El hermano mayor, ¿el más listo?

Todos hemos escuchado decir en alguna ocasión que los primogénitos son más inteligentes que los hijos medianos y pequeños, pero ¿es sólo palabrería o hay algo de cierto en ello? ¿Es verdad que el orden que se ocupa entre los hermanos influye en el desarrollo cognitivo? Veamos algunas de las tendencias e investigaciones que la Ciencia de la Educación ofrece sobre el tema.

A lo largo de los años han ido surgiendo diferentes teorías sobre la importancia que tiene en su rendimiento académico el orden de nacimiento que ocupa un niño con respecto a sus hermanos. A principios del siglo XX, el psicólogo austriaco Alfred Adler, uno de los más fieles seguidores de Sigmund Freud, afirmaba que los primogénitos eran más responsables, trabajadores, ambiciosos e inteligentes que los hijos medianos y pequeños, a los que describía como más independientes, audaces y creativos. En la década de los 70, el psicólogo estadounidense Robert Zajonc continuaba defendiendo esta misma idea y explicaba que los hermanos mayores alcanzaban resultados escolares más óptimos porque ejercían de profesores con sus hermanos y porque trataban de darles ejemplo y de este modo, aplicaban y fijaban mejor los conocimientos que habían adquirido.

Más adelante, el profesor Peter Lindert, de la Universidad de California-Davis (EEUU), “completó” esta teoría argumentando que mientras no hay más niños en casa, los padres dedican todo su tiempo y atención al hijo mayor, lo que hace que éste cuente con una mayor estimulación cognitiva que los hermanos que llegan después. Además, los progenitores son más exigentes y estrictos con él, algo que influye positivamente en sus avances y por consiguiente, también en sus resultados académicos. Por si esto fuera poco, cuando nace el segundo bebé, los aprendizajes del primogénito van aún más deprisa. ¿Por qué? Porque el niño se da cuenta de que a sus padres les agrada que él sepa vestirse solo, comer solo y entretenerse solo y en su afán por satisfacerles, pone todo su empeño en aprender más para ser “más mayor”. Y a ello se suma que él mismo comprueba que está mucho más espabilado que su hermanito, lo que refuerza su autoconfianza y le da la seguridad que necesita para poder seguir avanzando y superándose a sí mismo a marchas forzadas.

Pero a finales de los años 80 el panorama cambia. Aparece la Teoría de las Inteligencias Múltiples, del psicólogo estadounidense Howard Gardner, y las fórmulas “pro-primogénito” comienzan a perder fuerza, una tendencia a la baja que ha continuado hasta nuestros días. Gardner no concibe la inteligencia como algo estable y estático, sino como algo que puede variar a lo largo del tiempo y que hace referencia no sólo a una, sino a diversas facetas del ser humano (inteligencia lingüístico-verbal, musical, lógico-matemática, viso-espacial, naturalista, interpersonal, intrapersonal y corporal-kinestésica).

En este mismo sentido, el filósofo y pedagogo español José Antonio Marina explica que la inteligencia es como el juego de póker: a cada cual le tocan genéticamente unas cartas (la inteligencia), pero el uso que hagamos de ellas es el que va a determinar nuestro desarrollo cognitivo y nuestro mayor o menor éxito académico. “Efectivamente, en esta partida de cartas entran en juego muchos más condicionantes y de mucha mayor trascendencia que el lugar que cada cual ocupa en la familia, como la capacidad de concentración, la confianza en las propias capacidades, la constancia, el autodidactismo, el hábito de estudio, la resiliencia o fuerza para sobreponerse a las circunstancias adversas de la vida… Por ello, los programas de estimulación temprana y los métodos que potencian estas aptitudes van a suponer una gran ayuda en el desarrollo general del niño y más concretamente en su éxito educativo, al margen de que sea el hijo mayor, el mediano o el menor”, apostilla Rafael M. Hernández Carrera, doctor en Ciencias de la Educación y coordinador de Kumon, Instituto de Educación de España.

todos pueden llegar
Estas teorías más modernas, que defienden que el desarrollo cognitivo no está determinado por el lugar que se ocupa entre los hermanos, han sido reforzadas por un reciente estudio realizado en la Universidad de Leipzig (Alemania). Los expertos que lo han llevado a cabo han cruzado información de más de 20.000 personas de las bases de datos de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos y han observado que, efectivamente, el hermano mayor posee un cociente intelectual superior, pero sólo en el dominio puramente intelectual, lo que pone de manifiesto un gran hallazgo: este dato, tan valorado en épocas anteriores, es estadísticamente notable, pero intrascendente a efectos prácticos. “Dicho de otro modo, los hermanos medianos y pequeños pueden llegar tan alto como los primogénitos, siempre y cuando su entorno familiar funcione; es decir, siempre que los padres les dediquen tiempo y atención y eduquen las cuatro dimensiones de su persona (corporal, intelectiva, volitiva y afectiva). En este ambiente, cualquier niño, independientemente del orden de nacimiento que ocupe en su familia, puede desarrollar todo su potencial”, concluye Rafael Hernández- Carrera.

BENJAMINES QUE HICIERON HISTORIA
Los hechos hablan por sí solos y son muchos los hermanos pequeños que han pasado a la posterioridad, a los que en absoluto ha influido de forma negativa ser los últimos (o casi) de su prole. Algunos ejemplos dignos de mención: Johann Sebastian Bach (el menor de ocho hermanos), Benjamín Franklin (el decimoquinto de diecisiete), Leon Tolstoi (el cuarto de cinco), Gustavo Adolfo Bécquer (el segundo de dos), Auguste Rodin (el tercero de tres), Thomas Edison (el benjamín de seis), Marie Curie (la menor de cinco hermanos) y René Descartes (el menor de tres).

Y ahora, ¿a cuál le apunto?

Hay niños que con el nuevo año abandonan la actividad extraescolar a la que se apuntaron en septiembre. Antes de elegir otra, es muy importante tener en cuenta el carácter del niño para no volver a errar en la elección.

“Me apunté a danza este curso y he estado tres meses en clase, pero no me gusta, yo pensaba que iba a hacer ballet pero lo único que nos enseña la profesora es flamenco. Ahora me he borrado y estoy pensando en otra actividad, aunque no lo tengo nada claro”, cuenta Carmen Hernández Castro (9 años), una niña bastante tranquila y sosegada. Su madre también comenta que la profesora le ha indicado que quizá se encuentre más cómoda en una actividad menos movida, ya que el flamenco suele gustar más a los inquietos, que necesitan descargar energía y relajarse. El caso de Laura no es aislado, ya que muchos niños no aciertan al elegir actividad extraescolar en septiembre, por lo que tras las vacaciones de Navidad, se encuentran con la duda de si se apuntan o no a otra actividad y a cuál. Según la psicóloga infantojuvenil Laura Aut, de ISEP Clínic Barcelona, se debe tener en cuenta la forma de ser del niño y los motivos por los que quiere abandonar la actividad. “Hemos de recordad que no hay dos niños iguales y antes de tomar una decisión los padres deben conocer los motivos por los cuales su hijo no quiere continuar con esa actividad, además de ser conscientes de las capacidades, habilidades y gustos que tiene”, dice.

Conviene destacar que el hecho de descubrir que la actividad no es lo que ellos habían pensado, de probar otra nueva, de equivocarse… forma parte del aprendizaje, e incluso los expertos lo incluyen como una de las facetas positivas de las actividades extraescolares, tal y como se recoge en el informe “La Hora de la Escuela”, realizado por Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca. Algo en lo que también coincide la psicóloga: “Los niños están en la época de probar, de descubrir, de equivocarse… por lo tanto de aprender, y la mejor forma de aprender es si están en una actividad que les motive y divierta, así como aprender de los errores”.

no volver a equivocarse
Los padres juegan un papel muy importante a la hora de orientar a su hijo. La psicóloga Laura Aut, explica que se debe prestar atención a tres premisas: que el niño no lo coja como un hábito y se quiera apuntar y desapuntar a extraescolares muy a menudo; que pruebe antes la actividad, ya que en muchas extraescolares dejan hacer un par de horas de prueba para que el niño pueda ver en que consiste la actividad; y que vaya motivado porque si no el aprendizaje se dificulta. Además, existen pautas que ayudan a elegir con mayor certeza, y que detalla la experta:
– Motivaciones y gustos. Lo más importante es conocer las motivaciones y preferencias de los niños, que deben dar su opinión. “Se debe de buscar una actividad extraescolar que les motive y entretenga a la vez que fomente su desarrollo y que les ayude a aumentar sus relaciones sociales. Para todo esto, el niño tiene que ir con ganas y no lo conseguiremos si los padres le asignan directamente las extraescolar”.
– Involucración paterna. Los padres y madres deben estar implicados en las actividades de sus hijos, interesarse de los avances que están haciendo en éstas, hablar con los monitores y con el propio niño, y asistir a las exhibiciones, partidos o muestras de trabajos.
– No abusar. Si se abusa de las extraescolares podemos provocar estrés en los niños. “Necesitan tiempo para desconectar y descansar, compartir tiempo con la familia, disfrutar de momentos de ocio y juegos, y poder realizar todas las tareas que les mandan en el colegio. Además de tener tiempo para aburrirse y así fomentaremos el que puedan imaginar, crear, saber esperar…”, recomienda Laura Aut.
¿niños saturados?
Siete de cada diez niños y adolescentes siguen alguna actividad al terminar su horario escolar, en el mismo colegio o fuera de él, según recoge un informe del Consejo Escolar de Navarra sobre la Jornada de los Escolares presentado en el año 2010. La cifra es considerable, por lo que conviene plantearse también que el número de actividades extraescoalres no saturen al niño. ¿Cómo saberlo? “Podemos saber que está saturado de las extraescolares cuando observamos que está agotado y agobiado, los niños también presentan estrés, entran en esta vida frenética donde no se les permite parar. No hay que sobrecargarlos ya que se ha visto un incremento importante de casos de estrés y depresión infantil debido a la sobrecarga horaria y la falta de tiempo libre”, explica la psicóloga, quien recomienda no realizar más de dos o tres extraescolares.

La parte positiva de las actividades extraescoles es que a nivel general “favorecen la socialización, aumentan la autoestima y la tolerancia a la frustración y crean a niños más seguros de sí mismos”, dice la psicóloga Laura Aut. Esta especialista destaca el papel de estas actividades cuando se eligen en función de los beneficios que aportan: “Las deportivas favorecen un estilo de vida saludable, en los deportes de grupo aprenden a compartir, esperar y se socializan más; las artísticas aumentan la creatividad y formas de expresarse, trabajan la psicomotricidad fina, se observa una liberación de emociones y sentimientos, y potencia la imaginación; y las académicas aportan conocimientos y ayudan a consolidar o ampliar lo aprendido en clase”, concluye esta psicóloga.

Buen humor: aulas en positivo

Los niños pasan la mayor parte del día en el colegio. Habitualmente recibiendo sesudas enseñanzas que dejan poco espacio dentro del recinto escolar al ingenio y la risa. Pero ¿qué sucede cuando el humor y la risa se introduce en el aula?

Si los que ya hemos concluido nuestra etapa escolar nos parásemos a pensar en los profesores que nos han dejado huella, posiblemente la mayoría de los recuerdos se concentrarían en dos perfiles: el de los docentes muy estrictos y el de los docentes divertidos. ¿Cómo olvidar a aquellos profesores que nos hacían temblar y a aquellos otros con los que la hora de clase se nos pasaba volando?
Germán Payo pertenece al segundo grupo. Durante treinta años ha impartido clases en el colegio Antonio Machado de Salamanca, adonde implantó una pedagogía centrada en el buen humor. Su programa, denominado Educa desde el Humor, se ha exportado a numerosos países y en España ha sido galardonado con dos premios a la Experiencia Educativa Innovadora. Uno de sus lemas es “el humor no te soluciona la vida, pero sí ayuda”. Él ha tenido ocasión de comprobarlo en el ámbito educativo.
El humor beneficia seriamente la salud y, según algunos estudios, también la calidad de la enseñanza. Cuando el humor se utiliza en clase, hay un efecto directo sobre el clima escolar, “mejora la relación con los demás compañeros y con el profesor”. Además, “cuando el alumno puede reírse en clase y está relajado, aprende mejor. La tensión no ayuda al aprendizaje”, explica Germán Payo. Además, hay otros dos aspectos fundamentales que se fomentan gracias al humor: los alumnos están más motivados en el proceso educativo y tienen posibilidad de desarrollar su creatividad y su ingenio “lo que les va a ayudar mucho para enfrentarse al estrés”.
La risa se emplea como medida terapéutica. Pero sus beneficios no se circunscriben al momento en que se produce, sino que van mucho más allá. La risa produce sensación de bienestar, ya que al reír se generan endorfinas y serotonina, permite liberar tensiones y estrés, ayuda a hacer juicios más compensados, poniendo los problemas en perspectiva, mejora la autoestima y estimula la creatividad y el ingenio, entre otros beneficios.
“Muchos profesores son reticentes a introducir el humor en las aulas porque tienen miedo a no poder dominar a la clase, pero esto no tiene por qué suceder”, advierte el experto, que es miembro de la Sociedad Internacional de Estudios del Humor. “Los profesores deben usar el sentido común antes del sentido del humor. Primero hay que lograr el control de la clase, y luego aplicar el sentido del humor durante un tiempo limitado, contando alguna cosa que sea divertida, mediante la improvisación, llamando su atención con algo gracioso o imposible…”, puntualiza Germán Payo.
“Poner límites no está reñido con el sentido del humor, del mismo modo que el sentido del humor no es incompatible con ser serio, cumplidor y exigente en el trabajo”, explica. “Se pueden poner límites, pero sin estar enfadado todo el día”.
El humor en el aula ha de ser un humor blanco, no es un humor basado en el chiste fácil ni en el sarcasmo ni  la burla. En la risa deben participar todos, y en este sentido el profesor ha de cuidar no herir ninguna sensibilidad. No consiste en reírse de alguien sino en hacer partícipe a todo el grupo del buen humor, en el que ninguno de los alumnos sea el blanco de las burlas.

¿Por qué lloras? Análisis del llanto

Hambre, sueño, miedo… suelen ser algunos de los motivos por los que los niños lloran. Pero ¿es posible averiguar problemas de salud a través del llanto? Los padres –especialmente los primerizos- se vuelven locos para averiguar por qué lloran sus hijos. Un pañal sucio, hambre o sueño suelen ser los primeros pensamientos que vienen a la cabeza. Varios investigadores estadounidenses han querido ir más allá.  Tras dos años de trabajo, científicos de la Universidad de Brown y del Hospital Women & Infants han desarrollado un dispositivo informático que puede analizar el llanto de los niños. El objetivo es detectar desordenes neurológicos o fisiológicos  en la edad temprana a través de matices en el llanto.

 En la primera fase del procedimiento, se analiza la frecuencia, el tono y el volumen del llanto en secuencias de 12.5 milisegundos. Después, realiza una segunda fase donde sólo se estudian los parámetros más frecuentes. Las secuencias se ponen de nuevo juntas y se dividen entre expresiones y silencios. Al final, el sistema evalúa de 80 parámetros diferentes, cada uno de los cuales podrían ser indicios de la salud del bebé. El sistema detectó entre un 88% y un 95% de precisión.
Stephen Sheinkopf -profesor de Psiquiatría y del Comportamiento Humano de la Universidad de Brown- afirma que han detectado algunos elementos de la acústica del llanto que permitirían deducir problemas en el desarrollo. Aunque advierte que estos matices “sólo pueden ser detectados mediante la tecnología adecuada, no mediante el oído humano” e insiste en que los padres no deben caer en el error de intentar interpretar el llanto de sus hijos para determinar problemas de salud que sólo podría detectar este dispositivo.
«Hay muchas condiciones que podrían manifestarse a través de matices en la acústica del llanto. Por ejemplo, se podrán determinar traumas del nacimiento o incluso lesiones cerebrales provocadas por complicaciones en el embarazo o en el nacimiento. Incluso podremos detectar problemas médicos habituales en bebés extremadamente prematuros”, explica Sheinkopf que añade: “El ‘analizador del llanto’ puede ser un método no invasivo para obtener una medida de estas interrupciones en el desarrollo neurobiológico y en los sistemas neuroconductuales de niños muy pequeños».
Sheinkopf ha trabajado junto a Barry Lester, director del Centro de Brown para el Estudio de Niños en Riesgo en la escuela de medicina Brown Alpert Medical School y en el Women & Infants Hospital. Lester afirma que esta investigación se remonta a la década de 1960 y que empezó con el estudio de un trastorno llamado síndrome del maullido de gato (Cri du chat). El síndrome del maullido es una enfermedad caracterizada por un llanto que se asemeja al maullido de un gato. Su causa es una anomalía genética similar al síndrome de Down. Ya que esta enfermedad se detectaba a través del llanto, plantearon si podrían también detectar otras alteraciones por el mismo medio.
Entonces, ¿pueden los déficits neurológicos modificar la forma en que los niños controlan sus cuerdas vocales? Este equipo de investigadores insiste en que sí y que esas diferencias pueden notarse cuando lloran, a través de pequeños cambios en el tono, frecuencia y otras características acústicas. “El llanto puede ser una ventana hacia el cerebro», dice Lester.
Las herramientas iniciales eran más primitivas: convertían los llantos en espectrogramas -gráfica tridimensional que representa la energía del contenido frecuencial de la señal y sus variaciones- que los investigadores debían codificar a mano. Actualmente, el sistema se ha automatizado, permitiendo a los investigadores evaluar los llantos mucho más rápida y detalladamente.  Sheinkopf, especializado en trastornos del desarrollo, cree que este dispositivo se podría llegar a utilizar para buscar indicios de autismo en la edad temprana. «Los adultos con autismo producen sonidos o vocalizaciones que son atípicas por lo que las vocalizaciones de los bebés podrían ser útiles para el diagnóstico precoz del autismo”, explica Sheinkopf .
Por su parte, Lester explica que «la detección temprana de trastornos del desarrollo es fundamental y puede ayudar a averiguar las causas de estos trastornos y las intervenciones para prevenir o reducir la gravedad de las deficiencias”.

El perdón: carretera de doble sentido

Una mala palabra, un juego que termina sin reglas, la competencia entre compañeros, el sentido de la propiedad sobre sus juguetes… los niños se pelean y se abrazan a partes iguales. Pero cuando cuando una pelea termina en un enfado real, ¿saben cómo pedir perdón? ¿Podemos enseñarles?

Decía Paulo Coelho que “el perdón es una expresión de amor”. Sin embargo, eso no significa que sea fácil. No en vano Gandhi lo definía como “el valor de los 
valientes”. Y es que el valor y el perdón suelen ir de la mano. ¿Por qué nos cuesta tanto perdonar?
“Pedir perdón implica reconocer que te has equivocado y algunas personas temen que sea herido su orgullo o autoestima, sobre todo quienes tiene una autoestima más frágil”. Quien habla es Ana Muñoz, directora del portal de psicología y medicina Cepvi.com.
La autoestima es muchas veces la clave ya que suele ser el ingrediente secreto detrás de muchos sentimientos, tanto buenos como malos. La propia Real Academia de la Lengua la define como “la valoración, generalmente positiva, de uno mismo”. Es decir, la imagen que cada uno tenemos de nosotros, un espejo interno al que no podemos engañar y  que muestra lo que realmente creemos de nosotros mismos.
Ana Muñoz lo define como “pensamientos, conductas y emociones dirigidas hacia uno mismo. Lo que pienses de ti en cada momento, cómo te hablas, cómo te tratas, lo que haces cuando cometes un error”. Así, al pedir perdón son la autoinculpación y malestar los que surgen en el niño como un “crítico interno” construido sobre su opinión de si mismo.
Rosario Linares, directora de El Prado Psicólogos, lo relaciona con el ego: “Disculparse produce una herida a nuestro ego. Sentimos que le damos poder a la otra persona, tememos que si reconocemos nuestro error es­temos validando el enfado del otro y tememos las represalias”. Pero insiste en que, en realidad, sucede al contrario: “Pedir perdon es tan liberador como perdonar. Nos permite liberarnos de emociones tan desagradables como la culpa o el rencor, y es el camino hacia la reconciliación”.
Sin embargo, y aunque Muñoz explica que “no hace falta que los niños se sientan culpables sino que basta con que reconocezcan que su error”, sí insiste en que debemos diferenciar entre la culpa y la vergüenza: “Nunca debemos hacer que un niño se sienta avergonzado por haber cometido un error. La vergüenza es una emoción sumamente desagradable que no trae nada bueno; mientras que la culpa es el reconocimiento de un error y es más probable que vaya asociada al intento de reparación y a que se aprenda del fallo”.
De hecho, aprender de uno mismo es una de las finalidades del proceso del perdón. ¿Pero podemos enseñar a nuestro hijos a pedir perdón? Podemos instruirle. “Primero hay que explicarle por qué lo que ha hecho ha estado mal y luego es recomendable decirle, en primera persona, lo que esperas que le diga a la otra persona. Por ejemplo: Dile a tu hermana: lo siento, ha estado mal que esconda tu juguete, ¿me perdonas?» explica Muñoz.
Por su parte, Linares matiza que lo imporante de este proceso de aprendizaje es no enseñarle a disculparse “de forma mecánica”. E insiste en que lo más importante es que sea “consciente de que su comportamiento ha causado un daño a alguien” y “hacerle consciente de cómo se siente la otra persona” para “fomentar su empatía”. Los niños deben hacerse “responsables del daño causado” para que lleguen a pedir un perdón sincero y no mecanizado. Y aunque siempre es difícil disculparse, explica que la edad más complicada suele ser “antes de los cinco años los niños están en la fase egocéntrica y les cuesta ponerse en el lugar de los demás”. Por supuesto, la mejor forma de enseñarles será dando ejemplo.
Linares nos da unas pautas para enseñarle a disculparse. “Si ha pegado a otro niño, conviene interesarnos por cómo se encuentra el otro niño, preguntarle ¿te duele mucho? Siento que «x» te haya pegado.  Luego podemos dirigirnos a nuestro hijo y explicarle cómo nos hace sentir que pegue a otro niño, decirle que eso no nos gusta, preguntarle qué ha pasado , validar su emoción y explicarle cómo podría haber resuelto la situación sin tener que recurrir a pegar,o explicarle que la próxima vez que le quiten un juguete puede pedirle al niño que se lo devuelva o “puedes llamarme”. Después debemos darle a nuestro hijo la posibilidad de enmendar su error pero no debemos presionarle”, explica.   
También es importante que seamos conscientes de que lo justo es que el perdón sea una carretera de doble sentido. No sólo los niños deben pedir perdón sino que nosotros también debemos disculparnos con ellos si nos equivocamos. “Pedir perdón a los hijos es un buen modo de mostrarles que no deben tener miedo a cometer errores. Todo el mundo puede equivocarse, no es ninguna tragedia. Tenemos derecho a cometer errores y eso no nos convierte en malas personas ni en incompetentes. Además, así pueden aprender el modo de reparar el daño causado al ver cómo o hacen sus padres”, dice Muñoz.
Y Linares añade: “Muchos padres tienen miedo a perder su autoridad si piden perdón pero por el contrario, pedir perdón evita que el niño se rebele ya que se siente comprendido y respetado”.

La aparición de la intimidad

Se ha hecho muy popular el imaginar la puerta de un pre-adolescente con el cartel de “prohibido el paso”. Sin embargo, parece que los niños cada vez crecen más deprisa y que ese cartel –no siempre físico– aparece más temprano. ¿A partir de cuándo es bueno dejarles ese espacio de intimidad?

La intimidad como tal es inherente al ser humano. Desde pequeños necesitamos tener pequeñas dosis de soledad. Pero ¿qué aporta la intimidad a un niño? Marta Campo, psicóloga infantil, y Luis Lebrusan, psicólogo clínico, nos hablan de cuándo empieza a ser necesaria y cómo deben los padres reaccionar ante esta nueva demanda. “La intimidad entendida como autonomía es necesaria desde los 4 ó 5 años, cuando ya es bueno que tengan su habitación y que entiendan que ese es su espacio en la casa”, aclara Marta. A partir de los 6 ó 7 años, empezarán a querer jugar con sus amigos y “tendremos que empezar a dejar que tengan su tiempo solos, aunque vigilemos desde lejos”.
Pero ¿cuándo llega el momento en que autonomía se convierte en intimidad? Luis afirma que “la edad habitual es entre 10 y 12 años para las niñas y de 12 a 13 años para ellos, es decir, la pubertad”. Luis aclara que la pubertad es un periodo evolutivo “con muchos cambios en el que son más visibles por ser fisiológicos y eso hace que los niños son más conscientes”.

La dificultad para asimilar tantos cambios conlleva a veces un respecto a la figura de sus padres. Es normal y no debe ser entendido como un rechazo hacia al padre sino hacia esa transformación que les cuesta entender. Es importante tener en cuenta también que suelen ser cambios muy rápidos –“incluso dos semanas”, dice Luis- lo que provoca un impacto más fuerte en la mente del niño.

Por tanto, “No es aislamiento, es intimidad. El niño necesita ese espacio para crear su propio yo”, dice Luis. Marta insiste en que “los padres no debemos alarmarnos por ese distanciamiento. Nos van a necesitar siempre pero tenemos que respetar sus ritmos, que sean ellos los que nos busquen aunque nosotros estemos cerca cuando eso pase”.
El siguiente paso será la exploración. Querrán experimentar por si mismos nuevas situaciones que, sí, pueden pasar por reclamar más tiempo con sus amigos o conocer su sexualidad. Frente a estos casos, Luis recomienda escuchar. “No podemos interrogarlos. A veces, la mejor respuesta es el silencio”. Por su parte, Marta se muestra más firme: “Siempre debemos preguntarle y demostrar interés pero encontrando un punto medio entre ser invasivos y no hablar del tema”.
Entonces, ¿nos obliga la pubertad a cambiar la relación con nuestros hijos? “No, las pautas y el vínculo se crean desde que es pequeño pero sí tendremos que evolucionar con ellos y el analizar qué relación hemos construido”, dice Marta. “Hay que generar el vínculo desde el año cero”, insiste Luis, “no puede cumplir 13 años y lanzarnos sobre ellos como halcones… porque sólo servirá para que huyan”.

Esto no quiere decir que, si nuestro vínculo previo no ha sido el adecuado, ya debamos rendirnos a la falta de entendimiento con nuestros hijos. Marta afirma que: “Nunca es tarde pero, si no se ha hecho antes, tendremos que ir poco a poco, ofrecer nuestra comunicación y también aceptar su rechazo. Si nos esforzamos, acabará abriéndose a nosotros”.
Cuando al fin piden su espacio, ¿se convierte su habitación en territorio comanche o podemos poner normas como, por ejemplo, dejar la puerta abierta? “Las pautas viene dadas por cómo lo hemos educado. Si siempre ha cumplido lo que le hemos pedido, se ha ganado poder tener la puerta cerrada y nosotros le debemos confiar en él”, insiste Luis. Esa confianza y “dejarle hacer por si mismo” se traslada también a la propia higiene de la habitación. “Su habitación es suya; la higiene y el orden también”, dice Luis. No sirve de nada decirle que recoja y luego hacerlo nosotros. Debemos ser coherentes. Si debe recoger él, que lo haga. “Si solo reprochamos pero le ordeno yo la habitación, no habremos conseguido nada”, explica Luis.
Y Marta añade: “Debemos plantearle al niño que su habitación es ahora otra más de sus tareas, como lo era antes poner la mesa. A partir de los 11 o 12 años, debería mantener su habitación limpia por si mismo”. Aunque ¡ojo!, su habitación es suya, para bien y para mal. “Así como debe limpiarla solo, nosotros debemos dejarle que sea suya tanto para estar solo en ella o para personalizarla a su gusto”.

Pero ¿por qué nos da tanto miedo dejarlos solos? “Es inseguridad en el vínculo creado, inseguridad por si lo hemos hecho bien”, dice Luis. Y es que “la propia historia que tenemos con él creará la consecuencia”. Además, insiste el psicólogo, conviene tener claro que los niños se equivocan pero “eso forma parte de su crecimiento, es una cuestión evolutiva y no tenemos por qué rechazarla”.

Consulta los colegios de Primaria más demandados y los resultados académicos de la Comunidad de Madrid

El buscador de colegios Scholarum.es publica por primera vez las clasificaciones de los centros de Primaria más demandados de la Comunidad de Madrid en los últimos cinco cursos para ayudar a las familias a elegir centro.

El buscador de colegios Scholarum, con la colaboración del periódico MAGISTERIO, publica por primera vez las clasificaciones de los centros de Primaria sostenidos con fondos públicos más demandados de la Comunidad de Madrid en los últimos cinco cursos para ayudar a las familias a elegir centro en el actual periodo de admisión de alumnos.

Además, se puede consultar el ránking de los resultados académicos de los colegios madrileños. En esta clasificación, aparecen los resultados de todos los centros en la prueba LEA (de Lectura, Escritura y Aritmética) a los alumnos de 2º de Primaria y los datos actualizados de la prueba CDI (de conocimientos y destrezas indispensables) a los alumnos de 6º de Primaria.

Para más información sobre estos resultados, Scholarum.es ofrece todos los datos de consulta que mueven a las familias a escoger el mejor colegio para sus hijos.

Consejos para mejorar tu relación con los profesores

El año nuevo siempre viene cargado de buenos propósitos. Revisa cómo es tu relación con los profesores de tu hijo, y de qué manera influye en su desarrollo y educación.

Familias y escuelas vamos en la misma barca. En ocasiones nos miramos, nos coordinamos y cooperamos. Pero otras veces, nos ponemos de espaldas, no nos miramos, no nos hablamos y entonces no avanzamos. Los niños están esperando que nos pongamos de acuerdo.

Para poder remar en una misma dirección en beneficio del crecimiento de nuestros niños, Eva Bach, pedagoga y pionera en Educación emocional nos ofrece un útil decálogo para hacer más fáciles las relaciones entre padres y profesores.

1 La confianza. Es ineludible. La escuela necesita un voto de confianza por parte de los padres. Los padres tenemos que estar convencidos de que nuestros hijos están en buenas manos. Los profesores necesitan esa confianza para poder hacer bien su trabajo.

2 Sintonía de fondo. Que nos guíen unos valores, sentimientos, motivaciones, objetivos parecidas y coincidentes o cuanto menos, compatibles. No puede haber sintonía de fondo si unos pensamos que lo único importante es formar personas, y otros que lo único importante es el rendimiento y los resultados académicos.

3Tener muy claras las funciones de cada cual. Como dice la experta en Pedagogía Sistémica y preocupada en la relación entre padres, hijos y escuela, Angélica Olvera: “Cada quien en su lugar para poder educar”. Esto significa que los padres y madres tenemos que estar en el lugar de padres y madres y los profesores en el lugar de profesores. Algunos padres pretenden decir a los profesores qué tienen que hacer y cómo tienen que enseñar, cómo tienen que puntuar las evaluaciones y los exámenes. Pero también, a veces, hay profesores que piensan que son mejores que los padres de sus alumnos.

4 En el cole las normas del cole. Y por tanto en casa de los abuelos las de los abuelos y en casa las nuestras. En Educación hay cosas que son de sentido común y las hemos olvidado. Tiene que haber una sintonía de fondo, un principio básico, pero no hace falta que todos pensemos lo mismo, hay varios caminos para llegar al mismo objetivo. Los importante es tener esas motivaciones y objetivos comunes de fondo. Pero podemos tener formas de ser distintas y no pasa nada, los niños no necesitan que estemos siempre de acuerdo en todo. Lo único que necesitan los niños es que las personas responsables de su Educación nos respetemos y nos validemos entre nosotros.

5 Comunicación asertiva. Asertividad es la capacidad de dirigirnos a los profesores siendo exquisitos en el fondo y en las formas. Consiste en poner corazón incluso cuando discrepamos, especialmente en esos casos. Si tenemos una duda o preocupación, ni me la trago, ni la suelto de cualquier manera, sino que intento buscar una manera adecuada, serena y con tacto.

La asertividad es una danza entre el tú y el yo. A mí me preocupa ¿a ti que te preocupa?. A mí me parece ¿a ti que te parece?. Desde ahí podemos entablar un diálogo con el profesorado.

6 Los profesores menos brillantes también educan. Dice Paulo Coello “un reloj estropeado está acertado dos veces al día”. Tengamos en cuenta que cuando a veces un profesor no nos gusta, esto no significa que necesariamente tenga que ser malo. No me gusta no significa no vale. Si asociamos estos dos conceptos es muy fácil que rápidamente empecemos a tener problemas con el profesor y con la asignatura.

7 Responsabilizar a nuestros hijos. “Es tarea tuya aprender a llevarte bien con tus profesores”. Nosotros, los padres, intervendremos si está ocurriendo algo vejatorio o que atenta directamente contra los derechos humanos. Si no, no vamos a indisponer a nuestros hijos contra los profesores. Les vamos a dar recursos y herramientas emocionales y sociales para que puedan relacionarse en positivo.

8 Contagio emocional positivo. Está centrado en dos aspectos. Los padres tenemos que realizar un contagio emocional positivo a nuestros hijos, que quiere decir: revisar qué emociones estamos transmitiendo a nuestros hijos sobre los profesores, la escuela, el crecimiento, el aprendizaje, la vida, los otros.

Eva Bach recomienda ir a las reuniones de padres tratando de ver algo positivo en los profesores de nuestros hijos para luego transmitírselo.

9 Ser buenos aliados de los profesores de nuestros hijos. No aliarnos con nuestros hijos en contra de sus profesores, sino con sus profesores a favor de nuestros hijos. No debemos exigirles a los profesores lo que no les corresponde, ni proyectar en la escuela todo lo que nos supera y pedirles que arreglen todo lo que no sabemos arreglar nosotros. No podemos quitarnos el sentimiento de culpa que a veces tenemos, enfrentándonos con los profesores, bajo el razonamiento, supliendo la falta de timpo por el exceso de protección. Esta no es una buena forma de querer.

10 Contribuir a restablecer el prestigio de la profesión docente. A los padres nos corresponde contribuir a ello. La profesión docente es la única que enseña y ayuda a desarrollar todas las demás. Fue devaluada a partir de los años 70. Tenemos que contribuir a que los profesores sean mirados con toda la autoridad y todo el respeto.

Los malos hábitos de estudio

Dolor de espalda y cuello, picor y sequedad ocular, cansancio, falta de concentración… Son las consecuencias más comunes de los malos hábitos de los niños al estudiar. ¿Qué podemos hacer para evitar que ese tiempo tan prolongado acabe minando su salud? ¿Y para que les cunda más el estudio?

Los niños pasan muchas horas diarias sentados memorizando lecciones, haciendo deberes y trabajando con el ordenador y/o la tableta, algo fenomenal e imprescindible para su formación cultural, pero fatal para su espalda si lo hacen adoptando malas posturas, y para su vista, si la fuerzan demasiado. Según un estudio realizado durante el curso 2013-14 por el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM), el 30,1% de los niños que intervinieron en la investigación, todos de Educación Primaria, sufrían dolor de espalda. Y lo peor es que dicho porcentaje se elevaba al 75% en los estudiantes de 12 a 15 años. En cuanto a la vista, el Colegio de Ópticos-Optometristas de la Comunitat Valenciana asegura que el uso de tabletas electrónicas y ordenadores portátiles en las aulas supone un importante avance en materia de Educación, pero su utilización diaria es nociva para los ojos. De seguir así, según sus previsiones, en el año 2020, el 33% de los estudiantes serán miopes.

Para prevenir los malos hábitos posturales en el colegio, lo mejor que pueden hacer los centros escolares es inscribirse en “talleres de prevención de lesiones provocadas por las posturas inadecuadas.”, como los que imparten los Colegios de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid, Castilla La Mancha, Castilla y León y Murcia.

En cuanto a los padres, en casa, deben proporcionar a su hijo una habitación de estudio apropiada. La mesa debe ser estable y lo bastante amplia como para que pueda colocar en ella todos los elementos que necesita y no tenga que retorcerse para cogerlos de la estantería o de otro mueble cercano. La silla debe tener un tamaño proporcional a la mesa, ser ancha, con el respaldo recto, graduable en altura e inclinable y con el asiento redondeado por la parte delantera, pues los bordes vivos dificultan la circulación sanguínea. La altura de la silla será la correcta con respecto a la mesa cuando el niño, estando sentado, apoye sus manos sobre el tablero y sus antebrazos queden en posición horizontal. Por supuesto, debe sentarse adentrando bien las nalgas en el asiento y descansando la espalda en el respaldo, y nunca haciendo equilibrios, con las piernas cruzadas. Los pies tiene que mantenerlos apoyados en el suelo. Además, según recomiendan los médicos de la Fundación Kovacs, especializada en la prevención y el tratamiento de las dolencias de espalda: es muy bueno que haga pausas cada 45 minutos para descargar la tensión causada por el estatismo postural.

Proteger los ojos
Para cuidar la vista del estudiante, su mesa de trabajo debe estar colocada de forma paralela a la ventana, con el fin de evitar deslumbramientos, y el niño debe aprovechar la luz natural siempre que pueda. “Cuando se vea obligado a dar la luz principal de la habitación, ésta nunca debe quedar por detrás de él, para que no le haga sombras sobre el texto”, aconseja Carmen Martínez, óptico-optometrista de Multiópticas Madrid Visión. “Y si además estudia con flexo, debe colocar éste en la parte izquierda de la mesa si es diestro, para no quitarse la luz con su propia mano, y a la inversa si es zurdo. En cuanto a la luz del flexo, tiene que ser lo más homogéna posible, preferiblemente blanca o azul, que son las menos dañinas para los ojos.

La distancia a la que situar los libros de texto y los dispositivos electrónicos es otro punto muy importante a la hora de velar por la visión de los estudiantes. “Lo ideal es que el niño coloque el ordenador de sobremesa a unos 50 cm de la cara y el libro de texto, el ipad y el netbook a unos 30-40 cm, y siempre un poco por debajo de la posición de mirada de los ojos”, recomienda Beatriz Badía, óptico-optometrista de Multiópticas Madrid Visión.

El ambiente ideal
Para que las horas que pasan delante de los libros les cundan, hay otras recomendaciones. “Deben estudiar siempre a la misma hora y en el mismo lugar (así su cerebro se predispone), merendar antes de ponerse a la tarea (para no interrumpir el trabajo una vez empezado), dividirse el trabajo en fases y crear el ambiente propicio para el estudio”, conticomenta el psicólogo Rodrigo Vela. “Respecto a este último punto, hay mucho que detallar. El ruido es el principal enemigo de la concentración. Es decir, mejor con la puerta cerrada, sin móvil ni música.

Otro error muy habitual es intentar estudiar con el cuarto hecho una leonera, algo que no funciona porque el caos descentra.

En cuanto a la decoración del cuarto, hay que huir de los estampados y de los colores chillones en las paredes, optar por los tonos neutros y poner pocos muebles y objetos en general (la acumulación produce ansiedad). Colgar algunos póster relacionados con las asignaturas (de mapas, del cuerpo humano, de la tabla periódica…) es muy buena idea: incitan a centrarse en las lecciones mucho más que los corchos repletos de fotografías hechas durante las vacaciones”, explica Rodrigo Vela.

Quién eres tú para decirme nada

En una familia reconstituida hay más actores a parte del padre y la madre. Aparece el concepto de co-parentalidad o pluriparentalidad a la hora de educar que debe ejercer la nueva pareja junto con el progenitor biológico de los niños. Un delicado proceso para evitar que el hijo o hijos de tu pareja salte con eso de “quién eres tú para decirme nada”.

La nueva pareja es un cuerpo extraño que entra en un organismo vivo. Y el cuerpo reacciona normalmente rechazando, es una cuestión de biología. Por lo tanto, según los expertos, solo hay una manera de hacer las cosas: ir asimilando progresivamente ese organismo extraño hasta que consiga integrarse.
Son familias en transición que tienen que asumir un número importante de cambios en muy poco tiempo. Se debe hacer con mucha tranquilidad y paciencia. Amador Delgado, psicólogo y orientador en el IES “Bahía” de Marbella, y autor del libro Mi hijo no estudia, no ayuda, no obedece recomienda buscar momentos de calidad como una comida o una salida al parque. Dejar que las situaciones naturales y espontáneas vayan surgiendo e inevitablemente en un momento dado surgirá la pregunta sobre esa nueva persona. “Es muy importante que esa pregunta surja. Uno de los fallos fundamentales es intentar sacar el tema diciendo ‘qué te parece Fidel’. Esto provoca una respuesta artificial. Hay que esperara a que los niños pregunten, los momentos se encuentran escuchando y teniendo paciencia”, explica Delgado. Hay que tener muy claro que la nueva pareja no sustituye a nadie, simplemente supone la aparición de una nueva persona que será una ayuda y que generará amor y cohesión en la familia, pero que nunca borrará la figura de la madre o del padre.
La autoridad de los nuevos padrastros o madrastras no suele ser bien recibida por los niños, y, en realidad, no es su función. Ésta debe quedar para el progenitor, que es quien tiene la última palabra, las órdenes y las decisiones. Natividad Núñez, pedagoga, terapeuta y maestra ha observado a lo largo de su carrera que los adolescentes exhiben un alto nivel de resistencia hacia los nuevos miembros, “el problema se agrava cuando uno de los progenitores no tiene una nueva pareja, el adolescente puede crear con él un confuso vínculo de lealtad que puede llegara a interferir en la buena marcha de la nueva familia”.
Como norma general el padre o la madre es el que debe establecer límites y normas y hacerlas cumplir, pero la nueva pareja debe ser, en todo momento, coherente con estos criterios, según nos explica la terapeuta. Para lograr un buen funcionamiento del recién formado clan, la nueva pareja es la que sugiere y adopta posturas flexibles, pero no tiene autoridad para dar órdenes. Si lo hace, invade el espacio de los niños y también el de la tercera persona, que existe. Amador Delgado nos ofrece ejemplos: “evidentemente puede hacer los deberes con el hijo de su pareja y debe ofrecerse. Si los niños aceptan esa colaboración, obtendrán más respeto y más autoridad pero no debe obligar, eso debe hacerlo el progenitor porque si no, se mezclan roles y eso sólo provoca confusión”.
Ni colega ni padre
La peor situación posible es en la que la pareja adopta el rol de colega de los hijos. Se debe tener claro que la pareja no es el padre, pero tampoco es el entretenimiento. Debe ganarse su respeto día a día, sugiriendo, siendo útil y sobre todo estando presente. Esto no significa ordenar pero tampoco lo contrario “te dejo hacer”.
Amador nos propone una situación muy cotidiana: “A las siete tu madre te había dicho que tenías que estudiar, ¿qué tal te van las cosas? El niño puede decir “ahora no las hago”. “De acuerdo, es tu decisión, no las hagas si no quieres. Cuando venga tu madre le comentaré que efectivamente a las siete no estabas estudiando”. Pero cuando venga la madre, ella es la que tiene que ejercer la autoridad y tomar las decisiones, no la pareja. La pareja no puede decir “como que no estudias, son las siete, te han dicho que tenías que estudiar a las siete y te vas a poner a estudiar a las siete”. Cuando coges ese rol, mal asunto.
También hay que recordar que el progenitor ausente sigue siendo padre o madre. Tiene que asumir que está separado y la otra parte tiene una nueva pareja que comparte hogar con sus hijos, pero él o ella sigue siendo el padre o la madre. Las decisiones las toma con el otro progenitor, no las toma la tercera persona. Si no se hace así, se les puede provocar a los niños una gran confusión.
El padre o madre que no convive con sus hijos tiene que estar pendiente de ellos, de su colegio, sus problemas afectivos, físicos, etc. Y tomar las decisiones conjuntamente con el otro progenitor. En este sentido, el tercero tiene que asumir las decisiones que tomen ambos, le gusten o no. Lo ideal es evitar, en todo lo posible, las contradicciones en los estilos educativos de unos y otros.
No es fácil el rol del progenitor cuando hay un conflicto entre la pareja y el adolescente. “Lo más sabio es hablar por separado con cada uno de los dos -nos explica Amador Delgado- En medio de la discusión no intervenir en caliente, a no ser que suba el tono, entonces se para y se separa como en el colegio. Después buscar el momento oportuno. Realizar una especie de mediación encubierta. Hablas con tu hijo y le preguntas ¿que ha pasado?, le dejas que suelte todo lo que tiene dentro y a partir de ahí construyes. Lo mismo con tu pareja ‘¿qué te paso, cómo te sentiste..? Tranquilo, yo soy la madre, yo sé como actuar, no va a haber problema’. La clave de estos asuntos es que no quede nada dentro y nadie piense que te has puesto de parte de uno, porque el rol del progenitor quedaría debilitado. ‘Tienes razón, el niño no ha actuado bien y a lo mejor es culpa mía, no te preocupes, vamos a intentar que no vuelva a suceder y yo voy a poner los medios para que no suceda’ y con el niño exactamente igual ‘esto es culpa mía, a lo mejor, porque le he dado retribuciones que no debía. Yo hablaré con él y ya se lo explicaré para que no vuelva a suceder’. Tiene que hacerlo con mano izquierda y, sobre todo, muchísimo amor” concluye Amador.
Hijos de los dos
Suele ser más facil con los primeros encuentros puesto que, aunque tengan edades distintas y sean de sexos distintos, siempre tienen intereses más comunes de lo que parecen. Cuando llega la convivencia todo se simplifica, ya que la convivencia es una cuestión de roles. En esta situación los dos son padres y los dos son madres, se igualan. Porque no puedes dar unas normas a tu hijo y otras al hijo de tu pareja. Delgado advierte que “se lo tiene que plantear muy bien una pareja para irse a convivir con hijos de cada uno. Porque va a ser un clan”.
Cuando viene un hijo en común, esto ya se convierte en una nueva familia. Todos los hijos tienen que ser iguales, porque si no se pueden sentir todos discriminados, unos por ser hijos de la pareja y otros por no serlo. Cuando una pareja decide tener un hijo, el rol anterior cambia. A pesar de que uno sea hijo y el otro no, el padre debe tratar a todos por igual por su bien.
En este sentido el psicólogo nos aclara la situación “Si tu vas a formar parte de un grupo que ya está establecido, tu rol es secundario, porque tú estás con esa pareja pero sus hijos son de otra persona, que indudablemente influye y determina. Pero en el momento que tú aportas tus hijos o el matrimonio tiene uno, dejas de tener un rol secundario y tu rol cambia.”
Por ejemplo: en nuestra casa decidimos que nuestro hijo común que tiene cinco años y el otro que tiene siete vayan a inglés. No pueden ir uno sí y otro no. El padre del otro niño tendrá que asumir que a partir de ese momento tiene que participar en esas decisiones por su hijo, porque si no el niño se verá desplazado. Si el padre biológico se opone a ese tipo de decisiones lo que verá es que su hijo al cabo de poco tiempo se irá quedando desplazado, porque no será tratado igual. Y lo más importn
ate es favorecer un clima adecuado y una convivencia lo más armónica posible con el objetivo de que los hijos sean felices.

CINCO CONSEJOS BÁSICOS
Natividad Núñez Barrios, pedagoga, terapeuta y maestra
Hay que pensar que el cambio de referencia es más profundo para los niños. Por ello, es aconsejable antender algunas pautas.

1) Respetar el duelo. Ser conscientes de los sentimientos de “pérdida y cambio” en los hijos. Necesitan tiempo para procesarlo. Los progenitores no deben hablar en contra de sus anteriores cónyuges delante de los niños. Su actitud debe ser conciliadora y fomentar en la medida en la que se pueda, la comunicación y contacto entre ellos.
Realizar un progresivo acercamiento a los hijos de la nueva pareja por parte del nuevo miembro, sólo en el caso de que la relación afectiva entre ambos se haya hecho estable. Debe alejarse en lo posible en el tiempo en que se produjo la separación de sus padres biológicos, teniendo paciencia con sus reservas y haciéndose poco a poco merecedor de su confianza.

2) Crear nuevos espacios. En la medida de lo posible, crear nuevos espacios, tiempos y criterios para convivir. Elegir un nuevo entorno para vivir, siempre que esto sea factible, o reestructurar el existente, para crear un nuevo escenario y nuevo marco de convivencia con nuevos hábitos y nuevos espacios adecuados en lo posible a cada miembro. Establecer criterios para convivir, anticipándose con ello a futuras situaciones: fijar roles, funciones, listado de normas y reglas familiares, especialmente con respecto a la crianza de los hijos del nuevo cónyuge.

3) A cada uno su tiempo. Cuidar mucho la relación de pareja y tener presente un tiempo dedicado a cada subestructura: un tiempo para ellos, un tiempo para compartirlo con los hijos propios y un tiempo compartido con todos. Sobre todo, si un hijo es pequeño, puede sentirse desplazado por el nuevo cónyuge o por los hermanastros mayores, por lo que requiere una atención especial.

4) Mantener una actitud respetuosa con todos. El nuevo cónyuge ha de mantener un respeto expreso al progenitor que no convive en el hogar. Jamás será su sustituto ni debe hablar mal de él.
A principio de la convivencia serán más adecuadas las muestras de afecto verbal a las de cercanía física, hasta que éstas se asuman y demanden con normalidad. El nuevo cónyuge debe saber mantener una actitud amistosa, mediante la que pueda ir ganándose, poco a poco, la confianza de los niños con el objetivo de crear un nuevo vínculo. Hasta que pueda asumir más responsabilidades, aconsejo ceñirse a controlar las conductas inadecuadas de los niños y mantener informada a su pareja.

5) Fomentar una dinámica familiar de equipo. Los adultos deben facilitar el paso a esta nueva etapa de familia reconstituida, adoptando un punto de vista normalizado y positivo y evitando los roces y conflictos. El reto mantenido será ir creando el sentido de pertenencia a una nueva familia, integrando y buscando puntos de unión entre cada uno de los miembros, a través de actividades comunes, viajes, compartiendo confidencias…Haciendo que la relación entre familia biológica y reconstituida sea lo más fluida posible.