El sistema inmunitario

El sistema inmunitario es el encargado de defender y proteger nuestro cuerpo de una amplia variedad de agentes externos patógenos (dañinos) que nos rodean.

Durante el primer año de vida, el sistema inmunitario del bebé está todavía en proceso de maduración. Esto le hace estar menos preparado que los adultos para combatir las posibles infecciones. No obstante, la leche materna refuerza, gracias a su especial composición, las defensas naturales del bebé.

Se pueden diferenciar dos etapas dentro del primer año de vida:

– Los primeros meses: es importante reforzar las defensas naturales del bebé porque éste es muy pequeño y vulnerable y su sistema inmunitario es aun muy inmaduro.

– El comienzo de la introducción de la alimentación complementaria: el bebé deja de alimentarse exclusivamente de leche e inicia la diversificación de su dieta. En este periodo el organismo se expone a los agentes patógenos que pueden transmitir los nuevos alimentos.

Determinadas leches infantiles de inicio, de continuación y de crecimiento, han sido formuladas basándose en las propiedades protectoras que tiene la leche materna para contribuir a reforzar las defensas naturales del lactante durante sus primeros años de vida. Por otro lado, en el mercado se encuentran también determinadas papillas que protegen al organismo durante el periodo de la alimentación complementaria porque contienen inmunonutrientes protectores como el hierro, zinc y vitaminas A y C. Además contienen probióticos (entre ellos las bífidobacterias o bífidus) y prebióticos.

Algunos de los componentes de la leche materna que contribuyen a reforzar las defensas naturales del lactante son los siguientes:

1. Bífidus (probióticos)

La leche materna favorece a que haya en el lactante una flora intestinal rica en bífidus, similar a la de los lactantes alimentados con leche materna.

2. Las grasas omega 3 y omega 6

La leche materna tiene una grasa con una composición muy especial. Contiene grasas del tipo omega 3 y omega 6. Estas grasas, además de intervenir en el desarrollo de la vista del bebé, colaboran en la maduración del sistema inmunitario.

3. Los inmunonutrientes

Las células que componen nuestras defensas naturales necesitan determinados nutrientes, como el zinc, el selenio y los nucleótidos. La leche materna contiene estos inmunonutrientes para ayudar al sistema inmunitario a funcionar correctamente.

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NIDINA PREMIUM es la única con Bífidus lactis y con un sistema de nutrientes que ayuda a reforzar y activar el sistema inmunitario del bebé.

NAN contiene L.reuteri un probiótico presente en la leche materna que contribuye al confort digestivo
NAN EXCEL refuerza el sistema inmunitario en la prevención de alergias y facilita la digestión en el primer año de vida.

Nestlé Crecimiento está adaptada a las necesidades nutricionales del niño a partir del año, contiene calcio, 13 vitaminas y 26 veces más hierro que la leche de vaca

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Para más información: www.nestlebebe.es

¡Todo va sobre ruedas!

Los niños empiezan a disfrutar de la velocidad, conocen el espacio de una forma diferente y ven el pasillo de su casa desde otra perspectiva, que suele resultar más emocionante. Esto ocurre cuando los niños empiezan a usar juguetes con ruedas, algo que les aporta muchos beneficios.

Conocer, desarrollar y experimentar los elementos de la expresión: espacio, tiempo, movimiento, y todas sus combinaciones, es algo fundamental. Pero como se dice, “cada cosa tiene su tiempo”, y entre los 2 y 3 años, cuando el sentido del equilibrio de los más pequeños de la casa no está lo suficientemente desarrollado, lo mejor es que usen pequeñas motos o cochecitos de tres ruedas, cuyos beneficios son fomentar la coordinación motriz, aprender a dirigirlo y fortalecer los músculos de las piernas. E incluso antes, si han empezado a andar, pueden jugar con las motos que se impulsan con los pies.

Los triciclos

Los triciclos pueden llegar a ser un paso fundamental en la evolución del niño, y gracias a ellos pueden aprender sus primeras nociones de dirección y pedaleo.

Aunque cada niño es diferente, y la capacidad de aprendizaje también varía, en líneas generales los triciclos se empiezan a utilizar desde los 18 meses, ya que pueden usar un triciclo con barra guía para los padres y a partir de los 2 años pueden pedalear sin problema.

“Normalmente aprenden primero a llevar la dirección y luego lo combinan con el desplazamiento a través del pedaleo”, dice Ana Daviña, profesora de Educación Infantil.
¿Quién no recuerda a un niño pedaleando de una forma muy rápida para luego intentar girar y derrapar? Pues en esos intentos de superarse, los triciclos encuentran un sentido más allá del de la mera diversión y el entretenimiento.

Una vez que los pequeños ya tienen las suficientes capacidades para manejar este tipo de juguetes, adquirirá más importancia la bici en torno a los cuatros años.

Contra el miedo, seguridad

Cuando los niños empiezan a usar juguetes sobre ruedas, refuerzan su sensación de independencia y crecimiento; pero también hay que estar preparados para ayudarles en el caso de que les dé miedo o les provoque cierta inseguridad, ya que es una experiencia nueva.

“Si lo adultos tenemos miedo a las cosas nuevas o nos provoca cierta inquietud, ¿cómo no les va a ocurrir a los niños? Pero, como nosotros, deben perder el miedo, porque muchas veces te paraliza y no te deja actuar”, afirma Ana Daviña, profesora de Educación Infantil.

Démosles a los niños la oportunidad de descubrir el mundo por sí mismos (1)

Quisiera que esta frase nos sirviera de reflexión a nivel personal, como adultos que somos y porque, además, tenemos en nuestras manos la educación de los niños de 0 a 3 años; la responsabilidad, por tanto, será mayor.

Nos parece que un bebé de 6 meses es muy frágil y necesita de toda nuestra atención; en muchos momentos, sí, sin duda alguna; pero en otros tantos será necesario dejarle para que se mueva en libertad.

Todos sabemos que en el primer año de vida surgen todos los cambios de movimientos y posturas corporales; desde permanecer echado boca-arriba en un tatami o colchoneta, hasta llegar a caminar solito, algo que es el gran logro de los pequeños.

Lo conseguirá cada niño solo, debido a su empeño y deseos de hacerlo; y son retos muy importantes para él, por lo que deberemos dejarle que lo consiga libremente.

A veces los adultos, nos adelantamos y colocamos a los pequeños en posturas que aún no manejan por si mismos; y ahí los tenemos incómodos, haciendo esfuerzos por mantener el equilibrio, que por sí mismos no dominan; porque no lo consiguen ellos, sino que se lo imponemos nosotros, aunque sea propuesto con la mejor intención por nuestra parte.

Es importante saber que la libertad de movimiento le permitirá al niño ejercitar nuevos movimientos y posturas.

Deberemos colocar al bebé boca- arriba, siendo esta la única postura en la que siempre tendríamos que ponerle; es la más segura y cómoda, puesto que estando así tendrá su cuerpo apoyado y podrá mover sus manos, brazos, piernas.

También podrá girar la cabeza a ambos lados, y así pasará tiempo mirando todo lo que pasa a su alrededor, pudiendo coger también los objetos a su alcance para explorarlos, mientras que se relaciona con sus coetáneos y adultos.

Poco a poco el niño intentará darse la vuelta, para adoptar la segunda postura: boca-abajo.

Supone una sorpresa y una satisfacción, aunque al principio no la tenga totalmente asimilada; le podremos ver pasar de la posición "boca arriba" para colocarse de "medio lado", adoptando esta postura intermedia hasta llegar a conseguir ponerse boca-abajo.

Supone muchos días de intentos y de esfuerzos, pero sabemos que lo conseguirá pronto.

Existe una armonía y continuidad en cada movimiento y postura; por ello deberemos estar tranquilas y relajadas, dispuestas a disfrutar con el pequeño, con cada avance y nuevo movimiento o postura que consiga dominar.

Los niños irán consiguiendo nuevas posturas y movimientos, pero siempre les veremos volver a adoptar posturas y movimientos anteriores, sin que desaparezca ninguna.

Porque los niños se acomodan y se relajan cuando dominan su postura y están a la vez empeñados en conseguir la siguiente.

Se produce una secuencia en el desarrollo de los movimientos, que por propia iniciativa descubren por si mismos los niños y pasa por las siguientes posturas:
1. De boca-arriba a boca abajo pasando por la postura intermedia de medio lado, y girando de una posición a la otra.

2. Reptar y hacer desplazamientos gateando, desde movimientos más lentos hasta su pleno dominio.

3. Luego llegará la posición semisentada y la posición erecta sobre las rodillas.

4. Continuará la fase o postura de ponerse de pie agarrados a un mueble, sillón, o mesa, para ayudarse también de estos apoyos, y así volver a la fase de sentados. Llegando a esta fase, los niños adquieren mucha autonomía porque pueden desplazarse agarrados a cualquier apoyo y recorrerse todo el espacio de que se dispone, el aula, los pasillos, el baño.

5. En este ir y venir por los espacios, los adultos podremos observar cómo se paran los niños en medio de la clase y, sin apoyo alguno, comenzarán a probar su equilibrio y a jugar con él; porque tienen recursos, si les falla dicho equilibrio, dado que saben pasar a sentarse sin dificultad alguna.

6. Por último, comenzarán los primeros pasos; es tarea difícil que precisa de mucha concentración, empeño, atención, y dominio de los propios movimientos; se necesita coordinación de movimientos, para poder despegar el pie del suelo y dar un paso que acompañará al siguiente paso, hasta conseguir dominar la marcha. Es un gran reto.

Siempre que consiguen adoptar una postura más avanzada de la que tenían, los niños juegan y se recrean con la anterior, que es la que les da seguridad.

Conseguir ponerse de pie va unido a poder sentarse; se producen las dos acciones simultáneamente.

Cuando dejamos que cada pequeño pueda vivir cada fase de su desarrollo y que sea él el que descubra, experimente y perfeccione cada postura y movimiento, adquirirá la autonomía necesaria y será un niño seguro y conocedor de sus posibilidades y limitaciones.

Cuando dejamos que los niños se muevan en libertad, hemos tenido el inmenso placer de observar los estilos e individualidades diferentes; hemos podido celebrar los avances y logros con cada uno de los alumnos a nuestro cuidado y educación y, por lo tanto, habremos conseguido niños seguros y capaces, independientes y autónomos.

Por lo tanto, démosles a los niños la oportunidad de descubrir el mundo por si mismos.

Combatiendo la ansiedad

El primer día de escuela es un momento difícil pero no sólo para los pequeños. Muchos padres deben dejarlos en la escuela para poder ir a trabajar. Eso genera en ellos un sentimiento de culpa y de cierto "abandono".

Intentan alargar el tiempo que pasan con los niños es comprensible pero son seres independientes que necesitan un desarrollo individual. "Lo único que pueden hacer es asimilar la nueva situación y mostrar al niño un estado de ánimo sereno y tranquilo para que normalice la situación", comenta el psicólogo Pedro Martín, "exterioriza tus sentimientos con tu pareja pero nunca ante el pequeño". La angustia es normal pero es importante recordar que es por el bien del niño. "El berrinche que a veces provoca el primer día de colegio se puede multiplicar por 10 en primaria y la diferencia con sus compañeros será abismal", recuerda Martín.

Campamentos de verano

Con la llegada del verano, a los padres que trabajan les toca la dura tarea de compaginar sus trabajos con los días libres de que pueden disponer y buscar solución al problema de qué hacer con los niños en el verano, durante los meses en los que no asisten al colegio y los adultos continúan con sus actividades laborales.

No todo el mundo puede contar con sus familiares para que, durante un largo periodo de tiempo (más de dos meses) cuiden, eduquen y se responsabilicen de un niño pequeño durante más de ocho horas. Además los niños anhelan estas vacaciones ya que, al igual que los adultos, necesitan desconectar, divertirse y tener nuevas experiencias y es mucha responsabilidad pedir a estos familiares que cumplan estos objetivos con nuestros hijos.

Sería recomendable, desde nuestro punto de vista, acudir a la familia en momentos en los que todos podemos reunirnos para disfrutar de los niños y realizar juntos actividades estivales o en momentos de emergencia como cuando un niños se pone enfermo y no puede asistir al colegio, ludoteca, campamento,.

Otra alternativa, que no involucra a los familiares, es enviar a nuestros pequeños a un campamento de verano.

Los campamentos de verano, además de la solución para los padres, son una opción lúdica y educativa para los niños.

Actualmente hay en España una gran oferta de campamentos para los pequeños con temáticas determinadas: deportes y naturaleza, música y baile, astronomía y ciencia, idiomas… una gama de variedades tendentes a que los niños vivan un verano único y lo sumen a la experiencia de pasar unos días fuera del ámbito familiar.

Pero, ¿cuál sería la edad adecuada para enviar a nuestros hijos a un campamento de verano?.

Son los padres, los mejores conocedores de la personalidad de sus hijos, los que se tienen que decidir respecto a qué edad dejarles ir a pasar una o dos semanas fuera de casa a un campamento. La edad más generalizada de iniciación en actividades de este tipo es a partir de los 7 u 8 años aunque se puede adelantar a los 6 dependiendo de las características del niño y del campamento elegido.

Y.. hasta que cumpla esta edad. ¿Dónde puedo dejar a mi hijo?. Ésta es la pregunta que se hacen muchos padres.

Desde nuestra opinión, basada en nuestra dilatada experiencia, los centros infantiles con un buen programa de verano serían lo más recomendable para los menores de 7 años.

Un centro con una buena planificación, que pudiera contar con actividades acuáticas en las que los niños pudieran realizar un aprendizaje o perfeccionamiento de la natación y a la vez divertirse en el agua con juegos apropiados empleando material específico para ellos. Un centro con actividades estivales realizadas al aire libre, con suficientes espacios sombreados (hay que tener en cuenta la canícula de julio y agosto) para el esparcimiento físico, tan importante en estas edades en las que el movimiento es una parte fundamental en el desarrollo y, por supuesto, en el que se pueda hacer un montón de amigos de edades similares desarrollando valores como el compañerismo, la amistad , el respeto..

En Pecas realizamos todos los años campamentos de verano con niños del segundo ciclo de educación infantil y recibimos a nuestros antiguos alumnos que con gran alegría se reúnen para pasar el verano reencontrándose con antiguos compañeros a los que les une las bases de la amistad que esbozaron antes de dejar nuestra escuela para asistir al “cole de mayores”.

En el programa diseñado específicamente para el verano contamos con los cursos de natación y juegos acuáticos practicados en nuestra piscina, juegos de mesa tradicionales para los que ya están preparados (parchís, dominós, cartas de personajes,..), realización de talleres (uno temático por semana celebrando cada viernes, con una fiesta especial, la finalización del que haya correspondido y todo esto reservando cada día un periodo de tiempo para las actividades de refuerzo escolar y potenciación de capacidades intelectuales con los textos de verano y fichas apropiados al nivel del grupo y…. un ratito diario en la biblioteca para practicar la lectura, o pre-lectura si es el caso, porque eso también es divertido si se inculca adecuadamente desde pequeños.

Con todo lo anterior ¡qué divertidos son los campamentos de verano! ¡y qué tranquilidad para las familias poder contar con ellos!

Impulso a las tutorías

Entre las conclusiones de la I Jornada de Participación organizada por las dos principales confederaciones de padres y madres de alumnos, CEAPA y CONCAPA, muchas referentes a la necesidad de revitalizar el trabajo de los Consejos Escolares.

Se pide “realizar los cambios pertinentes en la legislación laboral para fijar permisos laborales de asistencia a tutorías, consejos escolares y, en general, para el ejercicio de las funciones de representatividad de los padres y madres y del derecho de participación”.

Las tutorías son un asunto clave, pues miden el grado de colaboración, de implicación y de conocimiento de los padres y madres en todo lo relacionado con la educación de sus hijos. Si para los alumnos también resultan necesarias estas sesiones especiales con un profesor encargado directamente de su evolución educativa, para los padres también es fundamental establecer vías de comunicación con el centro para ir midiendo y evaluando el desarrollo formativo de sus hijos. Si las cosas van bien, para reforzar los métodos y las estrategias; si las cosas no van tan bien, para buscar soluciones conjuntas con el fin de mejorar el rendimiento de los alumnos.

Aunque en los centros hay establecidas horas de atención para los padres, no se trata de una medida muy frecuentada, más en los padres de los alumnos pequeños (Educación Infantil y Educación Primaria) que en los mayores. Y es un craso error, que dice a las claras que los padres se muestran en muchas ocasiones desbordados por lo que está pasando, no saben cómo actuar y ni siquiera saben pedir ayuda. Las tutorías son un excelente medio para conocer directamente qué hacen sus hijos en el colegio y, también, para ir más allá, pues no se trata solamente de evaluar en frío el rendimiento académico sino conseguir que los alumnos sean mejores personas y mejores ciudadanos. La finalidad de la tutoría, pues, va más allá del simple análisis de las notas o del comportamiento del alumno en el recinto educativo.

Lo que propone esta conclusión de la Jornada es facilitar a los padres mucho más, en la medida de lo posible, que puedan asistir a estas reuniones. Y que acudan los dos, el padre y la madre, porque la educación de los hijos no es cuestión solamente de uno de ello.

El profesor del Siglo XXI

Que las cosas están cambiando, en la sociedad y en la educación, en la primera década del siglo XXI es una evidente realidad que no necesita muchos comentarios. Cambia la familia, cambia la sociedad, cambian los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, el acceso a la cultura y la formación, cambias los roles sociales y, por supuesto, cambia el papel del profesor.

La conclusión parece evidente, aunque lo que no parece tan claro es cuál es el nuevo papel que debe desempeñar el profesor en la escuela del siglo XXI. Podemos convertir lo accesorio en fundamental y pensar, por ejemplo, que porque haya más ordenadores en los centros la misión educativa del profesor es radicalmente distinta a la que tenía el Maestro Ciruela. Sin embargo, la realidad dice que sí, que ha cambiado el contexto, las circunstancias, algunos medios, determinados objetivos, pero que, en esencia, el papel de los docentes sigue siendo el mismo: conducir a los alumnos y alumnas a ser mejor ciudadanos y mejores personas.

La formación científica, cultural, en valores, etc. sigue siendo la piedra angular de cualquier proceso educativo. Y en medio de ese proceso, los docentes son la pieza fundamental y básica, por mucho que las tizas ya no manchen, de la extensión de la pizarra digital y de la explosión de las redes sociales e Internet. Todo esto son herramientas que, bien conocidas y utilizadas, ayudan a educar mucho mejor.

Esta idea está presente en las conclusiones de los informes PISA y en otros estudios, como el de TALIS, de la OCDE, que miden la profesionalidad de los profesores. En todos ellos se insiste una y otra vez en la misma idea: situar al profesor y su papel transmisor en el centro del proceso educativo.

Conocer la realidad

Sin embargo, es evidente que hay muchas cosas que no funcionan en la educación, como estos mismos informes señalan y un número no pequeño de libros escritos por docentes se han dedicado a detallar. Por ejemplo, la reciente novela de Fernando J. López, La edad de la ira, y libros tan difundidos y leídos entre el colectivo docente como los de Ricardo Moreno, Gregorio Luri, José Sánchez Tortosa, Javier Orrico, José Ramón Ayllón, Toni Sala, Inger Enkvist, Mercedes Ruiz Paz…, ensayos que, al margen del lenguaje de los políticos y de las Administraciones educativas, han acertado a la hora de hacer una radiografía real, a ras de suelo, de lo que está pasando de verdad en las aulas.

Y aunque el papel del docente, como decíamos sigue siendo en esencia el mismo, hoy día las circunstancias ambientales y sociológicas exigen de los docentes una mayor preparación para adaptarse mejor a la sociedad del siglo XXI.

Por ejemplo, se les exige no solamente que sepan transmitir conocimientos sino que, también, colaboren activamente con los alumnos en su proceso de formación. Catherine Mayers, directora de varios centros educativos en Estados Unidos, escribió en el diario The Times (16 febrero 2010) algunas de las claves para que los colegios mejoren su prestigio. Destacamos dos ideas de su artículo: primero, que los docentes “tienen que gustar a los alumnos y creer en que puedan lograr sus objetivos”, es decir, una estrecha relación de conocimiento y emotiva que posibilite a los alumnos ampliar sus metas y mejorar sus resultados; segundo, que deben fijarse objetivos concretos para cada alumno (huir, por tanto, de la esclerótica uniformidad), de manera que puedan desarrollar sus habilidades específicas. También deben estar al lado de los alumnos cuando no alcanzan sus objetivos y necesitan de una atención especial.

Este debe ser el trabajo prioritario del profesor: estar al lado de los alumnos para facilitarles el camino apropiado. En clave educación, podemos decir que hoy más que nunca el profesor debe trabajar al máximo las posibilidades que proporcionan la orientación psicopedagógica.

Conocer y dominar las mejores estrategias de aprendizaje y saber adaptarlas al grupo en el que imparten clases, conociendo a sus familias y el contexto personal y social que rodea a los alumnos, a veces más determinante de lo que parece. Estos planteamientos reclaman un profesor mejor formado, más preocupado por saber adaptarse a las necesidades de sus alumnos.

Destrezas directivas

Otro rasgo diferenciador del profesor del siglo XXI es la asunción de una serie de destrezas directivas. El fomento del liderazgo educativo lleva implícito traducir estos objetivos a la vida diaria de los centros, algo que sólo puede hacer una dirección implicada en lo que está pasando. Es, sin lugar a dudas, otra de las asignaturas pendientes del sistema educativo actual.

La dirección de un centro no supone la consagración de la autoridad, entendida por tal el ordeno y mando. Hoy día, y más en un centro de enseñanza, lo más importante es tirar del carro todos en la misma dirección: padres, profesores, alumnos y directivos. Cuando hay empatía entre la dirección y el profesorado, suele ser un reclamo para atraer en esos centros a un profesorado de calidad. La dirección debe conocer bien la realidad de su centro, las habilidades del profesorado con el que cuentan, sus necesidades de formación y el nivel social y formativo de los padres como requisitos previos para fomentar el trabajo en equipo, pieza básica hoy día de la organización de los centros.

El trabajo del docente del siglo XXI tiene que estar abierto también a asumir otras responsabilidades. Hoy el docente no sólo es educador; es, además, psicólogo, consejero y formador en valores. Todo un reto.

Educación sin tópicos

En su libro De la buena y la mala educación, de alguna manera continuación de su exitoso Panfleto antipedagógico, Ricardo Moreno advierte de la extensión de algunos tópicos educativos que pueden volverse en contra del trabajo docente: “En cualquier congreso sobre educación es muy fácil arrancar un aplauso diciendo ‘la escuela es el reino de la diversidad’, ‘al niño lo educa toda la tribu’, ‘no podemos seguir educando como hace cien años’ o ‘la escuela es el reflejo de la sociedad’. Pero si antes de aplaudir respiramos hondo y examinamos estos dichos con un poco más de atención, veremos que están vacíos en el mejor de los casos o son rigurosamente falsos en el peor”.

“No puedo buscar el tener como valor absoluto porque acabo perdiendo el ser”

Vivir es en gran parte decidir, tomar decisiones de las cuales depende nuestra suerte y la de muchos otros. El hombre de negocios que arriesga su tiempo y su fortuna, el político que se encuentra en el trance de dar su apoyo a una ley, el estudiante que decide su futuro profesional, el esposo o la esposa que debe hacer frente a una situación crítica en la familia.

A todos nos atormenta en mayor o menor medida si habremos tomado la decisión correcta. Este es precisamente el tema del libro recientemente publicado por Editorial Desclée De Brouwer (Bilbao), “La decisión correcta”, del que es autora Marta López-Jurado.

P. Tomar la decisión correcta, ya sea en los negocios, la política, la vida profesional o la familia, es una de las mayores preocupaciones de todo el mundo. ¿Hay de verdad un procedimiento para no equivocarse, para acertar siempre en nuestras decisiones?
R. En primer lugar hay que aclarar que no es lo mismo decisión correcta que decisión acertada. Una decisión puede ser acertada y no ser correcta. Por ejemplo, yo puedo jugar al bingo y ganar, decisión acertada, y sin embargo, no haber tomado una decisión correcta, porque el dinero que me he jugado es de mi familia.

P. ¿Cuál es entonces la aportación de este libro a la hora de tomar una decisión? ¿En qué sentido me puede servir de ayuda?
R. Lo que aporta este libro es un análisis de lo que pasa, queramos o no queramos, cuando decidimos, basado en un modelo del comportamiento humano. Es un análisis en profundidad de la acción, en el que se aprecia cuándo una persona actúa con racionalidad completa o incompleta, y los tres niveles de valor. Porque, siempre que actuamos, ocurren tres cosas: Primero, el entorno me da algo extrínseco: un reconocimiento de la tarea, el aplauso, un beneficio económico… Segundo, yo aprendo al actuar, lo cual es algo intrínseco, porque se produce en el sujeto que actúa. Tercero, el motivo trascendente, (puesto que me dedico a enseñar) el aprendizaje del sujeto que tengo en frente. Estos tres tipos de valores podemos tenerlos en cuenta, o no, al tomar una decisión. Cuando en mi decisión tengo en cuenta no sólo el dinero y lo que aprendo, sino también la persona que recibe el impacto de mi actuación, entonces le atribuyo valor de persona. En cualquier decisión habrá esa persona que recibe el impacto de ella. Tengo pues que elegir la alternativa que permita que salga beneficiada.

P. ¿Se trata entonces de actuar por motivos trascendentes?
R. Para que la decisión sea correcta, son tres los niveles de valor que tengo que tener en cuenta al actuar. Eso supone el hábito de pararse a pensar, reflexionar sobre los tres niveles que implica la decisión que voy a tomar. La consecuencia será el crecimiento en la virtud moral, lo que a su vez es un crecimiento de la racionalidad, la voluntad y la afectividad, puesto que la persona es indivisible.

P. Usted habla de virtud moral y, hace una generación, la gente en general identificaba lo que era bueno y malo, aun cuando no hiciera siempre lo correcto. Hoy las cosas son distintas, hay una confusión o una falta de acuerdo sobre esas cuestiones. ¿Qué es lo que ha fallado?
R. Está fallando saber qué es la persona y la libertad. Se cree que ser libre es hacer lo que uno siente, sentimentalismo, o hacer lo que produce satisfacción material. Pero eso es un gran error, es una ceguera muy grande que lleva a un callejón sin salida. El drogadicto siente placer hasta que la vida se le vuelve insoportable. Si el drogadicto hubiera vivido antes el final de su aventura no se hubiera metido en ese camino. Se ha equivocado por guiarse por lo que produce placer, confunde lo agradable con lo que es bueno. Buscando sólo un valor me incapacito para recibir todos. Yo no puedo buscar el tener como valor absoluto porque acabo perdiendo el ser. Sucede como en la fábula del Rey Midas, que pide y obtiene del dios Dionisos la virtud de convertir en oro todo lo que toca. ¡Qué diferente valor tiene el oro para él, cuando no puede ya satisfacer el hambre! El hombre no sólo quiere tener cosas, quiere saber y quiere amar. Hay trastornos sicológicos de personas insatisfechas que han hecho de todo. La insatisfacción está en que el yo tiene como referencia un tú y si sólo se ha tenido en cuenta a sí misma se queda solo.

P. ¿De qué manera un padre a su hijo o un profesor a un alumno le puede enseñar a tomar decisiones correctas?
R. La manera es que siempre con mi modo de actuar yo me muestro a los demás. La gente acaba viendo mis verdaderas intenciones. Esto tiene una gran importancia para la educación. Hay que hacérselo ver a los niños, abrirles los ojos. Si bien, la capacidad de compartir y el nivel de sacrificio sea proporcionado a la edad. A los alumnos de Secundaria, a través del análisis de situaciones reales, se les enseñan las consecuencias trascendentes de sus decisiones y que, si no las tienen en cuenta, podrán convertirse en unos trepas pero no habrán actuado en función de la persona.
Proponemos, por ejemplo, el caso de una muchacha muy guapa que hizo una excursión al lago Michigan. Vino un tornado y le dio en la espalda. Quedó paralizada. El novio no la abandonó y se casó con ella. Tuvieron tres hijos y aunque el último de ellos nació algo enfermo lo sacaron adelante. Ella ahora trabaja en una multinacional. Su modo de actuar provocó que engendrara verdaderos amigos que no la abandonaron en los momentos malos. En cambio si yo vivo como una persona que maltrata me quedaré sola. La libertad no es hacer lo que me apetece es más bien un asunto de dar.

P. ¿Puedo encontrar en su libro más casos prácticos…?
R. El libro es muy práctico, toda la metodología está enfocada a la práctica. En la tercera parte, tiene casos desarrollados para alumnos de Secundaria. Es un marco muy general, pero da las pautas y los principios para tomar la decisión correcta: tener siempre presentes los tres motivos de la acción. Actuar por motivos trascendentes es propio de la persona.