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El equipo de profesionales del Gabinete Psicopedagógico de la Universidad Alfonso X el Sabio está a su disposición para orientarles ante cualquier problema educativo de su hijos. Pueden realizar sus consultas a través del correo electrónico padres@padresycolegios.com. Si desean una respuesta más detallada de su consulta, incluyan un número de contacto.

Empezar la universidad

Hola, empiezo este año la Universidad y, la verdad, estoy un poco asustada. Hasta ahora no he estudiado nunca fuera de casa y he ido siempre al mismo colegio. No sé si seré capaz de enterarme en un sitio tan grande y acostumbrarme a estar lejos de mi familia y mis amigos.

Carla (Teruel)

No te preocupes demasiado, Carla. Es posible que al principio andes un poco perdida, pero verás como enseguida consigues centrarte.

Dedica los primeros días a conocer las instalaciones, conseguir tu horario, conocer el nombre y apellido de los profesores y a conocer a tus compañeros de clase. Ten en cuenta que casi todos estáis en una situación parecida por lo que suele ser fácil comenzar a formar un nuevo grupo de compañeros. Con el tiempo, algunos llegaréis a ser grandes amigos.

Instálate en tu nuevo piso / residencia, conoce la zona y empieza a organizarte. No te olvides de que es muy importante asistir a clase desde el principio, de lo contrario, cuando reacciones puedes encontrarte ‘descolgada’.

Que vivas lejos no quiere decir que tu familia y amigos no estén ahí. Cuéntales las cosas nuevas que estas viviendo y a la gente que estás conociendo. Estarán encantados de escucharte, apoyarte y contarte cómo van las cosas por casa.

No obstante, si no te encontraras bien, acude al Gabinete Psicopedagógico de tu Universidad o a tu tutor ellos te ayudarán.

Estamos seguros de que dentro de unos meses sonreirás al pensar lo ‘asustada’ que estabas antes de comenzar la universidad.

Piso compartido

Quisiera que me orientaran sobre cuál debe ser nuestra conducta con nuestra hija que comienza a cursar estudios universitarios en Madrid. No hemos logrado una habitación en una residencia universitaria y la vamos a alojar en un piso con otras chicas donde las atenderán a pensión completa.

Preferíamos la residencia porque creemos que habría más vigilancia y más ambiente de estudio.

Nuestra hija, hasta ahora, ha sido una buena estudiante y no tenemos ninguna queja de ella, pero estaba conmigo. Su padre siempre me dice que la he protegido más de la cuenta.

Carmen (Cáceres)

Carmen, parece Vd. muy preocupada. Y parece deducirse que existe una doble preocupación: el bienestar de su hija y la pérdida de su cercanía.

Es probable que en la residencia universitaria haya más vigilancia y mayor ambiente de estudio. No obstante, si su hija está en un lugar decoroso y serio puede lograr una estancia digna que le permita lograr unos buenos resultados en sus estudios y una estabilidad personal normal.

¿Cuál debe ser la conducta de Vds.? Yo diría que la misma de siempre pero en la distancia. Mantener una comunicación telefónica periódica y algunos viajes para estar con ella de vez en cuando, manteniendo su apoyo en todo aquello que necesita para seguir viviendo en la distancia lo que ha vivido hasta ahora en casa.

Al margen del lugar en que vaya a vivir, que esperamos sea satisfactorio, les recuerdo que la conducta y los resultados académicos de cada estudiante tiene como base fundamental lo vivido en la familia. Ahora que empieza a tener una vida más independiente deberán ir asumiendo que su hija necesita crecer en autonomía y responsabilidad personal. Su papel como padres es ayudarla a que lo consiga.

Si su marido lleva algo de razón en lo de la superprotección, mi consejo es que la evite, pues toda ayuda innecesaria limita a quien la recibe. Confíe en su hija. Con el seguimiento de Vds., los apoyos establecidos con el tutor de la Universidad y las personas que la atiendan, la estabilidad y armonía en el día a día de su hija será satisfactoria.

Las mejores películas para las familias

Hacemos un repaso de grandes películas que pueden disfrutarse en el hogar familiar ya
que tienen la característica de que gustarán a grandes y pequeños, a abuelos, padres e hijos.

El elenco es amplio, y abarca tanto películas de temática específicamente familiar como, sobre todo,
otros filmes que tratan cuestiones de siempre y que nunca pasan de moda.

¿Qué hace que una película sea “familiar”? Aunque no hay nada concreto que defina a este subgénero, sí está claro que un film familiar ha de tener algunas características. Ha de ensalzar valores positivos del ser humano, como el amor, la lealtad, la fidelidad, la generosidad, el arrepentimiento, la alegría, etc. Y, por supuesto, no ha de mostrar crudamente comportamientos explícitos de violencia y sexo, sencillamente porque un film familiar que se precie de serlo ha de poder ser visionado por todos los miembros de la familia sin ningún tipo de pudor, sobresalto o vergüenza. No se trata de que sean películas ñoñas y melifluamente optimistas. Nada de eso. Más bien el calificativo de “familiar” hace referencia a que sus temáticas de fondo no han de tergiversar la realidad del ser humano en su perpetua búsqueda del bien y de la felicidad, aunque muchas veces se ignore qué camino tomar y las decisiones puedan llegar a ser algo traumáticas. El abanico de películas es, por tanto, enormemente amplio, desde las aventuras a la comedia, hasta el drama hondo o la pura fantasía.

En nuestro periplo procuraremos apuntar lógicamente a las películas más recientes del panorama cinematográfico, aunque también añadiremos grandes clásicos que no han perdido un ápice de actualidad. En definitiva, se trata de ofrecer una lista de películas que por su argumento o por el acertado modo de enfocarlo tienen la facultad de llegar con ímpetu al corazón y la inteligencia de los espectadores, mayores y pequeños, de modo que nos hacen mejores personas.

Hadas, duendes y magia

Uno de los géneros más familiares por excelencia es el de la aventura. Situaciones que obligan a los protagonistas a dar lo mejor de sí mismos si quieren salir a delante y salvar las cosas que más quieren. Últimamente tienen mucho empuje las historias de aventuras de corte fantástico, muchas de ellas adaptaciones de libros que han obtenido más o menos éxito. En este apartado destacan Corazón de tinta, cuando los cuentos se hacen realidad; Stardust, historia de hadas, reinos y romances al estilo La princesa prometida; Las crónicas de Spiderwick, sobre las presencia de criaturas mágicas y las  relaciones familiares; La montaña embrujada, con dos simpáticos y jovencitos extraterrestres…

Y por supuesto es obligado nombrar las sagas de Las crónicas de Narnia, donde la acción trepidante no esconde grandes simbolismos y donde se ensalza la unidad familiar; la aventurera trilogía marina de Piratas del Caribe; las peripecias del mago Harry Potter; y, por último, para un público quizá no tan pequeño, la extraordinaria trilogía de El señor de los Anillos, sin duda una de las cimas del cine de aventuras fantásticas.

Aventuras en casa

Pero a veces los acontecimientos que viven los protagonistas son más urbanos y claramente más familiares, ya que los padres suelen intervenir en la historia. Sin embargo, por sus tramas rocambolescas resultan muy divertidas para los más jóvenes de la casa, tal es el caso de Pequeños invasores, sobre la llegada de unos malvados y divertidos alienígenas, y Shorts. La piedra mágica (2009), en la que un chaval encuentra un talismán que hace realidad todos sus deseos. Muy divertida, con escenas llenas de acción es también El secreto de los McCann, sobre las aventuras de un chaval solitario y dos viejos cascarrabias. Spy Kids es todo un ejemplo de cómo el cine familiar puede ser muy ameno y lleno de acción al más puro estilo James Bond.

Y si buceamos un poco más en el pasado, encontramos Jumanji, ejemplo emblemático de película trepidante, graciosa y muy imaginativa. Pero la fantasía puede ser también el reino de la imaginación y de la evasión y así lo demuestran impresionantes películas con niños como protagonistas, como La princesita y El jardín secreto, ambas basadas en novelas de Frances Hodgson Burnett, o la formidable, aunque también lacrimógena, Un puente hacia Terabithia.

Risas, música y amor

Si queremos pasar un rato realmente divertido el comediante Ben Stiller es una buena elección gracias a su díptico formado por Noche en el museo y Noche en el museo 2. También de ambientación cómica y familiar son los filmes Millones, sobre un jovencito que habla con los santos, la educativa Charlie y la fábrica de chocolate, y 17 otra vez, romántico film de instituto. Y si queremos acudir a los clásicos podemos rememorar las aventuras de Macaulay Culkin en Solo en casa o las ocurrencias de Robin Williams en Señora Doubtfire.

Por otra parte, en los últimos tiempos ha habido un redescubrimiento de los musicales familiares, gracias sobre todo a la Trilogía de High School Musical, entretenidas películas de instituto llenas de romance. También son aconsejables la estupenda fantasía de Encantada. La historia de Giselle, con fabulosas canciones y efectos especiales maravillosos. Y con aires del lejano Bollywood, aunque de nacionalidad inglesa, podemos disfrutar de la vivaz y alegre Bodas y prejuicios, basada en una famosa novela de Jane Austen, con canciones verdaderamente inolvidables. Y para nostálgicos siempre estará la inigualable Sonrisas y lágrimas.

Respeto a la naturaleza

Un tema muy familiar y a la vez atractivo para los más jóvenes es el de la relación con los animales. El cine actual ha tratado este tema en numerosas ocasiones. En Bajo cero, un joven hará todo lo posible por salvar a sus perros en el polo sur; Pequeños salvajes trae a colación la destrucción del entorno natural; Lassie es una revisitación de las famosas aventuras de una perra de raza collie; y La telaraña de Carlota enseña a amar a los animales de una granja. Por supuesto, hay también muchos filmes de años anteriores, algunos convertidos en clásicos, que hablan del respeto a todos los animales, así como del peligro que hay en modificar las leyes de la naturaleza.

Podemos nombrar películas como Colmillo blanco, sobre la amistad con un perro lobo; la vibrante Parque Jurásico, sobre los animales prehistóricos y las consecuencias de jugar a ser Dios; o Babe, el cerdito valiente, con un gorrino parlanchín convertido en un célebre pastor de ovejas. El maltrato a las ballenas es el tema de ¡Liberad a Willy! y Volando libre es un precioso film sobre una niña huérfana y su amor por una bandada de gansos. Por último, merece la pena recordar El corcel negro, que cuenta la amistad entre un niño y un caballo.

Solidaridad y deporte

En ningún sitio como en el cine, el deporte es mostrado a menudo como una escuela de virtudes humanas. Triunfar realmente en un deporte no es ganar siempre sino ser solidario, competitivo, tozudo, trabajador, esforzado, humilde, perseverante y amigo de los demás. Hay infinidad de filmes, realmente b
uenos y entretenidos que harán pasar un momento espléndido a toda la familia. Ahí están películas sobre hockey hielo, Somos los mejores y El milagro; fútbol americano, Titanes, Hicieron historia y La vida en juego; baloncesto, Hoosiers: más que ídolos, o sobre ese extraño deporte americano llamado bobsleigh, con la clásica Elegidos para el triunfo. Pero el deporte es muchas veces más que un juego. Quizá se trate de perseguir nuestro sueño más deseado, algo que puede configurar la vida entera, como ocurre en filmes tan distintos como la luchadora Karate Kid, la danzante Billy Elliot o la ecuestre Seabiscuit.

Necesidad de modelos

Todos estamos necesitados de modelos, es decir, de personas que con sus rectas conductas enseñen, a veces sin palabras, cómo se debe actuar en diversas situaciones de la vida. Pero son los niños quienes más demandan un modelo adulto a quien poder imitar, esa guía que le enseñe los valores que conformarán su futuro. Si no encuentran ese apoyo en la familia, acabarán buscándolo fuera del ambiente del hogar, quién sabe con qué consecuencias. En la cumbre de las películas que tratan este tema, con un enfoque positivo, se sitúa la clásica Matar a un ruiseñor, con un inolvidable modelo paterno llamado Atticus Finch.

Pero en el cine más reciente hay ejemplos soberbios en la enternecedora En busca de la felicidad, con un estupendo y sacrificado Will Smith; en la mafiosa Una historia del Bronx, dirigida por Robert De Niro, en la divertida Un niño grande, con un Hugo Grant muy hilarante, o en las originales y más sociales Un muchacho llamado Norte y Estación Central de Brasil.

La animación y el mundo de Pixar

Sin duda alguna, cuando pensamos en cine familiar se nos viene a la cabeza el cine de dibujos animados. Sería inacabable citar las películas de animación recomendables para ver en familia, pues son muchísimas, ya que desde Blancanieves y los siete enanitos, estrenada allá por 1937, hasta las más recientes de este año como Ice Age 3, el cine de animación ha ido principalmente dirigido al público infantil. Pero es que además, con los años, los dibujos animados han dejado de ser meras historias más o menos graciosas, para convertirse en verdaderas escuelas de valores humanos.

Está claro que nada atrapa tanto la mente de los más jóvenes de la familia como los dibujos animados, y los padres saben que sin duda es ésta una ocasión inmejorable para ir enseñándoles a los peques modos y formas de actuar de acuerdo con su aprendizaje. Así hay que disfrutar sin duda de películas como Ice Age, Robots, Wallace & Gromit: La maldición de las verduras, Ponyo en el acantilado, El planeta del tesoro, Aladdin, El rey león, Nicky, La aprendiz de bruja, La bella y la bestia, La princesa Mononoke y un larguísimo etcétera.

Pero un caso inigualable en esta escuela de animación lo constituye la compañía Pixar, que hasta ahora ha estrenado diez títulos de visión familiar obligada, todos ellos con guiones excelentes: Toy Story, Bichos, Toy Story 2, Monstruos S.A., Buscando a Nemo, Los increíbles, Cars, Ratatouille, WALL·E y Up. Lo sorprendente de todas estas películas es que incluso pueden gustar más a mayores que a pequeños, por su variadísimo contenido de ideas originales, hondas y profundamente familiares.


Descubre otras películas para padres

 

Código de conducta: un ejemplo las 24 horas del día

“Unos mínimos razonables de comportamiento” tanto dentro como fuera del aula con el fin de “contribuir a mantener la confianza pública en la profesión”. Nada menos que actuar como ejemplo de ciudadano responsable las 24 horas del día es lo que exige el nuevo código de conducta elaborado por el Consejo General de la Enseñanza en Inglaterra para sus más de 250.000 miembros colegiados.

“Unos mínimos razonables de comportamiento” tanto dentro como fuera del aula con el fin de “contribuir a mantener la confianza pública en la profesión”. Nada menos que actuar como ejemplo de ciudadano responsable las 24 horas del día es lo que exige el nuevo código de conducta elaborado por el Consejo General de la Enseñanza en Inglaterra para sus más de 250.000 miembros colegiados.

Si la autoridad se gana con la fuerza de los hechos, ¿por qué no trascender las fronteras escolares? ¿Cómo esperar respeto de tus alumnos si éstos te vieron como una cuba el sábado por la noche?, viene a preguntarse el órgano de autocontrol de los profesores ingleses. El texto no es una mera recomendación: al díscolo le esperan sanciones disciplinarias, despidos e incluso una inhabilitación vitalicia si reincide.

Los sindicatos alucinan ante lo que consideran un ataque frontal al derecho de cualquier trabajador a hacer lo que le plazca en su tiempo libre. Según el Naswut (siglas en inglés del principal sindicato de profesores en el país), el código pretende convertir en “santos” a los docentes con una norma que “deja la puerta abierta a amplias interpretaciones y posibles abusos”.

“Si yo me emborracho los fines de semana es mi problema, otra cosa es que saque la botella de whisky en clase”, asegura Cuqui Vera, portavoz de la Federación de Enseñanza de CCOO. Para la secretaria de comunicación de FETE-UGT, Charo Pérez, la iniciativa podría derivar en una suerte de “estado parapolicial” con padres, alumnos y compañeros en calidad de delatores en potencia. Para ambas, sólo la ley marca el límite. Como para cualquier ciudadano.

Así nace un cole

Según los últimos datos del Ministerio de Educación, en el curso 2009-2010 los alumnos españoles han estrenado las aulas de casi 500 nuevos colegios privados o concertados. Lo que supone una apasionante aventura para otros tantos equipos directivos y claustros de profesores, que han levantado de la nada un lugar destinado a ser hervidero de conocimientos, juventud y valores.

Aunque el curso ya está más que empezado, en algunos centros aún es posible encontrar aulas que huelen a nuevo. Porque, en efecto, en los casi 500 nuevos colegios españoles que este año han abierto sus puertas por primera vez, alumnos, profesores, personal no docente e instalaciones protagonizan la apasionante aventura de poner en marcha un centro educativo. Una tarea hermosa pero nada fácil.

Uno de esos protagonistas “de estreno” es José María Calonge, director del recién inaugurado colegio Alborada, en Alcalá de Henares. Calonge asegura que lo primero que hace falta para levantar un colegio es la llamada a hacerlo: “Como tantas otras iniciativas, la nuestra nació ante una urgencia. En este momento se da en nuestra sociedad una urgencia educativa, y muchas familias piden un tipo de educación concreta. Esto es lo que ofrecemos, porque como la verdadera educadora de una sociedad es la familia, nuestro colegio pretende ser un apoyo en la educación de los hijos. Tenemos sentido porque detrás hay familias que nos respaldan, que buscan nuestro ideario y no otro. Embarcarse en la creación de un centro es el mayor reto para cualquier educador; una aventura apasionante que te permite ayudar a una nueva generación a comenzar el camino, con lo mejor de quienes les han precedido”.

Asentadas las bases, llega el momento de sumergirse en un océano de permisos, papeleos, proyectos, e ilusión. Así lo afirma Juan Antonio Perteguer, director del colegio Monte Tabor, un centro que en sólo cuatro años de vida es ya el más solicitado de la Comunidad de Madrid. Perteguer narra el itinerario que ha de seguir cualquier nuevo centro: “Lo más importante es tener una idea clara de lo que se desea ofrecer a las familias, y concretarlo en un proyecto educativo basado en una pedagogía sólida y contrastada. A partir de ese momento, hay que definir la zona donde se desea implantar el colegio y el tipo de centro: privado o privado-concertado. Entonces se hace un estudio de viabilidad y te pones en marcha. En paralelo con el proyecto arquitectónico y los trámites administrativos, hay que ir seleccionando al personal del colegio y dar a conocer el proyecto a las familias. Y después de todo, llega el día de la apertura del colegio, el comienzo de la gran aventura que llamamos educación”.

Amén de todos los trámites necesarios, hay un factor fundamental para el buen rumbo de la escuela, que José Pedro Fuster, director del colegio Edith Stein –que ha abierto sus puertas por primera vez este curso–, resume así: “Por encima de trámites y papeles está nuestra cultura organizativa. De ella, o si se quiere, de nuestros valores, se desprende la identidad del colegio, en este caso, un centro con una sólida y clara identidad cristiana y un fuerte sentido de pertenencia a la Iglesia. A su vez, esta identidad se apoya en tres pilares. Primero, la organización, donde confluyen el diseño de objetivos y estrategias educativas, el seguimiento y control de calidad, y la autoevaluación de nuestros servicios. Segundo, el equipo humano, que tiene el compromiso del aprendizaje continuo y la atención personalizada hacia los alumnos. Y tercero, el proyecto educativo, que tomamos como referencia para la toma de decisiones y garantiza nuestros compromisos hacia los padres”. Y remata: “En nuestros valores encontramos la fuerza motriz para sobrellevar todas las contrariedades y vicisitudes”. Porque en este camino, contrariedades y vicisitudes, como dice el acervo, haberlas, hailas.

Juan Antonio Perteguer reconoce que “las mayores dificultades iniciales se centran en conseguir la viabilidad del centro y superar las trabas administrativas. Una vez superadas, en el caso de nuestro colegio, apareció la oposición minoritaria pero ruidosa de algún grupo político contrario a la libertad de educación”. También José María Calonge lamenta que “los principales obstáculos son la intolerancia de unos pocos, su falta de amor por la libertad, la imposición de las ideas de unos cuántos sobre las del resto, la ideologización de la escuela… Todo eso es un serio problema de la escuela española y una de las asignaturas pendientes de nuestra democracia”. A lo que Fuster añade: “Independientemente de quien gobierne, hoy se requiere, más que nunca, que no empañemos la educación con ideologías. De lo que se trata es de lograr el éxito personal y académico de nuestros alumnos e hijos. Eso es lo importante, lo demás es instalarse en prejuicios”. Llegados a este punto, sólo queda echar a andar. Perteguer, que ya ha visto varias hornadas de alumnos entrar en el centro que dirige, recuerda que “los primeros años de la vida de un colegio son cruciales, porque en ellos se asientan las bases de lo que será el centro en el futuro. Y es muy importante contar desde el principio, como en nuestro colegio, con un personal muy vocacional, que sabe descubrir en cada niño los dones que Dios le ha dado, y suscitar en ellos el deseo de crecer como personas, sembrando semillas de vida en cada alumno, y capacitándolos para darse a los demás con generosidad. En último término, la razón de ser de un nuevo centro es la de ofrecer una educación dirigida a la persona, que ayude al alumno a descubrir críticamente la realidad, a crecer en la virtud, a ser auténticamente libre, a ser capaz de transformar el mundo. Todo un reto para los auténticos educadores”, concluye.

Pequeños grandes lectores

Aunque las estadísticas de los últimos años desmienten el tópico de que los jóvenes no leen, los informes educativos señalan que los niños españoles tienen grandes carencias de comprensión lectora. O lo que es lo mismo, que las nuevas generaciones leen más, sí, pero aún nos queda mucho por recorrer. Los expertos aseguran que enganchar a los niños a la lectura beneficia su vocabulario, su capacidad cognitiva y, si se les orienta correctamente, pueden llegar a ser ávidos lectores el resto de su vida.

José Antonio Méndez
Quizá más de un lector recuerde con espanto cómo, en su niñez, hubo de adentrarse entre las páginas de El Quijote o de El libro del buen amor. Y quizá recuerde también, con alivio, cómo con la misma edad disfrutó con un libro de Julio Verne, Salgari o Los Cinco. Porque, en efecto, no todos los títulos están concebidos para los más tiernos lectores, y la costumbre por leer no se adquiere sólo con los libros que imponen los planes de estudio. Gustos literarios aparte, la importancia de que los niños tomen la lectura como un hábito no es una cuestión baladí. Según afirman los expertos, lograr que los pequeños se interesen por los libros puede repercutir, y de hecho repercute, en su capacidad cognitiva, enriquece su vocabulario, fomenta la imaginación, ejercita la memoria, pule su ortografía y les ayuda a poner palabras a sus propios sentimientos. Tanto es así que entre los 10 y los 12 años se sitúa la llamada “edad de oro del lector”, porque es en esa franja cuando se domina la técnica lectora y uno puede aproximarse a textos complejos no sólo entendiéndolos sino también disfrutándolos.
a cada edad, lo suyo
José Manuel Mañú ha sido profesor en todos los cursos que van desde los 6 hasta los 18 años, y es autor de obras como “La escuela del siglo XXI”, “Cómo mejorar la educación de tus hijos” o “Lecturas entre los 12 y los 18 años”. Precisamente en este último, Mañú señala las diferencias que se han de tener en cuenta a la hora de iniciar a los menores en la lectura, puesto que al pequeño que aún esté en Primaria “hay que facilitarle libros, mientras que al de Secundaria hay que sugerirle, y sólo después de haber ganado su confianza con aciertos anteriores se estará en condiciones de ser aceptado como consejero. Así como el niño pequeño apenas tiene sentido crítico en cuanto a las lecturas, el adolescente comienza a mostrar unos gustos muy definidos, por lo que es preciso personalizar los consejos”. Según Mañú, en estas edades “tenemos que conseguir fidelizar al lector, para no perder su acceso a una riqueza cultural de la humanidad de muchos siglos, y a la vez hacerlo de un modo atractivo. Si no, corremos el riesgo de que opte por lo más cómodo, que sin duda está en el mundo de las nuevas tecnologías. En la práctica la mayoría de los adolescentes españoles dedica muchas horas al Messenger y muy pocas a la lectura voluntaria de libros que amplíen su horizonte cultural o le enriquezcan interiormente”. Además, recuerda que, en una época con tantos cambios interiores, “reconocer un sentimiento que uno no sabía expresar, puesto en labios de uno de los personajes, enriquece nuestro lenguaje emocional para hacer más comprensible a las personas de nuestro entorno, o a nosotros mismos, lo que nos sucede”.
En la misma línea se manifiesta el escritor y articulista Kiko Méndez-Monasterio, que habla desde la experiencia de quien combina su pasión por las letras con el amor a sus hijas. Méndez-Monasterio asegura que, para lograr que los menores no cambien los libros por el Tuenti, “hay que enseñar a leer, es decir, enseñar a divertirse leyendo; igual que enseñamos a nuestros hijos a utilizar una bicicleta, o las reglas de un juego de mesa. Los primeros libros son fundamentales, hay que asegurarse de que el contenido corresponda con su madurez intelectual, la sensibilidad del lector, ¡y con sus gustos!”. El escritor asevera que “cuando no se está leyendo se hace otra cosa, y hoy el ocio parece diseñado para minar nuestros cerebros. La gran ventaja de leer es que uno puede entretenerse y divertirse, y a la vez ejercitar el intelecto, desarrollar la memoria, aprender cosas de lo más variadas, y mejorar la ortografía y la capacidad de concentración. Creo que no hay nada, ni siquiera el deporte, tan positivo para una persona”.
disfrutar de la lectura
En este momento es cuando surge la gran pregunta: “Entonces, ¿cómo puedo conseguir que mi hijo disfrute con la Literatura, si todo el mundo dice que los jóvenes no leen?” Vayamos por partes. En primer lugar, según los datos del Índice de lectura de libros, el 83% de los niños entre 10 y 13 años se declara lector. La cosa cambia en la adolescencia, cuando, en palabras de Méndez-Monasterio, “se produce una auténtica huida de los libros”. Para encontrar las causas, dice el escritor,“quizá deberían revisarse los manuales de Literatura de Secundaria: Leer El Quijote antes de los 25 años debería estar prohibido; obligar a hacerlo es crear enemigos de los libros”.
Más allá de estas cuestiones, conviene tener claros algunos trucos para conseguir que los hijos se aficionen a las letras. En “Lecturas entre los 12 y los 18 años”, Mañú recoge 300 reseñas altamente recomendables para niños y jóvenes, y facilita algunas pistas. En primer lugar, conviene “elegir libros amables y, a la vez, que aporten valores culturales, morales o estéticos”, entre otras cosas porque “un malentendido realismo ha llevado a algunos a huir de todo lo que pudiera sonar a moralizante. Nuestros jóvenes tienen que aprender que no todo está al mismo nivel, que no todo vale lo mismo. Siempre y cuando sepan que, junto a eso, lo lícito es juzgar conductas, no personas”. Además, hasta los 14 o 15 años “es importante tener en cuenta la diferencia que se observa entre los intereses de los chicos y las chicas. A grandes rasgos, el chico prefiere libros de aventuras, mientras que la chica manifiesta su preferencia por el mundo de los sentimientos, en su sentido más amplio. Muchos libros, lógicamente, satisfacen ambas características”. Como se ve, un buen anzuelo para los primeros lectores es la literatura fantástica, aunque no conviene educar el paladar literario sólo con este sabor. Mañú recomienda no temer al género biográfico adaptado a los niños, pues “encontramos un protagonista con el que nos sentimos afines: una persona humana. Nos resulta más próximo el modo de actuar de una persona real”. En todo caso, si usted quiere que su hijo lea, debe tener claro que, una vez más, lo importante es el ejemplo. “Quizá el modo más eficaz para conseguir buenos lectores es el contagio. Una persona que no lea no tiene ni la pasión por la lectura, ni la autoridad moral, ni los conocimientos suficientes para contagiar a los adolescentes (o niños) para que apuesten por este estilo de ocio y de formación”, concluye Mañú. Y el sentido común, todo sea dicho, lo refrenda. z

 

Quizá más de un lector recuerde con espanto cómo, en su niñez, hubo de adentrarse entre las páginas de El Quijote o de El libro del buen amor. Y quizá recuerde también, con alivio, cómo con la misma edad disfrutó con un libro de Julio Verne, Salgari o Los Cinco. Porque, en efecto, no todos los títulos están concebidos para los más tiernos lectores, y la costumbre por leer no se adquiere sólo con los libros que imponen los planes de estudio. Gustos literarios aparte, la importancia de que los niños tomen la lectura como un hábito no es una cuestión baladí. Según afirman los expertos, lograr que los pequeños se interesen por los libros puede repercutir, y de hecho repercute, en su capacidad cognitiva, enriquece su vocabulario, fomenta la imaginación, ejercita la memoria, pule su ortografía y les ayuda a poner palabras a sus propios sentimientos. Tanto es así que entre los 10 y los 12 años se sitúa la llamada “edad de oro del lector”, porque es en esa franja cuando se domina la técnica lectora y uno puede aproximarse a textos complejos no sólo entendiéndolos sino también disfrutándolos.

 

A cada edad, lo suyo

José Manuel Mañú ha sido profesor en todos los cursos que van desde los 6 hasta los 18 años, y es autor de obras como “La escuela del siglo XXI”, “Cómo mejorar la educación de tus hijos” o “Lecturas entre los 12 y los 18 años”. Precisamente en este último, Mañú señala las diferencias que se han de tener en cuenta a la hora de iniciar a los menores en la lectura, puesto que al pequeño que aún esté en Primaria “hay que facilitarle libros, mientras que al de Secundaria hay que sugerirle, y sólo después de haber ganado su confianza con aciertos anteriores se estará en condiciones de ser aceptado como consejero. Así como el niño pequeño apenas tiene sentido crítico en cuanto a las lecturas, el adolescente comienza a mostrar unos gustos muy definidos, por lo que es preciso personalizar los consejos”.

Según Mañú, en estas edades “tenemos que conseguir fidelizar al lector, para no perder su acceso a una riqueza cultural de la humanidad de muchos siglos, y a la vez hacerlo de un modo atractivo. Si no, corremos el riesgo de que opte por lo más cómodo, que sin duda está en el mundo de las nuevas tecnologías. En la práctica la mayoría de los adolescentes españoles dedica muchas horas al Messenger y muy pocas a la lectura voluntaria de libros que amplíen su horizonte cultural o le enriquezcan interiormente”. Además, recuerda que, en una época con tantos cambios interiores, “reconocer un sentimiento que uno no sabía expresar, puesto en labios de uno de los personajes, enriquece nuestro lenguaje emocional para hacer más comprensible a las personas de nuestro entorno, o a nosotros mismos, lo que nos sucede”.

En la misma línea se manifiesta el escritor y articulista Kiko Méndez-Monasterio, que habla desde la experiencia de quien combina su pasión por las letras con el amor a sus hijas. Méndez-Monasterio asegura que, para lograr que los menores no cambien los libros por el Tuenti, “hay que enseñar a leer, es decir, enseñar a divertirse leyendo; igual que enseñamos a nuestros hijos a utilizar una bicicleta, o las reglas de un juego de mesa. Los primeros libros son fundamentales, hay que asegurarse de que el contenido corresponda con su madurez intelectual, la sensibilidad del lector, ¡y con sus gustos!”. El escritor asevera que “cuando no se está leyendo se hace otra cosa, y hoy el ocio parece diseñado para minar nuestros cerebros. La gran ventaja de leer es que uno puede entretenerse y divertirse, y a la vez ejercitar el intelecto, desarrollar la memoria, aprender cosas de lo más variadas, y mejorar la ortografía y la capacidad de concentración. Creo que no hay nada, ni siquiera el deporte, tan positivo para una persona”.

 

Disfrutar de la lectura

En este momento es cuando surge la gran pregunta: “Entonces, ¿cómo puedo conseguir que mi hijo disfrute con la Literatura, si todo el mundo dice que los jóvenes no leen?” Vayamos por partes. En primer lugar, según los datos del Índice de lectura de libros, el 83% de los niños entre 10 y 13 años se declara lector. La cosa cambia en la adolescencia, cuando, en palabras de Méndez-Monasterio, “se produce una auténtica huida de los libros”. Para encontrar las causas, dice el escritor,“quizá deberían revisarse los manuales de Literatura de Secundaria: Leer El Quijote antes de los 25 años debería estar prohibido; obligar a hacerlo es crear enemigos de los libros”.

Más allá de estas cuestiones, conviene tener claros algunos trucos para conseguir que los hijos se aficionen a las letras. En “Lecturas entre los 12 y los 18 años”, Mañú recoge 300 reseñas altamente recomendables para niños y jóvenes, y facilita algunas pistas. En primer lugar, conviene “elegir libros amables y, a la vez, que aporten valores culturales, morales o estéticos”, entre otras cosas porque “un malentendido realismo ha llevado a algunos a huir de todo lo que pudiera sonar a moralizante. Nuestros jóvenes tienen que aprender que no todo está al mismo nivel, que no todo vale lo mismo. Siempre y cuando sepan que, junto a eso, lo lícito es juzgar conductas, no personas”. Además, hasta los 14 o 15 años “es importante tener en cuenta la diferencia que se observa entre los intereses de los chicos y las chicas.

A grandes rasgos, el chico prefiere libros de aventuras, mientras que la chica manifiesta su preferencia por el mundo de los sentimientos, en su sentido más amplio. Muchos libros, lógicamente, satisfacen ambas características”. Como se ve, un buen anzuelo para los primeros lectores es la literatura fantástica, aunque no conviene educar el paladar literario sólo con este sabor. Mañú recomienda no temer al género biográfico adaptado a los niños, pues “encontramos un protagonista con el que nos sentimos afines: una persona humana. Nos resulta más próximo el modo de actuar de una persona real”. En todo caso, si usted quiere que su hijo lea, debe tener claro que, una vez más, lo importante es el ejemplo. “Quizá el modo más eficaz para conseguir buenos lectores es el contagio. Una persona que no lea no tiene ni la pasión por la lectura, ni la autoridad moral, ni los conocimientos suficientes para contagiar a los adolescentes (o niños) para que apuesten por este estilo de ocio y de formación”, concluye Mañú. Y el sentido común, todo sea dicho, lo refrenda.