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Eugenio Nasarre: "Los currículos no van a poder ser aplicados por los profesores"

La víspera de su partida a su retiro veraniego en tierras salmantinas, Eugenio Nasarre nos recibe en su casa del Barrio de Salamanca de la capital. Allí hablamos de su última obra, 'Por una educación humanista. Un desafío contemporáneo', recién publicada por Narcea.
Saray MarquésMiércoles, 13 de julio de 2022
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Eugenio Nasarre, durante la entrevista en su casa de Madrid. © JORGE ZORRILLA

En este curso hemos vuelto a hablar de las Humanidades (a cuenta del lugar de la Filosofía en los nuevos planes de estudios, del manifiesto suscrito por una treintena de intelectuales en defensa de la enseñanza como bien público o, más recientemente, del «extraño caso» del alumno Gabriel, que habiendo sacado un 10 en Selectividad proclamaba que el curso que viene hará Filología Clásica). Por eso, el tercer título de la Colección Política educativa de la editorial Narcea en colaboración con la Universidad Camilo José Cela parece tener el don de la oportunidad.

Por sus páginas se pasean autores como Gregorio Luri, Miguel Herrero, Carmen Guaita, Juan Antonio Gómez Trinidad, Agustín Dosil, Agustín Domingo Moratalla, Xavier Pericay, José María Martínez-Val, Gregorio Robles y Jesús Moreno León. Coordina esta obra colectiva Eugenio Nasarre.

Licenciado en Filosofía, Derecho y Ciencias Políticas, y también en Periodismo, Nasarre ha sido profesor de Derecho Político en la Universidad San Pablo CEU, director del Gabinete del Ministro de Educación, subsecretario del Ministerio de Cultura, director de RTVE, secretario general de Educación, presidente de la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados. Con Nasarre, actualmente vicepresidente del Movimiento Europeo de España y miembro del Instituto Internacional Jacques Maritain, hablamos sobre la necesidad de esta obra en estos momentos.

¿Por qué este libro ahora?
–Es un ensayo colectivo con un fin, como todo ensayo. En este caso, es una reivindicación de la Educación humanista, porque los autores creemos que en los últimos tiempos se ha producido un desenfoque en el tratamiento de la Educación: la prevalencia de los medios sobre los fines. Este libro pretende volver a plantear cuáles son los fines verdaderos de la Educación. Y la respuestas es que el fin de la Educación, lograr un desarrollo de la persona, solo puede hacerse a través de lo que en nuestra tradición occidental llamamos una Educación humanista. Constatamos que esto es un desafío, por las poderosas corrientes pedagógicas con orientaciones totalmente distintas. El libro tiene un destinatario, que es el profesor, al que pretende ayudar a que con convicción defienda este modelo de Educación humanista.

Es una especie de manifiesto que se les ha ido de las manos…
–Es un planfleto, en el sentido anglosajón del término. Es la defensa de una idea argumentándola, que es lo que hacen desde distintos ángulos los autores que colaboran en este ensayo.

¿Son malos tiempos para esa Educación humanista que propugnan?
–Son malos tiempos en relación con un tema capital, que es la libertad. Hay un libro que ha salido recientemente, Morderse la lengua, del profesor Darío Villanueva, que da la voz de alarma por las pérdidas de libertad especialmente en los ámbitos académicos del mundo occidental, sobre todo los norteamericanos. La llamada corrección política está engendrando unos nuevos inquisidores que están ejerciendo su tarea de restringir la libertad con una virulencia que no podíamos sospechar en una sociedad basada en la libertad. Estas corrientes están afectando a todos los ámbitos del mundo educativo, y resultan mucho más peligrosas si tienen a poderes públicos alentándolas y poniéndose a la cabeza de la manifestación, como es el caso actual de España.

El fenómeno norteamericano nos tiene que preocupar porque la vida académica en EEUU ha sido siempre el templo de las libertades y ahora desgraciadamente no lo está siendo. Quizá en Europa está habiendo más resistencia a estas corrientes que quieren imponer una visión pedagógica y de la sociedad basada en  la postverdad, en el posthumanismo, incluso en la postdemocracia. El libro lo que defiende es que una verdadera Educación humanista nos puede salvar de estos riesgos de la restricción de la libertad.

¿De qué manera afecta lo políticamente correcto a la Educación?
–Se traduce por ejemplo en lo que Gregorio Luri llama la «sospecha pedagógica». Las nuevas corrientes pedagógicas han creado un manto de sospecha hacia la pedagogía tradicional, a la que se pretende descalificar. Eso es un error y una injusticia, porque hay elementos de pedagogía tradicional que se ha ido decantando a través de los siglos y siguen siendo válidos. La nueva pedagogía ha deconstruido los esquemas educativos del mundo occidental, y la deconstrucción genera perplejidad, desorden, falta de rumbo, que son los males de la Educación en nuestros días.

¿Estamos también ante unos currículos deconstruidos?
–Creo que van a ser unos currículos efímeros y que una de las primeras medidas que tiene que tomar un futuro Gobierno de España es su derogación. Todo en ellos es desmesura y osadía, y tienen dos vicios originales, que son el adoctrinamiento y el empobrecimiento de los conocimientos.

Para la desmesura, basta decir que la extensión de los currículos son 653 páginas del BOE, algo insólito y enormemente perjudicial para la libertad del profesorado, porque un currículo tiene que trazar objetivos de cada materia, metas, saberes que se pretende que el alumno alcance, y unos criterios de evaluación. Esto es mucho más, y además son contradictorios con cada una de las materias.

Los defectos son múltiples e insalvables, y tienen uno fundamental, que es que a los autores se les ha atragantado el llamado enfoque por competencias, porque estas solo pueden basarse en conocimientos, y la devaluación de conocimientos hace que esas llamadas competencias sean enormemente deficientes, pero además la obsesión por ellas hace a los currículos muy utilitaristas, porque quieren asociar cada conocimiento con una competencia. Eso es una pretensión absurda, porque, y esta es la esencia de la Educación humanista, todos los conocimientos, como todas las virtudes, sirven para lograr la madurez y plenitud humana en el discípulo, en quien realiza el proceso de aprendizaje y formación, y es imposible asociar las materias y conocimientos a las competencias. Los currículos no van a poder ser aplicados por los profesores. Van a generar perplejidad y desorientación, y eso yo creo que va a suscitar lo antes posible su sustitución por unos nuevos planes de estudios.

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Creo que estos van a ser unos currículos efímeros y que una de las primeras medidas que tiene que tomar un futuro Gobierno de España es su derogación

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¿Cómo ve el currículo de Filosofía en Bachillerato? 
–Son 10 páginas en que se habla de todo y se pretende sobre todo condicionar al profesor en su tarea docente. El currículo de la ley de 1970 era una sola página, el listado de temas y de autores, y no condicionaba al profesor, que en su deber deontológico sabe lo que debe transmitir a los alumnos. Condicionar desde el currículo es una merma de la libertad docente y de la libertad de cátedra. Cuando hemos habilitado a un graduado para la enseñanza se le confiere la autoridad de impartir esa disciplina en función de esa habilitación. El Estado no tiene que decir cómo la ha de dar, y si además en esas orientaciones del Estado se introducen con mayor o menor claridad elementos de adoctrinamiento de carácter ideológico los perjuicios a la labor docente son de extrema gravedad.

Hablaba antes de unas competencias metidas con calzador, pero esto no es nuevo. Estaban ya en la LOE y en la Lomce. 
–Creo que es una moda, esta de las competencias, que han adoptado las organizaciones internacionales educativas, que hay que tener en cuenta; no hay que suprimirlas, pero hay que aplicarlas con sentido común y de la medida. Y sin prescindir de que la base de las competencias son los conocimientos. Esa es la regla de oro. Sí, había deslizamientos en las dos últimas leyes anteriores, pero en esta se ha producido la exageración de esta interpretación a mi juicio equivocada y nefasta, y creo que tenemos que hacer un enorme esfuerzo por corregirlo.

A mí me ha gustado mucho el manifiesto que han hecho un grupo de intelectuales y profesores: Fernando Savater, Gabriel Albiac, Fernando García de Cortázar, que acaba de fallecer, y otros, en el que impugnan radicalmente este enfoque y hacen una propuesta que yo asumo y que está también en las páginas de este libro: dejar los futuros planes de estudio fuera de la política y encargarlos a una comisión de sabios, de grandes expertos, que hagan las propuestas de cuáles son los saberes que se deben alcanzar en cada una de las materias en las distintas etapas educativas.

Las competencias estaban ahí desde la LOE, y lo que ustedes llaman la jerga pedagógica, desde la Logse, ¿qué sería para usted lo más característico de la Lomloe?
–El afán adoctrinador, que ya en esta propuesta se hace a la luz del sol, sin ningún tipo de precaución, y con la arrogancia de creer que están en condiciones de imponerla al conjunto del sistema educativo, de creer que este se va a someter a esas directrices de adoctrinamiento. Esta creencia está por ver, porque también se está detectando en estos momentos unas corrientes de oposición y rechazo a estos nuevos planteamientos. El mundo educativo no es uniforme y yo creo que tiene elementos para resistir a estos propósitos de adoctrinamiento. Pero tan grave o más que este elemento es el empobrecimiento de los conocimientos que suponen los currículos, y eso si no se resuelve pronto va a tener efectos muy perturbadores para el futuro de la sociedad española.

Hay una confusión y una debilidad epistemológica por parte de los autores de la ley y de los currículos, porque muchas veces se quedan en la hojarasca y no llegan a lo esencial, que es efectivamente la valoración del verdadero saber, de los distintos saberes. Y hay una cierta voluntad de domesticación, y educar no es domesticar.

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En la ley y los currículos hay una cierta voluntad de domesticación, y educar no es domesticar

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Pero se ensalza el pensamiento crítico.
–En los currículos se habla mucho de pensamiento crítico, pero todas las orientaciones son para debilitarlo. Es una contradicción insalvable.

En Madrid el chico con la nota más alta en Selectividad estudiará el curso que viene Filología Clásica, ¿aun hay esperanza?
–A mí la noticia de que una persona tan brillante se dedique a algo que ahora está marginado pero que es una de las bases de nuestra civilización me dio una gran alegría. Y me parece que sería un error etiquetar a este muchacho como una especie de extraterrestre. Para mí es un muchacho que ha tomado una decisión madura y muy prometedora para su futuro profesional y humano y con esa opción va a hacer mucho bien a la sociedad.

Uno de los elementos que más me ha entristecido de los últimos planes de estudios es que la materia de Cultura Clásica queda como una especie de optativa dentro del bosque de optativas que muy probablemente va a ser estudiada por una minoría de alumnos y la posición del Latín y el Griego en el Bachillerato de Humanidades, enormemente desdibujada. Asomarse a la Cultura Clásica es parte del conocimiento del legado que hemos recibido. La cultura de un país es lo que se adquiere a lo largo de la Educación básica, en la que el alumno tiene que transcurrir por el camino ascendente de conocimientos y virtudes que es la Educación humana.

Las Humanidades se marginan desde la izquierda y desde la derecha.
–Una cierta derecha tiene la tentación tecnocrática de la enseñanza y la izquierda ha tenido la tentación igualitaria y utilitarista de la enseñanza. En este campo ambas corrientes convergen y esto ha sido uno de los males de los últimos años de la Educación. Yo creo que hay que combatir la visión tecnocrática, la Educación no es solamente para crear profesiones con mayor valor añadido, como dicen los economistas, sino mucho más, y tampoco es lograr un bagaje de competencias que nos permita insertarnos en el mundo del trabajo.

¿Algún centro está apostando hoy por una Educación humanista?
–En una parte importante de institutos públicos se está dando una batalla en defensa de una Educación humanista. Los centros de excelencia de la Comunidad de Madrid son un botón de muestra de que se está queriendo implantar este modelo y que muchos profesores apuestan por él. Y, por lo tanto, no es una batalla perdida. Si se alentara más por los poderes públicos se podría lograr una mayor extensión de esta concepción de la enseñanza.

En la enseñanza privada o concertada me consta, por ejemplo, que los centros de la Fundación del CEU están haciendo también un esfuerzo para reforzar los elementos de este modelo de formación humanista.

Habla en el libro de la necesidad de reforzar los centros como institución.
–Creo que es imposible en estos momentos dar una buena formación sin que exista un centro muy fortalecido como institución y organización. Una institución es una comunidad humana que establece unas reglas de funcionamiento para conseguir lo mejor posible unas metas. Aplicar la teoría de la institución al centro significa que este debería tener mayor autonomía, una estructura jerarquizada, en que la dirección sea fundamental, unas claras reglas internas de funcionamiento que todos los miembros de la comunidad deben respetar y aplicar, y necesita también un espíritu, una identificación y una liturgia, unos ritos. El alumno tiene que sentirse orgulloso de pertenecer a esa comunidad educativa, y todo eso hay que cuidarlo al máximo. El centro educativo no es una gasolinera, que puedas elegir la primera que te encuentras, y ahí hay que valorar la libertad de elección de un centro con entidad propia, con personalidad propia.

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El centro educativo no es una gasolinera, que puedas elegir la primera que te encuentras, y ahí hay que valorar la libertad de elección de un centro con entidad propia, con personalidad propia

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Esto es más fácil en un centro privado que en uno público…
–Hay colegios con una personalidad públicos y privados. Por ejemplo, en Madrid, el Ramiro de Maeztu y el Estudio. Yo creo que los centros públicos deben aspirar a ese modelo, a esa concepción, y que hay muchos profesores que lo están deseando. Por eso deberíamos cambiar ciertas normas, que los profesores tengan la adscripción a los centros con una permanencia más dilatada en el tiempo para crear auténticas comunidades de profesores… Incrementando la autonomía de los centros este es un modelo que resulta posible y extensible a la enseñanza pública.

¿Cómo ve las becas para «rentas medias» de la Comunidad de Madrid?
–Me parece que esta convocatoria es una torpeza. Más que estar en contra de la idea critico que se ha elaborado de manera torpe, porque son becas de Bachillerato, es decir, unas enseñanzas que no son gratuitas por ley, pero sí son gratuitas en los centros públicos, en los institutos. Donde no son gratuitas es en los centros privados y concertados, en los que acaba el concierto al final de la ESO. En estos momentos son cerca del 40% los alumnos que van a enseñanza privada y concertada en Bachillerato, y hay familias a las que se les puede ayudar para que continúen escolarizados en este tipo de centros. Yo no estoy en contra de que haya ayudas a estas familias, pero creo que a la medida le faltan criterios sociales. Por ejemplo, hubiera sido muy aceptable conceder estas becas a todas las familias numerosas, y criterios de este tipo y no meramente al tema de rentas, y además con un umbral muy elevado.

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Me parece que esta convocatoria [de becas para rentas medias para costear los estudios de Bachillerato en centros privados] es una torpeza

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¿Cree usted en la meritocracia?
–Evidentemente. La Educación tiene que pretender lograr el máximo de aspiración posible para cada alumno. Y la Educación es esfuerzo, es sudar la tinta china. Y eso hay que premiarlo: al que quiere aspirar a lo mejor en el mundo educativo hay que reconocerlo. La meritocracia no se opone a que al alumno en peores condiciones se le apoye y ayude más para que logre sus mejores resultados. Pero lo que no es solución es igualar por lo bajo: limitar las aspiraciones para evitar que algunos se queden rezagados es un craso error de las corrientes de una cierta izquierda a partir de los años sesenta. Cuando he tenido responsabilidades he animado a que hubiera reconocimientos, recompensas y premios para los alumnos, algo que me parece muy pedagógico. Este reconocimiento favorece la meritocracia con el criterio de equidad.

Pero algunos condicionantes de partida pesan mucho.
–Es cierto, el entorno y las condiciones sociales son un obstáculo muchas veces para muchos alumnos, pero nuestra experiencia de todo el siglo pasado es que se pueden superar. Si no la Educación no hubiera sido ascensor social. Y lo ha sido. Y familias con escasos recursos han logrado inculcar que lo importante es el estudio, que el alumno adquiera el gusto por mejorar, por aprender. Ese ha sido el motor más importante del ascensor social. Cuando ahora nos quejamos de que se ha detenido es porque han faltado estos acicates, estos alicientes, tanto por parte de las familias como de la propia sociedad. Si lo que transmitimos es que no pasa nada si te suspenden, que da igual, los elementos tan importantes que han conseguido hacer una sociedad más igualitaria a través de la Educación se van derrumbando. Y ese es el error de ciertas corrientes pedagógicas. Una ley educativa que no premie el mérito, el esfuerzo y el trabajo es una ley inservible, equivocada.

¿Y las oposiciones docentes? ¿Logran seleccionar a los más aptos?
–Creo que el sistema de oposiciones se ha ido degradando progresivamente en los últimos tiempos por diversos factores y es necesario replantearlo. A través del actual sistema no acceden muchas veces los mejores, por otros condicionantes como la experiencia previa, los pactos con los sindicatos, etc.

Con Francisco López Rupérez en las páginas de MAGISTERIO hicimos nuestra propuesta concreta, el MIR educativo, que tendría la virtud, primero, de una primera selección de carácter nacional, por especialidades, una primera fase de complemento formativo basado en la didáctica y un periodo de prácticas docentes remuneradas. Creo que sería un proceso de formación más completo y creo también que tiene una dificultad grande para aplicarse: los nacionalismos y particularismos en el mundo de la enseñanza. Porque solo produciría frutos verdaderos si se convierte en un proceso de selección y formación inicial de carácter nacional, en que todas las comunidades tendrían que colaborar.

Suena un poco lejano, como la EBAU única.
–Esto se está convirtiendo en una necesidad que al final los poderes públicos van a tener que atender. Es un clamor, porque el actual sistema en que los exámenes son muy diferentes está generando muchas injusticias y la gente ya no las acepta. Yo ahí veo una reacción social y educativa muy fuerte y creo que no habrá más remedio que hacer un planteamiento común, porque si no puede haber algo que quiebre el sistema: que una comunidad diga: «Me niego a aceptar a alumnos de otras comunidades si veo que los criterios son mucho menos exigentes que los de mi comunidad». Esto no es una quimera. Podría darse, porque cada vez hay mayores críticas en algunas comunidades por lo que está pasando.

Respecto a las oposiciones docentes, ha habido aspirantes que han sido recibidos este año por sus tribunales con globos y mensajes del tipo «Una plaza lleva tu nombre».
–No se lo puede uno creer. Si yo soy yo el que se presenta me sentiría humillado, sentiría que no se me trataba como debía ser tratado, como a un futuro profesor del sistema educativo español. Han hecho el tratamiento contrario a lo que merece la dignidad de un futuro profesor. Esto es lo contrario de dignificar la profesión docente.

Algunas citas del libro

  • «Los diseñadores de los nuevos currículos deberían leer a Chesterton. Se llenan la boca de la palabra democracia pero la Cultura Clásica queda sepultada en los planes de estudio»
  • «El conocimiento de la historia, de la filosofía, la literatura o el arte es mucho más fácil de tergiversar y acomodar a cualquier agenda ideológica si se sustituye el orden cronológico y el estudio de los grandes autores por «bloques temáticos» transversales, que diluyen los contenidos reales en favor de discursos prefabricados que seleccionan informaciones y autores según se adecuen a los valores a inculcar del tipo que sean»
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