El profesor del Siglo XXI

Que las cosas están cambiando, en la sociedad y en la educación, en la primera década del siglo XXI es una evidente realidad que no necesita muchos comentarios. Cambia la familia, cambia la sociedad, cambian los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, el acceso a la cultura y la formación, cambias los roles sociales y, por supuesto, cambia el papel del profesor.

La conclusión parece evidente, aunque lo que no parece tan claro es cuál es el nuevo papel que debe desempeñar el profesor en la escuela del siglo XXI. Podemos convertir lo accesorio en fundamental y pensar, por ejemplo, que porque haya más ordenadores en los centros la misión educativa del profesor es radicalmente distinta a la que tenía el Maestro Ciruela. Sin embargo, la realidad dice que sí, que ha cambiado el contexto, las circunstancias, algunos medios, determinados objetivos, pero que, en esencia, el papel de los docentes sigue siendo el mismo: conducir a los alumnos y alumnas a ser mejor ciudadanos y mejores personas.

La formación científica, cultural, en valores, etc. sigue siendo la piedra angular de cualquier proceso educativo. Y en medio de ese proceso, los docentes son la pieza fundamental y básica, por mucho que las tizas ya no manchen, de la extensión de la pizarra digital y de la explosión de las redes sociales e Internet. Todo esto son herramientas que, bien conocidas y utilizadas, ayudan a educar mucho mejor.

Esta idea está presente en las conclusiones de los informes PISA y en otros estudios, como el de TALIS, de la OCDE, que miden la profesionalidad de los profesores. En todos ellos se insiste una y otra vez en la misma idea: situar al profesor y su papel transmisor en el centro del proceso educativo.

Conocer la realidad

Sin embargo, es evidente que hay muchas cosas que no funcionan en la educación, como estos mismos informes señalan y un número no pequeño de libros escritos por docentes se han dedicado a detallar. Por ejemplo, la reciente novela de Fernando J. López, La edad de la ira, y libros tan difundidos y leídos entre el colectivo docente como los de Ricardo Moreno, Gregorio Luri, José Sánchez Tortosa, Javier Orrico, José Ramón Ayllón, Toni Sala, Inger Enkvist, Mercedes Ruiz Paz…, ensayos que, al margen del lenguaje de los políticos y de las Administraciones educativas, han acertado a la hora de hacer una radiografía real, a ras de suelo, de lo que está pasando de verdad en las aulas.

Y aunque el papel del docente, como decíamos sigue siendo en esencia el mismo, hoy día las circunstancias ambientales y sociológicas exigen de los docentes una mayor preparación para adaptarse mejor a la sociedad del siglo XXI.

Por ejemplo, se les exige no solamente que sepan transmitir conocimientos sino que, también, colaboren activamente con los alumnos en su proceso de formación. Catherine Mayers, directora de varios centros educativos en Estados Unidos, escribió en el diario The Times (16 febrero 2010) algunas de las claves para que los colegios mejoren su prestigio. Destacamos dos ideas de su artículo: primero, que los docentes “tienen que gustar a los alumnos y creer en que puedan lograr sus objetivos”, es decir, una estrecha relación de conocimiento y emotiva que posibilite a los alumnos ampliar sus metas y mejorar sus resultados; segundo, que deben fijarse objetivos concretos para cada alumno (huir, por tanto, de la esclerótica uniformidad), de manera que puedan desarrollar sus habilidades específicas. También deben estar al lado de los alumnos cuando no alcanzan sus objetivos y necesitan de una atención especial.

Este debe ser el trabajo prioritario del profesor: estar al lado de los alumnos para facilitarles el camino apropiado. En clave educación, podemos decir que hoy más que nunca el profesor debe trabajar al máximo las posibilidades que proporcionan la orientación psicopedagógica.

Conocer y dominar las mejores estrategias de aprendizaje y saber adaptarlas al grupo en el que imparten clases, conociendo a sus familias y el contexto personal y social que rodea a los alumnos, a veces más determinante de lo que parece. Estos planteamientos reclaman un profesor mejor formado, más preocupado por saber adaptarse a las necesidades de sus alumnos.

Destrezas directivas

Otro rasgo diferenciador del profesor del siglo XXI es la asunción de una serie de destrezas directivas. El fomento del liderazgo educativo lleva implícito traducir estos objetivos a la vida diaria de los centros, algo que sólo puede hacer una dirección implicada en lo que está pasando. Es, sin lugar a dudas, otra de las asignaturas pendientes del sistema educativo actual.

La dirección de un centro no supone la consagración de la autoridad, entendida por tal el ordeno y mando. Hoy día, y más en un centro de enseñanza, lo más importante es tirar del carro todos en la misma dirección: padres, profesores, alumnos y directivos. Cuando hay empatía entre la dirección y el profesorado, suele ser un reclamo para atraer en esos centros a un profesorado de calidad. La dirección debe conocer bien la realidad de su centro, las habilidades del profesorado con el que cuentan, sus necesidades de formación y el nivel social y formativo de los padres como requisitos previos para fomentar el trabajo en equipo, pieza básica hoy día de la organización de los centros.

El trabajo del docente del siglo XXI tiene que estar abierto también a asumir otras responsabilidades. Hoy el docente no sólo es educador; es, además, psicólogo, consejero y formador en valores. Todo un reto.

Educación sin tópicos

En su libro De la buena y la mala educación, de alguna manera continuación de su exitoso Panfleto antipedagógico, Ricardo Moreno advierte de la extensión de algunos tópicos educativos que pueden volverse en contra del trabajo docente: “En cualquier congreso sobre educación es muy fácil arrancar un aplauso diciendo ‘la escuela es el reino de la diversidad’, ‘al niño lo educa toda la tribu’, ‘no podemos seguir educando como hace cien años’ o ‘la escuela es el reflejo de la sociedad’. Pero si antes de aplaudir respiramos hondo y examinamos estos dichos con un poco más de atención, veremos que están vacíos en el mejor de los casos o son rigurosamente falsos en el peor”.

“No puedo buscar el tener como valor absoluto porque acabo perdiendo el ser”

Vivir es en gran parte decidir, tomar decisiones de las cuales depende nuestra suerte y la de muchos otros. El hombre de negocios que arriesga su tiempo y su fortuna, el político que se encuentra en el trance de dar su apoyo a una ley, el estudiante que decide su futuro profesional, el esposo o la esposa que debe hacer frente a una situación crítica en la familia.

A todos nos atormenta en mayor o menor medida si habremos tomado la decisión correcta. Este es precisamente el tema del libro recientemente publicado por Editorial Desclée De Brouwer (Bilbao), “La decisión correcta”, del que es autora Marta López-Jurado.

P. Tomar la decisión correcta, ya sea en los negocios, la política, la vida profesional o la familia, es una de las mayores preocupaciones de todo el mundo. ¿Hay de verdad un procedimiento para no equivocarse, para acertar siempre en nuestras decisiones?
R. En primer lugar hay que aclarar que no es lo mismo decisión correcta que decisión acertada. Una decisión puede ser acertada y no ser correcta. Por ejemplo, yo puedo jugar al bingo y ganar, decisión acertada, y sin embargo, no haber tomado una decisión correcta, porque el dinero que me he jugado es de mi familia.

P. ¿Cuál es entonces la aportación de este libro a la hora de tomar una decisión? ¿En qué sentido me puede servir de ayuda?
R. Lo que aporta este libro es un análisis de lo que pasa, queramos o no queramos, cuando decidimos, basado en un modelo del comportamiento humano. Es un análisis en profundidad de la acción, en el que se aprecia cuándo una persona actúa con racionalidad completa o incompleta, y los tres niveles de valor. Porque, siempre que actuamos, ocurren tres cosas: Primero, el entorno me da algo extrínseco: un reconocimiento de la tarea, el aplauso, un beneficio económico… Segundo, yo aprendo al actuar, lo cual es algo intrínseco, porque se produce en el sujeto que actúa. Tercero, el motivo trascendente, (puesto que me dedico a enseñar) el aprendizaje del sujeto que tengo en frente. Estos tres tipos de valores podemos tenerlos en cuenta, o no, al tomar una decisión. Cuando en mi decisión tengo en cuenta no sólo el dinero y lo que aprendo, sino también la persona que recibe el impacto de mi actuación, entonces le atribuyo valor de persona. En cualquier decisión habrá esa persona que recibe el impacto de ella. Tengo pues que elegir la alternativa que permita que salga beneficiada.

P. ¿Se trata entonces de actuar por motivos trascendentes?
R. Para que la decisión sea correcta, son tres los niveles de valor que tengo que tener en cuenta al actuar. Eso supone el hábito de pararse a pensar, reflexionar sobre los tres niveles que implica la decisión que voy a tomar. La consecuencia será el crecimiento en la virtud moral, lo que a su vez es un crecimiento de la racionalidad, la voluntad y la afectividad, puesto que la persona es indivisible.

P. Usted habla de virtud moral y, hace una generación, la gente en general identificaba lo que era bueno y malo, aun cuando no hiciera siempre lo correcto. Hoy las cosas son distintas, hay una confusión o una falta de acuerdo sobre esas cuestiones. ¿Qué es lo que ha fallado?
R. Está fallando saber qué es la persona y la libertad. Se cree que ser libre es hacer lo que uno siente, sentimentalismo, o hacer lo que produce satisfacción material. Pero eso es un gran error, es una ceguera muy grande que lleva a un callejón sin salida. El drogadicto siente placer hasta que la vida se le vuelve insoportable. Si el drogadicto hubiera vivido antes el final de su aventura no se hubiera metido en ese camino. Se ha equivocado por guiarse por lo que produce placer, confunde lo agradable con lo que es bueno. Buscando sólo un valor me incapacito para recibir todos. Yo no puedo buscar el tener como valor absoluto porque acabo perdiendo el ser. Sucede como en la fábula del Rey Midas, que pide y obtiene del dios Dionisos la virtud de convertir en oro todo lo que toca. ¡Qué diferente valor tiene el oro para él, cuando no puede ya satisfacer el hambre! El hombre no sólo quiere tener cosas, quiere saber y quiere amar. Hay trastornos sicológicos de personas insatisfechas que han hecho de todo. La insatisfacción está en que el yo tiene como referencia un tú y si sólo se ha tenido en cuenta a sí misma se queda solo.

P. ¿De qué manera un padre a su hijo o un profesor a un alumno le puede enseñar a tomar decisiones correctas?
R. La manera es que siempre con mi modo de actuar yo me muestro a los demás. La gente acaba viendo mis verdaderas intenciones. Esto tiene una gran importancia para la educación. Hay que hacérselo ver a los niños, abrirles los ojos. Si bien, la capacidad de compartir y el nivel de sacrificio sea proporcionado a la edad. A los alumnos de Secundaria, a través del análisis de situaciones reales, se les enseñan las consecuencias trascendentes de sus decisiones y que, si no las tienen en cuenta, podrán convertirse en unos trepas pero no habrán actuado en función de la persona.
Proponemos, por ejemplo, el caso de una muchacha muy guapa que hizo una excursión al lago Michigan. Vino un tornado y le dio en la espalda. Quedó paralizada. El novio no la abandonó y se casó con ella. Tuvieron tres hijos y aunque el último de ellos nació algo enfermo lo sacaron adelante. Ella ahora trabaja en una multinacional. Su modo de actuar provocó que engendrara verdaderos amigos que no la abandonaron en los momentos malos. En cambio si yo vivo como una persona que maltrata me quedaré sola. La libertad no es hacer lo que me apetece es más bien un asunto de dar.

P. ¿Puedo encontrar en su libro más casos prácticos…?
R. El libro es muy práctico, toda la metodología está enfocada a la práctica. En la tercera parte, tiene casos desarrollados para alumnos de Secundaria. Es un marco muy general, pero da las pautas y los principios para tomar la decisión correcta: tener siempre presentes los tres motivos de la acción. Actuar por motivos trascendentes es propio de la persona.

La escuela sale al parque

Hablar de educación suele identificarse con el colegio, los libros, los exámenes… Pero educar abarca mucho más y si se trata de menores con riesgo de exclusión social o signos de marginalidad la prevención debe incluir a la educación en calle o en medio abierto. Éste es el interesante tema propuesto por uno de nuestros lectores, Jaime Esteban Cruzado.

A menudo se dice que la escuela de la vida enseña tanto o más que los centros educativos. Quizá no haya que medir si es más o es menos, pero los niños y jóvenes debidamente formados son mucho más fuertes psicológicamente y, por tanto, cuentan con mejores recursos para enfrentarse a los avatares de la vida que los menores con menos formación. Estos resultan más maleables ante todo tipo de vicisitudes. Es por ello que la prevención en los espacios públicos se antoja fundamental para prevenir actuaciones como el botellón, el consumo de drogas o el enfrentamiento entre bandas juveniles rivales. Así, la educación en calle o en medio abierto consiste en ofrecer alternativas de ocio saludables a través de educadores que estén cerca de los chavales, en los parques o en los campos municipales de futbol. Es así una manera más de aunar formación y ocio o aprendizaje y diversión.

El psicólogo y primer Defensor de Menor, Javier Urra, dice que “los niños tienen que volver a ganar la calle” y no le falta razón si pensamos que la inversión en mesas de ping-pong o canchas de baloncesto no sirve de nada si están vacías porque los menores no cuentan con las raquetas o el balón adecuado o, simplemente, porque necesitan de un dinamizador que organice los equipos y el juego.

Igualmente está educación en calle o en medio abierto se antoja fundamental cuando los padres tienen extensas jornadas laborales o cuando principalmente los adolescentes dedican su tiempo de ocio en consolas u ordenadores en vez de primar la relación con su grupo de iguales o/ y en su entorno cercano. En este sentido, hay experiencias especialmente positivas en barrios como Vallecas o en municipios como Parla, Valdemoro o Fuenlabrada, en Madrid.

Jaime y Carlos, dos educadores sociales, abogan porque se invierta más en este tipo de actuaciones en calle y se evite la excesiva presencia de policías “intimidatorios” (pues llevan armas, porras, esposas…). Para Jaime, la “intervención social y comunitaria, coordinada con los centros educativos y las asociaciones del barrio, suponen establecer al educador social como figura de referencia para el municipio”.

Pero, ¿cómo actúa el educador social ante un pandillero juvenil por ejemplo? “Yo le veo en el instituto, dialogo con él, sin el grupo que le respalde, haciéndole reflexionar sobre los beneficios y perjuicios de tontear con una banda; y los chavales, así, desde la cercanía, te expresan cómo se sienten”, comenta Jaime pues, ”muchas veces, lo que necesitan es que alguien les escuche, que se interese por su hazaña de haber hurtado en Usera, volviendo sano y salvo a Villa de Vallecas”, explica Jaime.

Hablamos de adolescentes que a menudo no tienen claro qué hacer en el futuro y saben que no quieren estudiar. Hay chavales que en privado cuentan que echan de menos su país, que están viviendo la crisis de la adolescencia …

El educador social acompaña al chaval en su proceso evolutivo, desde el diálogo con el joven, e intentando conocer sus motivaciones, reforzándolas y reconduciéndolas, reforzando los valores positivos del joven, como su honradez, nobleza, o su creatividad para pintar grafittis. Al mismo tiempo se le informa de la oferta de ocio sano de su barrio, por ejemplo: concursos de grafittis para jóvenes por ejemplo.
Para Carlos, la prevención debe contar también con el apoyo de los padres y los profesores del centro escolar. “Trabajar de forma coordinada entre familias, centros escolares y organismos municipales es la mejor manera de minimizar riesgos en el entorno de los jóvenes con mayor riesgo de exclusión social”, opina.

A tener en cuenta

• La juventud desarrolla gran parte de su vida diaria en la calle lo que la convierte en uno de los mejores espacios educativos.
• Es necesario invertir más en infraestructuras públicas como canchas de béisbol, baloncesto, balonmano, pistas de patinaje, skate, reserva de muros para concurso de grafittis, carriles bici, préstamo de bicis, etc.
• Al mismo tiempo sensibilizar a las administraciones y a la sociedad civil para invertir más en Programas de Educación Social en Medio Abierto como complemento al trabajo de los centros educativos, de las asociaciones, casas de juventud, centros juveniles y de las propias familias.
• Analizar la realidad social del barrio u municipio en el que vamos a trabajar para responder así a las motivaciones de los menores de la zona.
• Involucrar a los padres en esta intervención, para construir junto con los profesores el mejor de los centros posible, y mostrarlo a la comunidad por medio de las actividades educativas e interculturales que organice para todo el barrio, durante el curso escolar.

“El niño se siente parte de una familia que es su equipo”

Cuando Roberto Guzmán entra en el colegio hace 14 años para hacerse cargo de las clases extraescolares sólo había un equipo de baloncesto femenino. Entonces acababa de entrar una nueva directora, Pilar Cubillo, y le permite promocionar el deporte en las clases.

En ese mismo año ya salen dos equipos de baloncesto y uno de boley. Actualmente el número ha aumentado considerablemente y lo que más ha crecido ha sido el fútbol.

P. Cuando el colegio comienza a ser mixto ¿Cómo se afronta ese proceso?
R. Aunque eran pocos chicos y todo el deporte era mixto, los padres empiezan a demandarlo. Comenzamos con iniciación al deporte en 3º de Infantil. Ya había formada una escuela de baloncesto por eso las primeras generaciones –los que ahora están en 4º de la ESO– juegan a baloncesto o boleybol porque era su referente, entonces no había fútbol. Solo había seis niños y se monta el primer equipo mixto de baloncesto ya desde 1º de Primaria ya empezamos a jugar ligas. Es el equipo que más éxito ha tenido ya que en sexto fueron subcampeones de Madrid mixto.

P. ¿En vuestros entrenamientos qué prima más, la técnica o el espíritu de equipo?
R. A partir de hacer un equipo enseñamos la técnica. No hacemos una prueba de nivel. Prefiero que tengan un concepto de equipo que se respeten entre ellos, a los entrenadores, a los árbitros y al equipo contrario. Cuando son muy pequeños, a partir de ahí, se hace un trabajo de técnica y táctica individual y colectiva y se ve la progresión. En un equipo grande se les inculca que si no van a entrenar no juegan. Se les inculca la disciplina de horarios. Ellos saben que deben estar media hora antes del partido con la equipación completa. No pueden jugar con pantalón largo o sin las medias reglamentarias.

P. ¿Cuentan con su propia equipación? ¿Para ellos es tan importante?
R. El niño se siente parte de una familia que es su equipo. Al principio se empezaba con una equipación, que sólo era una camiseta, que se devolvía a final de temporada. Ahora cada año tienen una equipación completa, con sudadera, chandal, peto, medias, camiseta de entrenamiento, con su mochila con su número y los niños se sienten casi profesionales.

Por una boca sana

En el Colegio Claret Fuentanta estamos llevando este curso un programa de Salud Bucodental que incluye la alimentación sana.

Desde el departamento de Ciencias estamos trabajando para todo el colegio (Infantil, Primaria y ESO) a través de:
• Carteles de la campaña repartidos en pasillos del colegio Curso 2010-2011
• Colutorios con flúor en Primaria de 1º a 6º.
• Fichas de contenidos para las familias y de trabajo para los alumnos (7 fichas repartidas a lo largo del curso escolar)
• Charla de escuela de Padres sobre la alimentación y la nutrición en infantil y la adolescencia.
• Charla médico/dentista en semana Cultural sobre factores etiológicos de la maloclusión en los niños.
• Seguimiento con las monitoras del comedor en el Programa. Con realización de juegos (la mesa y los buenos modeles). Murales realizados por los alumnos del comedor.

100 vulneraciones de las cadenas a la protección de menores

Una plataforma de cincuenta organizaciones sociales, de todos los colores ideológicos, ha hecho balance: los inconvenientes de la televisión para los menores son más graves que hace un año, cuando no existía una Ley Audiovisual, garante de su protección.

16 de febrero. Manoli, 10 años, hace sus deberes. Quiere descansar un poco. Sus padres no le ponen pegas. Pincha en Antena 3. Entrevistan “a una señora que dice haber mantenido una relación con el cantante Máximo Valverde y que, según comentan varios contertulios, guarda semen en un condón en el frigorífico”.

14 de septiembre. Programa de Cuatro, entre 15.40 y 17.05 horas. “Un señor en una playa, vestido con un tanga, haciendo gestos obscenos: me doy por el cuerpo esa cremita que llevamos los hombres”. A Manolo dice que le distrae la telebasura, pero la presencia de su nieta le hace desistir de continuar con esta mercancía.

30 de noviembre. Josemi, 9 años, está en casa a las cuatro de la tarde. Al entrar en el salón oye gritos de este tenor: “sinvergüenza”, “baboso”, chantajista”, “cocainómana”, “prostituta”. Mamá se alarma, toma el mando y abandona Telecinco.

Los entrecomillados pertenecen al centenar largo de casos –más atroces aún– denunciados en un informe del OCTA sobre el estado de nuestra televisión, por las tardes. Coincide con el primer año en vigor de la Ley General Audiovisual, ley que hace dos cosas: crea un espacio protegido para los menores –franjas horarias libres de daño para ellos–, y un organismo, un Consejo, para gobernar el mercado audiovisual y castigar los incumplimientos de los operadores de tv.

De la lista de transgresores al horario infantil no se libra ninguna cadena importante, ni sus canales auxiliares. Nadie ha sido nunca sancionado por estas violaciones. ¿Están satisfechos con la impunidad en que se mueven? “Claro que me siento cómodo viendo la programación de La Sexta. Es joven y desenfadada. ¡Me encanta!”, presumía su entonces propietario, Emilio Aragón. (Suplemento XL Semanal).

Rebelión cívica

Los espacios libres de telebasura son dos: uno de protección reforzada, de ocho a nueve por la mañana y de cinco a ocho por las tardes; el segundo, menos riguroso, de 06.00 a 22.00 horas. Ahí, cualquier programa inadecuado para menores y adolescentes debe ir acompañado, durante toda la emisión, por unas advertencias visibles y audibles, para que los padres decidan si quieren que sus hijos lo vean.
El estudio se denomina Vulneraciones a la Ley 7/2010 General de la Comunicación Audiovisual en materia de protección de menores. Lo avalan organizaciones sociales con un ideario muy plural. Desde la ONCE hasta UNICEF y la UNESCO, desde CCOO a UGT, pasando por confederaciones de padres de alumnos de ideologías contrapuestas, asociaciones de telespectadores como ATR y Plaza del Castillo, de consumidores o la Universidad Rey Juan Carlos.

En total cincuenta entidades cívicas agrupadas en el Observatorio de Contenidos Televisivos y Audiovisuales (OCTA), que ha dado la cara por el derecho de los espectadores y pedido al Gobierno que se cumpla la ley y acabe con la impunidad. El estudio del OCTA no es un hecho aislado. Su contenido es demoledor y sonrojante. Va en la misma línea de los efectuados, antes de existir la Ley Audiovisual, por la Agrupación de Telespectadores (diez informes entre 2005 y 2009), CEACU (2008) y otro muy reciente, de la Universidad Rey Juan Carlos.

Este último, Cinco años después del Código de Autorregulación, cuantifica en 4.889 las vulneraciones a las normas de protección de menores por las televisiones, entre el 9 de septiembre y el 31 de diciembre de 2008. Y del 1 de julio al 30 de septiembre de 2009, los incumplimientos fueron 5.838.

Que llueve sobre mojado, lo sabe todo el mundo. Según el Defensor del Pueblo (noviembre 2010, con la Ley Audiovisual en vigor), el 47% de los españoles piensa que no se cumplen las vigentes normas de protección a los menores. María Luisa Cava de Llano, titular en funciones de la institución, concluyó que era necesario disponer de una autoridad audiovisual. Antes lo había exigido el Defensor del Menor, en Madrid.

En contra de las críticas fáciles –“ya están de nuevo los alarmistas y pacatos”, suele decirse– la novedad no está en la deficiente conducta de las televisiones para con los niños, sino en que los poderes públicos se inhiban del cumplimiento de la ley, perjudicando al más débil, el espectador. Repito: hasta el 1 de mayo de 2010, esa protección era voluntaria; desde ese día, la norma de aplicar el código ético es obligatoria. La Ley General Audiovisual establece que los ciudadanos tienen el derecho a exigir que, al menos entre las cinco y las ocho de la noche, la programación de las cadenas no emita nada perjudicial para el desarrollo físico y mental de los menores de 13 años.

Por primera vez en España, un organismo muy representativo socialmente, se ha movilizado para recordar al Gobierno que el ciudadano español tiene el derecho a que las cadenas no abusen de su poder sobre la audiencia y le impongan los contenidos que deseen, y a la hora que les interesa. No se trata de moralizar los programas de televisión, sino de cumplir con una obligación legal.
Tampoco proponen la censura en televisión, sino ejercer su derecho a no ser tratados como simples consumidores. Consumidor es quien paga por un periódico de papel, cuya línea de pensamiento conoce previamente. Implica un acto expreso de voluntad. En cambio, el espectador de televisión, o acepta los contenidos o no hay televisión. Es un sofisma plantear el problema en los términos que lo hacen muchas personas: “Nadie está obligado a ver la televisión”.

Pero ¿puede alguien garantizar el ejercicio de tal derecho? Sí, el Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA). La ley prevé la puesta en marcha de ese órgano regulador. Funciones: vigilar que se respeten los horarios de protección a menores, advertir a los operadores si no lo están haciendo e imponer sanciones cuando violen la ley. El OCTA exige al Gobierno la constitución del Consejo Audiovisual. Ya va para un año su demora.

¿Quién bloquea este Consejo? Primero, el Gobierno dice que no hay dinero; segundo, algunos medios de comunicación conservadores objetan que es un órgano de censura; tercero, el PP alimenta la sospecha de que amenaza la libertad de expresión; cuarto, las televisiones privadas exigen campo libren en la batalla por la audiencia. Vale todo y a todas horas.

Consejo audiovisual

Órganos reguladores los hay en banca, energía y telecomunicaciones. En el mercado televisivo actual funcionan incluso emisoras ilegales, otras ponen películas pornográficas a las cinco de la tarde y los canales subsidiarios de Telecinco y Antena 3 ofrecen a la hora del almuerzo programas para adultos. Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia y Portugal tienen su Audiovisual. En España, la ley hace de ese Consejo una autoridad plural e independiente, no política, como la actual (Ministerio de Industria). Lo constituirán siete vocales, elegidos entre profesionales de reconocido prestigio en el sector. Decidirán por votación sobre temas de su competencia. Ni censura, ni suplanta a los jueces. Pero sanciona.

Desarrollar la inteligencia de un modo divertido

Estimulación precoz, capacidad intelectual, desarrollo motor, habilidades sociales… Asusta asimilar que debamos potenciar en nuestros hijos todas estas cosas. Pero sólo hay que jugar con ellos y elegir los juguetes adecuados. La información que recibe el niño a través de estímulos divertidos quedará grabada en él de forma duradera.

En nuestra sociedad nos encontramos con una gran competitividad en todos los ámbitos. Es tarea nuestra hacer que nuestros hijos crezcan, forjen su personalidad y que aprendan a conocer el mundo y a enfrentarse a él. Somos el enlace que tienen con la sociedad y si queremos que nuestros hijos no sólo sobrevivan, sino que triunfen en la vida, es bueno empezar a estimularles pronto de la manera más amena y divertida posible.

El desarrollo neurológico en los primeros años de vida es fundamental. Todo educador sabe que cada niño nace con una gran capacidad de aprender. Por eso es necesario dar al niño los medios para que desarrollen su inteligencia y su capacidad de observación; y también para que aprendan a entender el lenguaje, a reconocer mediante los sentidos…
Todo esto puede hacerse de muchas maneras. Ha quedado atrás el modo de enseñanza antiguo en el que primaba la teoría de “la letra con sangre entra”. Teniendo en cuenta que los niños son curiosos por naturaleza, y que siempre tienen ganas de divertirse, lo más fácil es adecuar el juego a la edad para potenciar sus capacidades físicas e intelectuales. A través del él explorarán cosas nuevas y aprenderán sin esfuerzo.

Los ejercicios de lógica le abrirán la mente; los juegos en grupo le ayudarán a socializarse, a saber perder y ganar; los juegos con movimiento ayudarán al desarrollo motor y al equilibrio; los de construcciones fomentarán su creatividad. Y así ocurre con cada juego.

Es importante no olvidar que siempre estamos a tiempo. La inteligencia puede enseñarse y aumentarse a cualquier edad, siempre que nos adaptemos a las necesidades del niño. Y es importante que los padres les acompañemos en el aprendizaje, para confirmar, corregir o animar si fuese necesario. Siempre se puede aprender y si es a través del juego será mucho más ameno y fructífero.

“El juego es el trabajo del niño”

La inteligencia se podría decir que comienza a estimularse desde la cuna y hay que cultivarla ofreciendo al niño todas las oportunidades adecuadas para su edad de desarrollo mediante el juego compartido.

P. ¿Se puede estimular la inteligencia o ya se nace estancado en un nivel intelectual?
R. En la inteligencia intervienen tanto los genes como el ambiente que rodea al individuo. La inteligencia se podría decir que comienza a estimularse desde la cuna. Resulta provechoso cultivarla ofreciendo al niño todas las oportunidades adecuadas para su edad de desarrollo mediante el juego compartido. Por otro lado es conveniente distinguir entre “ser inteligente” y “conducta inteligente” detallando esto último como la habilidad para resolver problemas nuevos, la planificación, la facilidad de adquirir nuevos conocimientos y la capacidad de adaptación.

P. ¿Cómo puede hacerse algo tan importante a través del juego?
R. Los niños son tan prácticos que buscan siempre que la forma de aprender les resulte divertida y amena. Esto es posible especialmente a través del juego. El juego podría decirse que es el trabajo del niño.

P. ¿Cómo saber dónde está el límite entre dejar libertad al niño en lugar de ir corrigiéndole?
R. El mejor juego para un niño generalmente es aquel que disfruta con sus padres; algunos adultos se sientan al lado de sus hijos a ver la televisión o leer un libro mientras estos juegan, esto no es jugar con el niño. El juego es en gran parte tiempo para compartir.

P. ¿Puede haber un exceso de estimulación o el cerebro infantil puede asumir todas las motivaciones a las que se le someta?
R. Efectivamente puede suceder que haya una sobrestimulación causada especialmente por las sobreexigencias que los padres de hoy en día depositan sobre sus hijos, provocados por la sociedad tan competitiva en la que vivimos. Esto puede llegar a ser perjudicial para el proceso de aprendizaje del pequeño. Es beneficioso ofrecer a los niños diferentes oportunidades para aprender cada día algo nuevo, utilizando el sentido común.