Cine: El buen maestro, teoría y práctica de la reforma educativa

Se estrena un film que aborda con realismo los desafíos cotidianos que debe afrontar. François Foucault es profesor de Lengua en un prestigioso y céntrico instituto de París. Soltero e hijo de un escritor también profesor, exige mucho en sus clases. No deja pasar una a los alumnos, y considera que los centros educativos de la periferia no funcionan por la escasa experiencia de sus docentes, que no saben ejercer su autoridad. Una opinión en tal sentido, deslizada en una reunión social, propicia la propuesta ministerial de pasar un año en un instituto del extrarradio para que elabore un informe que permita mejorar la situación. A regañadientes, pero atrapado en sus propias palabras, no tiene más remedio que aceptar el traslado. Descubrirá que el alumnado, compuesto en su mayor parte por inmigrantes con situaciones familiares complejas, es difícil de manejar. Y tendrá que hacerse cargo de los desafíos que afrontan a diario sus colegas profesores.
Debut en el largometraje de Olivier Ayache-Vidal, encuadrable en el subgénero del drama en las aulas, los esfuerzos de los maestros por dar una buena Educación, y lo que cuesta que los estudiantes se den cuenta de que vale la pena hincar los codos y prepararse para el futuro. La cinta se sigue con agrado, y del algún modo busca un equilibrio, el justo medio entre el profesor Foucault –el veterano Denis Podalydès–, que a sus dotes pedagógicas debe incorporar un mejor conocimiento del mundo real y una mayor humanidad en el trato con sus alumnos, y uno de sus alumnos más rebeldes, Seydou –el pequeño debutante Abdoulaye Diallo–, que es espabilado, pero debe encontrar sus propias razones para darse cuenta de que merece la pena estudiar y labrarse un futuro. El acercamiento entre ambas posiciones, con herramientas como la lectura de Los miserables de Victor Hugo, podría ocurrir, tal vez, al final del año escolar.
La cinta contiene muchas de las clásicas escenas de rebeldías y gamberradas de los alumnos, junto a otras de lograda motivación. El símbolo de la pecera –el pez grande que renuncia a atrapar a los chicos porque siempre se topa con un cristal, incluso cuando ya le han retirado el obstáculo que le separa de ellos– resulta harto elocuente, acerca de cómo tirar la toalla, por parte del profesor o del alumno, es la peor elección, merece la pena intentar mejorar las cosas cada día con nuevo afán.
Aunque las cuestiones planteadas revisten gran interés, sin embargo, se nota la bisoñez del director y guionista, que no logra la completa cohesión y la necesaria gradualidad en la evolución de los dos personajes principales, Foucault y Seydou. Así, la idea de la reforma educativa casi desaparece, ante la realidad del día a día. Además, quedan desdibujados el resto de los alumnos, o la familia de Seydou. También la subtrama del conato de romance entre Foucault y una compañera, que sale con un tercer profesor, resulta algo insulsa, incluido el retrato algo tosco de dicho profesor, tanto en su actitud pesimista con los alumnos, como con lo que parece un ataque de celos que se resiste a ser exteriorizado.
Pero el conjunto invita, como mínimo, a la reflexión sobre un sistema educativo que al ser algo vivo, debe ser mejorado durante todo el tiempo.

Las apuestas on line; una nueva adicción de los jóvenes

Por Terry Gragera
“Los datos son muy preocupantes”, advierte el psiquiatra José Luis Rabadán, especialista en adicciones y miembro de la Comisión Permanente de UNAD, una red de atención a las adicciones que agrupa a unas 250 organizaciones de todo el territorio nacional. Y es que según la última Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES 2016-17) a los 14 años el 5,3% de los adolescentes ha apostado dinero en el juego online. A los 15, el porcentaje se eleva hasta el 6,7% y a los 18, a un 8,6%.

Son cifras “conservadoras”, según los expertos, aunque oficiales, que podrían mostrar simplemente la punta del iceberg de un problema que está creciendo entre la población infantil y adolescente con mucha rapidez. Los jóvenes apuestan sobre resultados de sus equipos de fútbol, pero también sobre cualquier otro deporte u otra circunstancia como cuántos saltos dará determinado cantante al subir al escenario. Todo es “apostable”.

 

«Según la última Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES 2016-17) a los 14 años el 5,3% de los adolescentes ha apostado dinero en el juego online. A los 15, el porcentaje se eleva hasta el 6,7% y a los 18, a un 8,6%»

Por qué es tan adictivo

El juego online y especialmente las apuestas deportivas por Internet resultan muy atractivas y tienen un gran poder adictivo por las siguiente causas:
-Garantizan el anonimato: Es posible jugar desde cualquier ordenador o desde cualquier teléfono, sin que nadie te vea, como sí ocurre en otros juegos de azar como las máquinas tragaperras, “facilitando una sensación falsa de libertad”, como destaca el experto. Es cierto que para acceder es necesario facilitar un DNI de un adulto, pero la realidad es que muchos menores utilizan el de sus hermanos mayores o el de sus padres para poder apostar o jugar.

-Ganancias inmediatas: “Es mucho más probable que haya una adicción cuando la cifra apostada se acerca a la cifra conseguida en el premio”, explica el Dr. Rabadán. “Por ejemplo, en la Lotería Nacional, los 20 euros que se apuestan por décimo están muy lejos de la cuantía del número ganador. Sin embargo, en el juego online el 95% de lo que se ingresa es repartido en premios, por lo que la posibilidad de recibir un premio es muy alta. Está demostrado que el que juega mucho siempre pierde, pero este tipo de juegos ofrece una recompensa inmediata que favorece la adicción”.

-Cualquier cantidad sirve: Un euro, dos euros… se pueden apostar mínimas cantidades de dinero. La paga de la semana o del mes puede ser empleada para este fin, aunque cuando hay un problema de juego las deudas se multiplican.

 

-Presencia mediática constante: Los salones de apuestas están proliferando en las ciudades, pero, además, muchos locales de restauración cuentan con ordenadores para poder apostar. Por otro lado, el bombardeo constante de la publicidad de apuestas online, con la presencia de personajes y deportistas muy conocidos, hace que se tenga una mayor tolerancia social hacia ellas.

 

Signos de alarma

“El que un niño haya jugado alguna vez no lo convierte en un adicto ni provoca que vaya a desarrollar un trastorno adictivo futuro”, tranquiliza el Dr. Rabadán, que añade que las adicciones se dan en personas más vulnerables, «como las que tienen escasas habilidades sociales o son poco tolerantes a la frustración”.

 

«Está demostrado que el que juega mucho siempre pierde, pero este tipo de juegos ofrece una recompensa inmediata que favorece la adicción»

Hay algunas señales de alarma que pueden indicar a los padres que su hijo tiene problemas con el juego online, como el aislamiento social, el cambio en el rendimiento escolar, la modificación de conducta, las interferencias en su vida cotidiana y la pérdida de control e incapacidad para dejar de jugar aunque conozca los aspectos negativos del juego. “Muchos padres se enteran del problema cuando ven que hay un ‘agujero’ en su tarjeta de crédito”, expone.
“Si los padres observan que su hijo ha comenzado a jugar online pueden acudir a una organización que trabaje en este tema para informarse, conocer los programas de prevención y tratar de ponerse al día en las nuevas tecnologías: podemos ir un paso atrás de nuestros hijos en ese terreno, pero no veinte”. En el caso de que el niño o el adolescente presente ya un problema más serio con el juego “es innegociable ponerlo en tratamiento”, aconseja por último.

Patrullas verdes para ahorrar energía en el colegio

Por Adrián Cordellat

A principios de los años ’90, en Alemania, diferentes colegios se sumaron a una iniciativa educativa pionera conocida como 50/50, que buscaba promover el ahorro y la eficiencia energética desde las escuelas implicando en la tarea a los alumnos. Aquel proyecto prendió como la pólvora por Europa hasta llegar a España en 2012 a través del Ayuntamiento de Rubí, que la implantó en todos sus centros escolares. Hoy el proyecto está instaurado en muchos colegios de España, que tienen entre sus filas a patrullas verdes de alumnos dispuestas a aprovechar hasta el último céntimo invertido en energía.

Uno de esos colegios es el CEIP Pi i Margall de Madrid, que decidió sumarse al proyecto a petición del Ayuntamiento de la capital y en vista del gasto que cada mes tenían que afrontar en consumos energéticos, tanto en electricidad como en calefacción y agua. La instauración del proyecto, como reconoce su jefe de estudios, Alberto Fernández, supuso una reorganización general del colegio. También un cambio en el proyecto educativo, ya que la iniciativa 50/50 “lleva implícita una dedicación muy grande de tiempo en el currículo, sobre todo en las asignaturas de ciencias naturales y de ciencias sociales”.

Una percepción que corrobora Laura Ramos, responsable de marketing y comunicación de la empresa sin ánimo de lucro Ecooo, que se encuentra detrás de la implantación de la iniciativa 50/50 en España. “El ahorro energético es un tema totalmente transversal en el currículo y nos encanta ver cómo los profesores de los centros están integrando el proyecto en su actividad curricular. Al final el ahorro y la eficiencia puede tocar tantas materias que se acaba convirtiendo en un proyecto global del centro”.

Patrullas verdes

La metodología del proyecto busca la colaboración de todos los agentes implicados en una comunidad educativa, desde profesores, hasta personal no docente, pasando por los alumnos y los padres y madres. Para ello, para garantizar esa colaboración, se crean en las escuelas equipos energéticos, a los que se forma y se les ofrecen pautas y pequeños trucos para el ahorro de energía y agua. “Estos equipos, que suelen estar encabezados por los niños, se encargan de controlar, medir la temperatura, ver gastos, facturas y desarrollar medidas de ahorro y eficiencia energética”, afirma Laura Ramos.

 

“El ahorro energético es un tema totalmente transversal en el currículo y nos encanta ver cómo los profesores de los centros están integrando el proyecto en su actividad curricular»

En el Colegio Pi i Margall las charlas y talleres para concienciar a profesores y alumnos se completaron con la creación de lo que han llamado Patrullas verdes, que son patrullas formadas por alumnos que, según explica Alberto Fernández, “se encargan de ir cerrando grifos que se quedan abiertos y apagar luces y ordenadores cuando no se están utilizando”. Las patrullas van cambiando cada semana, para de esta forma implicar a todos los niños en el proyecto, algo que resulta fundamental para el éxito del mismo.

¿Y qué aprenden los niños con este proyecto? ¿Qué les aporta el proyecto 50/50? “Para mí lo más importante es que todo lo que están aprendiendo se lo llevan a casa. Así nos lo transmiten los padres. Al final están adquiriendo unos conceptos que luego pueden aplicar en su vida”, reflexiona el jefe de estudios.

Una opinión que comparte la portavoz de Ecooo (“eso es lo bonito del proyecto, que acaba impactando en el ahorro energético doméstico”), que asegura que los niños, que por regla general no suelen saber lo que nos gastamos en energía, “se quedan asombrados cuando conocen las cifras”. Reducirlas, saber que eso está en sus manos, que pueden ayudar aportando ideas y soluciones, supone un reto para ellos que, según Laura Ramos, “se sienten como pequeños héroes” al ver cómo van consiguiendo los objetivos.

Un ahorro que revierte en todos

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Desde Ecooo, en los colegios participantes en el proyecto, se hace un seguimiento mensual del ahorro, que se evalúa de forma definitiva a final de año. De ese ahorro, el 50% se reinvierte en la adopción de nuevas medidas de ahorro y eficiencia energética en el cole. El destino otorgado al otro 50% lo deciden los miembros de la comunidad educativa. De ahí el nombre del proyecto.

El Ayuntamiento de Rubí, en el marco de la iniciativa “Rubí Brilla”, comenzó a aplicar el proyecto 50/50 en el curso 2012/2013. Durante el mismo, las doce escuelas del municipio, todas ellas implicadas en el proyecto, consiguieron ahorrar un 13% del consumo energético respecto al curso anterior, lo que traducido en dinero contante y sonante supuso más de 57.000 euros. Desde el año 2012 hasta la actualidad han alcanzado un ahorro acumulado de más de 300.000 euros gracias a la aplicación de la metodología propuesta por el proyecto 50/50.

«Lo más importante del proyecto es que todo lo que están aprendiendo los niños se lo llevan a casa. Así nos lo transmiten los padres. Al final están adquiriendo unos conceptos que luego pueden aplicar en su vida”

 

Este es el ejemplo más paradigmático del éxito de la iniciativa, ya que engloba a muchos colegios. Sin embargo, los colegios pequeños también recogen sus frutos. El ejemplo es el CEIP Pi i Margall, que el curso pasado consiguió ahorrar 1.600€ en las facturas energéticas. “El 50% de ese ahorro lo hemos destinado a mejoras energéticas en el colegio, como la instalación de luces LED y de algunos grifos de pulsador. El otro 50% los alumnos decidieron invertirlo en unas excursiones a la naturaleza y en una salida de tres días al Aula de la Naturaleza de Cercedilla”, explica Alberto Fernández.

Y lo bueno es que una vez implicados en el programa, las ideas para seguir ahorrando no cesan. Así en el colegio Pi i Margall ya están esperando a conocer el ahorro de este año para invertir parte de ese dinero en acabar de instalar grifos de pulsador en todos los baños. Y también, dadas las circunstancias del centro, que comparte edificio con una escuela infantil, están estudiando la forma de seguir ahorrando. “La escuela infantil tiene más días lectivos y el problema es que al encender la calefacción para la escuela infantil, se enciende la de todo el colegio. Ahora estamos luchando para cambiar eso, para que se desvinculen las calefacciones, porque de esa forma tendríamos un ahorro enorme”, concluye el jefe de estudios del CEIP madrileño.

El taller de escritura: vida, literatura y nihilismo juvenil

Se estrena en las salas españolas El taller de escritura, una película que habla de las motivaciones de la juventud actual.

Pablo de Santiago
El marco en que narra la historia el director francés Laurent Contet es esplendoroso pues a priori nada podría ser tan idílico como disfrutar de un curso de verano a orillas del mar, concretamente en la soleada localidad de La Ciotat, en la Provenza francesa. Allí un grupo de jóvenes se da cita cada día para asistir a un taller literario. La intención es escribir una novela coral, que posteriormente será publicada. El taller está dirigido por una conocida novelista, Olivia Dejazet, que modera las ideas y alienta la creatividad de los participantes, entre los que hay, lógicamente algunos más motivados que otros.
Laurent Cantet (La clase, Regreso a Ítaca) es uno de esos cineastas a quien seducen las historias reales, humanas, que hablen de nuestras actitudes, de las ideas que nos configuran, de la educación y las motivaciones, de conflictos personales y sociales. En este caso, un curso veraniego de escritura le sirve al director para sacar a la superficie algunas características de la juventud de hoy, como su propensión al enfrentamiento, su violencia latente, los problemas de racismo a raíz de la radicalización islámica, la cultura de los videojuegos. Pero sobre todo hay un foco hacia lo que mueve a la juventud (o, mejor, a lo que no la mueve), pues los más sensibles e inteligentes acusan un tremendo nihilismo, una desidia vital que, más allá de hacerles perder el tiempo e impedirles ver un horizonte con sentido, puede ser también un peligroso terreno hacia la destrucción.
Por supuesto, en El taller de escritura entra de alguna manera la catarsis que pude significar escribir, exteriorizar los propios fantasmas por medio de la creatividad. Verter las experiencias y los sentimientos en un papel puede ser un inmejorable medio para llegar a conocerse, para comprenderse y emprender la marcha. Todo esto lo cuenta Cantet casi de puntillas, poco a poco, pero con realista perfección. Por supuesto, la literatura es ficción, pero puede y debe hablar de cosas muy reales, de gente de verdad, algo que en este film aprenden tanto los alumnos como la propia profesora, maravillosa y sobriamente interpretada por Marina Foïs.
En este film no es fácil definir dónde acaba la labor del guionista (en colaboración con Robin Campillo) y empieza la del director, pues Cantet amalgama su relato ajustadamente, ningún plano o escena, parecen incluidos a la ligera, todos cuentan algo y retratan a sus personajes, sobre todo al taciturno protagonista, Antoine, de una verosimilitud que asusta, notablemente interpretado por el debutante Matthieu Lucci. Film inteligente, sutil y anti superficial, de trama sencilla pero de potente carga antropológica, donde la narración se vierte de modo pausado, natural, plena de cotidianidad.

La ficha
Título original: L’atelier
Año: 2017
País: Francia
Género: Drama
Duración 114 minutos
Dirección: Laurent Cantet
Guión: Laurent Cantet, Robin Campillo
Intérpretes: Marina Foïs, Matthieu Lucci, Florian Beaujean, Mamadou Doumbia, Mélissa Guilbert, Warda Rammach, Julien Souve, Issam Talbi

Las claves del film
El director Laurent Cantet explica su visión de la historia, de los personajes y de sus conflictos.
Los orígenes. Todo empezó con un reportaje realizado en 1999 para France 3 en el que había colaborado Robin Campillo, mi coguionista, cuando era montador para televisión. Una novelista inglesa dirigía un taller de escritura en La Ciotat. Era una idea de «Mission Locale» para que una decena de jóvenes escribieran juntos una novela con la única condición de que transcurriera en la ciudad. Abandonamos el proyecto. Decidí desempolvarlo diecisiete años después, convencido de que esta historia obrera equivalía a la prehistoria para los jóvenes actuales.
La película plasma la mutación radical de una sociedad, de una cultura que, empujada por crisis económicas y políticas, ya no se acuerda del mundo tal como era y tal como les gustaría seguir viéndolo a «los viejos». Los jóvenes del taller de escritura dejan claro que no quieren pertenecer a una historia que ya no puede ser la suya. Se enfrentan a problemas totalmente diferentes. Deben encontrar un lugar en un mundo que no les tiene en cuenta, sienten que no controlan lo que pasa a su alrededor, ni siquiera su vida. Están frente a una sociedad violenta, desgarrada por apuestas sociales y políticas de lo más inquietante: precariedad, terrorismo, ascenso de la extrema derecha.
La idea del taller. Con este taller, no solo deseaba mostrar el recorrido hacia la escritura, sino sobre todo el difícil esfuerzo que representa pensar conjuntamente y ponerse de acuerdo. Es decir, una dinámica de trabajo con tensiones, callejones sin salida, compromisos y soluciones intermedias.
Me interesa mucho ver que la educación siempre acaba siendo una especie de formateo, de orientación que lleva a los que se forman a interesarse por cosas que no les conciernen directamente. No digo que no sea tan inevitable como eficaz, pero me parece importante que las personas encargadas de la educación sean conscientes de lo que pasa. De hecho, es lo que Antoine, el personaje central de la película, le reprocha a Olivia: ha venido de París con una idea preconcebida de lo que deben escribir.
Sobre Marina Foïs. Primero pensé en recurrir a una actriz extranjera, como la novelista que dirigió el primer taller hace años. Lo interesante de esa opción era magnificar la distancia entre dos mundos que se miran. Pero renuncié porque el personaje de la escritora debía hablar muy bien francés para poder responder a los comentarios de los jóvenes.
Escogí a Marina Foïs porque estaba convencido de que sabría hacerse cargo de la separación, que tenía la elocuencia necesaria para imponerse y que era capaz de hacer todo eso con ligereza, sin gravedad, algo que me parecía indispensable. Es la única actriz profesional entre los personajes principales. Se sumió totalmente en el papel durante el rodaje; aprovechaba las pausas para pedir a los jóvenes que le hablaran de sus experiencias, para preguntarles qué pensaban sobre ciertos temas, pero también contestaba a todas las preguntas que le hacían. Los jóvenes tenían hacia ella un doble sentimiento: la cercanía que se crea en un rodaje debido a la proximidad, pero también un cierto respeto porque la conocían como actriz y porque representa un cine que les gusta.
Palabras e ideas. Si creemos que los jóvenes ya no saben hablar, es porque no les damos la oportunidad de expresarse. Para mí, esta era la apuesta de hacer una película con ellos. Durante los ensayos, me quedé atónito ante la densidad de los intercambios, la capacidad de encontrar palabras para defender sus ideas y también el placer que sentían al jugar con los diferentes niveles del idioma.
El taller de escritura no es un drama en torno a la fragilidad lingüística. El fallo reside más bien en la ideología. Cuando Antoine intenta explicar alguna cosa, se contradice, es confuso. Olivia también se contradice, pero lo hace con brillantez porque va mejor armada ideológicamente. Hay una violencia que genera ganas de plantar cara. No cabe duda de que es una de las preguntas a las que urge contestar: ¿cómo encontrar un terreno de juego común?
Juventud actual. Quizá suene un poco banal, pero creo que el aburrimiento es la fuente de muchos de los problemas de esta generación, sobre todo si se asocia con la ausencia de perspectivas. Tengo la sensación de que cada vez hay más jóvenes convencidos de que su destino está escrito y no coincide con sus esperanzas. Además, ¿cómo puede uno conservar el entusiasmo, la energía necesaria para controlar su vida? Es más, ¿para qué intentarlo si se les repite todo el santo día que, pase lo que pase, no saldremos de esta?

Programa PRIRES: Educar en las redes sociales… con las redes

Por Javier Peris

Seguramente se trata del tópico educativo más repetido por padres, profesores y especialistas… y también al que menos caso se hace. El impacto en los menores de Internet, y concretamente de las redes sociales, es juzgado por todos de enorme, hasta el punto de afirmarse que “en la Educación ya nada será como antes”. Se atribuye a las redes -con razón- maravillosas virtudes, y se les señala -también con razón- por sus variados y elevados riesgos. El acento se suele poner en esto último, y por eso no es raro que muchos centros escolares se enfrenten a este fenómeno sólo con amedrentadoras charlas de guardias civiles especializados en delitos cibernéticos.

 

El uso de las redes sociales está enormemente extendido entre los menores en edad escolar y, sin embargo, pocas son las escuelas que les dedican un somero plan para ayudar a sus alumnos y alumnas a discernir los buenos y los malos usos de su smartphone.

 

José María Avilés, doctor en Psicología en la Universidad de Valladolid, no ha sido el único en detectar esta carencia, pero sí de los primeros en desarrollar un minucioso programa para ayudar a los centros a enseñar a sus alumnos a relacionarse en la Red: “Este programa es completamente novedoso por los contenidos prácticos y sus múltiples enfoques y aplicaciones”.
Es lo primero que destaca Avilés sobre su propuesta: “Es práctica, diseñada para aplicarse paso a paso, sesión por sesión, y adaptada a la experiencia y a los recursos de cada centro”. Y tiene nombre: Programa Preventivo PRIRES, que su autor describe en el libro Educar en las redes sociales (Desclée de Brouwer, 2018). Un volumen grueso pero no por el exceso de teorías o declaraciones de intenciones. Contiene decenas de ideas para talleres y debates que conciernen prácticamente a todos las acciones, percepciones y emociones relacionadas con el uso del móvil.

 

«No es raro que muchos centros escolares se enfrenten al fenómeno de las redes sociales sólo con amedrentadoras charlas de guardias civiles especializados en delitos cibernéticos»

Hay un predominio del discurso de la seguridad, de fijarse sólo en los peligros de las redes. Y se trata de una estrategia equivocada, porque se queda en la mera información, y resulta tan inútil como decir a los fumadores que el tabaco mata”, señala Avilés. La propuesta de este experto en psicología adolescente es mucho más ambiciosa: “El joven debe interiorizar los motivos por los que unas acciones son buenas y otras no; y eso sólo se consigue si se trabajan las emociones y los valores, de forma que el alumno descubra por sí mismo una coherencia moral”.

Para el profesor Avilés lo importante es el por qué y el para qué, no el cómo: “Nos interesa lo que pasa antes de apretar el botón”. Por eso no da importancia a la brecha digital generacional entre maestros y alumnos: “No se trata de un tema técnico –insiste– sino de ayudar a los jóvenes para que se autorregulen y tomen las decisiones adecuadas”. Y lo que ayuda a conformar ese marco previo a las decisiones son “valores y principios como los derechos de los otros, la capacidad empática, la asertividad…”.

 

Plan de acción tutorial

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Son objetivos que no se pueden improvisar ni sus contenidos deben arrinconarse como residuales o prescindibles: “La educación en las redes sociales debe formar parte del Plan de Acción Tutorial, y aplicarse de manera trasversal junto al aprendizaje reglado. Este programa implica, como toda actividad tutorial, a padres, profesores y alumnos”. Los primeros, por ejemplo, deben preguntarse por qué compran a su hijo un móvil a una determinada edad: “Probablemente -apunta Avilés- no ha sido una decisión basada en criterios educativos, aunque sea evidente que supone para el menor la apertura a contenidos y lugares maravillosos y que pondrán a prueba la madurez de sus hijos. Pero desgraciadamente se debe a motivos más prosaicos, como que ‘ya lo tienen todos’; pues bien, es importante que los padres sean conscientes de ello… y asuman su responsabilidad y el acompañamiento que conlleva”.

El profesor Avilés describe así el esquema general del proceso: “Buscamos que el menor reflexione, en primer lugar, individualmente, ayudándole a ser consciente de las emociones y principios que rigen su relación con el dispositivo. Después extendemos estas reflexiones al grupo para que todos contrasten, debatan, se pregunten, se cuestionen”.

 

“Hay un predominio del discurso de la seguridad, de fijarse sólo en los peligros de las redes. Y se trata de una estrategia equivocada, porque se queda en la mera información, y resulta tan inútil como decir a los fumadores que el tabaco mata»

El programa de Educar en las redes sociales pretende que se saquen conclusiones asertivas y compartidas por todos y, a partir de aquí, el cuarto y último paso es el acuerdo: “Un compromiso, un acuerdo, un consenso sobre cómo afecta a mi vida diaria mi presencia en las redes; compromiso que incluye tanto actitudes básicas como juicios morales”.

Para la mayoría seguramente será la primera vez que se planteen que existe un vínculo entre el móvil y sus emociones; que su uso tiene consecuencias.

En verano, ¿deberes o desconexión total?

Por Adrián Cordellat

De la misma forma en que cada mes de septiembre, con el inicio del curso, se retoma el debate sobre la conveniencia o no de que los niños tengan deberes, con la llegada del verano y del calor se avivan las llamas de otro tema educativo sumamente polarizado: ¿deben tener los niños deberes para el verano o, por el contrario, deben disfrutar al 100% del tiempo libre?

 

Para Pedro José Caballero, presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa), los deberes, “siempre que sean coordinados con los profesores, acordes al nivel educativo del niño, y más o menos consensuados, son necesarios en verano”, ya que en su opinión las vacaciones estivales son largas y en ellas “hay tiempo para todo, no solo para el ocio”. En ese sentido, entiende que en el caso de niños de Infantil y Primaria ese tiempo para deberes debe oscilar entre los 30 y los 45 minutos al día. Un tiempo que se podría alargar hasta la hora y media en el caso de alumnos de ESO y Bachillerato.

 

No comparte esa opinión Catherine L’Ecuyer, investigadora y divulgadora de temas educativos y autora del best seller Educar en el asombro, para la que “en Infantil, que es la etapa del juego desestructurado, no del aprendizaje formal, nunca tiene sentido hacer deberes en verano, ya que ni siquiera tiene sentido hacerlos durante el año escolar”. Opina L’Ecuyer que en el caso de alumnos de Primaria y Secundaria estos refuerzos podrían tener sentido “si el niño tiene alguna dificultad objetiva” como forma de “ayudarle a recuperar la autoestima perdida como consecuencia de siempre ir atrás de los demás niños”.

 

Pedro José Caballero: «Las vacaciones estivales son largas y en ellas hay tiempo para todo, no solo para el ocio”

¿Se pierde el hábito de estudio?

 

Uno de los argumentos más utilizados por los partidarios de los deberes durante las vacaciones de verano es el que se refiere a la necesidad de no perder el hábito de estudio consolidado durante los nueve meses del curso. “Intentamos buscar la calidad educativa y eso pasa en periodos largos de vacaciones por tener una continuidad con lo que se ha hecho durante el curso; si no se crea una brecha que después cuesta cerrar”, reflexiona Pedro José Caballero.

 

“El argumento del hábito es absurdo”, responde por su parte Catherine L’Ecuyer, que se pregunta de moto retórico si se hace trabajar a los profesores en verano para que no pierdan el hábito de dar clases. “Las cosas se hacen porque “tienen sentido”. Cuando tiene sentido hacer deberes se hacen y cuando no lo tiene no se hacen”, explica la experta, que argumenta que el colegio “no puede ocupar todo el tiempo de la vida del niño”.

 

L’Ecuyer: «En Infantil, que es la etapa del juego desestructurado, no del aprendizaje formal, nunca tiene sentido hacer deberes en verano, ya que ni siquiera tiene sentido hacerlos durante el año escolar”

 

¿Qué hacer en verano?

 

Desde Concapa pretenden que los tiempos muertos del verano constituyan “una forma alternativa de compensar la ausencia de clases”. En ese sentido, dentro del concepto de “deberes de verano” entrarían los libros de vacaciones, los talleres educativos, el teatro y “todo aquello que es ocio alternativo, responsable y educador”. Pero, sobre todas las cosas, estaría la lectura comprensiva, que es la principal apuesta de la confederación por los deberes veraniegos: “hemos comprobado en muchos centros que hay una ausencia total de lectura comprensiva que luego se refleja en los exámenes, en las faltas de ortografía, en la forma de escribir y de expresarse de los niños”, afirma su presidente.

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También la lectura se incluye en el listado de actividades veraniegas de Catherine L’Ecuyer, que a esa recomendación une la apuesta por la naturaleza en detrimento de los parques temáticos, por la realidad en contraposición a las pantallas, y por lo que ella denomina “menos montaje y más tiempo en familia”, ya que en su opinión durante las vacaciones nos invade una necesidad de actividad exagerada que hace que volvamos de ellas agotados y sin haber tenido tiempos de intimidad con nuestros hijos.

 

“El verano es un tiempo para descubrir, no para llenar casillas en una libreta. En ese sentido, lo que sí sería una verdadera lástima es que los niños acaben las vacaciones sin haber pisado un charco, contado las estrellas, subido un árbol, adivinado las formas que hacen las nubes, sin haber enterrado las piernas en el arena de la playa, sin haber escuchado el agua correr en un río… Y todas esas cosas las tienen que hacer con sus padres, con sus hermanos”, ejemplifica L’Ecuyer, que abogar por dejar de obsesionarse con la dimensión cognitiva del alumno e “invertir más tiempo en hacer que los niños se sientan amados incondicionalmente” a través del regalo de lo que, según ella, son los tres bienes más preciados que tenemos: “nuestro tiempo, nuestra atención y nuestra ternura. Esa la mejor escuela de verano a la que pueden asistir nuestros hijos”.

 

La responsabilidad de los padres

 

Y en todo este debate sobre deberes en verano sí o no, ¿qué responsabilidad tienen los padres? Porque como afirman los defensores de los deberes, no es de extrañar que ante la ausencia de éstos los niños acaben pasando horas y horas del verano sentados frente a la pantalla del televisor. “Tenemos toda la responsabilidad. Nosotros somos los primeros educadores de nuestros hijos. Si como padres no nos preocupamos por su educación, también en verano, malamente vamos a ayudarles”, explica Pedro José Cabellero.

 

L’Ecuyer: «El verano es un tiempo para descubrir, no para llenar casillas en una libreta. En ese sentido, lo que sí sería una verdadera lástima es que los niños acaben las vacaciones sin haber pisado un charco, contado las estrellas, subido un árbol, adivinado las formas que hacen las nubes, sin haber enterrado las piernas en el arena de la playa, sin haber escuchado el agua correr en un río…»

 

En la misma línea se pronuncia Catherine L’Ecuyer, que cita a Maria Montessori y a su concepto de “entorno preparado”: “Si el entorno que tenemos preparado para nuestros hijos está lleno de pantallas y no hay alternativas más interesantes, pues acabarán allí, sin duda. Y nosotros nos acabaremos convirtiendo en policías: “ahora no”, “solo 10 minutos más”, “deja la Play y ven a comer””. En ese sentido, la autora de Educar en el asombro concluye que “los mejores deberes que puede poner un colegio son para los padres, no para los niños”.

Regalo al profe: participa sólo si realmente quieres

Por Eva R. Soler
¿Debe hacerse regalo al profesor o no debe hacerse? En esto, como en todo, cada cual tiene su opinión. Los hay que están a favor y están los detractores. Y también los neutros. Sin embargo, lo normal es que la mayoría participe en el regalo conjunto que se organiza entre toda la clase y si alguien no está de acuerdo, también participe por no ser la nota discordante.

Como afirma la psicóloga, Adriana Morón, los regalos se pueden hacer por muchos motivos: “Las normas sociales marcan momentos puntuales en los que se aconseja o “se debe” regalar. Hemos aprendido que puede ser una buena forma de gestionar las relaciones. Las motivaciones para hacer un regalo pueden ser internas: porque nos encanta buscar y comprar cosas para los demás, para buscar la aprobación de otras personas, como muestra de agradecimiento… Pero también hay motivaciones externas, situaciones en las que se regala de una forma más impuesta. En el contexto de las aulas, pasa lo mismo. La dificultad aparece cuando la presión social del grupo genera tensiones en los padres y estrés individual por la presión a participar en una iniciativa grupal que no se siente como propia”.

En este sentido, Morón proporciona una serie de consejos útiles para estas situaciones:

1. Respeto a todas las opiniones: “Hay que trabajar los pensamientos y las visiones sobre la gente que participa o no en un regalo común. Es necesario entender que cada uno tiene sus valores, su forma de entender las cosas, las relaciones, los trabajos y ninguna tiene que ser mejor que otra. Además, muchas veces el contexto del aula no permite conocer los verdaderos motivos de las decisiones y se cae en expectativas negativas sobre los demás, en contraposición de las de uno mismo, que se valoran como positivas”.

 
2. Regalos con componente emocional: Los que se elaboran con recuerdos de los niños (dibujos, notas, fotos…) parece ser que son los más valorados. Morón opina que, además, de esta forma las presiones económicas desaparecen y los alumnos se hacen protagonistas.

 
3. Participa sólo si quieres: Sólo deben participar aquellas personas a las que les apetezca participar, que tengan motivaciones saludables y que no les genere resentimiento o sensación de dejarse llevar.

 
4. Conviene crear grupos específicos sólo con las personas que quieren participar y no generar desencuentros en grupos más grandes donde es más fácil que aparezca la ofensa consciente o inconsciente.

 

«La dificultad aparece cuando la presión social del grupo genera tensiones en los padres y estrés individual por la presión a participar en una iniciativa grupal que no se siente como propia”

5. Realizar todo el proceso con tiempo: a comienzos del tercer trimestre, porque la escasez de tiempo es buena para tomar soluciones rápidas, pero contraproducente para la resolución pacífica de conflictos.


6. Expresar las opiniones siempre de forma personal
y tratar sólo aspectos relacionados con el asunto y no caer en calificaciones despectivas u opiniones generales.

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7. Toda elección debería hacerse en grupo y con alguna forma de votación en la que todas las personas se sientan parte de ello. Y por supuesto, en el primer momento deben valorarse todas las sugerencias o aportaciones con lluvia de ideas.

 
8. Por su parte, los docentes deben reflexionar sobre sus expectativas y no valorar la ausencia de regalos como falta de gratitud.

«Los regalos que se elaboran con recuerdos de los niños (dibujos, notas, fotos…) parece ser que son los más valorados y, además, de esta forma las presiones económicas desaparecen y los alumnos se hacen protagonistas»

Otra psicóloga, Úrsula Perona, añade recomendaciones en la misma línea para evitar discusiones y malentendidos entre los padres:

 
9. Realizar la propuesta en una reunión presencial, si es posible, ya que por whatsapp es más fácil que se generen malentendidos.

10. Todas las posturas deben de afrontarse desde el respeto: Se puede optar por una actitud democrática y adherirse a lo que vote la mayoría o por el contrario que cada uno haga lo que considere: los que quieren participar en el regalo lo hacen y los que no quieren, no.  No hay nada de malo ni en querer regalar, ni en no regalar. Ambas posturas son igual de respetables. Cada uno debe sentirse libre de expresarse como se desee y los demás deben ser respetuosos.

11. Si se delega la compra del regalo en una persona, aceptar las decisiones que tome. Al fin y al cabo, esa persona está dedicando tiempo en hacer algo en favor de todos.