La pandemia de la (des)conciliación

Por Adrián Cordellat

Andaba la sociedad española a vueltas con el tema de la conciliación, convertida al fin en una reivindicación social generalizada (sobre todo entre las familias con hijos pequeños a cargo), cuando la pandemia desatada por la Covid-19 obligó a echar el cierre en colegios y empresas y encerró a la población durante semanas en los hogares, convirtiendo a éstos en epicentro de la vida educativa y laboral. Todo ocurrió durante esas semanas en las casas y pisos españoles: los deberes, las clases online, los proyectos laborales, las reuniones de empresa, el trabajo diario, los cuidados, la intendencia doméstica… Y esta situación sobrevenida obligó a muchas empresas a poner a disposición de sus empleados algunas de las medidas de conciliación personal, familiar y laboral que llevaban años exigiéndose desde asociaciones y plataformas en pro de la conciliación: el teletrabajo y la flexibilidad horaria.

Según datos del informe ¿Cuánto tiempo tienes para tus hijos/as?, elaborado por la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE) en base a una encuesta realizada por más de 300 personas, casi el 50% de los participantes aseguraba haber tenido acceso durante 2020 a un horario flexible, lo que supone un incremento de casi cuarenta puntos respecto a los datos de 2019 (11,78%). Algo parecido ocurre en materia de teletrabajo. Si en 2019 el 70,55% de los encuestados manifestaba no teletrabajar ningún día, ni siquiera ocasionalmente, en la edición de 2021 esa cifra descendía 20 puntos hasta situarse en el 50,18%. La inercia puede llevar a mejorar incluso estas estadísticas en la sociedad post pandémica, como demuestra el hecho de que un 47,17% de los participantes en la encuesta afirmase que tras el confinamiento estricto «se puede teletrabajar más», mientras que casi otro 12% señalase que su empresa «está estudiando teletrabajar más».

Estas medidas forzadas por la pandemia que se han “vendido” como de conciliación, sin embargo, han estado lejos de ser conciliadoras. Hogar, trabajo y educación y cuidado de los niños han coincidido en un mismo espacio, en una especie de totum revolutum que ha llevado a padres y madres a una sensación frustrante de multitasking, de estar a todo y a nada, de ser hombres y mujeres orquesta capaces de tocar muchos instrumentos, pero sin tiempo suficiente para centrarse en uno y hacerlo bien.

“La pandemia obligó a coger el ordenador e irse a casa. No fue algo previsto o planificado, así que las casas no estaban preparadas para el teletrabajo, a lo que hay que añadir que todo esto se hizo con niños y niñas en casa. Lo que hicimos, por tanto, no fue teletrabajar, sino una especie de sálvese quien pueda”, afirma José Luis Casero, presidente de ARHOE.

Una opinión que comparte Nuria Chinchilla, profesora de Dirección de Personas en las Organizaciones en IESE Business School (Barcelona) y experta en conciliación, que considera que lo que vivido durante el confinamiento fue “muy complicado” porque implicó tener todo en el mismo espacio: la familia, el trabajo y hobbies. “Para teletrabajar hay que decidir qué se puede y qué no se puede hacer como teletrabajo, en qué condiciones y qué límites ponemos al tiempo que vamos a dedicar a la familia y al trabajo. De lo contrario, el trabajo es un gas que se extiende y que entra por todas las grietas que hemos dejado libres en la agenda hasta acabar copando todo nuestro tiempo”, argumenta Chinchilla, que considera que la flexibilización de los horarios, cuando se hace solo pensando en el trabajo, no ayuda a la integración de la vida: “Caemos en lo que yo denomino el “trabajo religioso”. Es decir, que vamos al trabajo cuando Dios manda y acabamos cuando Dios quiere”.

La experta, no obstante, se muestra tranquilizadora y señala que en esa percepción de totum revolutum y de estar a todo pero no llegar a nada influye mucho también nuestra idea del éxito, nuestras expectativas: “muchas veces, cuando decimos que estamos a todo, pero que no llegamos a nada, muy probablemente estemos llegando a casi todo, lo que pasa es que no todo lo perfecto como nos gustaría llegar”.

Aprender a gestionar el tiempo

Esta percepción de no llegar a todo se refleja en el propio informe “¿Cuánto tiempo tienes para tus hijos/as?”, especialmente en el ámbito de la crianza y la educación de los hijos e hijas. Según los resultados del mismo, los progenitores están muy insatisfechos con el tiempo que dedican a sus hijos/as. Concretamente, el 60,13% expresa que les dedican menos tiempo del que consideran necesario, mientras que el 71,24% de los progenitores consideran que sus hijos/as piensan que las necesidades de tiempo son aún mayores. Es decir, que el tiempo que les dedican es aún más deficitario del que los padres y madres consideran suficiente.

“Estos datos se pueden explicar porque al estar en casa hemos sido mucho más conscientes de las necesidades de quienes nos rodean. Por otra parte, los padres tenemos siempre la sensación de que dedicamos a nuestros hijos menos tiempo del que necesitan porque lo normal es que padres e hijos estuvieran constantemente conviviendo. Sin embargo, el tiempo que les dedicamos después de una jornada laboral acostumbra a ser poco y de poca calidad, porque no estamos con la energía suficiente para escucharles, para ayudarles con los deberes o para hacer cualquier otra cosa juntos. Somos como un trapo de limpiar que necesita estar tranquilo y secándose y esto se debe a que vivimos en un mundo que tiene como base el trabajo y no la familia”, reflexiona Nuria Chinchilla.

La directora de la Cátedra Carmina Roca y Rafael Pich-Aguilera Mujer y Liderazgo añade que, en esa percepción de falta de tiempo para los hijos y para uno mismo, tiene mucho que ver, precisamente, cómo gestionamos nuestro tiempo. “Gestionar el tiempo es una competencia de liderazgo, una competencia necesaria para integrar dos ámbitos, trabajo y familia, que nos enriquecen. Es decir, no son dos ámbitos adversarios, sino aliados, pero hay que saber poner límites a los dos para que en cada momento hagamos lo que tenemos que hacer”, afirma. Un argumenta que comparte José Luis Casero, que considera que para poder teletrabajar con eficacia y poder adoptar horarios flexibles “es muy importante que las empresas entiendan que deben formar a sus equipos, incluidos a sus directivos, para saber gestionar el tiempo”.

 

Medidas para favorecer la conciliación

“La insatisfacción que muestran la mayoría de madres y padres va más allá de esa insatisfacción. Es un malestar profundo por no llegar a tener tiempo para sí mismos, para su pareja, para sus hijos. Como sociedad del bienestar tenemos que trabajar para generar ese bienestar entre la sociedad. Y para ello hacen falta trabajos dignos y salarios dignos, sí, pero también un tiempo digno para poder disfrutar de lo que cada uno quiera. Al final, tener ciudadanos insatisfechos que a su vez están educando a hijos insatisfechos no es el mejor escenario posible como país”, afirma José Luis Casero, que destaca la importancia de la aprobación de un pacto de Estado de Conciliación y Racionalización de Horarios para favorecer la conciliación que, entre otras, incluya las siguientes medidas:

  • Avanzar hacia las jornadas intensivas: “en este país, durante los meses de verano, mucha gente tiene jornada intensiva. ¿Por qué no se aplica todo el año? ¿Por qué seguimos teniendo en muchos sitios dos horas o dos horas y media para comer… Cuando empezamos la segunda parte de nuestra jornada, en Europa ya están saliendo de trabajar”, lamenta Casero.
  • Medidas de flexibilización horaria en las empresas para la entrada y la salida. Por ejemplo, entrar entre 7:00 y 10:00 horas de la mañana: “Eso permitiría a los empleados reorganizar su vida y ajustarse a las necesidades de su familia”.
  • Adelanto del horario de prime time televisivo para que finalice en torno a las 23:15 horas. “Hoy empieza a las 22:45 horas. No puede ser que cada día tengamos a millones de personas y a 500.000 niños viendo la tele más allá de las 00:30 de la madrugada. Es algo que no se produce en ningún otro país y que tiene como consecuencia una población cansada”, argumenta el presidente de ARHOE.
  • Cambio en los horarios escolares: “Ya se está produciendo un movimiento en las escuelas hacia el horario intensivo. Porque el horario de las escuelas, ¿cuál debería ser? ¿El que interesa a los padres? ¿A los profes? ¿A los niños? En ARHOE consideramos que debe primar el interés de los niños, por eso es tan importante armonizar horarios laborales y escolares”.

A estas medidas, desde ARHOE añaden también como destacadas la aprobación de una “renta para cuidados” a la que puedan acceder aquellos padres y madres que tengan que reducir su jornada para el cuidado de sus hijos/as, así como la creación de un “bono canguro” para todas aquellas familias en situación de vulnerabilidad con hijos menores de 12 años, una reivindicación que ha dado pie recientemente al Plan Corresponsables anunciado por el Gobierno de España.

Nuria Chinchilla, por último, señala a las empresas: “La Responsabilidad Social Corporativa por antonomasia pasa por responder a las necesidades de los que tienen familia y dependientes en todo lo que significa flexibilidad, excedencias, reducciones de jornada, etc.”; y a la sociedad y las familias. “Las familias no pueden ser solo víctimas del sistema, sino que tienen que ser parte del cambio, ser corresponsables en los hogares. Cada uno de nosotros tenemos que hacer un esfuerzo por contribuir y asumir las responsabilidades que nos toquen tanto en la empresa, como en la familia o la sociedad”, concluye.

 


No hay conciliación sin corresponsabilidad

Sea por no llegar a todo o por llegar, pero no tan perfecto como nos gustaría, los datos y estadísticas recopilados en diversos estudios tras el confinamiento y durante toda la pandemia señalan a un importante y generalizado repunte de las tasas de ansiedad, estrés, depresión e insomnio entre la población, especialmente ente las mujeres. Unos datos corroborados también por el informe “¿Cuánto tiempo tienes para tus hijos/as?”. Según los mismos, la pandemia ha supuesto un cambio en las rutinas de los cuidados que ha afectado más a las mujeres (60,87 %) que a los hombres (34,78 %). Éstas han dedicado más tiempo a la crianza de los hijos/as y a las tareas domésticas y expresan que esta mayor carga de trabajo la han vivido con estrés y un gran cansancio.

“La pandemia ha afectado a un derecho fundamental como la conciliación y la corresponsabilidad y las mujeres han sido las grandes perjudicadas una vez más. Algunos varones han ido comprendiendo el concepto de corresponsabilidad de manera forzosa, ya que han descubierto que tienen hijos, que hay tareas en casa, etc., pero más que nada porque estábamos dentro de casa, no por voluntad propia”, sostiene el presidente de ARHOE.

¿Puede existir la conciliación sin una verdadera corresponsabilidad? “Sería en todo caso una conciliación parcial y a la que las mujeres no podrían acceder”, responde Santiago Moreno Larriba miembro de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE), que considera el de la conciliación es un problema “importante” pero que afecta especialmente a las mujeres: “Una evidencia clara de ello es que el 80% de las personas que han contestado a la encuesta “¿Cuánto tiempo tienes para tus hijos/as?” son mujeres, lo que demuestra a quién preocupa realmente el tema de la crianza, los cuidados y la conciliación”.

Para Moreno Larriba, que todos podamos conciliar pasa necesariamente por “una absoluta corresponsabilidad”, paso primordial para que el problema de conciliación, como ha ocurrido hasta ahora, “no sea solo una cosa de mujeres”. El portavoz de AHIGE, que exige planes de conciliación y corresponsabilidad en las Administraciones Públicas y las empresas privadas y más campañas divulgativas de sensibilización dirigidas a los hombres que promuevan la corresponsabilidad, alerta por último de una trampa:  “Cada vez más padres cuidan y dedican tiempo a sus hijos, pero la corresponsabilidad no es solo la crianza y el cuidado de los hijos, sino también la realización de las tareas domésticas, la carga mental y la parte de la crianza menos amable”.

 

 

 

 

 

 

 

El tabú de los abusos a menores en el hogar

El 70% de los abusos lo realizan personas conocidas por el menor.

 

Por Gema Eizaguirre

En los últimos años el movimiento MeToo ha sacado a la luz casos de agresiones sexuales a actrices, cantantes, periodistas… que han hecho rodar cabezas y arruinado carreras.

Ahora este movimiento llega desde Francia para desenmascarar los abusos sexuales a menores en el entorno familiar. El libro ‘La familia grande’, de Camille Kouchner, revela los abusos que sufrió su hermano gemelo en su hogar. Una realidad que nada más lejos de ser algo puntual es una realidad dura de reconocer y presente en la sociedad española.

Entre el 15 y el 20% de la población española ha sido víctima de abusos sexuales en la infancia. Si bien se denuncian solo entre el 12-15%; de estos la gran mayoría corresponden a abusos perpetrados por familiares o personas conocidas por los niños, señala un informe de Save The Children.

“En la cifra negra de casos que no se denuncian un importante porcentaje corresponderá a supuestos de abusos sexuales intrafamiliares, en los que la revelación se hace más difícil por distintas razones: ambivalencia afectiva en relación con el agresor, miedo a la ruptura familiar, dependencia afectiva/económica, culpa, vergüenza, miedo a la reacción de la familia y del entorno, presiones del agresor y del entorno familiar, dificultad para identificar la experiencia como de abuso sexual”, explica Myriam Cabrera, profesora de Derecho Penal de ICADE Comillas.

En el ideario colectivo está la imagen del depredador sexual que secuestra niños en los parques, y se educa al menor en que no se vaya con desconocidos… “Pero la realidad ‑señala Cabrera‑ es que los que abusan de los menores son conocidos: familiares, progenitores, hermanos, profesores, monitores, amigos de la familia… personas en las que los niños han depositado su confianza”. El 70% de los abusos lo realizan personas conocidas por el menor, según un informe difundido por Moncloa.

Más datos demoledores: “El abuso sexual a menores puede llegar a durar de media cuatro años, lo que demuestra que aún no existen las herramientas necesarias para prevenir y detectar los abusos ni para que el niño o niña pueda denunciarlos, explica Catalina Perazzo, directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de Save The Children,

“Muchas denuncias no se realizan porque está en juego la ruptura familiar, una falta de apoyo del entorno, miedo al qué dirán, además de dependencia económica…  Muchas familias dan por asumida esa realidad en el hogar”, explica Cabrera. “Es hora de visibilizar esta realidad. Se ha puesto el foco en la iglesia, en el ocio, pero no en la familia. Hay que ir al foco dónde está para ver qué hacer”, reclama esta experta en derecho penal. Y desde Moncloa apuntan estas cifras: “El 50% de los delitos sexuales son a menores; y en su mayoría se centran en niñas”.

En estos momentos se está tramitando la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y a la Adolescencia frente a la Violencia que otorgará mayor protección a los menores y, sobre todo servirá para poner en marcha medidas preventivas. Así, entre los puntos que incorpora la ley se encuentran: en el ámbito educativos, la creación de la figura del coordinador de bienestar y protección y el establecimiento de protocolos de actuación. Y en el ámbito penal, se retrasa la prescripción, entre otros, de los delitos sexuales cometidos sobre menores, ya que los plazos de prescripción no empezarán a correr hasta que la víctima cumpla los 30 años (en la actualidad comienzan a contar a partir de que cumple los 18).

Esta ley aborda la prevención en relación con las distintas formas de violencia y teniendo en cuenta los distintos ámbitos que es necesario implicar en la prevención, detección y adecuada respuesta a los casos de violencia contra la infancia: familiar, educativo, sanitario, servicios sociales, ocio y deporte, nuevas tecnologías, centros de protección,…

En el ámbito digital, el abuso a través de las redes, denominado grooming, también ha ido en aumento. Según el informe “Violencia viral” (2019), de Save The Children, realizado mediante una encuesta a nivel estatal a jóvenes de entre 18 y 20 años, el 21,45 % de las personas encuestadas habían sufrido online grooming, y el 15 % una o dos veces.

 

Prevención

Desde Save the Children destacan que la clave está en la prevención. “Es esencial que las familias y profesionales que están en contacto con los niños y las niñas sepan identificar las señales de la violencia sexual que puede sufrir este colectivo. Por ejemplo, contar con profesores y profesoras conscientes de la existencia de la violencia sexual, capaces de prevenirla como la principal herramienta, detectarla e intervenir de forma adecuada protegiendo a la víctima, podrá reducir el impacto que estas situaciones tengan sobre los niños y las niñas. De lo contrario, el daño podría ser irreparable”. Esta organización cuenta con manuales para profesores y profesoras para que puedan detectar y notificar esta violencia. Se pueden descargar desde la web de la organización: www.savethechildren.es

Por este camino parece ir la nueva ley que en los centros educativos destaca la creación de la figura del coordinador de bienestar y protección y el establecimiento de protocolos de actuación. “El educativo es un ámbito especialmente privilegiado para prevenir y detectar los abusos, tanto los que se cometen en el centro, como los cometidos fuera del centro en el ámbito intra o extra familiar. Por eso es importante que toda la comunidad educativa (titulares, directivos, profesores, tutores, orientadores, colaboradores, monitores, niños y adolescentes, familias) reciban una adecuada formación al efecto”, explica Cabrera, quién señala que deben ser protocolos iguales para todas las comunidades autónomas; algo que ahora mismo no sucede.

 

Formación a los menores

Otro punto esencial para prevenir y detectar futuros abusos es la formación de los propios menores. “Trabajar con los menores y darles formación, pero no desde el miedo, sino desde una educación afectiva sexual saludable con su edad”, puntualiza Cabrera, y señala en qué deben formarse: educar en la confianza y en que no “todos los secretos son buenos”, educar en un pensamiento crítico, también frente a personas de autoridad (padres, maestros, entrenadores, sacerdotes…). “Y también formar a formar a las familias en una parentalidad positiva, basada en la confianza con los hijos, que facilite la revelación de posibles casos, generar espacios libres de violencia”.

Una labor compleja que requiere de esfuerzo y también “imaginación”, según Cabrera, para introducirlo no solo a través de los Servicios Sociales, ya que tienen un limitado acceso a familias, sino en la formación previa la parto, en las escuelas de padres… Y reclama para su visibilización, campañas potentes como las que se han realizado sobre la violencia de género.

 

 


Perfil de los niños que sufren abuso sexual

  • Los niños son mayormente abusados entre los 11 o 12 años y su agresor es un conocido con autoridad: entrenador deportivo, profesor, monitor de tiempo libre…
  • Las niñas son abusadas mayormente entre los 7 o 9 años por un agresor del entorno familiar.

 


 

Indicadores que pueden ser consecuencia de abusos

(Fuente: “Informe Ojos que no ven”. Los abusos sexuales a niños y niñas de España y los fallos del sistema. Save the Children).

  • Indicadores físicos: –Dolor, sangrado o secreción genital o anal inexplicable o persistente – Rascados, erosiones, contusiones y hematomas en la zona genital, anal o en senos – Embarazo – Enfermedades de transmisión sexual
  • Indicadores de comportamiento: – Realiza juegos de carácter sexual o muestra conocimientos sexuales sofisticados o inusuales para su edad – Fuerza o coacciona a otros niños o niñas a participar en juegos sexuales – Se viste con varias capas de ropa o duerme vestido – Se encoge defensivamente cuando le tocan – Muestra conductas sexuales hacia los adultos – Tiene trastornos del sueño y/o alimentación.

La generación Z: ¿Demasiados "ninis"?

La pandemia sigue arrojando datos negativos en la educación de los jóvenes: vuelve a subir el número de jóvenes que ni estudia ni trabaja (“ninis”) después de varios años en descenso. ¿Qué está fallando?

 

Por Olga Fernández

 

La pandemia y la crisis ha hecho que cada vez haya más “ninis” en España. El porcentaje de jóvenes de 15 a 29 años que ni estudia ni trabaja ha aumentado por primera vez desde 2013, situándose en 2020 en un 17,3%, 2,4 puntos más que en el año anterior, según la Encuesta de Población Activa.

El término “nini” procede del inglés “neet” (no employement, education or training) y comenzó a usarse a finales de los años 90. “En mi opinión, actualmente es un concepto poco afortunado para etiquetar a los jóvenes, porque con él se culpabiliza y juzga a los jóvenes por unas circunstancias vitales que poco son de su elección y sobre las que tienen poca capacidad de acción”, apunta José Antonio López, investigador de la cátedra José María Martín Patino de la Cultura del Encuentro de la Universidad Pontificia Comillas y experto en sociología y jóvenes.

¿A qué se debe?

“Fundamentalmente al desempleo, que venía descendiendo sin pausa desde 2011-2012, y a la precariedad y temporalidad de los empleos con los que recibe el mercado laboral a estos jóvenes, que son sin duda la generación de jóvenes mejor formados que hemos tenido en España”, explica José Antonio López. Hay que remontarse a la crisis económica de 2006 para entender la evolución: la tasa de paro juvenil comenzó a subir a partir de 2006 y alcanzó su máximo en el primer trimestre de 2013. De forma que los jóvenes “ninis” llegaron a ser cerca de 1,6 millones a finales de 2012, según los datos que recoge la Encuesta de Población Activa (EPA).

Pero a partir de ese momento la tendencia cambió y empezó a descender el número de “ninis”, más por el aumento del estudio que del empleo. Con la pandemia, vuelve a aumentar pero manteniéndose en niveles inferiores a los anteriores a la crisis económica. “Porque los jóvenes ahora ven en la formación una necesidad de primer orden para luchar con la difícil inserción laboral que enfrentan estas nuevas generaciones”, dice José Antonio López.

La clave sigue siendo cómo formarse para el mercado laboral. “Es necesario cambiar las tornas y hacer de nuestra juventud una generación con futuro, con trabajo y cada vez más solidaria, en medio de la crisis lo positivo sería ver la oportunidad de identificar cambios necesarios y dirigirse a lograrlos, cambiar es y será tarea de todos (no sólo echar culpa a los políticos, a los jóvenes, al sistema educativo, etc.)”, expone López. Este experto propone explorar la vía de modernizar y flexibilizar la oferta de formación profesional reglada, que actualmente es “excesivamente rígida y estructurada para un modelo de mercado laboral anticuado”.

 

 


 

“Los jóvenes ven el mundo actual como un lugar con demasiados problemas”

José Antonio López, investigador de la cátedra José María Martín Patino de la Cultura del Encuentro de la Universidad Pontificia Comillas y experto en sociología y jóvenes.

 

¿Cómo son los jóvenes de hoy?

Los jóvenes de la generación Z (del año 2000 en adelante) se parecen mucho a los de la generación millenial que les precede (nacidos entre mediados de los 80 y finales de los años) en mentalidades y gustos, pero quizá sean más realistas, pragmáticos y con más conciencia política. A los ojos de un joven (millenial o generación Z), el mundo actual aparece como un lugar en el que encuentran demasiados problemas, demasiadas crisis, demasiados riesgos… En los medios de comunicación, cada día oyen hablar de crisis y recesión económica, paro, problemas medioambientales, terrorismo globalizado (incluyendo ciberterrorismo y manipulación de noticias), conflictos armados y desastres naturales devastadores. No es de extrañar que las encuestas más recientes señalen la existencia de un marcado pesimismo entre los jóvenes, cuando cerca de la mitad de ellos declaran falta de confianza en un futuro prometedor, con independencia de la crisis en que nos hallamos inmersos.

¿Qué les preocupa y cómo piensan?

Para saber lo que les preocupa y cómo lo cuentan, primero hay que escucharlos, contando con que quieran y sepan comunicarlo claro está. Y ninguna de estas dos condiciones son tan sencillas como puede parecernos en principio. Tan acostumbrados a los medios audiovisuales y los mensajes en las plataformas y redes sociales, a veces cuesta lograr que verbalicen sus ideas y su visión de las cosas. Y tan ajetreados que vivimos los adultos (y casi todos) en la sociedad actual, a veces cuesta encontrar los espacios para el diálogo intergeneracional…

¿Qué consecuencias tiene esto a nivel social?

Por un lado, la pérdida de talentos, al no ocupar a los jóvenes en actividades acordes a sus capacidades. Algo que a medio plazo puede traducirse de nuevo en un aumento de la emigración juvenil en busca de mejores oportunidades.

 

22 consejos para educar en la política

Por Javier Peris

 

La politica avvelena tutto, dicen los italianos. La política lo envenena todo. Y la frase es tan cierta como incompleta porque, además de todos sus aspectos negativos, la política es la que hace que cada mañana se levante la persiana del centro de salud y de la escuela. Entre otras muchas cosas igual de necesarias.

 

  1. No hay nada más triste que un aula de chavales motivados políticamente… en el mismo sentido. Los chistes, insultos y menosprecios hacia el mismo partido o ideas son celebrados y hasta fomentan la competencia. No es un fenómeno grupal exclusivo de los jóvenes ni de la política, pero demuestra que profesores y padres no están haciendo bien su trabajo. Nadie ha dicho que en el famoso espíritu crítico que debe impulsar el entorno escolar no esté incluida la política.

 

  1. En casa. Evidentemente la primera responsabilidad es de los padres. Si en casa niños y niñas escuchan a menudo despotricar sobre políticos, partidos o sobre la política en general (“son todos iguales”) es lógico que la política se acabe percibiendo como algo esencialmente negativo. Aún peor: como una realidad frívola, inconsistente y, en último término, prescindible. ¿De verdad queremos que nuestros hijos crezcan con esa mezcla de escepticismo y cinismo con que los adultos juzgamos la cosa pública?

 

  1. En la escuela. Y los profesores, claro. También ellos pueden sentirse excesivamente cómodos ante un grupo de alumnos a los que se les supone -por su extracción social, por el tipo de centro- unánimes en sus percepciones políticas. Y se permiten chistes que saben que van a ser bien recibidos, o bien lo contrario: se divierten provocando al público. Es curioso cómo las escuelas, tan dadas a moralizar sobre cualquier fenómeno social, dejan la política a un lado. Quizá porque tampoco tienen de ella una buena opinión.

 

  1. Evidentemente el desapego por la política por parte de los mayores se explica, entre otras causas, porque hace muchos años que en España los derechos fundamentales (“si alguien llama a la puerta a las seis de la mañana solo puede ser el lechero”) no están en cuestión, al contrario, por cierto, de lo que ocurre en la mayor parte del mundo. Los adultos debemos pensar en ello, ser capaces de valorar el enorme privilegio de vivir en esta sociedad y trasladar esta realidad a los más jóvenes.

 

  1. No son tontos. Y como siempre que se habla de ‘cosas de mayores’, corremos el riesgo de menospreciar la inteligencia de los pequeños. Y podemos caer en la tentación de educarles en la política con la misma pereza con que liquidamos los pros y contras de la dieta: es bueno beber leche, es malo abusar de las chocolatinas… Así que menganito es bueno y tal partido es malo… ¿Por qué? Explica a los hijos por qué piensas como piensas y, siempre, dejando claro que se trata de una opinión, o al menos de una convicción de un nivel inferior.

 

  1. ¿Sacerdocio? En las discusiones sobre política se detecta casi siempre un exceso de moralismo. Se exige a los políticos que sean intachables en conducta y, en sus objetivos vitales y profesionales, completamente desinteresados. No es realista y no es justo, como tampoco lo es afirmar de un médico que trabaja por dinero solo porque es evidente que le preocupan mucho sus ingresos. No es fácil trasladar esta complejidad a los pequeños, pero podemos empezar por interiorizarla nosotros.

 

  1. La política, al menos en su faceta de poner de acuerdo a la gente para lograr cosas buenas, no es una tarea grata. Un buen ejemplo son las reuniones de vecinos, donde cuesta mucho concitar la colaboración y, desgraciadamente, incluso un tono de voz adecuado. Los menores deben aprender que los problemas de comunicación y de acuerdo que hay en una escalera o en una hermandad de Semana Santa son básicamente los mismos que hay que lidiar en un parlamento.

 

  1. Más allá del Telediario. Ampliar la política fuera de los límites de las discusiones de partido es uno de los retos de toda sociedad democrática. Son las sociedades intermedias. Benedicto XVI las define como aquellas que no tienen vinculación directa con los poderes del estado y del mercado. O sea, la enorme variedad de colectivos que luchan, con independencia, por un objetivo o un ideal sin mediar intereses políticos o económicos. Y esto también es política, y con mayúscula, y además se puede participar en ella desde bien jovencito.

 

  1. “Esto es injusto”. La justicia es un valor que se aprende muy pronto, pero es en la adolescencia cuando se empieza a deslindar del mero egoísmo. El adolescente es muy sensible a la injusticia. Eso es bueno, y ojalá lo sea siempre, pero también su sentido de la justicia es más simple y, con frecuencia, está muy condicionado por las emociones. Pues bien, por muy desenfocado que esté su juicio, hay que celebrar esa pulsión del joven y, lejos de menospreciarla, aprovechar para alargar y enriquecer el diálogo.

 

  1. “Mi hijo es un radical”, nos quejamos, y eso puede significar que simplemente no piensa como yo, o como la mayoría, o que realmente sus ideas políticas han perdido por completo el contacto con la realidad. No hay que cortar el diálogo; en todo discurso existe al menos una finísima hebra de la que poder estirar.

 

  1. Ponerles cara. Sí, el contacto con la realidad ayuda a centrar los asuntos y debates públicos. Ojalá existiera un programa de realidad virtual que permitiera meternos en los zapatos de un político que debe manejar una crisis sanitaria o repartir unos presupuestos que nunca contentan a nadie. Tanto a los jóvenes como a los mayores nos vendría muy bien, por ejemplo, conocer y tratar a alcaldes, concejales y altos funcionarios para saber qué hacen, cuáles son sus prioridades, con qué obstáculos se encuentran… y comprobar que se trata de personas normales y, por eso, diferentes unas de otras.

 

  1. Políticos en el aula. Es poco habitual que en la escuela se invite a políticos profesionales a hablar de su trabajo, quizá porque los padres no se fían -a veces con razón- bien del profesor que elige, bien de la sensatez del elegido. Hay que dedicar un poco de tiempo para pensar y asesorarse, pero seguro que es posible encontrar personajes que puedan hablar, sin levantar suspicacias, del trabajo de un político y merecer de un su joven público si no admiración, algo de comprensión.

 

  1. Los nuestros. Que una familia comparta los mismos ideales y preferencias políticas no significa nada, ni a favor ni en contra, de su educación y sus valores. Tampoco que exista en su seno una enorme variedad, incluso disparidad de ideas, denota siempre un sano pluralismo. En el primer caso, hay que evitar dinámicas de grupo como reducir los debates a criticar al contrario y evitar la autocrítica. Y ante la diversidad de opciones, no tomarse las diferencias como algo personal. Puestos a dejarse de hablar, esperar a que al menos esté en juego una jugosa herencia.

 

  1. El pack completo. ¿Eres de los que compran todo el pack del partido al que votas? Lo normal es que nos decantemos por algún rasgo característico de ese partido: una idea, una propuesta, un discurso con el que nos sentimos identificados. Y lo normal es que en otros asuntos no estemos de acuerdo. Lo contrario puede ser incluso preocupante, porque tendemos a ignorar o a minimizar esas discrepancias para ‘salvar’ al grupo y el resultado es, una vez más, un empobrecimiento intelectual.

 

  1. El odio. En política el maniqueísmo es injusto y estéril. Pero hay algo aún peor: el odio, que alguien comparó con la imagen de uno que saborea lentamente una copa de vino envenenado… mientras espera a que se muera el otro. Quizá hoy se abusa un poco de esta palabra, pero el odio es un riesgo cierto y, gracias a las redes sociales, una realidad muy visible.

 

  1. El grupo. Qué cómodo y satisfactorio resulta hablar de política con los afines. Se permiten y celebran todo tipo de chistes, insultos y menosprecios hacia los otros. Qué seguros nos sentimos… y qué tontos somos. Y a los pequeños, que todo lo ven y escuchan, acaban integrando las siglas, los colores, las filias y fobias de los mayores en los valores de la propia familia, en la seguridad ética y hasta física que todos procuramos.

 

  1. Hasta el final. Nunca sea hablado y escrito tanto sobre pluralidad, tolerancia, empatía y convivencia, y todos estamos de acuerdo… hasta que surge la política: ¿cómo voy a educar a mis hijos en la duda y el espíritu crítico cuando menganito quiere finiquitar la civilización, nuestro sistema de valores? ¿Cómo voy a decirle a mis hijos que todas las opciones son bienintencionadas y tienen algo que aportar si entre ellas están los totalitarios, los enemigos del pueblo, los defensores de los privilegios? Pues sí, hay que hacerlo. Lo contrario es educar, como mínimo, en la comodidad.

 

  1. Las personas están por encima de las ideas. No sabemos muy bien cuál es el alcance de esta frase pero de hecho somos capaces de aplicarla con los amigos y familiares (los que queremos de verdad). Las opiniones políticas son solo una parte muy pequeña de las personas; no diremos que casi al nivel de sus preferencias futbolísticas, pero casi. Los más jóvenes lo comprueban cada día y hace falta muy poquito para que sean capaces de conceptuarlo y verbalizarlo. Aunque a veces lo que más cuesta es no decir nada.

 

  1. Distancia informativa. No se puede separar la política de las fuentes de información, de los flujos comunicativos, de la naturaleza mercantil de la mayoría de los medios. Pero esto es compatible con desmarcarse de ritmo informativo que el sistema mediático impone para que consumamos rápido las noticias, también las políticas. Poner distancia, alejarse de la polémica del día. Incluso ‘ayunar’ de vez en cuando es muy recomendable para toda la familia.

 

  1. No mezclar. Muchos creyentes (sobre todo en España, que no acaba de desprenderse del todo del nacionalcatolicismo) entienden su opción política como un todo indivisible en el que se integran, como parte fundamental, sus convicciones religiosas. Los más atrevidos incluso usan la fe para justificar sus preferencias. Y no les importa, o parece que no sepan que la Iglesia y los propios papas predican la plena libertad de los cristianos para elegir sus opciones y, por eso, la obligación de expresarlas bajo su exclusiva responsabilidad.

 

  1. Educar en la sensibilidad. ¿Qué influye más en nuestros hijos: saber que los padres votan al partido X o criarse en un hogar donde se nota preocupación y empatía por los desfavorecidos, por las situaciones injustas? Lo segundo es, evidentemente, mucho más importante y perdurable, amén de que siempre hay formas de mantener esta sensibilidad en cualquier grupo o tendencia política. Más que influir en las afinidades políticos de los hijos, se trata de educarles en unos valores que están más allá de las siglas e incluso de las ideologías.

 

  1. Pensar en las vocaciones. La falta de políticos con un buen nivel humano y profesional no es una percepción sin fundamento. El sistema mismo lo promueve. Pero también los adultos tenemos la responsabilidad de evitar trasladar a los jóvenes tanto pesimismo, tanto cinismo, tanto escepticismo hacia la política y los políticos. Con esta educación, lo milagroso sería que a los jóvenes más preparados -por dentro y por fuera- les motivara la política.

 

 


 

 

Una novela y dos películas

 

El disputado voto del señor Cayo. Miguel Delibes

También se hizo una película de esta novela de Delibes, y bastante buena, pero el texto siempre trasmite mejor lo que se quiere decir. El señor Cayo es uno de los dos últimos vecinos de un pueblo castellano, y hasta este llega la campaña electoral de 1977, la primera en libertad desde los años 30. Delibes, asombrosamente, es inmune a la euforia del momento y anticipa los efectos perniciosos del partidismo y la deshumanización de la política.

El último hurra (1959)

Entre la infinidad de filmes estadounidenses que tratan la política y los políticos, esta es una de las más equilibradas, y no es extraño porque es una nota característica de su director, John Ford. El protagonista (Spencer Tracy) es un alcalde que compite por renovar por última vez su mandato, en una campaña que cubre como periodista un sobrino suyo. En la política profesional se esconde, como en todo, miserias y engaños, pero también una sincera voluntad de servir.

La cortina de humo (1997)

A 11 días de las elecciones presidenciales, el candidato a la reelección es acusado de mantener una relación sexual inadecuada. La idea no es muy original pero sí su desarrollo. Con De Niro, Dustin Hoffman y unos secundarios de lujo, te hacen creer que no es tan descabellado inventarse una guerra contra Albania para distraer la atención del votante. Con el concurso -aquí está el meollo- de los medios de comunicación, que manipulan en la misma medida que son manipulados.

 

 

 

 

Relaciones entre padres e hijos: Patria potestad

 

Por Fátima Galisteo, abogada especialista en derecho de familia del bufete Galisteo Abogados

 

La patria potestad, nacida como institución en la antigua Roma, era inicialmente la manifestación del poder del padre (patria potestas) no solo sobre sobre los hijos, sino también sobre todos sus descendientes (nietos, bisnietos) sobre los que tenían muchos derechos y pocas obligaciones. Afortunadamente la evolución de la institución la ha transformado sustancialmente, de manera que ya no es exclusiva del padre, sino también de la madre, y ya no se trata de tener poder sobre los hijos, sino fundamentalmente de protegerlos.

Podría definirse como el conjunto de derechos, facultades, atribuciones y deberes que la Ley concede a los padres sobre los hijos menores de edad (o mayores no emancipados) para poder darles la protección, educación, formación, y tomar las decisiones que consideran más convenientes en beneficio de estos. La patria potestad corresponde a los padres, al margen de su sexo y de la unión de hecho o de derecho que exista entre ellos, ya que se fundamenta en las relaciones entre padres e hijos. Siempre se ejercerá en interés de los hijos, de acuerdo con su personalidad y respetando sus derechos e integridad física y mental. Como regla general, se ejercerá conjuntamente por ambos progenitores. También podrá ejercerse por uno solo con el consentimiento expreso o tácito del otro.

La patria potestad se despliega sobre todos los hijos menores, con independencia del origen de la maternidad o paternidad, ya sean los hijos matrimoniales, o fruto de una unión de hecho, o adoptivos, o monoparentales con un único progenitor legal, y ello por imperativo constitucional. Así el artículo 39 de nuestra Constitución dice que “los hijos son iguales ante la ley con independencia de su filiación”. Está regulada en los artículos 154 a 161 del Código civil y confiere a los padres la representación legal del hijo, que entraña, además, una doble obligación: 1.- el deber personal de velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral; y 2.- el deber de administrar sus bienes.

En los casos de separación, divorcio, o ruptura definitiva de hecho de los progenitores, la patria potestad continúa siendo compartida, pero lo más habitual por razones de inmediatez es que sea el que convive con los hijos (progenitor custodio) quien asuma esa función de hecho. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que, para ciertas decisiones o acciones, es necesario el ejercicio conjunto de la patria potestad por ambos progenitores, como son las cuestiones relativas a la emancipación, elección de centro escolar, autorizaciones de viajes, tratamientos médicos, entre otros.

 

Y los hijos, ¿qué obligaciones tienen respecto de sus padres?

Nuestro Código Civil establece el artículo 155 CC. que los hijos deben:

1º. Obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad y respetarles siempre.

2º. Contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras convivan con ella.

De este precepto se desprende que las obligaciones o deberes de los hijos respecto de sus padres, en definitiva, son tres:

1º.- Obediencia. Los hijos tienen la obligación de obedecer a los padres mientras se encuentren bajo su patria potestad.

2º.- Respeto. Los hijos tienen el deber de respetar a sus padres siempre, incluso cuando se haya extinguido la patria potestad. No obstante, no debe confundirse este respeto con sumisión absoluta en ningún caso.

3º.- Colaboración. Deber de contribuir económicamente mientras convivan con sus padres, siempre según sus posibilidades.

 

¿Cuándo termina la patria potestad?

La patria potestad termina, en términos generales, cuando el hijo alcanza la mayoría de edad. Pero puede acabar antes si se inicia un procedimiento de emancipación por el menor.

La extinción de la patria potestad se regula en el artículo 169 del CC., que dice que “La patria potestad se acaba:

1º. Por la muerte o la declaración de fallecimiento de los padres o del hijo.

2º. Por la emancipación.

3º. Por la adopción del hijo.

También se puede extinguir por sentencia judicial, privando a los padres de ella por incumplir los deberes que se derivan de misma y también si se acredita que su conducta está poniendo en peligro la formación o educación de los menores, el desarrollo de su personalidad, o incluso su integridad física o mental.

De igual modo, la Autoridad Judicial podrá restituir a los padres en la patria potestad si acreditaran que ya no concurren los hechos o las circunstancias que motivaron su privación.

 

¿Qué es la patria potestad prorrogada? ¿Se podría extender la patria potestad sobre los hijos mayores de edad si se les declara incapaces?

La prórroga de la patria potestad supone su prolongación más allá de la mayoría de edad, que es el momento en que los hijos quedan libres (al menos legalmente) de su dependencia de los padres.  Es en el artículo 171 del Código Civil donde se regula la posibilidad y los requisitos para la prórroga de la patria potestad. Dice textualmente que “La patria potestad sobre los hijos que hubieran sido incapacitados quedará prorrogada, por ministerio de la ley, al llegar aquéllos a la mayor edad. Si el hijo mayor de edad soltero que viviere en compañía de sus padres o de cualquiera de ellos fuere incapacitado, se rehabilitará la patria potestad, que será ejercida por quien correspondiere si el hijo fuera menor de edad”. En estos dos casos, se estará a lo dispuesto en la resolución en la que se otorgó la incapacitación del hijo mayor de edad y, subsidiariamente, al Código Civil.

La patria potestad prorrogada terminará:

1º. Por la muerte o declaración de fallecimiento de ambos padres o del hijo.

2º. Por la adopción del hijo.

3º. Por haberse declarado la cesación de la incapacidad.

4º. Por haber contraído matrimonio el incapacitado.

Si al cesar la patria potestad prorrogada subsistiere el estado de incapacitación, se constituirá la tutela o curatela, según proceda.

Elsa Giménez: “KitCo permite conocer los talentos, emociones y valores en familia”

Elsa Giménez es creadora de KitCo, ingeniera y coach de adolescentes y familias

 

Por Eva Carrasco

Elsa Giménez es ingeniera química y, mediante la creación del Juego KitCo, ha aplicado a la educación y las relaciones familiares las técnicas de gamificación para la cohesión de equipos de trabajo, propias de las multinacionales en las que ha desarrollado su labor durante años. KitCo está compuesto por una serie de dinámicas que permiten conocer los talentos, valores y emociones en familia.

 

¿Realmente es más práctico descubrir los talentos en la adolescencia, cuando están eligiendo a qué dedicarse, que una vez ya están trabajando en la empresa?

Con los adolescentes siempre he tenido una conexión muy especial porque pienso que son diamantes en bruto y que, según como sean acompañados, se sienten muy incomprendidos por cómo los padres gestionamos esa etapa. Muchas veces a un adolescente no se le comprende que tenga cambios emocionales cuando está madurando. Me generan muchísima ternura y veo en ellos un gran potencial. En los colegios están trabajando por proyectos y permitir que cada alumno descubra sus talentos y aporte lo mejor de sí según en lo que es bueno y le gusta es muy eficaz en cuanto a motivación y satisfacción.

 

¿Las dinámicas de KitCo buscan mejorar esa satisfacción en la vida?

Todos somos seres únicos y todos tenemos talentos, somos buenos en algo, por eso descubrirlos genera una gran confianza en uno mismo. Además, la dinámica de KitCo no solo permite que tú hagas tu propia evaluación de talentos, sino que además te la puede hacer la familia y amigos. Es una forma de sacar muchísima información de cómo los demás perciben los talentos en ti, con lo que el adolescente se encuentra empoderado y gana confianza pensando “pues será verdad que soy bueno en esto”.

KitCo está también compuesto por una parte más lúdica para compartir en familia o con amigos con juegos de emociones, valores y también alguno de talentos. Por un lado, la dinámica de ‘Coherencia con mi esencia’ tiene en cuenta los talentos y los valores para descubrir qué talentos no estás desarrollando en tu día a día, qué valores no estás teniendo presentes y, por tanto, tu grado de satisfacción. Luego está ‘Descubre tu profesión’ teniendo en cuenta los talentos y los valores y en el anexo de la guía puedes ver las profesiones te encajan más. Con esto el adolescente va filtrando hasta encontrar una serie de profesiones y, finalmente, se quedan con dos o tres. El siguiente paso sería buscar a alguien que trabaje en eso y preguntarle como es ese tipo de trabajo.

 

 

¿Dices en la guía que pasamos muchos años preparándonos para trabajar, pero no nos preparamos para vivir?

Hemos vivido un modelo educativo muy académico que está empezando a cambiar desarrollando un nuevo paradigma hacia una educación del ser que es el autoconocimiento, el desarrollo personal, la inteligencia emocional, saber mirar a nuestro interior, saber quiénes somos, quiénes queremos ser, qué podemos aportar de valor al mundo, a la sociedad, a las empresas. De hecho, las empresas apuestan cada vez más por las soft skills que tienen que ver más con esto.

 

¿Qué papel juegan los valores en todo esto?

Los valores son importantes para estar en coherencia contigo mismo. Actuar en coherencia con tus valores te aporta paz interior. A nivel de equipo y de empresas, las nuevas generaciones dan muchísima importancia a los valores a la hora de trabajar. Si en la empresa en la que están tiene unos valores con los que ellos no estén de acuerdo no se van a sentir a gusto trabajando.

 

¿Qué importancia tiene ponerle nombre a las emociones?

No nos han enseñado a expresar sentimientos por lo que ahora tenemos una gran dificultad de gestión emocional. Por suerte, en los colegios cada vez se está apostando más por esto. KitCo ya ha entrado en muchos colegios para trabajar las emociones. Es muy importante, lo primero de todo poner nombre a las emociones, tener un vocabulario emocional. Una vez que tienes identificada la emoción, hay que aprender a reconocer en qué momento sientes esa emoción para poder gestionarla.

Realmente no hay emociones buenas o malas, todas las emociones son necesarias. Lo importante es la información que tú saques de esa emoción. Si no sabemos gestionar las emociones nos va a afectar en las relaciones interpersonales, de padres con hijos y en las empresas.

 


 

Encontrar nuestro Ikigai

Según la cultura japonesa todos tenemos un Ikigai. Es la razón de ser en función de lo que eres bueno, lo que te gusta y lo que el mundo necesita que en KitCo se ha relacionado con los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible de la ONU. ¿Con qué necesidad te identificas? ¿En qué eres bueno? y ¿Qué puedes aportar? Si encuentras tu Ikigai vas a tener una recompensa porque lo vas a hacer con ilusión y con ganas.

 

Laia Casadevall: “Toda mujer europea tiene derecho a dar a luz en su hogar”

Laila Casadevall, matrona especializada en parto en casa y autora de la Guía para un embarazo consciente

 

Por Eva Carrasco

 

¿Qué es un embarazo consciente?

Que la mujer viva el embarazo de forma consciente implica disfrutar de la experiencia desde la confianza en su cuerpo y su bebé con información veraz, objetiva y científica sobre todo el proceso, las pruebas disponibles, sus derechos y opciones para poder tomar decisiones informadas, y la conexión con su criatura y el proceso que está viviendo.

Usted se formó en Reino Unido ¿Qué diferencias hay en el proceso del parto respecto a nuestro país?

En Reino Unido nadie cuestiona jamás una decisión de la mujer. Aquí tenemos un sistema aún muy paternalista e infantilizador donde se cree que la palabra del profesional pasa por encima de la de la mujer. Una mujer con un embarazo normal en Reino Unido tiene como referencia a una matrona y no verá un médico si no hay complicaciones. Aquí el seguimiento del embarazo tiene más pruebas, aunque algunas están completamente desactualizadas.

En UK el sistema público de salud (NHS) ofrece la opción del parto en casa, en casas de parto y en hospital. Todas gratuitas y accesibles con la garantía de una matrona para cada mujer (one to one care) y alternativas para el manejo del dolor como el parto en el agua lo que disminuye el uso de la epidural. Aquí en España solo se ofrece el parto hospitalario desde el sistema público de salud, las demás opciones son un privilegio.

Afirma que hay muchos mitos y prejuicios sobre el parto en casa ¿Es seguro dar a luz en casa? ¿Qué beneficios puede aportar?

El parto en casa en mujeres de bajo riesgo, atendidas por matronas profesionales y en sistemas donde existe la posibilidad de un traslado hospitalario en caso de necesidad, es igual de seguro que el parto hospitalario según evidencia científica. Sabemos que ofrece muchos beneficios como menor riesgo de intervenciones y complicaciones y mayor satisfacción con la experiencia. Para los bebés, los resultados en cuanto a morbilidad y mortalidad son exactamente iguales.

Por lo tanto, es una opción válida y segura. De hecho, es un derecho de toda mujer europea poder dar a luz en su hogar. Son muchos los países europeos que garantizan este derecho desde el sistema público de salud o reembolsando el dinero de los costes.

¿Cómo debería ser un plan de parto? ¿Hasta qué punto puede decidir la embarazada hoy en día sobre su parto?

El plan de parto es un documento legal y vinculante que deberíamos hacer a conciencia. Es importante que la futura madre haga constar todas sus voluntades de parto con un apartado en el que conste cómo quiere que transcurra el proceso y cómo quiere ser tratada en caso de complicaciones.

Legalmente tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra salud, la Ley de Autonomía del paciente nos protege. Por este motivo es muy importante estar informadas para poder tomar las riendas de nuestra maternidad de forma consciente.

¿Existe Violencia obstétrica en nuestros hospitales?

Sí. La violencia obstétrica es un problema de salud pública que afecta a mujeres de todo el mundo. Es una violencia invisibilizada y normalizada pero reconocida ya por la Organización Mundial de la Salud y Naciones Unidas.

En España, el abuso de intervenciones que sobrepasan las recomendaciones de los organismos oficiales son violencia obstétrica. Hablamos de que los porcentajes de cesáreas, inducciones o episiotomías son alarmantes y no justificables. Esto sucede, en parte, por la desactualización profesional.

El postparto no es como lo venden las redes sociales. ¿La depresión postparto es un tabú?

El posparto es el gran olvidado. Nace el bebé y se supone que ya deberíamos volver a la normalidad cuanto antes. Pero ¿qué normalidad? Todo ha cambiado. Las mujeres hemos pasado por muchísimos cambios en pocos meses y necesitamos dar tiempo al cuerpo para que se recupere. El bebé acaba de nacer y necesita adaptarse a la vida extrauterina de forma suave y armoniosa. El posparto requiere ser cuidada para poder cuidar del recién nacido. Si no tenemos la comprensión y el sostén familiar y de la pareja, tenemos más riesgo de tener una depresión posparto. Además, en la salud mental de las madres influye muchísimo el parto que hemos tenido. Si el parto ha sido una experiencia traumática y hemos sentido que perdíamos el control, tenemos más probabilidades de que esto salga después en forma de ansiedad, depresión o estrés post traumático.