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¿Para qué más financiación universitaria en España?

El procedimiento, canales y señales con los que se deben aportar los mayores recursos que lleguen a las universidades resultan determinantes.
José Antonio Pérez GarcíaMartes, 19 de octubre de 2021
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El autor establece los criterios para diseñar una nueva y más abundante financiación pública universitaria. © VECTORMINE

En España, las universidades disponían en 2017 de un 1,06% del PIB, frente al 1,31% de la OCDE y el 1,20% de la UE-23. Estas diferencias suponen, en términos del PIB de 2019, una infrafinanciación de 3.043 y 1.630 millones de euros, respectivamente. También en 2017 el gasto público en este ámbito fue en España del 0,83% del PIB, frente al 0,95% del PIB de la OCDE y el 0,91% de la UE. Estas diferencias implican una insuficiencia de financiación pública de 1.557 y 1.005 millones de euros, respectivamente. En conclusión, la financiación universitaria, privada y pública, escasea en España.

Es legítimo preguntarse: ¿los resultados de la universidad española merecen más financiación? Para separar el trigo de la paja de recurrentes diagnósticos que ponen en duda la calidad y rendimiento del Sistema Universitario Español (SUE)–sobre todo el público–, hay cada vez más estadísticas y análisis internacionales (OCDE, Eurostat, WOS, Scopus o rankings) que facilitan el estudio y sostienen las siguientes conclusiones:

Educación universitaria

a) El SUE no está sobredimensionado: tiene menos universidades por habitante que la mayoría de los sistemas universitarios internacionales de calidad; capta una proporción de la población de 18 a 30 años similar y sus egresados nutren un déficit de Educación universitaria que persiste en la población activa española respecto a la de los países avanzados.

b) El porcentaje de estudiantes que obtiene un título en la edad de referencia es mejor en el SUE que en la media de OCDE y UE-23 (no hay más abandono que en la media de estos países y hay mejor rendimiento académico). En consecuencia, la edad a la que finalizan los estudios de Grado y Máster es la misma.

c) El SUE mejora más que la media de la OCDE y la UE-23 la empleabilidad y reduce más el desempleo de sus egresados de Grado, Máster y Doctorado respecto a los jóvenes de 25 a 34 años con Educación Secundaria Superior.

d) Los egresados del SUE, tanto en Grado como en Máster, y para cualquier tramo de edad, alcanzan mejoras salariales equiparables a las del conjunto de los sistemas universitarios de referencia.

Todos estos resultados permiten que España sea el único país –junto al Reino Unido– con representantes en el top 15 del Europe Teaching Rankings 2019 (THE) que coloca 17 de sus universidades en los 100 primeros puestos y otras 28 en el tramo de las 100 a las 200 mejores de un total de más de 800 universidades europeas occidentales analizadas.

Investigación universitaria

España es uno de los países desarrollados que gasta menos en I+D+i en porcentaje PIB, la mitad de la media OCDE y la zona euro. En 2018, el SUE fue el penúltimo en gasto en I+D+i entre los 15 mejores sistemas universitarios analizados en los rankings internacionales.

A pesar de ello, la producción científica de las universidades españolas ha crecido un 67% en la última década y su participación en el 10% de los artículos más citados por campo de estudio –la excelencia mundial– ha pasado del 13,1% en 2009 al 14,4% en 2018. En consecuencia, la eficiencia (coste por artículo) ha mejorado un 33%. Esta dinámica ha permitido que mantengamos la posición en la producción científica mundial pese a haber reducido los recursos invertidos en I+D, al contrario de lo que ha sucedido en el resto de países desarrollados. Sin embargo, el entorno científico técnico español es débil y los recursos muy escasos, lo que condiciona el desarrollo de una actividad investigadora de máxima calidad, capaz de aupar a nuestras mejores universidades al TOP 100 de los rankings internacionales de investigación.

Transferencia de conocimiento

El gasto en I+D empresarial de España (en porcentaje PIB) es la mitad (Francia), un tercio (EE UU) o un cuarto (Alemania, Japón, Corea del Sur) que el de nuestros competidores. De 2008 a 2018 la financiación empresarial de la Transferencia y la Innovación desarrollada con las universidades ha retrocedido un 39%.

¿Hay problemas que resolver en nuestras universidades? Obviamente los hay.

Algunos son internos: Primero, es necesario un mejor ajuste a las demandas del mercado laboral, tanto en especialidades como en habilidades (soft skills). Segundo, hay que reducir la tasa de abandono hasta niveles de eficiencia óptima. Tercero, hay que poner en actividad la capacidad de Investigación y Transferencia del Conocimiento del profesorado que aún no lo hace. Cuarto, hay que mejorar la calidad de los procesos de selección de alumnado, profesorado, investigadores y empleados. Quinto, hay que atraer más profesores y estudiantes internacionales de Grado y Máster.

Otros, no menores, son externos: Primero, en España, la igualdad de oportunidades en el acceso y progresión en la enseñanza universitaria no están garantizados plenamente. Segundo, el mercado laboral alarga la precariedad de los empleos, desperdicia la cualificación de los egresados, los retribuye escasamente y les impide construir proyectos de vida independiente hasta que no se acercan a la madurez, en el sector privado y en el público (médicos, docentes, investigadores, etc.). Tercero, no es posible desarrollar una Investigación de calidad si esta se desarrolla por investigadores con empleos temporales, inestables y mal retribuidos. Cuarto, la universidad española tiene una oferta de enseñanzas STEM suficiente y, sin embargo, una demanda muy insuficiente, a pesar de los buenos niveles de empleabilidad y renta que logran estos egresados.

En cualquier caso, la Transferencia de Conocimiento y la Innovación son el resultado más pobre del SUE y lo que le diferencia significativamente de los sistemas universitarios de máximo nivel. Y en este ámbito, la debilidad del gasto empresarial en I+D condiciona completamente los resultados.

Pero, ¿para qué más financiación?

Quedando claro que el SUE tiene escasez de recursos y que necesita más financiación pública y privada que se traduzca en mejor Docencia, Investigación y Transferencia del Conocimiento, resultan determinantes el procedimiento, los canales y las señales con los que se deben aportar los mayores recursos que lleguen a las universidades.

A este respecto, recojo seis criterios esenciales para diseñar una nueva y más abundante financiación pública universitaria y la organización que debe acompañarlos:

  • La nueva financiación pública universitaria debe proporcionarse a las instituciones en función de resultados docentes, de investigación y de transferencia e innovación. Para ello, es imprescindible identificar cuáles son esos resultados y cómo se mide su cantidad y calidad.
  • En España, el tejido de empresas innovadoras es escaso y su evolución está en retroceso. La balanza comercial de productos de alta tecnología se sigue deteriorando, lo que amenaza nuestra competitividad y nuestra prosperidad. Es en este campo, y en el de potenciar la igualdad de oportunidades, donde debe concentrarse el grueso de los esfuerzos de la financiación pública universitaria, incentivando y haciendo de palanca del imprescindible incremento del gasto en I+D+i de las empresas.
  • Un sistema de financiación universitaria bien estructurado favorece e impulsa un gobierno eficaz. Un sistema de financiación por resultados puede ser perfectamente compatible con diferentes modelos de gobernanza, promoviendo en todos la eficacia y la eficiencia en el desempeño.
  • Implantar una financiación universitaria en función de resultados requiere un horizonte de estabilidad a largo plazo, que permita desarrollar estrategias institucionales y establecer previsiones fiables respecto a los fondos.
  • Los buenos resultados de la gestión económico-presupuestaria de las universidades durante la crisis financiera 2008-2015 les hace acreedoras de la confianza para dotarlas de mayor autonomía.
  • Las universidades no son homogéneas, y ello requiere de modelos de gobernanza, y de gobernanza económica, diferenciados. Para maximizar la mejora de eficacia que impulsaría una financiación por resultados, es necesario abordar el desarrollo completo de la autonomía universitaria. Es decir, la menor regulación posible para todos los ámbitos de su gestión: académica, económica, de recursos humanos y de procedimientos.

José Antonio Pérez García, gerente de la Universitat Politècnica de València  (1996-2019) y codirector del informe La Universidad Española en Cifras, de Crue Universidades Españolas

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