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Uno de los últimos trabajos como guionista de la actual ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, fue el que desarrolló en la película Mentiras y gordas, dirigida por Alfonso Albacete y David Menkes.
El filme tenía todos los ingredientes para ser un taquillazo, y lo ha sido: en el primer fin de semana de proyección, ya era la película más vista de nuestra gran pantalla. El secreto de su éxito es, básicamente, haber sabido reunir a los principales actores y actrices que protagonizan las series para adolescentes más vistas: Mario Casas, Ana de Armas, Hugo Silva, Maxi Iglesias, Ana Polvorosa…
Por si tal reclamo no fuese suficiente, los responsables de la película lo aderezaron con escenas de sexo explícito (heterosexual, homosexual y hasta orgiástico), de diversión desenfrenada y de una trama digna de un consultorio de revista para púberes. El psicólogo Jaime Serrada asegura que, durante los talleres de formación afectivo-sexual que imparte por centros escolares, ha preguntado en varias aulas sobre el film: “Uno de los adolescentes me contestó: ‘tiene más argumento una peli porno’”. Serrada afirma que “es una película demasiado explícita, y muestra una imagen de la sexualidad y de las relaciones humanas muy pobre, falsa y dañina”.
Sin embargo, el psicólogo quita hierro al asunto, sobre todo porque los adolescentes son jóvenes, pero no tontos: “A veces, –dice el psicólogo– este tipo de películas hacen menos daño, precisamente por ser tan explícitas y tan obvias en lo que presentan, que otras que muestran modelos equivocados, ocultos bajo otras capas de aparente positivismo”.
Se ha repetido hasta el hartazgo que la obesidad es la epidemia silenciosa del siglo XXI y que se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para las autoridades sanitarias de todo el mundo desarrollado. Pero pocas veces se ofrecen consejos concretos acerca de cómo reducir el contenido calórico de los menús.
La obesidad en sí misma multiplica el riesgo de muerte prematura, pero además agrava otras enfermedades como la diabetes, artrosis, insuficiencia cardiaca, los problemas renales, hipertensión… Por eso, se insiste una y otra vez en la necesidad de adoptar unos hábitos saludables desde la infancia, promovidos desde la escuela y en casa para que dichas costumbres arraiguen en la población y se noten los efectos en el futuro.
No obstante, muy pocas veces se ofrecen consejos concretos acerca de cómo reducir el contenido calórico de los menús sin necesidad de restringir la alimentación a la consabida pechuga de pollo a la plancha y ensalada de lechuga y tomate. Aquí van algunas pautas prácticas para lograr comer de todo, sano y con menos calorías.
En el desayuno
Siempre debe haber cereales, fruta, leche y algo de proteínas. Para lo primero es mejor optar por galletas o copos a los que no se les hayan añadido azúcares, chocolate o crema. Cuanto más “simple” sea el alimento, mejor. La fruta es mejor tomarla entera o en zumo natural. Si no es posible, ingiera zumos, no néctares, y procure que no lleven azúcares de más.
La leche semidesnatada es una buena alternativa para reducir el contenido graso, y en cuanto a las proteínas, la pechuga de pavo, el jamón (de york o serrano), un huevo revuelto… son buenas elecciones para asegurarse este aporte.
En la comida
Trate de incluir siempre “algo verde” como primer plato: verduras, hortalizas en cremas, purés, enteras o en ensalada. Esta última tiene un efecto saciante que evita que comamos demasiado después. En los aliños, modere el chorrito de aceite y pruebe diferentes tipos de vinagre para variar el sabor. Las especias son un buen truco para no abusar de la sal, un condimento que no engorda demasiado en sí mismo pero contribuye a la retención de líquidos.
La carne o el pescado a la plancha son recursos muy saludables, pero pueden causar aburrimiento. Pruebe con otras variedades de carne menos habituales (de avestruz, de conejo, de pollo…) y recuerde que el cerdo no es tan malo como lo pintan.
La cocción o el horneado son maneras sabrosas de cocinar evitando el exceso de grasa. Se usan poco y dan buen resultado, especialmente con los más pequeños de la casa. Sin embargo, no hay motivos para desterrar las frituras de la dieta. Para que éstas sean más saludables, escoja siempre aceite de oliva para realizarlas. Este aceite penetra menos en los alimentos, de manera que su contenido calórico no es tan elevado como si se emplean aceites de otras semillas. La pasta puede cocinarse con verduras, con sofritos de cebolla, pimiento y tomate, con carne picada, con trocitos de pescado o mariscos… no siempre tienen que estar aderezadas con salsas a base de quesos grasos o nata. Por su parte, el arroz es una alternativa poco explotada y que ofrece muchas posibilidades culinarias, normalmente todas bastante equilibradas nutricionalmente.
No conviene reutilizar el aceite más de cinco veces, fíltrelo después de cada uso para eliminar restos, caliéntelo a fuego moderado cuando cocine y no deje que humee demasiado, ya que un calentamiento excesivo libera compuestos nocivos a medio y largo plazo.
El postre
La primera elección ha de ser siempre la fruta. Deje los dulces o los lácteos para ocasiones especiales o para otros momentos del día. Los lácteos es mejor que sean bajos en grasas y que no se compren azucarados. Si añade usted el azúcar u otro edulcorante en casa, controla mejor la cantidad.
Merienda
Repetir con otra pieza de fruta es una alternativa hipocalórica y saludable. Se puede mezclar con un yogur natural y terminar con una infusión o un café. Sacia bastante, aporta nutrientes esenciales y pocas calorías. También se puede tomar pan con embutido no graso o queso blanco. En cuanto a los niños, mejor un bocadillo de embutido que bollería industrial. Tampoco está mal que en esta ocasión también tomen fruta.
La cena
No es aconsejable saltársela, pero sí ha de ser ligera. Las tortillas francesas, las ensaladas, el pescado y las verduras al horno, los tomates aliñados o los yogures mezclados son trocitos de fruta son una buena alternativa para no darse un atracón nocturno, normalmente poco saludable.
Descubre lo último en aparatos: invisibles, móviles… Las ortodoncias se ponen de moda y crecen las alternativas. Los especialistas aconsejan que cada tipo es para una edad diferente. También lo es su precio.
Corrige los dientes, no tiene hierros y no se ve, ¿qué es? Hasta ahora una adivinanza así tendría difícil respuesta. Desde que aparecieron las primeras ortodoncias hace cerca de tres siglos, todos los aparatos habían mantenido prácticamente la misma apariencia. Ya en 1728 Pierre Fauchar, que describió la primera ortodoncia en el libro Le Chirurgien Dentiste, lo trazó entonces a imagen y semejanza de los actuales: con una pequeña banda metálica y con hilos que pasan de unos dientes a otros.
Pero si pensaban que todo estaba inventado, se equivocan. En el siglo XXI cambió la forma de comunicarse, de informarse, de relacionarse. Y ahora le tocó el cambio a la dentadura. Desde hace dos años, en Estados Unidos una empresa californiana comercializa un aparato que pasa prácticamente inadvertido. Es lo que se conoce como ortodoncia invisible o Invisalign. Su versión para adolescentes –el Invisalign Teen– está disponible en España desde el pasado 3 de marzo.
Invisible pero caro
La doctora Alicia García-Yanes es una de las dentistas españolas que disponen de este tipo de aparatos en su consulta de Madrid. Su función es tomar medidas y crear los moldes para configurar las fundas. El resto del proceso se realiza en California. “Es por eso, entre otras cosas, por lo que es más costoso”, reconoce.
Su precio, incluido el estudio de la boca, moldes, fotografías y tratamiento completo, puede superar los 5.000 euros, hasta 3.000 euros más que los brackets de toda la vida. Pero para los bolsillos que puedan permitírselo, las peculiaridades de este tipo de tratamiento son sólo ventajas. Evidentemente, “la principal de ellas es la estética”, asegura la doctora. Y es “la que impulsa a la mayoría de sus usuarios a utilizarlo”, continúa. El Invisalign es totalmente transparente, no lleva gomas ni enganches y como su forma cubre cada uno de los dientes, pasa totalmente inadvertido. Sin embargo no es la estética, sino la ausencia de las molestias en encías y dientes que produce la ortodoncia convencional, su principal ventaja.
Además puede quitarse y ponerse, lo que facilita la higiene al permitir lavarse los dientes. Una ventaja que puede ponerse en su contra, en especial entre los más jóvenes que pueden tener la tentación de quitárselo para más de una ocasión especial. Por ello, “su versión para adolescentes incluye un detector que informa a los padres si se lo han quitado”, explica García-Yanes.
Una vez puesto, se acabaron las intervenciones del dentista. Un programa informático estudia al ritmo que se desplazarán los dientes y el paciente tan sólo tendrá que cambiar de aparato cada 15 días.
Cada uno con el suyo
Cada vez es más habitual observar como en el metro, en la oficina, en el supermercado, un gran número de adultos luce con orgullo una ortodoncia. En los últimos años se ha impuesto la moda de que el aparato ya no es sólo cosa de niños y un alto porcentaje de padres han seguido el ejemplo de sus hijos.
La doctora García-Yanes reconoce que esa tendencia es claramente evidente en su consulta en los últimos años. “Están aumentando el número de pacientes adultos considerablemente. E incluso tenemos casos en los que viene el padre con el niño”, reconoce. Sin embargo, la dentista advierte que no pueden tratarse todos los casos igual.
Cosas de mayores
Los brackets sigue siendo el método más demandado por todos los públicos y bolsillos. Sin embargo, aquellos adultos que por su trabajo de cara al público o por estética quieran un modelo más discreto, la opción ideal es el Invisalign. Eso sí, deben estar dispuestos a desembolsar en torno a los 5.000 euros.
Otra alternativa es el aparato lingual, que se coloca por dentro de los dientes y que es entre un 30% y un 45% más caro que el convencional. Este modelo cada vez está más en desuso por las molestias que provoca. A caballo entre el Invisalign y los brackets convencionales se encuentran los brackets transparentes. Algo menos apreciables que los de toda la vida y entre el 10% y el 15% más caros.
Cosas de niños
García-Yanes reconoce que es a partir de los 14 años cuando los jóvenes son más reticentes a ponérselo. Es en esa edad cuando el Invisalign puede considerarse una opción. La recién estrenada versión para adolescentes controla lo que suponía su mayor peligro, que era la movilidad. Aún así, García-Yanes reconoce que “los brackets siguen siendo la mejor alternativa para los niños”.
Las tradiciones han ido desapareciendo de nuestro entorno a caballo de un nuevo ritmo de vida. Sin embargo, las tradiciones son consustanciales a la vida social de los hombres. Sobre todo, pueden ser importantes para favorecer la cohesión familiar y dar sentido a sus miembros.
Las tradiciones son algo propio del ser humano que vive en sociedad desde el principio de la historia. El hombre, en cuanto se organiza para vivir con los demás, crea una serie de tradiciones que ayuden a crear una comunidad con una serie de puntos en común. Históricamente, las tradiciones nacen alrededor de dos hechos: los religiosos y los de conmemoración de los actos comunes de un pueblo.
Y dirá usted: y esto, ¿qué tiene que ver con mi familia? Pues lo cierto es que las tradiciones sirven para cualquier grupo humano, sea tan grande como el Imperio Romano o tan pequeño como una familia. Pero, ¿para qué sirven las tradiciones familiares?
Lo primero, cuando son vividas por los más pequeños, les crean un sentimiento de pertenencia muy fuerte y que los puede ubicar en y frente al mundo. Además, cuando la familia comienza a disgregarse de forma natural –cuando los hijos comienzan a dejar el nido–, siguen siendo un vínculo muy fuerte, aunque ya se mantenga sólo en el recuerdo.
Pero, sobre todo, pueden ser muy satisfactorias: primero, porque exigen hacer algo en común a la familia, y por tanto exigen un poco de sacrificio “del bueno” –es decir, el renunciar un poquito a mí para donárselo a otro–, lo que está en la raíz de la verdadera felicidad; segundo, porque vividas desde el punto de vista de la profundización humana, pueden ofrecer posibilidades de desarrollo insospechadas para niños, jóvenes y adolescentes; y, tercero, pocas cosas hay tan satisfactorias para unos padres que ver cómo han contribuido a crear una porción de la felicidad familiar que perdura en las familias de tus hijos.
Para “crear” o desarrollar una tradición hace falta pensarla un poco. Por ejemplo, es importante que las tradiciones puedan desarrollarse con la edad. La idea de una tradición es que se mantenga en el tiempo, y no algo que hacemos en un determinado momento y con niños de una edad concreta. Porque una tradición no es un hobby. Debe tener una proyección temporal doble: de mantenimiento y de profundización.
Tradición educadora
La tradición debe ser un poderoso motor educacional, un espacio único para desarrollar las posibilidades humanas de nuestros hijos. Por eso es importante pensar en ellos cuando planifiquemos las actividades, es importante anticipar los momentos y ponerse en la situación de cada uno de sus miembros. Y no debe ser tarea de uno –aunque siempre habrá alguien más implicado para que todo funcione–, porque si no nunca será visto por toda la familia como algo conjunto, propio. Y también pueden estar abiertas a la familia más extensa, sobre todo a los abuelos.
Y, cuidado, una tradición no debe ser una imposición. Las tradiciones se mantienen mientras haya personas que le den un valor, y desaparecen cuando no lo hacen. Si las convertimos en una obligación pierden todo su sentido.
Tampoco pasa nada si desaparecen, o algunos miembros de la familia dejan de otorgarles valor, muchas veces debido a edades complicadas o a que nuevos intereses absorben el tiempo y el interés de los jóvenes. Es algo normal, pero si han arraigado lo suficiente permanecerán en forma simbólica en los corazones de todos, y pueden cualquier día resurgir, de formas sorprendentes, en nuestra familia o en las nuevas que se formen.
Decenas de campos abiertos para desarrollarlas
¿De dónde sacar una nueva tradición familiar? Pues a lo mejor ya tiene varias y no se había enterado. O no las había explicitado como tales. De todas formas, hay decenas de campos en los que desarrollarlas e ir profundizando.
GASTRONÓMICAS. Las comidas en familia son uno de los momentos con más posibilidades educativas, y más ahora en los que los horarios laborales las convierten en un bien más escaso. Dotar algunas de ellas de cierto “toque especial”, convertirlas en un “rito de pertenencia” que pueda sostenerse en el tiempo, está al alcance de cualquiera. Sean sencillos: con el tiempo pueden ser una puerta de acogida a nuevos miembros de la familia, y se trata de poder integrarlos, no de que se sientan marcianos.
SOCIALES. Ayudar a los demás no tiene por qué ser una disponibilidad para “cuando ocurra”, sino que puede ser programado. Hay miles de actividades altruistas que se pueden realizar, actividades que pueden ir ganando profundidad y compromiso con la edad. Además, ahora hacen más falta que nunca, y su contenido educativo y formador está fuera de toda duda, sobre todo de cara a la adolescencia.
CULTURALES. Apoyándose en la música, la literatura, la pintura… El campo es amplio e inagotable. Pocas cosas unen más que tocar o cantar en familia.
NATURALES. La naturaleza es en sí inagotable: montañas, bosques, mares, ríos o lagos, prados y parques. España, además, tiene de todo en muy poco espacio. Sólo tiene que aprovecharlo.
FAMILIARES. No es una redundancia. Piense en lo que pasaba en su familia. A lo mejor hay cosas que se pueden readaptar a los nuevos tiempos manteniendo lo que tenían de valioso.
¿Qué te parece que tus hijos tengan en casa una persona nativa con la que aprender inglés? ¿Y si además te ayuda con la organización de la casa y te hace de baby-sitter por un precio asequible?
Llega el verano. Los niños no van al cole pero tú sí tienes que ir a trabajar. Hasta agosto no coges las vacaciones. ¿Cómo os las arregláis con los niños? ¿Cómo hacer que aprovechen el verano hasta que os vayáis al apartamento de la playa? ¿Y si además queréis que aprendan idiomas? Pensar en acoger en el hogar a un au pair, por ejemplo, de junio a septiembre, está al alcance de casi todos los bolsillos.
La colocación au pair es la acogida temporal, en una familia y a cambio de determinados servicios, de jóvenes de países extranjeros que desean mejorar sus conocimientos lingüísticos de español al tiempo que aprenden todos los detalles de nuestra cultura y cocina mediterránea. Esta opción, de hecho, se está generalizando en España y ya hay algunas empresas que ponen en contacto a familias y candidatos profesionalizando en nuestro
país una fórmula que hace tiempo ya funciona en otros países de Europa –Reino Unido sobre todo– y Estados Unidos.
Eva Ramírez, con tres hijos, escogió la empresa Servihogar, que le había recomendado su cuñada, para probar el verano pasado. Durante tres meses Ann, de 18 años, se ocupó fundamentalmente del cuidado y la formación de sus gemelos de 12 años y del pequeño Alfredo, de 5. Eva cree que ha sido una buena experiencia, ya que sus hijos “además de avanzar con el inglés, se han divertido muchísimo”.
Sin embargo, reconoce: “También ha habido momentos en los que he tenido que hablar seriamente con la au pair porque al principio era muy desordenada y no estaba familiarizada con las normas de la casa”. Aún así recomienda la experiencia y es probable que repita de nuevo este verano.
Por su parte, Marta Hernando, coordinadora de programas de Agencias Au Pair en España, afirma que “sólo trabajamos con estudiantes universitarias, a las que pedimos una actitud responsable, positiva, buena capacidad de adaptación y un carácter abierto y agradable capaz de salvar con simpatía cualquier pequeña contrariedad”. Según Marta, “la au pair debe estar abierta a ayudar tanto en pequeñas tareas caseras como en los deberes de los niños si lo precisan, pero es importante que las familias tengan claro que no es una empleada del hogar y pongan de su parte para integrarla, sobre todo al principio, cuando las jóvenes extranjeras llegan solas”.
Más allá de la fantasía
En cualquier caso, para Marta, que lleva al frente de www.aupairinspain.org más de siete años, “la experiencia prácticamente es siempre positiva para las familias que, trabajen los padres o no, consiguen que en verano sus hijos estén ocupados y al mismo tiempo aprendan idiomas de una manera divertida”. Además, aunque el 80% de las familias buscan au pair con inglés como lengua materna, también atienden solicitudes de familias cuyos hijos estudian en el Instituto Alemán o en el Liceo Francés y que prefieren una au pair con la que hablar estos idiomas –hasta un 20% del total–.
Para hacer que el programa sea un éxito, Marta hace un cuestionario tanto a familias como a candidatas de cualquier país para saber detalles y habilidades que permitan poner en contacto a las personas más adecuadas y cuyos gustos y aficiones coincidan con las de la familia de acogida.
Tener conocimientos musicales, cursos de primeros auxilios, el gusto por los animales o por la naturaleza, así como no fumar, pueden ser características que estrechen el vínculo entre au pair y familia desde el primer momento. Además, se envían fotos tanto de la familia a la au pair como al revés y en caso de que hubiera problemas, “se podría cambiar a la au pair”, afirma Marta.
La familia espera encontrar siempre una ayuda en la au pair y de ninguna manera encontrarse con una hija más, sino más bien una segunda madre o hermana mayor de sus hijos. No obstante, la flexibilidad es una de las claves: “Las familias no deben ser excesivamente exigentes, pues si una noche la chica tiene que quedarse más tiempo con el niño porque está especialmente cansado o porque los padres lo necesitan, ella seguramente lo va a hacer”.
Una de las mayores ventajas de este intercambio es que el precio de contratar a un au pair ronda los 300 euros. Mientras los jóvenes obtienen nuevos amigos y aprendizajes, además de madurez, los padres a menudo consiguen una valiosa ayuda con los niños durante un tiempo, y los pequeños conviven con alguien que acaba siendo “un miembro más de la familia” con el que aprenden cosas nuevas y mejoran su nivel de idiomas.
Derechos y deberes
• No es un trabajo, sino un intercambio lingüístico/cultural, entre la familia anfitriona en España y el/la au pair.
• El régimen au pair está regulado por un acuerdo del Consejo de Europa de 24 de noviembre de 1969. España se incorpora al acuerdo el 24 de junio de 1988 –BOE nº 214 de 6 de septiembre de 1988–. Más tarde, se aprobó la Resolución de 15/6/89 del Ministerio de Asuntos Exteriores –BOE nº 152 de 27 de junio de 1989– referente al trabajo.
• Un au pair trabaja 30 horas semanales repartidas en 6 horas de lunes a viernes, o 5 horas de lunes a sábados. Si trabaja los sábados, será por la mañana, y le quedará libre la tarde del sábado y el domingo.
• El/la au pair tendrá su propia habitación, con una mesa de estudio y un dinero de bolsillo semanal de 70 € cada viernes.
• El dinero de bolsillo que paga la familia incluye dos noches de babysitting semanales. Si la familia en España necesitara que la au pair trabajara alguna hora más –por enfermedad de los niños, vacaciones escolares…–, las dos partes llegarían a un acuerdo en el que, en compensación por ese tiempo de trabajo extra, se le pagaría más.
• Un au pair debe disponer de tiempo cada día para asistir a sus cursos de idiomas, si así lo quisiera, encontrarse con amigos, etc.
• Como cualquier otro miembro de la familia que lo acoge, un au pair debe ser tratado con respeto y consideración, comer con la familia, colaborar al poner y quitar la mesa, ayudar a dejar los espacios de la casa recogidos y limpios, así como participar en las actividades familiares siempre que sea posible.
Contestamos a muchas preguntas de familias que tienen la pesadilla de cómo lograr que sus hijos vayan bien en los estudios y cómo evitar el fracaso escolar.
Uno de los objetivos prioritarios de cualquier centro educativo es aportar los apoyos necesarios a cada alumno para evitar que ocurra esto. No obstante, es necesario tener clara la diferenciación entre fracaso escolar y bajo rendimiento académico con el fin de tratar este fenómeno con el máximo rigor posible en cada caso.
No podemos encasillar a todos los alumnos que no obtienen resultados suficientes en sus estudios –es decir, una nota de 5 ó más– como alumnos con fracaso escolar.
Este fenómeno se da en aquellos chavales cuyos potenciales intelectuales en general o en un área concreta le permiten obtener resultados suficientes –lo que se traduce en notas que van de 5 a10– en la o las diferentes materias que estudian y, sin embargo, no los obtienen. En estos casos, efectivamente, se produce un fracaso escolar porque sus resultados no son satisfactorios, es decir, no hay una correlación entre sus potenciales intelectuales y su rendimiento académico. En estos casos siempre hay unas causas que hay que averiguar y que son la razón del mal rendimiento. Una vez detectadas, si se da el tratamiento adecuado, se suele corregir con cierta facilidad.
Otro enfoque radicalmente diferente se le debe dar a aquellos alumnos cuyos potenciales intelectuales son cortos y no le permiten superar los contenidos abarcados por una determinada o determinadas materias.
A estos alumnos no se les puede incorporar al cómputo de alumnos con fracaso escolar, ya que casi siempre logran obtener resultados satisfactorios aunque no superen el suficiente (de 5 a 10) según los baremos de evaluación establecidos. Estos alumnos no fracasan, es que no pueden.
En estos casos el enfoque educativo e instructivo es diferente al de alumnos con potenciales altos. Se trata de establecer unos mínimos normativos que abarquen los contenidos estrictamente necesarios y que estos sean los conocimientos que se les exige a estos alumnos, pues son los que realmente pueden lograr.
Se acabó –y nunca debió existir– aquello de “el que quiere puede”. Es una afirmación radicalmente falsa y generadora de graves conflictos.
Para facilitar el aprendizaje a cada uno de estos alumnos, se les debe incorporar en clases de apoyo y programarles unas sencillas actividades de retroacción.
Quizás los que hacen estudios estadísticos no tengan en cuenta esta diferenciación y, por lo tanto, los datos que nos aportan sobre el fracaso escolar no sean del todo ciertos.
Los centros educativos y las familias deben disponer de la información necesaria que les facilite conocer las potencialidades intelectuales en cada rasgo aptitudinal para adecuar los niveles de exigencia a la singularidad del alumno.
Volvamos a dejar claro la radical diferencia entre fracaso escolar y bajo rendimiento académico.
Hola, soy un alumno de 4º de ESO. Cuando llegue a la Universidad me gustaría cursar Biología. Tengo poca información sobre esta carrera y me gustaría saber más sobre ella, así como cuáles son sus salidas profesionales. Gracias.
Estimado amigo, si te gustan las Ciencias y el estudio de los seres vivos y de la naturaleza, ésta es tu carrera. El objetivo fundamental de la disciplina se centra en el estudio de los procesos vitales de los seres vivos, la evolución de las distintas especies, las zonas donde viven, su influencia en el entorno, etc.
Los estudios de Biología se adentran en el conocimiento de la estructura de las moléculas, las células, las plantas y los animales, analizando los procesos físico-químicos de los seres vivos, su origen y las relaciones que se mantienen entre ellos y su ambiente.
Como en toda carrera científica, la dificultad de los estudios se debe medir por el grado de facilidad que un estudiante tiene para asumir conceptos científicos y para saber llevarlos a la práctica.
La base de esta carrera es la biología, la química y la bioquímica. A partir de ahí, se profundiza en otras ciencias como la ecología, la zoología o la botánica.
En cuanto a las salidas profesionales, en la actualidad ha habido un crecimiento positivo de los departamentos de investigación y desarrollo de empresas químicas, farmacéuticas, petroquímicas, etc.
Desde aquí te animamos a que sigas estudiando y, si tienes alguna pregunta más, no dudes en consultarnos.
Soy madre de dos chicos y, ahora que ya son mayores y tengo más tiempo, querría estudiar una carrera universitaria. He oído que los mayores de 25 años necesitan hacer una prueba de acceso concreta. ¿Podríais explicarme en qué consiste y cuáles son los requisitos? Muchas gracias.
La prueba de acceso a la universidad para mayores de 25 años se estructura en una prueba común y otra específica:
a) La prueba común, cuyo objetivo es comprobar la madurez e idoneidad de los candidatos para cursar con éxito los estudios universitarios, comprende tres ejercicios referidos a los siguientes ámbitos:
1. Comentario de texto o desarrollo de un tema general de actualidad.
2. Lengua castellana.
3. Lengua extranjera a elegir entre inglés, francés, alemán, italiano y portugués.
b) La prueba específica, que pretende valorar las habilidades, capacidades y aptitudes para superar los estudios de la opción elegida, se estructura en cinco opciones: Opción A , científico-técnica; Opción B, de Ciencias de la Salud; Opción C, de Humanidades; Opción D, de Ciencias Sociales, y Opción E o Artes.
Únicamente se puede solicitar plaza universitaria en aquel centro donde se superan las pruebas o, en su caso, en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). Igualmente te invito a entrar a la página web de nuestra universidad donde encontrarás la información correspondiente a la prueba de acceso para mayores de 25 años.
El Gobierno ha tirado la casa por la ventana con Escuela 2.0, el proyecto educativo más ambicioso en sus cinco años de mandato. Quiere inundar de portátiles nuestras aulas y situar a las nuevas tecnologías en el epicentro del aprendizaje. ¿Servirá para que nuestra maltrecha enseñanza comience a remontar el vuelo?
Hace dos años, Mark Lawson, director de instituto en Nueva York, dijo basta al reparto masivo de portátiles entre los alumnos del Lincoln High School. Los chavales se descargaban pornografía e ideaban chuletas digitales. Un hacker precoz se había colado por las rendijas de la seguridad virtual y explicaba, en una web creada al efecto, cómo emularle y bombardear el sistema del centro con todo tipo de gamberradas cibernéticas. Lawson declaró que, tras siete años de vida, el programa no había reportado beneficio académico alguno; se trataba de una mera “distracción”.
El caso del Lincoln no es único en Estados Unidos, un país con tres ordenadores por cada diez alumnos, una de las tasas más altas del mundo. Otros, como el Matoaca High School, han cerrado el chiringuito de informática escolar a gran escala por meras razones económicas. Rentabilidad pedagógica. ¿Por qué invertir 1,5 millones de dólares al año en una iniciativa de resultados académicos inciertos?
Por el momento, nadie ha conseguido demostrar las supuestas glorias de la medida de moda en los colegios de todo el mundo. Tiene glamour, queda perfecta en las inauguraciones, alberga LA fuente de conocimiento de nuestra era, aparenta igualdad (la famosa “brecha digital”), permite fantasías futuristas. Pero lo cierto es que no hay datos sólidos que refrenden su eficacia. Algún estudio desperdigado y sobre cuestiones muy concretas. Según el profesor Larry Cuban, de la Universidad de Stanford, “no existen pruebas de que el uso habitual de multimedia, internet, procesadores de texto y otras famosas aplicaciones tenga algún impacto sobre el rendimiento académico”.
¿Tecnología negativa?
Poca sustancia estadística al otro lado del espectro: tampoco sabemos hasta qué punto pueden las nuevas tecnologías entorpercer el aprendizaje. A la hora de analizar su impacto, los investigadores topan con muestras aún demasiado escasas e iniciativas tan recientes que casi no permiten estudiar cómo han evolucionado los alumnos. A esto se suma la esencia misma de la informática, mutable y polivalente, con evoluciones continuas y flamantes herramientas cada mes.
Sí existen, por el contrario, escuelas como el Lincoln o el Matoaca que ya han reculado e infinidad de testimonios de docentes contra la invasión de las máquinas en su lugar de trabajo. Y reflexiones que invitan al desánimo por venir de quien vienen. Steve Jobs, el jefazo de Apple, uno de los gigantes de la industria, hablaba recientemente en estos términos: “Soy probablemente la persona del mundo que más ha apoyado la introducción de equipamiento informático en las escuelas, pero he llegado a la conclusión de que el problema con el que tratamos no puede aspirar a resolverlo la tecnología”.
Nuevo modelo productivo
Curiosamente, el otro supermagnate de la informática, Bill Gates (éste sí defensor de la escuela digital), se entrevistó la semana pasada con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Para charlar sobre proyectos solidarios, marcaba el programa, aunque Gates no desaprovechó la ocasión para aplaudir la Escuela 2.0 con la que el ejecutivo socialista aspira a sembrar las semillas de un nuevo modelo productivo. Todo apunta a que el multimillonario de la sonrisa beatífica participará de un modo u otro en los fastuosos planes del Ejecutivo, nada menos que 420.000 portátiles antes de septiembre.
A la vista de lo ocurrido en el último encuentro entre el ministro Ángel Gabilondo y los consejeros de las comunidades autónomas, se trata de un proyecto en pañales que el Gobierno deberá perfilar cuanto antes si quiere cumplir sus ambiciosos objetivos. Quedán aún muchas dudas por resolver. ¿Cómo se va a financiar? ¿Quién va a formar a los profesores? ¿De qué manera afectará al empleo de otros materiales didácticos? Y sobre todo: ¿servirá de algo?
Aprender con máquinas
La historia del medio cambiando el mensaje educativo viene de lejos. Ya en los años 50, cuando Estados Unidos convirtió la televisión en bien de consumo masivo, no faltaron profetas que anunciaron la llegada de una forma radicalmente distinta de concebir la enseñanza. Se contrataría a los mejores profesores para que emitieran sus lecciones a todo el país. Flora y fauna por vía catódica, demostraciones científicas, obras de teatro por doquier. La tele entró en el aula con más pena que gloria: los chavales vieron de pascuas a ramos un shakespeare en blanco y negro y quizá alguna emisión sobre protocolos de emergencia en caso de ataque nuclear.
Pasaron dos décadas y explotó el boom de los laboratorios de idiomas. Asépticos cubículos, fonética y gramática en uno, aprendizaje personalizado. Rápido, claro, sin distracciones. Un rollo tremendo: las clases de toda la vida con alumnos y profesor impusieron su ley social y hoy quedan pocos vestigios de magnetófonos y auriculares en las academias.
Ya en los 80, se dijo que el vídeo vendría a subsanar el gran inconveniente de la televisión: oferta rígida y decidida por instancias no educativas. Ahora el profesor podría elegir qué película, qué documental, según el momento y las dinámicas de la clase. Historias de superación en los entornos desfavorecidos, visionado de nouvelle vague para los privados hiper-élite. La cosa fue poco más allá de eso, pelis en la clase de Ética y esporádicas proyecciones de carácter científico.
El mundo de la informática pre-internet también tuvo sus incursiones didácticas; CD-Rom y juegos educativos en los 90, prestaciones Spectrum más modestas durante la década anterior.
Las revoluciones tecnológicas en la escuela han arrojado una única conclusión: aún está por demostrar que los cables y las pantallas puedan competir con un profesor armado de brillante oratoria, profundos conocimientos y pasión por su trabajo.
Portátiles para el Tercer Mundo: ¿idealismo lucrativo?
Mini-portátiles con conexión wifi en las polvorientas aulas de la sabana africana. Una virguería post-industrial como atajo para invertir las complejas dinámicas de la injusticia global. Nicholas Negroponte –hay quien piensa que un hábil comerciante con barniz de filántropo– pensó un día que en la lucha contra la pobreza pesaban más los supuestos beneficios del píxel que otras prioridades educativas quizá más acuciantes. Y hace tres años presentó a bombo y platillo el programa OLPC (One Laptop Per Child, Un portátil para cada alumno). Miles, millones de ventanas al universo digital en versión tercermundista (siete pulgadas) ante los ojos de alumnos obligados a sentarse en el suelo ante la ausencia de pupitres.
Por 100 dólares la unidad (luego el precio llegó a duplicarse), los estados podrían adquirir cuantos ordenadores quisieran (lote mínimo 15.000) a su particular organización mezcla de ONG y empresa high tech, que en breve recibió encargos de cuantía astronómica procedentes de varios países en vías de desarrollo. El utópico mercante se codeó con el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, y la jet de la solidaridad global, tuvo rifirrafes con algunos de los capos del negocio (Microsoft o Intel) y sufrió demandas por supuestas infracciones en materia de patentes.
Negroponte no dudó en proponer la muerte del libro de texto si su supervivencia suponía un obstáculo para la implantación del OLPC. Llegó a decir que, en caso de que a los estados no les saliesen las cuentas, siempre se podía prescindir de los manuales clásicos y dejar paso al monopolio informático. Una disyuntiva que nunca nos planteamos en el mundo rico: en principio, nos quedamos con los dos. Él defendió que era viable construir una estructura educativa por el tejado cuando ni siquiera se habían comprado los más básicos cimientos.
Además de incontables problemas en la producción, distribución y funcionamiento del cachivache, el proyecto ha languidecido por la crisis y, claro está, porque no existe evidencia alguna de sus bondades pedagógicas. Lo que sí sabemos es que algunas mafias africanas comercian con los ordenadores como ya hacían con los uniformes escolares y el material didáctico tradicional. Aún existen bocetos o primeras fases en un buen puñado de países, pero parece que el OLPC se desinfla sin remedio. A principios de año ya tuvo que despedir a la mitad de su plantilla.