En España, la orientación académica suele llegar tarde y, en muchos casos, mal. Me explico: tarde, porque cuando empezamos a hablar seriamente del futuro académico del alumnado, las decisiones ya están prácticamente tomadas (por el itinerario cursado, por las puertas que han cerrado por el camino o por las optativas que se han visto obligados a elegir si querían cursar tal o cual modalidad). Y mal, porque con demasiada frecuencia se reduce a informar sobre notas de corte, salidas profesionales o rankings universitarios, dejando de lado el proceso personal que debería sostener cualquier elección. Rara vez se les explica qué habilidades personales van mejor con según qué sector o qué características tiene el mercado para determinados grupos laborales.







