusta enseñar porque estamos de acuerdo con Aristóteles, cuando dijo eso de que “todo ser humano por naturaleza desea saber”. No conviene llevarle la contraria a Aristóteles; de hecho, parece que solo los pedagogos no están de cuerdo en que el saber engancha, mueve la curiosidad, moviliza el ánimo. Esto el profesor lo ha experimentado, el pegagogo, no. El pedagogo no ha dado clase ni ha aprendido nada, porque ha estudiado una carrera muy mala, no sabe qué es aprender y qué es enseñar, no sabe que aprender es una aventura preciosa de por sí, y se pregunta cómo motivar a los alumnos, y piensa que quizá se puedan enseñar Matemáticas, o Física o Historia jugando al corro de la patata.

Asegura que las reformas educativas suelen ser fallidas, pero funcionales a unos intereses espurios, que condenan al alumnado a la servidumbre laboral.
–El movimiento estudiantil lo viene denunciando desde 2000, con el informe Bricall, la avanzadilla de Bolonia, que lo que pretendía era reformar la Educación al servicio del mundo empresarial a través del mercado laboral. Es entonces cuando se empieza a hablar de competencias, habilidades y destrezas. El edificio entero de la enseñanza se pretende convertir en una inmensa escuela de formación profesional sin títulos, porque detrás de un título tendrá que haber un colegio profesional, convenios, sindicatos…

El movimiento estudiantil destapa los planes de la OCDE y la OMC para que la Educación deje de ser un derecho ciudadano imprescindible. Hasta ese momento se instruía para formar ciudadanos protagonistas del Estado de Derecho, porque sin ciudadanos el Estado de Derecho se convierte en una ficción. Pero entonces se deja de pensar en ciudadanos, es más rentable formar a trabajadores baratos para las empresas, y el trabajador más barato es el emprendedor (sin convenio, sin derechos, sin ningún cuerpo que le proteja). De aquí viene aquello de formar a emprendedores y potenciar el espíritu empresarial de Wert, que por eso suprime Filosofía. Se trata de adaptar la escuela al mercado laboral, potenciar la empleabilidad, pero sin convenios o sindicatos de por medio. Y de un mercado laboral cada vez más basura, una escuela basura.

¿Cómo debería ser el nuevo currículum para que este logre aprendizajes profundos?
–Yo tengo ya 61 años, y llevo 40 en la enseñanza. Antes de la Logse di 10 o 12 años clase en Secundaria y Bachillerato, y entonces me permitía el lujo de criticar el exceso de contenidos. Yo decía que no se trataba de saber muchos contenidos, sino de entender los conceptos. Lo decía porque yo fui adiestrado para resolver raíces cuadradas, integrales o derivadas sin entender el concepto. No fue hasta la carrera, cuando estudié a Leibniz, que entendí que una integral era una suma infinitesimal. Por eso entonces defendía que sobraban contenidos, que mejor enseñar menos pero mejor. Esto empeoró con la Logse y ahora mis compañeros Olga y Enrique reivindican los contenidos. Yo creo que aquí hay una confusión que hace daño a la escuela pública y que es responsabilidad de los pedagogos. Es verdad que sobraban contenidos, pero no porque faltara metodología. Había una sobreacumulación de teoría, pero faltaba comprensión, inteligencia, lo que no había que hacer era sustituirla por metodología de aprendizaje.

¿Cuál cree que debe ser el papel del profesor en este nuevo tiempo?
–Este es otro de los mitos introducidos por los pedagogos: “Es una vergüenza que la escuela haya cambiado tan poco, los profesores explican como en los tiempos de Newton”. Es que hay cosas que merecen no cambiar, porque están bien. El profesor debe explicar, transmitir, instruir unos conocimientos que él domina a alumnos que no los dominan. Que sea tan antiguo demuestra que funciona.

Pero no, para ellos, ya no se necesitan esas personas que saben algo, que saben que lo saben y que se sienten felices, porque el saber es muy bonito, es lo que te hace ser ciudadano. Como decíamos antes, quizá no se aspira a que los alumnos sean sujetos, sino a que sean trabajadores basura y se defiendan en la selva del mercado laboral. Vale, en ese caso no hay que saber, basta con estar entrenado, como en un gimnasio, y, ahí sí, el profesor te acompaña, como el entrenador en el gimnasio. Vienen tiempos muy malos, y la escuela debería ejercer como lugar de resistencia frente a un futuro que nadie quiere.

No sé si ha podido ver los cambios en la ley Celaá: ¿el funcionario ya no es lo que era?
–La remoción me parece un peligro. Si un funcionario no cumple bien sus funciones… entonces quizá debemos pensar mejor los tribunales, para que no se cuelen intrusos, gandules, vagos, ignorantes… Puede haber accidentes, pero el remedio, que es una evaluación encubierta de los funcionarios, es peor que la enfermedad. Sí tiene que haber una inspección de servicios, pero un funcionario no es un asalariado, es propietario de su función, y debe seguir siéndolo. De lo contrario te cargas su libertad de cátedra, la libertad de su ejercicio profesional… Es gubernamentalizar la profesión de profesor, hacer que este esté aterrado porque si llega un determinado Gobierno ha de cambiar su forma de proceder. “Es que hay funcionarios que lo hacen muy mal”. Pero si te los cargas te cargas la separación de poderes, el orden constitucional. Los funcionarios deben ser vitalicios y no depender del Gobierno. Y si uno es un profesor de mierda, que la inspección de servicios le empapele.

En cuanto a la inspección, un sindicato de inspectores ha preguntado por qué se ha modificado mediante una enmienda la palabra “prueba” por “valoración”. Para el PSOE es “un detalle sin importancia”. Entonces, ¿por qué lo cambia? Parece que es una iniciativa de ERC, a quienes les interesa tener inspectores gubernamentalizados…

En conjunto, ¿cómo describiría la ley Celaá?
–Creo que es un pastiche ambiguo pésimamente redactado y por momentos incoherente. José Luis Villacañas ha escrito un artículo en que defiende que las leyes deberían estar escritas para la ciudadanía, no para los que las escriben. En todo caso, tiene algunas cosas buenas, pequeños movimientos en la asignatura de Religión, en la compra de suelo público para la Concertada… Pero luego escuchas las declaraciones de Celaá y son para echarse a temblar. Los ministros no entienden que el mundo de la ciudadanía y el de la empresa son dos cosas diferentes y que sus caminos a veces son divergentes. La escuela es necesaria para construir ciudadanía, no tiene una función laboral.

Se busca poner al niño en el centro.
–De nuevo esa palabrería pedagógica infecta de quienes nunca han sido maestros ni profesores. La escuela debe formar ciudadanos que desean estar en el centro de la vida política de un país; que, siguiendo a Kant, están convencidos de que al obedecer la ley se obedecen a sí mismos, porque se sienten colegisladores y, por tanto, obedecer para ellos equivale a ser libres.

En Primaria y Secundaria el niño siempre está en el centro y en la Educación Superior, como decía Humboldt, el padre de la universidad europea, el profesor y el alumno se deben a la verdad y la objetividad. Siempre ha sido así. Poner al niño en el centro nunca ha de confundirse con sustituir la enseñanza por un juego, una actividad lúdica para tenerle contento. Es aprendiendo algo como estará contento.

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Poner al niño en el centro nunca ha de confundirse con sustituir la enseñanza por una actividad lúdica para tenerle contento. Es aprendiendo algo como estará contento

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También se habla de romper con el darwinismo que introdujo la Lomce.
–La suerte de Celaá es tener el listón tan bajo, pues es prácticamente imposible hacerlo peor que Wert. Si Celaá va a erradicar parte de esa formación en el espíritu emprendedor, bienvenido sea. También si va a recordar que la escuela pública es la única garante de la igualdad entre clases sociales. Yo haría un experimento. Exigiría que cualquier político y desde luego cualquier ministro o autoridad educativa llevara a su hijo, en vez de a las Irlandesas o el Estudio, a una escuela pública por sorteo, en el barrio que le tocara. Que, por ejemplo, a Pablo Casado o a Pedro Sánchez les tocara llevar a sus hijos a un colegio público en Manoteras, con un 80% de población gitana. Seguro que mejoraría la escuela pública. La escuela pública es uno de los instrumentos más bellos y eficaces para igualar las posibilidades de convertirte en ciudadano. Pero, claro, cómo se van a juntar los hijos de los políticos con material humano problemático…

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Yo haría un experimento. Exigiría que cualquier político y desde luego cualquier ministro o autoridad educativa llevara a su hijo a una escuela pública por sorteo, en el barrio que le tocara. Seguro que mejoraría la escuela pública

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¿Cómo ve que cada alumno pase a tener un número identificativo para el seguimiento de su trayectoria formativa?
–Puff… me suena a aquello que nos vendieron de la “formación a lo largo de la vida”, con un carnet, en vez de un título, en que constan los cursos, grados, microgrados y cursillos de Google que vas realizando, con tu currículum en una banda magnética. De esta forma, con ese carnet, tú irás a negociar de tú a tú, sin sindicatos, convenios colectivos ni colegios profesionales de por medio, tú pasas a ser un número con un currículo asociado y ahí ya te buscas la vida. ¿Que los sindicatos son odiosos, criticables, que han traicionado a la clase obrera? Serán malos, pero sin ellos el trabajador sí que está realmente en pelotas.

Justo antes del estado de alarma en MAGISTERIO titulábamos ‘La Lomloe, un rayo de esperanza para la Filosofía’ ¿Qué va a pasar con la Ética en 4º de ESO? ¿Se salvará en el Senado?
–Tengo una cierta esperanza, una mínima esperanza, de que el PSOE entre en razón. Quizá ahí estén el PP, con Ciudadanos y Podemos, presionando para que así sea. No es imposible restituir la Ética, pero es incomprensible que no se haya hecho ya, yo no sé por qué ha sido, si es en virtud de una lógica transaccional por la que se promete algo a cambio de ceder en otra cuestión… Se está incumpliendo un pacto, un pacto que el PSOE aplaudió y firmó. Es cierto que hay un cierto avance, pues Wert dejó Historia de Filosofía en 2º de Bachillerato como optativa y ahora es obligatoria, pero siguen sin devolver la Ética a 4º. Si Celaá no la reinstaura estará incumpliendo un pacto y el PSOE será un partido perjuro, porque se había comprometido, por medio de un pacto por unanimidad, con todos los partidos, también el PP, y ahora el PSOE se desmarca y de repente está en contra, por no sé qué pacto de transacción o porque según dicen no hay sitio para la asignatura, cuando siempre lo hubo.

¿Qué le parece Valores Éticos?
–Un catecismo sin contenido para formar en valores laicos. En cambio, la Ética es una asignatura que debe tener un peso curricular importante, pues sirve para empezar a educar en la Historia de la Filosofía, es el único contacto con la Historia de la Filosofía en la Educación obligatoria. Cuando a mí me dicen “No hay ética, pero hay valores éticos”, yo digo que no es eso. Yo pido un determinado contenido, una seriedad en la formación en valores ciudadanos, con un ciclo completo con Ética en 4º de ESO, Filosofía en 1º de Bachillerato y Historia de la Filosofía en 2º, no un cura laico con un manual de buenas maneras.

¿Y Educación para la Ciudadanía?
–Educación para la Ciudadanía fue una cagada de Zapatero, yo me opuse con uñas y dientes, desde la Facultad de Filosofía dijimos que Ciudadanía era algo muy serio, pero una vez que ya estaba ahí procuramos hacer de la necesidad virtud. Eso sí, defendemos que el concepto de Ciudadanía lo han de explicar filósofos, no abogados, historiadores o profesores de Lengua. A día de hoy no estaría mal volver a la situación de Zapatero. Educación para la Ciudadanía, Filosofía y Ciudadanía o Ética Cívica. Nos da igual cómo se llame, pero tiene que ser una asignatura obligatoria con una carga horaria de dos (o tres) horas, y en 4º, no de una hora y en 2º o 3º.

¿Por qué la Ética?
–Lo cuento en un vídeo en mi canal de YouTube, No sin Ética. Para que los ciudadanos valoren las instituciones que les convierten en ciudadanos tienen que entenderlas, y en 4º de ESO los alumnos ya tienen condiciones para entenderlas, para pensarse como sujetos con derechos políticos.

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Comentarios

  1. Aurora Bernal
    2 de diciembre de 2020 09:02

    Este conjunto de afirmaciones sobre la Pedagogía, la Psicología, las universidades privadas, la escuela pública, resultan generalizaciones injustas y con poca fundamentación en la realidad de las ciencias de la educación y de cómo funcionan las instituciones. Con este tipo de discursos, llenos más de emociones que de razones fundadas en la realidad, de autores como este profesor, Carlos Fernández, se desprestigia la filosofía, y disuade a que nos pueda interesar su propuesta sobre la materia de Ética. Si se enseña ética como se plantean estas críticas, es decir, sin criterio, sin un estudio ponderado de la realidad, mejor que no la cursen los alumnos que quedarían atrapados no ya en las redes de sus padres sino en la de profesores- filósofos que siegan todas las hierbas sin discriminar lo verdadero de lo erróneo, lo cierto de lo subjetivo, ¿cómo van a enseñar ética?

  2. Mercedes Sastre de Blas
    5 de diciembre de 2020 22:17

    Lamento mucho que la Filosofía desaparezca de los planes de estudio, pero creo que eso no le autoriza al señor Fernández Liria a despreciar los métodos pedagógicos de la Escuela, tendentes a qué los alumnos se la Escuela Pública puedan aprender con equidad, y potenciar asi sus capacidades. Pero lo que me indigna del todo es que se permita despreciar olímpicamente las carreras de Psicología y Pedagogía. Hasta donde se Filosofía viene de dos palabras griegas Amor y Saber. Las palabras de este señor, catedrático de Filosofía, no hacen suponer que tenga ninguna de las dos cosas, puesto que la arrogancia impide que ambas cosas tengan lugar.

  3. Asuncion Garcia-Carpintero Sánchez-Miguel
    8 de diciembre de 2020 16:40

    Respondiendo al sr. fdez Liria
    Ferrer y Guardia, ejemplo de un gran hombre y un gran pedagogo cuya teoría pedagógica escocía demasiado. Usado como chivo expiatorio de un proceso en el que nada tuvo que ver, fue condenado a muerte y asesinado, así se hundió de paso su tarea pedagógica, su «escuela moderna».
    Su figura pedagogica ha sido ignorada en España, una injusticia que puede revertirse un poco rescatando su obra y sus aportaciones. Una aproximación, lo a que realiza su hija Sol Ferrer en «Vida y obra de Francisco Ferrer»(1980). Edit Carralt.