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Obligatoria, pero incierta: la Historia en el nuevo currículo de Educación Secundaria

El decreto sobre las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria (29-III-2022) ha lanzado de nuevo la Historia al debate. Pero ¿qué importancia tiene la publicación de un nuevo currículo?
Carlos Veci LavínMartes, 5 de abril de 2022
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© ADOBE STOCK

Desde el punto de vista de la cultura escolar, concepto cultivado en España en especial por el profesor Agustín Escolano, sobre la educación en la escuela ejercen presión distintas culturas (la política, la académica y la práctica cotidiana) no siempre coincidentes. Este enfoque nos ayuda a explicar la genealogía de un currículo (por ejemplo, su deuda con el criterio ideológico, con las elaboraciones universitarias o con la transferencia de la experiencia docente). En este caso, es posible leer intereses distintos: desde las formulaciones de la pedagogía académica hasta, aplicando el punto de vista de los modos de Educación del colectivo Nebraska, la dinámica del sistema capitalista. Vale la pena incluso señalar que algunas de sus premisas responden al mar emotivista que inunda la vida española.

Su pretensión de educar ciudadanos lo convierte en un ejemplo típico de cualquiera de estos documentos. Toda política de la educación practicada por el Estado moderno tiene, en mayor o menor grado, la intención de ser Educación para la ciudadanía. La circunstancia de que en ocasiones aparezca una asignatura para tal fin (desde la Formación del Espíritu Nacional hasta la nueva materia de Valores Cívicos y Éticos), explica más bien una intensificación de este propósito, vinculado a alguna ideología aún mal asentada y aguerrida. Este decreto incluye un significativo Perfil de salida (anexo 1), “piedra angular de todo el currículo”, en el que se describe al ciudadano de fábrica: consumidor responsable, concienciado con la salud pública, el medio ambiente y el maltrato animal, “crítico, empático y proactivo”, pacífico y creativo, abierto al conocimiento y a formar parte de un “proyecto colectivo” … Una de las notas repetidas es su preparación para la “incertidumbre”. El egresado de la enseñanza obligatoria, homologado a nivel europeo, estandarizado según las últimas sugerencias internacionales, debe estar preparado para verse envuelto en “desafíos” de naturaleza “compleja”, que le exigirán “manejar” la “ansiedad” que pueda conllevar esta incertidumbre. Este ciudadano modelo (y resignado), esclavo de las circunstancias, pero inclinado a la aventura (a través, por ejemplo, de la asignatura Economía y emprendimiento) y preparado para el mercado laboral (podrá cursar incluso Formación y Orientación Personal y Profesional), recibirá también lecciones de Historia.

No escasean las referencias que apuntan a que la asignatura queda supeditada al presente, real o intuido, es decir, a “los desafíos actuales y al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”

“La materia de Geografía e Historia contribuye a la percepción y el análisis de una realidad cada vez más diversa y cambiante”, comienza su descripción. No escasean las referencias que apuntan a que la asignatura queda supeditada al presente, real o intuido, es decir, a “los desafíos actuales y al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Este destilado presentista coincide, tal y como habían alertado algunos profesores a la vista del proyecto, con una pérdida no ya de contenido, sino del saber referido a la Historia Antigua, Medieval y Moderna, en detrimento de los clásicos. Por otro lado, se dedica a otros ámbitos prioridad o espacios más vastos. “Las transformaciones científicas y tecnológicas” se encuentran al mismo nivel que “la acción de los movimientos feministas y sufragistas en la lucha por la igualdad de género”. También se confieren a la Historia utilidades sorprendentes, exageraciones del enfoque competencial que vertebra el currículo, como la de ofrecer “una adecuada orientación profesional”. Los alumnos son llamados a construir el conocimiento (anexo 3, sobre las situaciones de aprendizaje) a través de una versión del método de la historia crítica, que tantas contribuciones ha brindado a la disciplina, pero que también, en función del criterio subjetivo que lo respalda, ha amparado selecciones interesadas del pasado. Algo de esto hay en el intento de añadir al estudio de la Transición otros nuevos mitos fundacionales como la denominada “memoria democrática”.

Son varias las cuestiones que pienso que vale la pena poner sobre la mesa mientras el decreto, siguiendo su curso, vaya siendo recibido y completado por las comunidades autónomas, las editoriales de libros de texto, los centros educativos y el profesorado. Ante una realidad que se admite incierta, ¿es adecuado para la madurez de los adolescentes, inmersos en una etapa de su desarrollo tan cargada de interrogantes, esta oferta de soluciones líquidas? ¿Conviene asentar bases que el método empleado convierte en otro conflicto o discusión? En otras palabras, ¿se debe responder al escepticismo con más escepticismo o problemas? Parece difícil afrontar un mañana inseguro sobre un pasado etéreo que, en todo caso, aparece a la carta. En realidad, la Historia no ofrece recetas, pero, tiene la virtud de sacarnos de nosotros mismos y ponernos en relación con otros, piedras de toque de ciertas limitaciones de nuestras vidas. En este sentido, haríamos bien en escuchar la voz de quienes, como el profesor de la Universidad de Navarra Javier Andreu, han abogado por recuperar la referencia de los “supervivientes” de la historia, el criterio de nuestros clásicos, los hombres y mujeres que ganaron la partida a su futuro.

Carlos Veci Lavín es investigador del grupo ‘Creatividad y Herencia Cultural’, Instituto Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra

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Comentarios

  1. jose
    19 de mayo de 2022 16:15

    Eso no es historia es clase de valores un despropósito, Que den la cara los responsables de tal despropósito.