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Avanzar en coeducación es posible (si sabes cómo)

La catedrática emérita de Sociología y referente en coeducación Marina Subirats cierra el ciclo de formaciones de la Consejería de Educación y Formación Profesional en torno a la ley cántabra de igualdad.
RedacciónJueves, 12 de mayo de 2022
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© AJAY

Que Marina Subirats es una de las voces más autorizadas para hablar de coeducación está fuera de toda duda. Por ello, de la mano de esta catedrática de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona, y autora de Coeducación, apuesta por la libertad o Balones fuera, concluyó el ciclo que ha organizado la Consejería de Educación y Formación Profesional en torno a la ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Una ley «indispensable, pero no suficiente», según la experta: «Los cambios llegan cuando una ley los legitima, pero es necesario que la sociedad los haga suyos, esté convencida de su necesidad».

Subirats comenzó analizando el estado de la cuestión y el punto en que nos encontramos.

¿Qué le falta a la escuela para ser de verdad coeducativa?

Aludió la experta al gran impulso que supuso que las mujeres empezaran a ir a la escuela, partiendo de que en 1900 el 60% de la población femenina era analfabeta. Fue el primer gran paso hacia la coeducación, que arrancó por una escuela mixta. Ya en la II República se entiende que no caben enseñanzas de niños y de niñas, idea que truncó el franquismo.

Se retoma en los setenta, con la Ley General de Educación, que, sin hablar específicamente de coeducación, permite a las mujeres dar un gran salto adelante, hasta el punto de que a finales de esa década ya hay más niñas que niños en Bachillerato y a finales de los ochenta, más universitarias que universitarios.

¿Pero es esto realmente igualdad? ¿Basta con una igualdad en el acceso?

No para Marina Subirats, que alerta de un sistema educativo profundamente androcéntrico, empezando por su lenguaje, siguiendo por los ejemplos que propone, continuando por los espacios…

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Las niñas han podido acceder a este sistema, pero no es un sistema pensado para ellas

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Salvo en algunos casos de ciertas minorías, continuó Marina Subirats, la igualdad en el acceso está garantizada, e incluso las chicas salen de él con un mayor nivel educativo, pero «un poco seguimos siendo las realquiladas del mundo educativo, con una normativa y una mentalidad que no ha variado». Y aquí se refería a esas chicas con todos los títulos del mundo, pero con mucha desconfianza en sus capacidades, que han captado un mensaje del sistema: «Te dejamos estar pero no es tu casa».

¿No estamos exagerando?

Para los escépticos, la socióloga propone la observación como antídoto, y tender hacia una mirada violeta, partiendo de que en el mundo público lo normal es el androcentrismo, para detectar dónde hay que incidir.

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Los géneros y los modelos de hombre y mujer no son una elección de las personas sino una imposición de la sociedad

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Claro que ha habido avances, reconoció Subirats, y los roles se están rompiendo: «pero a una velocidad diferente entre hombres y mujeres». ¿Por qué? Porque estos roles obligaban igualmente a unos y a otras, pero a los hombres les daban poder, mientras que a las mujeres les obligaba a la sumisión, por lo que eran las primeras interesadas en romper el modelo, en ir hacia el modelo masculino.

Sin embargo, la autora insistió en que los hombres también tienen mucho que ganar yendo hacia el modelo femenino, sin abandonar el masculino: «Tienen que recuperar todo el inmenso patrimonio que ha sido el lugar de las mujeres: el de la ternura, del cuidado, de la capacidad de fijarte en los otros, de entender a los demás», y no cauterizar la sensibilidad hacia los demás de los niños y los hombres. Curiosamente, insistió Subirats, los hombres que han tenido que ocuparse de sus bebés lo han considerado un tesoro, algo extraordinario en sus vidas, un mundo que se les ha abierto.

«Seguimos queriendo fabricar guerreros, cuando ya no necesitamos guerreros, y esto genera problemas», proclamó. Aludió en este punto Subirats a la mayor mortalidad masculina entre los tres y los 75 años, en muchos casos por muertes violentas provocadas por la necesidad de demostrar la masculinidad, pero también por suicidios (la primera causa de muerte entre hombres jóvenes) por parte de hombres que no han triunfado en el modo en que la sociedad les reclamaba que lo hicieran, o que no se han podido comunicar, que no han podido hablar de sus cosas, que no han aprendido a conocer sus emociones.

Terrenos donde a la escuela le queda margen para avanzar

Alcanzada la igualdad en el acceso, Subirats aludió a la importancia de la legislación, de la formación del profesorado, del currículo o de los libros de texto. Estos distan mucho de ser coeducativos: «Vemos que no ha mejorado la presencia de mujeres desde los primeros análisis, de finales de los ochenta. En Ciencias Sociales es del 8%; en Literatura, del 12%; en idiomas, del 35%, pero en roles tradicionales de mujeres, cuando se aprende el vocabulario de la cotidianiedad».

Y el currículo, sí, también debe incluir la perspectiva de género, que pasa por emplear ejemplos que interesen a las chicas, que no les queden lejos, que las aparten de «No sé para qué me sirve ni lo entiendo».

Y también están los patios, la mayoría reconvertidos hoy en campos de deportes, con los niños mayores con un balón en el centro y las niñas por los rincones, sin saber muy bien dónde jugar y con miedo a atravesar el patio, no vayan a recibir un golpe. «Puede parecer una cosa menor, pero los chicos aprenden que el patio es suyo, y aprenden a moverse en el espacio y a instalar en él aquello que les interesa, y las chicas aprenden que el espacio no es suyo y a quedarse en un rincón», analizó Subirats. Una niña que interioriza esto después tendrá miedo cuando salga por la noche, sentirá que la calle no es suya.

Ante esto, muchos docentes animan a que ellas también jueguen al fútbol como un modo de avanzar hacia la igualdad. «Pero así de nuevo reforzamos lo masculino y dejamos de lado lo que entendemos como femenino», sostuvo la socióloga, que llamó a restablecer equilibrios y propuso la idea «de los tres tercios»: un tercio de movimiento, un tercio de tiempo tranquilo y un tercio de naturaleza.

Progresar sin culpabilizar

«Nadie es responsable de la cultura recibida. Ha sido una herencia. Pero sí somos responsables de lo que dejaremos. Cambiar e introducir algo positivo para la humanidad es nuestro deber, pero no debemos culpar a nadie de que se comporte de una manera inadecuada, porque le han dicho que tiene que comportarse así. Tenemos que explicarle por qué no y darle instrumentos para ir cambiando. Pero nada de acusar, de exigir», matizó la socióloga, que alertó del «síndrome del quemado» entre muchos responsables de igualdad que han visto la necesidad de la coeducación pero están solos en su centro: «Es más importante trabajar con 10 profesores más y avanzar un metro que hacerlo tú sola y avanzar 10 metros».

Frente a esto, lo primero ha de ser la observación y el diagnóstico, empezando por un frente, con un plan, y sin angustiarse, pero evaluando periódicamente los cambios.

Y una cautela: Introducir la Educación afectivo-sexual, no dejar que los niños y niñas, desvalidos, recurran a la pornografía desde los ocho años, es fundamental, pero no se debería empezar por ella, «porque es lo que las personas más conservadoras atacan». Ahí está el caso de Skolae en Navarra, planteó Subirats, «un programa de coeducación que se hizo bien, pero que no tuvo en cuenta que una parte de la población todavía rechaza estas cosas, y no sé si prefiere que sus hijos e hijas se eduquen con la pornografía«.

«En definitiva, el trabajo sobre coeducación debe entenderse como un proceso a largo plazo y que empieza por descubrir aquello que todavía es sexista sin que seamos conscientes de ello», concluyó Subirats.

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