Profesores y padres

Padres y profesores parecen ser bandos enfrentados en un sistema educativo que no tiene la virtud de aunar esfuerzos. Sin embargo, no es infrecuente que los profesores sean además padres: ¿qué hacen estos expertos en educación a la hora de educar a sus hijos?

Según el Informe PISA 2006, los hijos de profesores sacan mejores resultados que el resto de los alumnos: más de cuarenta puntos PISA en términos brutos, lo que equivale a un curso escolar. Si restamos el efecto de tener padres universitarios o el disponer de más libros en casa, la ventaja sigue siendo significativa: entre 20 y 25 puntos, dependiendo de las áreas examinadas. PISA realiza un examen externo y ‘ciego’, y por tanto el alumno no tiene ninguna ventaja o desventaja a la hora de la corrección.

La pregunta es: ¿qué hacen los profesores a la hora de educar a sus hijos para obtener tan buenos resultados? Evidentemente, dan mucha importancia a la educación, y pueden echar una mano a sus hijos si tienen dudas, aunque cualquier padre con estudios universitarios podría hacerlo y, como hemos dicho, los hijos de profesores siguen obteniendo mejores resultados.

Hace unas semanas se presentaron los resultados de una encuesta a 800 profesores de Secundaria en la Comunidad de Madrid, realizada para la Fundación Instituto Empresa por Víctor Pérez Díaz y Juan Carlos Rodríguez, en la que se incluyen preguntas sobre cómo se implican los docentes de ESO en la educación de sus propios hijos.

Para empezar, si bien siete de cada diez tienen hijos, son un 42% los que los tienen escolarizados en enseñanzas no universitarias, es decir, son a la vez profesores y padres de alumnos. En sus casas hay bibliotecas amplias, se leen más libros, se va más al teatro y a los museos, etc. Lo habitual en familias de alto nivel cultural, pero ya hemos dicho que incluso entre ellas los hijos de docentes obtienen mejores resultados. Hay más cosas.

Por ejemplo, se ve mucha menos televisión: mientras que entre los padres españoles son un 30% los que ven menos de una hora de TV al día, en el caso de los profesores este porcentaje aumenta hasta el 60%. Y con respecto a sus hijos, son aún más restrictivos: un 60% de los hijos de docentes ven menos de una hora de TV en día de diario, mientras que eso sólo ocurre en el 30% de los hogares españoles; y mientras que apenas existen hijos de profesores que ven más de dos horas de televisión, un 30% de los padres dejan ver a sus hijos más de ese tiempo a diario.

Pero quizás donde más se diferencian las posturas de padres y de docentes es en lo que esperan de las escuelas y, por extensión, de sus hijos: mientras que dos de cada diez padres quieren una enseñanza donde los alumnos puedan dar el máximo de sí mismos, son cinco de cada diez los profesores que quieren una escuela así. Por otro lado, el 60% de los padres quieren una escuela donde los estudiantes estén a gusto, por un 40% de los profesores. Esas expectativas, trasladadas a los hijos, constituyen un importante factor de éxito.

Lo que los docentes esperan de los padres

En la encuesta se dejan traslucir las principales quejas de los profesores con respectos a la (escasa) implicación de los padres en la educación de sus hijos, implicación que sería mayor en los padres-profesores. Estos son algunos ejemplos:
• Los profesores creen que sólo la mitad de los alumnos tienen padres implicados en su educación.
• El porcentaje de padres que comprueba que sus hijos han acabado las tareas escolares en casa es estimado por los docentes en un escaso 41%.
• Bastante más realistas, los profesores dan mucha importancia al papel de los iguales –los compañeros de clase– en la educación de los alumnos. Así, mientras que el 73% de los padres atribuye el papel preponderante a la familia y el 16% a los compañeros, los profesores reducen el papel de la familia al 50%, mientras que elevan el papel de los compañeros al 26%. No es de extrañar que el filósofo y profesor José Antonio Marina diga que, aunque sólo sea por cálculo, el padre debería hablar mucho con el profesor de su hijo, porque él es el que sabe de verdad con quién se junta el estudiante y la influencia que el grupo ejerce sobre él.

La elección del centro donde van a estudiar sus hijos es un factor clave de la implicación de los padres y que parece tener una influencia positiva en el rendimiento posterior. Pues bien, mientras que la media de centros sobre los que se informa un padre antes de tomar una decisión es de 2,3, cuando el padre es profesor ésta sube mucho, hasta un 3,4. Este interés es más alto en el caso de profesores de la pública, pues casi la mitad visita más de tres centros antes de decidirse. También es significativo que los profesores –incluso los de centros públicos– elijan más a menudo centros privados que la media de los padres.

PLAN BOLONIA

Son muchos los lectores de nuestro consultorio, tanto padres como alumnos, los que nos preguntan insistentemente sobre el llamado Plan Bolonia.

El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), surge tras la Declaración de Bolonia de 1999. Esta Declaración fue aprobada por 29 estados europeos con el fin de armonizar los distintos sistemas educativos de la Unión Europea.

El plazo para la aplicación del plan en todos los países firmantes es el año 2010.

Los cambios más importantes que se van a producir se pueden sintetizar en cinco grandes grupos:
• La adopción de un sistema comparable de títulos, basado en dos ciclos principales, el grado y el postgrado.
4La expedición del denominado suplemento europeo al titulo, este es un documento común a toda la UE que da cuenta del historial académico de un alumno y del tipo de estudios realizados por éste.

• El establecimiento de un sistema de créditos transferibles, que suponga un reconocimiento del trabajo real del estudiante, que incremente la transparencia, la colaboración entre universidades y el aprendizaje en cualquier momento y país de la UE.

• La promoción de la dimensión europea en la educación superior, con especial énfasis en la calidad medida a través de criterios y metodologías comparables.

• La promoción de la movilidad de estudiantes, investigadores y profesores.
Otro cambio significativo que se produce con el Plan Bolonia, es la adquisición de nuevas metodologías, tanto para el profesor como para el alumno.

En el caso de los alumnos, ir a clase ya no supondrá una actitud pasiva, ahora los alumnos van a clase a participar en tareas que les permitirán aprender más. Tendrán que buscar e integrar información, tendrán que trabajar en equipo, que planificarse, que presentar resultados, que tomar decisiones y también que estudiar. Mucho de su aprendizaje acontecerá de manera autónoma y tendrán que ser conscientes de que todo esto no son extras sino elementos necesarios para superar sus materias, porque es la única forma de conseguir el aprendizaje integral que se pretende.

En resumen, estamos ante el nacimiento de un nuevo sistema universitario que requerirá del esfuerzo de todos, profesores, alumnos y centros educativos, para crecer con éxito.

Las fábulas de Esopo enseñan siempre

Esopo y sus fábulas tienen ya más de 30 siglos de vida, pues son del VII a.C. Nació en Frigia, una región que hoy es parte de Turquía. Esopo se llamaba precisamente un río de esa comarca. No se sabe mucho más de él, salvo que era esclavo.

Esopo se hizo enseguida muy popular. Sus fábulas se utilizaban como libro de texto en las escuelas. Platón dice que Sócrates se sabía de memoria los apólogos de Esopo. El pueblo de Atenas encargó al escultor Lisipo la realización de un busto del poeta.

Existe una Vida de Esopo, escrita en el siglo XVI por un monje, Panudo, de la que no se puede asegurar que corresponda a la verdad histórica. Planudo cuenta que Esopo fue esclavo de Janto de Samos, que acabó dándole la libertad.

Cortas, claras, doctas. Se conservan trescientas fábulas de Esopo, la mayoría muy cortas, de entre diez y veinte líneas. Los protagonistas son animales, porque Esopo sabía bien que los niños aman este tipo de historias y que se divierten mucho con ellas. Así eran los niños hace treinta siglos y así siguen siendo. La industria de Disney lo ha entendido muy bien.

Como era para niños, las fábulas son cortas. Los niños no soportan un cuento muy largo, pero sí una indefinida cantidad de cuentos cortos. Las fábulas son, además, doctas. Tienen, de forma muy clara, una lección o moraleja, que quizá el niño no acabe de entender, pero sí el adulto, que también lee la fábula. El niño se queda con la historia de la que, cuando pueda, extraerá la enseñanza. El conjunto de esas morales –mejor que moraleja– muestran que Esopo era un buen conocedor de la naturaleza humana. Veamos algunos ejemplos:
La zorra y las uvas. “Viendo una zorra unos hermosos racimos de uvas maduras, deseosa de comerlos, busca medio para alcanzarlos, pero al no serle posible de ningún modo, viendo frustrado su deseo, dijo para consolarse:
–No están maduras. A veces se manifiesta no apetecer lo que se ve imposible de conseguir”.

El lobo y la grulla. “A un lobo que comía un hueso, se le atragantó el hueso en la garganta, y corría por todas partes en busca de auxilio. Encontró a una grulla y le pidió que lo salvara de aquella situación, y que enseguida le pagaría por ello. Aceptó la grulla e introdujo su cabeza en la boca del lobo, sacando de la garganta el hueso atravesado. Pidió entonces que le diera la paga convenida.

Oye, amiga –dijo el lobo–, ¿no crees que es suficiente paga el haber sacado tu cabeza sana y salva de mi boca? No hagas favores a malvados, pues mucha paga tendrías si te dejan sano”.

La paloma y la hormiga.

“Una hormiga, que tenía sed, bajó hasta un manantial. Arrastrada por la corriente, estaba a punto de ahogarse. Viéndola, una paloma desprendió una ramita del árbol, la arrojó a la corriente, montó encima a la hormiga y la salvó.

Mientras tanto, un cazador se adelantó con su arma preparada para cazar a la paloma. Le vio la hormiga y le picó en un talón, haciendo que el cazador soltara su arma. Aprovechó el momento la paloma y voló libre. Debemos ser agradecidos y devolver los favores que recibimos”.

La gallina de los huevos de oro. “Tenía cierto hombre una gallina que cada día ponía un huevo de oro. Creyendo encontrar en las entrañas del ave una gran masa de oro, mató a la gallina; pero al abrirla vio que por dentro era como las demás gallinas. De modo que, impaciente por conseguir de una vez grandes riquezas, se privó del fruto abundante que la gallina le daba. Es conveniente estar contentos con lo que se tiene y huir de la insaciable codicia”.

Todos pueden aprender aún de las fábulas de Esopo porque constituyen, en conjunto, lo que podría llamarse una “ética del sentido común”, arraigada en la naturaleza humana. Por eso se explica que sus morales sean inmediatamente inteligibles treinta siglos después. Lo de huir de la insaciable codicia hubiese sido muy provechoso para no caer en esas estafas financieras de las que hoy día están llenos los periódicos.

Las fábulas pueden encontrarse en Alianza o en RBA Bolsillo, aunque hay muchas ediciones para niños con unas pocas de estas historias cortas

Padres y educadores

El discurso oficial se centra en que los problemas de la educación española se deben principalmente al retraso educativo de los adultos –de los padres– con respecto a Europa. Según este discurso, el nivel de estudios de los padres está determinando el de los hijos. Un nuevo estudio defiende que es un factor influyente, pero no determinante. La buena noticia es que los padres pueden disminuir esa influencia implicándose en la educación de sus hijos.

Los padres españoles de hoy tienen más estudios que los de 2000, pero los resultados escolares de sus hijos no han mejorado en ese tiempo. De creer el discurso de que lo que más influye en los resultados escolares es el nivel educativo de los padres, no parece explicable este dato.
Como dice Juan Carlos Rodríguez, coautor del estudio Los padres ante la educación general de sus hijos en España (Funcas), “el aumento del nivel educativo de los padres no produce resultados ‘mágicamente’. Se supone que puede traducirse en padres más implicados, que ayudan más a sus hijos en sus quehaceres escolares, que crean un ambiente más enriquecedor en el hogar, o que son más exigentes de cara a los centros escolares. Pero no tiene por qué traducirse necesariamente en esos comportamientos”.

Mensaje positivo

Sin embargo lo positivo es que los padres pueden comportarse de manera que ayuden a sus hijos a mejorar sus resultados escolares. ¿Cómo? Implicándose en su educación. Una implicación que comienza desde el principio de la escolarización: según el estudio, el que los padres hubieran buscado información de varios centros educativos antes de decantarse por uno cuando el niño tenía tres años se relaciona positivamente con que el estudiante de ESO obtenga mejores resultados –que la encuesta mide como número de suspensos en la última evaluación.
También, como es razonable, existen comportamientos que reflejan esta implicación de manera más directa y que ayudan no poco a los alumnos, como leer con ellos en voz alta. Tomarles la lección no mejoraría el rendimiento, pero ello es debido más bien a que los padres con alumnos que tienen más problemas lo hacen más a menudo, lo que vendría a desmentir la poca implicación de la que tantas veces los progenitores son acusados.

Comportamientos

Naturalmente que existen padres poco implicados. La encuesta, por ejemplo, desvela que los alumnos que ven en exceso la televisión o usan la videoconsola casi a diario tienden a tener peores notas que los alumnos a los que los padres no les consienten holgar de esta manera. Es algo apoyado por numerosos estudios.
Lo novedoso es que el que los padres vean la televisión más de dos horas diarias está más relacionado con el aumento de suspensos de sus hijos que la que ve el propio alumno. Como dice Rodríguez, “podemos entenderla como un indicio de otras características de los padres que no favorecen un ambiente doméstico proclive al aprendizaje escolar”.

Mejorar entre todos

Parece, por tanto, que la implicación de los padres se relaciona con una mayor probabilidad de no tener problemas de rendimiento escolar. Sin embargo, una mayor implicación paterna general no está consiguiendo mejorar los resultados de la educación española.
Hace una generación los españoles aumentamos exponencialmente el nivel educativo, con unos padres peor formados, con un nivel económico claramente inferior y con otros condicionantes en contra. Hoy día los padres están mejor formados y más implicados, y nuestros resultados llevan estancados una década. Quizás sea la hora de preocuparnos por nuestro hijo y preguntarnos qué está pasando con los hijos de todos.

Otras conclusiones del informe: participación y juicio del centro y del sistema

• Una de las cosas curiosas del informe es que los padres valoran con un notable alto de media al centro donde están escolarizados sus hijos. Es algo natural, pues, como afirman los autores del informe, si no estuvieran razonablemente satisfechos cambiarían a su hijo de centro. Sin embargo, el juicio que les merece el sistema educativo español –del cual es difícil “cambiarse”– es bastante más mediocre, una media de tres en una escala del uno al cinco.

• Aunque esta idea está presente en el discurso oficial, no parece que la escolarización temprana de los niños –antes de los tres años– influya positivamente en su rendimiento posterior. Es algo que también ha detectado la OCDE: hace poco, en un informe de este organismo internacional sobre los resultados escolares españoles, se sugería que algo está mal diseñado en nuestra Educación Infantil, porque en otros países los alumnos que pasan por esta etapa tienen mejores resultados escolares, pero eso es algo que no ocurre en España.

• Los padres ven por abrumadora mayoría (ocho de cada diez opinan así) útiles o muy útiles las reuniones con el director, el tutor o el profesor de su hijo Suelen acudir a tres o cuatro reuniones al año, y más en Primaria que en la ESO. Esto es algo curioso: es en la ESO cuando se dan más problemas escolares y de comportamiento. Además, el profesor de ESO sabe cómo va el adolescente y con quien se junta, algo determinante en su comportamiento, actitudes y rendimiento. Es una de las grandes ayudas infrautilizadas por los padres en la educación de los adolescentes.

• Los padres consideran mayoritariamente que el nivel de exigencia es bajo (46%) o adecuado (45%). Sólo el 6% considera que es alto.

Perfiles positivos

Lo bueno es que padres y alumnos pueden hacer mucho por mejorar el rendimiento escolar:

• En general, la implicación de los padres en la marcha escolar de sus hijos es positiva: leer con ellos, ayudarles con los deberes, preocuparse por lo aprendido, etc., son puntos para evitar la caída de resultados en la adolescencia.

• Parece que da lo mismo que el centro sea público o privado, lo importante es elegirlo con conocimiento. Aquellos padres que miran más al elegir el centro al que irán sus hijos ven recompensado su esfuerzo en el futuro.

• Hablar con los adolescentes de temas sociales en familia parece estar relacionado con los mejores estudiantes. Además, aunque el estudio no lo dice, sabemos que es una manera óptima de implicar a los hijos en lo que ocurre en el mundo y de transmitirles valores.

• El estudio de un idioma en horario extraescolar parece relacionado con la buena marcha en los estudios, aunque es posible que los alumnos con peores rendimientos hayan abandonado también estos estudios o simplemente sus padres se los han sustituido por clases de refuerzo.

Perfiles negativos

Pero también pueden hacer mucho por empeorarlo:

• Los padres que ven más de dos horas de televisión al día se relacionan con alumnos que sacan peores notas, según el estudio realizado por Víctor Pérez Díaz, Juan Carlos Rodríguez y Juan Jesús. Fernández.

• Los padres que permiten a sus hijos un uso diario de la videoconsola o ver más de dos horas de TV al día también consiguen que sus hijos tengan peores resultados.

• Sin embargo, nada influye más en los resultados del alumno que su propio perfil negativo: estudiar menos o ser conflictivo en el centro es un síntoma seguro de malas notas. Rodríguez dice que “mala conducta y peor rendimiento son par
te de un síndrome de comportamientos y actitudes que, por razones diversas, encajan mal en un sistema escolar que tiende a ofrecer una única receta para todos”.

• Otros comportamientos que se identifican con el perfil negativo del progenitor (el que tiene hijos que suspenden más) es la falta de ayuda en los deberes, o la ausencia de libros en casa –lo que indica ausencia de hábitos lectores entre los padres.