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Javier Pericacho: “Debemos promover centros que ensanchen la perspectiva vital”

Pericacho apuesta por centros activos y significativos en su metodología, participativos en su dinámica interna, abiertos en su relación con el medio, más conectados con la naturaleza, cooperativos, críticos y vivos.
Zaira OlléMiércoles, 7 de abril de 2021
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Javier Pericacho ha publicado ocho exitosos libros sobre Educación y formación del profesorado.

Con motivo de adquirir una idea más completa de la enseñanza al aire libre y los diferentes sistemas educativos a lo largo de la historia de la Educación, nos reunimos con el doctor en Educación Javier Pericacho. Entre otros, Pericacho ha trabajado como educador, profesor, técnico de Educación y coordinador destacando la Cooperación Internacional en Infancia y Juventud. Ha pertenecido al Consejo Asesor en la Cátedra de Renovación Pedagógica, ha sido director interino del Departamento de Educación de la Universidad Antonio de Nebrija, y tiene más de 40 artículos científicos a sus espaldas. Actualmente ejerce la docencia en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), y ha sido profesor invitado en prestigiosas universidades internacionales.

En términos generales, ¿cómo valora usted el acto educativo?
—Educar es una ciencia ya que se dispone de sobrada producción científica para orientar la mejora de los procesos. Así, fruto de las lecciones aprendidas a lo largo de la historia, ya sabemos que existen determinadas metodologías y factores que prueban tener una incidencia más directa que otras en la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

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Fröbel planteó un espacio-escuela abierto, dinámico, donde pudieran generarse todo tipo de percepciones, expresiones, relaciones...

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El Covid está cambiando las estructuras educativas: algunos colegios neoyorkinos están saliendo a la calle a dar las clases, mientras que en nuestro país se está optando por jardines, patios y bosques. ¿Cree que los centros educativos están haciendo bien en promover iniciativas de clases en el exterior?
—En consonancia con los consejos de todo tipo de informes e investigaciones educativas nacionales e internacionales, debemos promover centros educativos que ensanchen la perspectiva vital de los alumnos, activos y significativos en su metodología, participativos en su dinámica interna, abiertos en su relación con el medio, más conectados con la naturaleza, cooperativos, críticos, vivos, provocadores y reflexivos. Respecto al uso del entorno natural, huelga señalar que cada escuela es especial, diferente y única.

Sistemas educativos más abiertos que ya se llevaron a cabo con resultados satisfactorios en el siglo pasado, ¿podría hablarme de ellos?
—En el siglo XIX, el pedagogo alemán Friedrich Fröbel planteó un espacio-escuela abierto, dinámico, donde pudieran generarse todo tipo de percepciones, expresiones, relaciones, la espontaneidad y el pleno desarrollo de la vida. Mientras que en el Siglo XX también surgieron diferentes planteamientos, como los del pedagogo italiano Loris Malaguzzi y su idea del espacio de aprendizaje como tercer maestro. Magaluzzi lo puso en práctica en las escuelas infantiles de la ciudad italiana de Reggio Emilia, en el noreste del país. Y también hay que recordar el movimiento de las Open Classroom a principios de los años 70 en Reino Unido, principalmente por su crítica a los espacios educativos tradicionales.

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El espacio escolar es continente y contenido, condiciona la acción educativa y alberga un gran valor en términos de aprendizaje

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¿Participó España de este interés en implantar espacios escolares diferentes al modelo tradicional indoors?
—Sí, lo hizo. En la historia contemporánea española, el interés por el espacio escolar ha evolucionado paralelo al proceso de renovación pedagógica. La Institución Libre de Enseñanza, la Escuela Moderna, el Grupo escolar Cervantes o el Instituto-Escuela… en ellas el espacio escolar no se registraba de una forma superflua; por el contrario, formaba parte de algo más amplio: un ambicioso proyecto de transformación pedagógica integral y crítica de prácticas tradicionales..

Es decir, el espacio escolar que a veces se da por sentado en la actualidad, pasa a ser una figura de primer orden.
—Es una forma tácita de enseñanza. Constituye una encarnación física de la pedagogía, cuya configuración revela una forma particular de entender el acto educativo y situar a docente y discente en la praxis. Es continente y contenido, condiciona la acción educativa y alberga un gran valor en términos de aprendizaje.

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La conexión con el entorno natural siempre será un elemento formidable para el aprendizaje, lleno de posibilidades didácticas

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¿Podrían generarse nuevas formas de estructurar las clases en el futuro? ¿Estamos frente a otra revolución educativa?
—La cuestión del espacio escolar no es asunto baladí. Actualmente, desde diferentes disciplinas se presenta como un problema didáctico de primer orden. Sirva como ejemplo un reciente estudio del Banco Mundial que revela la importancia e impacto del espacio escolar en el aprendizaje del alumnado o las interesantes ideas de la filósofa y activista Heike Freire sobre la Pedagogía Verde.

Los resultados de las iniciativas de las clases outdoors fueron y están siendo exitosas y muy positivas. ¿Estamos frente a la fórmula perfecta?
—Las recetas perfectas, las llaves maestras o las soluciones mágicas en Educación no existen, cada realidad alberga unas necesidades educativas concretas que deben ser cubiertas de manera específica. Es difícil hablar de fórmulas pedagógicas que generen siempre los mismos resultados. No hay una única estrategia de mejora; no obstante, si las circunstancias lo permiten y el Claustro lo valora como viable tras la necesaria reflexión individual y colectiva, no cabe duda que la conexión con el entorno natural siempre será un elemento formidable para el aprendizaje, lleno de posibilidades didácticas.

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