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¿Por qué hemos trabajado en las ciudades más peligrosas del mundo?

Desde la performance y la fotografía ponemos en relieve cuestiones incómodas, ya que no vemos esa realidad desde lo digital y el confort, desde el falso activismo.
Omar Jerez
Artista
15 de septiembre de 2022
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Más de una vez nos han preguntado a Julia Martínez y a mí por qué hemos trabajado en las ciudades más hostiles del planeta. Creo que es una pregunta interesante, pero no es la más importante: la cuestión aquí es si, una vez realizado el trabajo en la ciudad más peligrosa del mundo, hemos sacado algo en claro. Y, efectivamente, tenemos varias conclusiones. Vayamos por partes.

Desde la llegada al poder del presidente Nayib Bukele, El Salvador ha pasado de ser uno de los países con mayor índice de criminalidad del planeta a poder ser transitado por los mismos salvadoreños con relativa tranquilidad, llegando incluso a plantearse con ello desde las mismas instituciones la apertura al turismo internacional como una zona de destino segura. Esto, antes de Nayib Bukele, ni siquiera se hubiese planteado: habría resultado ciencia-ficción; un imposible, digamos.

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Ni las asociaciones de derechos humanos ni la movilización social o el periodismo combativo tienen recursos suficientes para eliminar actos delictivos

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El presidente Bukele, con todo el aparato del Estado, ha puesto al ejército y a las fuerzas policiales y jurídicas en concordancia con la población civil para que se efectúe la detención masiva de los Maras, que no son simples delincuentes, sino criminales de rango mayor que tenían tentáculos en todos los estamentos de la sociedad salvadoreña, llegando tristemente a secuestrar a todo un país. Los Maras están calificados por el gobierno de El Salvador como un grupo terrorista. Ninguna de estas soluciones parciales del presidente las hemos podido presenciar en Ciudad Juárez, Celaya o, sin necesidad de salir de Europa, en la mismísima Nápoles. En todos y cada uno de estos lugares el sistema hace aguas.

¿Cómo es posible que en Nápoles un comerciante tenga que pagar el pizzo todos los meses a la Camorra para tener el “beneficio” de ser “protegidos”? ¿Qué sucede para que un alto porcentaje de la población de Celaya, directa o indirectamente, esté conectada con el narcotráfico? ¿O que en Ciudad Juárez sigan desapareciendo mujeres y niñas sin que las autoridades hagan lo pertinente para detener esta lacra? Os puedo asegurar que ni las asociaciones de derechos humanos ni la movilización social o el periodismo combativo en denunciar estas aberraciones tienen recursos suficientes para eliminar estos actos delictivos.

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En todas y cada una de las ciudades en las que hemos trabajado, el sistema es el que no responde por los ciudadanos

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Por poner un ejemplo, existe un cártel llamado Jalisco Nueva Generación, que en menos de diez años ya tiene más poder que el icono de la criminalidad Pablo Escobar. Pues dicho cártel, comandado por “El Mencho”, posee más armamento de última generación que el mismísimo ejercito mexicano. ¿Qué puede hacer un policía, marino o militar honrado contra el cártel Jalisco Nueva Generación? En Nápoles miembros de la Camorra tienen vínculos directos con la clase política, jurídica y policial. En Ciudad Juárez, al ser frontera con El Paso (EE UU), el tránsito de criminalidad no se investiga con el rigor suficiente por parte de la procuradoría, ya que las víctimas pertenecen a los estratos sociales más bajos.

Estas personas, consideradas inexistentes para la inmensa mayoría, vienen de zonas del sur de México en busca de un futuro mejor trabajando en las maquilas (fábricas) y a los familiares les resulta imposible comprar un simple billete de autobús para trasladarse a Ciudad Juárez y localizar a sus hijas; todo ello, bajo la indiferencia de las administraciones. En todas y cada una de las ciudades en las que hemos trabajado, es el sistema el que no responde por los ciudadanos y, si el mismo aparato del estado no acude en su ayuda, al ciudadano le queda dos elecciones: el exilio o mirar para otro lado como mero acto de supervivencia.

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Desde la performance y la fotografía ponemos en relieve cuestiones incómodas

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En todas las ciudades nombradas, los activistas que nos ayudaron siguen manteniendo el pulso contra la pasividad; pero, a pesar de que es una lucha encomiable y un acto de valentía, sigue siendo, en resultados, una lucha totalmente estéril y con los indices de criminalidad aún más disparados. Y en este punto os estaréis preguntando: ¿pero entonces por qué trabajáis en esos lugares?

Principalmente porque desde la performance y la fotografía ponemos en relieve cuestiones incómodas, ya que no vemos esa realidad desde lo digital y el confort, desde el falso activismo. Nosotros pisamos el estiércol como ejercicio orgánico, poniendo nuestra vida en juego para contar lo que otros ignoran:

  • Armas de destrucción pasiva: en 2015 Ciudad Juárez era la ciudad más peligrosa del mundo.
  • Terror Fashion Week: en 2021 Celaya era, desde hacía ya siete años, y continúa siendo la ciudad más peligrosa del mundo, según diversos informes.
  • Il Corriere della Camorra: en Nápoles el barrio de Scampia era considerado el más peligroso de Europa, núcleo duro de la Camorra.
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