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Mis alumnos de la universidad no necesitan un coach, necesitan un profesor

Julián Palazón
Doctor en Ciencias de la Educación
19 de abril de 2024
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Hay cosas que merecen el esfuerzo de aprenderlas, que vale la pena que alguien te las enseñe. Yo, como tantos otros profesionales, doy clase en la universidad.  Enseño, entre otras cosas, cómo alfabetizar a un niño con discapacidad intelectual, cómo ayudar a adquirir sus primeras palabras a un chico con problemas de lenguaje o cómo mejorar la legibilidad de la letra de un estudiante que no puede plasmar en un papel lo que piensa. Este conocimiento, por supuesto, no es mío. Es un bien público que yo tengo la obligación de transmitir de la mejor manera posible. Pienso que, si yo fallo al hacer mi trabajo, hay menores a los que atenderán como maestros, psicólogos y logopedas que pagarán mi falta de profesionalidad. Pienso que transmitir esos contenidos de forma rigurosa, exigente y actualizada es el mínimo respeto que debo a un alumnado que, aunque no nos lo creamos, viene a la universidad con ganas de saber y conocer cómo hacer bien su profesión.

Noto, sin embargo, que la visión de un profesor como persona cualificada y especializada en la transmisión de un conocimiento complejo, que se exige mucho a sí mismo y a sus estudiantes, no es un ideal al alza en la sociedad que compartimos. En una conferencia reciente, escuché a otro profesor de universidad una frase que recuerdo así: “El conocimiento está en internet, los docentes de la universidad deben centrarse en inspirar a sus alumnos y en generar procesos de cambio y transformación personal”.

Vaya por delante que en internet no hay conocimiento, sino información. El conocimiento exige reelaborar, comprender, aplicar y conectar esa información hasta hacerla propia. Para eso, hace falta un especialista que enseñe y que acorte un camino que es demasiado largo para recorrerlo solo. Dudo mucho que convertir a un profesor en un coach y alejarlo del conocimiento mejore la vida de los estudiantes a los que sirve. Quizás la transformación personal, la auténtica, la que no se puede compartir en redes sociales de forma superficial, tenga que ver mucho más con la capacidad de entender cosas que antes no entendías, de verte a ti mismo elevado y capacitado como ser humano, que con un profesor en la universidad te haga llegar mensajes vacíos.

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