"En nuestro país falta educación en valores"

Establezcamos un supuesto para encauzar la vocación, ese arma de doble fi lo que es un don divino y un castigo vital a la vez: que el empeño personal en lo que te gusta acabe por convertirse en tu forma de vida. Nuestro protagonista de hoy, Joaquín Araujo, a grandes rasgos, es el naturalista más importante de nuestro país.

Cuando era pequeño quería ser agricultor, los bichos le traían loco y le encantaba escribir, la poesía y las tertulias literarias con su amigo Leopoldo Mª Panero.

Araujo se empeñó, y a día de hoy puede decir, no sin un cierto orgullo, que ha llegado a conseguir en la faceta personal todo lo que soñaba cuando llevaba pantalones cortos y las rodillas descarnadas. Es escritor, columnista, agitador cultural y, sobre todo, un conservador respetado cuyo nombre está indivisiblemente unido a la naturaleza:
“Me apasiona mi vida en el campo, algo lógico porque si no, no podría hacer lo que hago. Y trabajo lo que no está escrito. Ahora mismo estoy arando la tierra y muevo toneladas todos los años con mis manos. Mi primer tractor lo compré hace tres años, así que los 30 anteriores, a caballo y mula”.

P. Leyendo tu currículum se pregunta uno si esa vorágine de publicaciones se acerca al perfil que buscas como naturalista. ¿No crees que puede ser es una paradoja?
R. Sí, por supuesto. Además, como dijo Walt Whitman, “bien, me contradigo, bien me contradigo”. Lo adornaba muy bien porque el siguiente verso es “Yo contengo multitudes”. Y yo contengo multitudes como ser humano, como todo el mundo. Pero contengo multitudes más numerosas y complejas como naturalista que soy.

P. Es una paradoja aún más compleja…
R. Si normalmente todo el mundo es contradictorio, pues imagínate un enamorado de las hormigas y de las águilas: pues todavía más. Pero también esto tiene una traducción clara.

P. ¿Cuál es?
R. Dedico más horas laborales a la agricultura y a la naturaleza que a escribir libros o participar en programas de radio. Es una cosa que si no me entusiasmara, no la haría, porque no recibo nada a cambio económicamente. Todo es autoconsumo, reciclaje o regalos en un circuito cerrado.

P. Entonces, la parte digamos ‘pública’…
R. Mi oficio de comunicador me da de comer, pero también me apasiona. Estoy enamorado hasta las cachas de mis dos vidas. Ambas cosas me alimentan intelectualmente: tanto mirar un paisaje, fijarme en los detalles, como leer libros y consultarlos.

P. ¿Eres capaz de separar las dos vertientes?
La soledad equilibra mi vida pública. El sosiego de la vida en el campo compensa el ajetreo de la vida nómada. Casi se complementan. Es casi un 50% de vida allí y en la ciudad.

P. Hablábamos de que, cuando eras pequeño, querías ser agricultor. ¿Cómo te llegó la pasión por las letras?
R. Empecé a pedir libros como único regalo a los 12 o 13 años. Y a los 18 o 19 cae en mis manos un artículo de Rodríguez de la Fuente. Y digo: “Ostras, pero si se puede escribir de la naturaleza”. Parece que me lo he inventado, pero así es.

P. ¿Te fastidia la palabra gurú?
R. No, pero no soy uno. De considerarme algo, por honradez intelectual, sería primero un afortunado. Vivo como había soñado, en el lugar que había soñado y con quien había soñado.

P. Eso es estupendo, pero eres una referencia en lo tuyo…
R. Lógicamente, eso retroalimenta poderosamente el hecho de que vivo de lo que más me gusta hacer, que es escribir, hablar, comunicar. Y tengo la inmensa suerte de ser un comprometido. Es una auténtica fortuna que mis criterios me lleven a tener un compromiso con algo y eso te lleve a una actividad. Me considero el lancero de la tribu.

P. Eres una de las personas más buscadas en Internet en cuanto a naturaleza…
R. Pero de eso yo no tengo la culpa. Falsas modestias aparte, que es la mayor de las vanidades, yo sé muy bien quién soy. Probablemente sí, en el campo del naturalismo y el ecologismo, sea una de las personas de referencia y de las que más trabajo haya aportado.

P. Al final, lo que cambia en tu concepto y el nuestro es la nomenclatura: gurú, referencia, guía…
R. Hombre, mi perfil no está alejado del que es un difusor de una ideología o como predicador de una ética light. Los gurús casi siempre están vinculados a una enseñanza filosófico-religiosa. Yo no me descarto y entre mis tareas, creo que ésta es una. No sólo actuar de un modo ecológico, sino que se entienda.

P. ¿Y se entiende?
R. Bueno, ya hay suficiente cuerpo para hablar de un pensamiento ecológico, a pie de igualdad con ideologías políticas como el liberalismo, el socialismo o el marxismo…

P. ¿Y cuál sería el ideario de este concepto?
R. En estos momentos se puede decir de una forma absolutamente suicida que el pensamiento ecológico no deja de proponer otra cosa que la austeridad. Todo lo contrario a lo que proponen los medios de comunicación, la política, la economía… Nosotros lo que decimos es que renunciemos, toquemos el freno, tengamos cuidado…

P. ¿Y no es una cuestión de justicia, digamos, a nivel planetario?
R. Evidentemente. Los más afectados por el cambio climático son los inocentes. Como creo que hay que actuar éticamente en la vida, pues considero que es más importante acabar con la quema de combustibles fósiles por justicia que por medio ambiente. La mayoría de la gente, incluso de mi bando, creen que es por un tema ambiental. Y no, es un tema de justicia.

P. Esta ideología ecológica, ¿se acabará imponiendo por una cuestión de supervivencia?
R. Sí, y es que además hay una regla de tres en el ser humano: sólo hay dos salidas para todo lo que hace el hombre. Por ejercicio de la precaución, la racionalidad y el convencimiento, decides proceder de una forma o te obligan a proceder de esa forma. No hay más.

P. ¿Qué falta entonces para que nos lo creamos de una vez?
R. Falta cultura. Por eso yo me dedico a lo que me dedico. El problema de los partidos políticos en la actualidad es que caen en la mediocridad, y eso es más grave que la corrupción. Yo dedico mi vida a intentar mejorar el nivel intelectual de los que dicen estar de mi parte. Entre más o menos convencidos del tema, no creas que superamos más del 5% de la población.

P. ¿Faltan líderes?
R. Sobre todo falta, como digo, cultura. Y educación en valores.

P. Queda por hacer, espero.
R. Queda todo. Eso es lo mejor. Y lo peor a la vez… Soy contradictorio, sí. Ya sabéis: Si quieres reencontrarme, mira bien en las suelas de tus botas. Apenas sabrás quién soy o qué quiero decirte. No desesperes si no me encuentras pronto, De no estar junto a ti, mira más lejos, Que yo en alguna parte te estaré esperando…

Notas biográficas

Dos veces Premio Nacional de Medio Ambiente, es uno de los fundadores del movimiento ecologista en España. Escritor, periodista y director de cine documental, es el único español que ha recibido dos veces el Premio Nacional de Medio Ambiente de manos del rey o el Premio Global 500 de la ONU, la máxima distinción
medioambiental, llamada el Nobel de la naturaleza. Algunas de sus obras: “La naturaleza, nuestro lujo”, “La muerte silenciosa”, “Todavía vivo” o “Agua”. En el cine y la televisión ha colaborado en “El hombre y la tierra”, junto a Félix Rodríguez de la Fuente o en “Nómadas del viento”.

Un rostro, una historia

Dentro de las numerosas actividades que promueve la Fundación Telefónica, como el conocido programa EDUCARED, merece la pena destacar también, de una manera muy especial, el Programa Proniño encaminado a erradicar el trabajo infantil. Una realidad que viven más de 14 millones de niños en Latinoamérica y a la que ha puesto cara con el libro La hora del recreo para que sea visible por toda la sociedad.

“No es mucho lo que se precisa para hacer real un sueño”, escribe el escritor Gustavo Martín Garzo en uno de los relatos que forman parte de este original y comprometido libro, La hora del recreo. Con él, la Fundación Telefónica pretende, por un lado, recaudar fondos para su Programa Proniño y, por otro, llamar la atención sobre una realidad más extendida de lo que parece y a menudo desconocida: la extensión del trabajo infantil en Latinoamérica.

El programa proniño

La finalidad de este encomiable Programa es posibilitar que estos niños (según datos de la OIT, más de 14 millones), que viven en unas condiciones muy duras ya menudo miserables, puedan acceder a una educación de calidad que les permita afrontar de otra manera el futuro para, así, poder ayudar mucho mejor a su familia. Todo lo relacionado con el trabajo infantil se trata de una realidad compleja que excede los simples análisis a menudo basados en teorías románticas instaladas fuera de la realidad. Si muchos de estos niños no trabajasen, sus familias no podrían alimentarse.

Para ello, no basta pues con que se meta a estos niños en una escuela sino que deben buscarse alternativas para ayudar mejor a los niños y a sus familias. Si el trabajo de un niño es indispensable en una familia, por duro que parezca todo esto, será difícil que lo abandone por muchos discursos sobre la necesidad de la educación y la cultura que les insuflemos, y por muchas fotos que les hagamos. Es preciso, como hace el Programa Proniño, abordar esta problemática con realismo y personalizando: niño a niño es como se soluciona todo esto.

Y el trabajo tiene ya su recompensa: cuenta con una participación activa de 5.000 escuelas y 751 centros de atención que ayudan a 184.000 niños. Además, cuenta con la colaboración de 115 ONG y 5.000 profesionales que trabajan ya en 13 países latinoamericanos. Los objetivos de la Fundación Telefónica son llegar a los 200.000 niños el año que viene, una cifra considerable.

Un libro, una denuncia

La hora del recreo es un libro que intenta poner rostro a los muchos dramas que se esconden detrás de las historias que se han seleccionado, aunque el libro es, sobre todo, eminentemente optimista: la Fundación Telefónica no se ha quedado en el lamento sino que ha buscado la manera de ayudar. El libro, como decíamos antes, es, pues, una llamada de atención muy original. Por un lado, cinco fotógrafos han seleccionado las historias de 16 niños y han puesto la imagen de la pobreza y de la solidaridad. Con estas fotografías, 16 escritores españoles e hispanoamericanos han escrito un relato que, desde diferentes ópticas, muy personales, abordan esta realidad.

Entre los fotógrafos están Carlos Spottorno, Walter Astrada, Álvaro Ybarra, Lurdes R. Basolí y Renzo Girando. Y algunos de los escritores que participan en este libro son Fernando Iwasaki, Héctor Abad, Gustavo Martín Garzo, Ricardo Menéndez Salmón, Soledad Puèrtolas, Lola Beccaria…

El libro puede comprarse en el Corte Inglés, la Fnac y la Casa del Libro. Y también está disponible en http://lahoradelrecreo.funda-cion.telefonica.com.

Las redes sociales amplían horizontes

¿Influye el uso de redes sociales en otras formas de relacionarse más tradicionales? ¿Cómo afecta a los métodos de estudio? Éstas y otras cuestiones se plantea Menores y Redes Sociales, un estudio elaborado por el Foro Generaciones Interactivas, iniciativa en la que participa la Fundación Telefónica.

El Foro Generaciones Interactivas –organización sin ánimo de lucro creada por la Fundación Telefónica, la Universidad de Navarra y la Organización Universitaria Interamericana– ha querido diseccionar el uso de las redes sociales entre los menores españoles y su influencia en otras formas de relacionarse más tradicionales o en la manera de abordar el estudio.

Para ello ha recopilado información entre casi 13.000 alumnos de entre 6 y 18 años procedentes de 78 centros educativos repartidos por todo el país. Los resultados del estudio, presentado bajo el título Menores y Redes Sociales, se dieron a conocer la semana pasada en Madrid durante un acto al que acudió Iñaki Urdangarín, presidente de honor del foro.

También estuvieron presentes el director general de Red.es, Sebastián Muriel, y el director del foro, Benilde Caro, así como los autores del estudio, Xavier Bringué y Charo Sábada.

Más de un tercio de los chavales encuestados que se sitúan en la franja de edad 10-18 años aseguró tener activo un perfil en una red social, y el 35% declaró poseer más de uno, por lo que más del 70% de los menores españoles pueden considerarse usuarios habituales de este tipo de plataformas.

Los resultados desmienten en parte el mito según el cual aquellos chavales que utilizan las redes sociales con mayor intensidad tienden a disminuir la frecuencia de los contactos ‘reales’ con amigos. De hecho, la mitad de los usuarios avanzados (dos o más perfiles) aseguró que suele navegar por internet en compañía de sus amistades, frente al 35% de no usuarios que respondió afirmativamente a la pregunta. También se observa una correlación directa entre uso de redes sociales e intercambio de contenidos relacionados con los intereses del grupo de amigos, una práctica que fortalece vínculos.

En cuanto al estudio y las tareas escolares, resulta claro que los menores más acostumbrados a meterse en redes sociales buscan con más asiduidad contenidos de apoyo en internet. Lo hace el 70% de los usuarios avanzados frente al 50% de los no usuarios. La otra cara de la moneda se revela en el 40% de menores con más de un perfil en una red social que reconoce que este tipo de actividades le resta tiempo para el estudio. La lectura se ve asimismo afectada en sentido negativo: mientras que el 31% de las usuarias avanzadas afirmó no leer más que los textos obligatorios que la mandan en la escuela, dicho porcentaje cae 10 puntos porcentuales entre aquellas que no acceden a Facebook, Tuenti o similares.

Por otra parte, los alumnos que más se prodigan por las diferentes redes sociales que pululan por el ciberespacio tienen más iniciativa a la hora de emprender webs o blogs propios, lo que el Foro Generaciones Interactivas llama la “faceta creadora del internauta”. Hasta el 52% de los usuarios avanzados ha generado su espacio propio en la red, frente al 26% cuando hablamos de los no usuarios. Además, los alumnos que más utilizan las redes sociales también se sitúan a la vanguardia en la creación de contenidos musicales y de aquellos que versan sobre historias personales. Respecto a la opinión general sobre internet, el 80% de los niños y adolescentes que administran dos o más perfiles sostiene que internet ahorra tiempo y facilita la comunicación, un porcentaje 11 puntos mayor que entre los que aún no han sentido la llamada de las redes sociales.

Temerarios

Más conscientes de los riesgos que supone una navegación poco segura pero también expuestos a ellos con una mayor temeridad. Uno de los capítulos que arroja resultados más sorprendentes es aquel que relaciona el uso de redes sociales con la percepción de los peligros que acechan en internet y la asunción de conductas internautas poco recomendables.

Por una parte, ante la pregunta de si perciben riesgos en la navegación on line, el 65% de los que nunca utilizan las redes sociales respondió que no, mientras que sólo 4 de cada 10 usuarios avanzados opina lo mismo. Sin embargo, estos incurren en prácticas consideradas arriesgadas (como colgar fotos y vídeos suyos sin controlar el acceso) en el 22% de los casos, algo que sólo hace un 8% de los no usuarios. Por otra parte, los menores que más tiempo pasan interactuando en redes sociales superan en 15 puntos porcentuales a los que no las utilizan en cuanto a la posesión de un ordenador o una televisión en sus dormitorios.

Nuevos líderes

Os propongo un juego. Cruzad los brazos. ¿Cómo os sentís, así, con los brazos cruzados? Me imagino que bien. Vale, normal. Ahora cruza los brazos al revés de como lo haces siempre. Te costará un poco: coloca el brazo derecho sobre el izquierdo. Seguro que así no lo has hecho en la vida. ¿Cómo te sientes? Raro, muy raro.

Claro que es raro. Cada vez que intentamos algo nuevo, nos resulta raro. Si preguntas, la mayoría te dirá que te sientes raro porque estás cometiendo algún error, y que si algo te resulta incómodo lo mejor es volver a lo que te parecía normal.

Pero lo que ocurre es que cada vez que corras hacia el cambio, cada vez que crezcas, te sentirás raro. Y no es malo, sino que es buena señal porque significa que estás dejando tu zona de seguridad. Estás creando nuevos patrones de pensamiento y de conducta, se te están instalando nuevas formas de conocimiento. Tus fronteras personales se están abriendo. Es perfecto, aunque te resulte raro. Los grandes líderes del pensamiento saben que todo aquello que ayude a crecer es bueno. No se puede lograr un gran avance personal sin antes pasar por un período de crisis. Produce miedo, sí. Porque en el paso entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser, y entre nuestra antigua forma de trabajar y un nuevo método de trabajo, nos encontramos durante un tiempo en la zona incierta de lo desconocido.

Lo principal es recordar que los miedos saldrán a la superficie siempre que crezcamos y nos acerquemos al cambio. Forma parte del proceso de desarrollar nuevas habilidades y de despertar el potencial de liderazgo que todos tenemos. Exige esfuerzo pero, en la misma medida, ofrece satisfacción.

El liderazgo es una cuestión de todos. Un claro ejemplo está en nuestro sector, el educativo. Con la integración de la tecnología en las aulas nos damos cuenta de que podemos liderar los cambios metodológicos y, por tanto, la definición del nuevo modelo educativo. Han nacido nuevas iniciativas, como el movimiento educativo Global Education Forum, que nos animan a pensar que el cambio es posible, que vivimos una transformación de la educación. El primer evento del GEF consiguió que la mayoría de las personas que asistieron obtuvieran la motivación suficiente para dejar su zona de seguridad y convertirse en líderes en su puesto de trabajo.

Un ejemplo de esta capacidad que todos tenemos de ser líderes en nuestro propio trabajo se da en la experiencia de introducir la tecnología en nuestros centros educativos. Esta introducción ha traído consigo la necesidad de tener una nueva figura en el claustro, el coordinador TIC. Sin embargo, en conversaciones con ellos (tanto de colegios públicos como privados y concertados), se perciben los mismos problemas, muchos de ellos comentan que terminan siendo los “técnicos” del centro, y de forma sarcástica comentan que sólo les falta el cinturón de herramientas. Y esa es la cuestión, que ellos son precisamente los que deberían convertirse en líderes para conseguir una auténtica integración pedagógica de la tecnología.

Por eso el coordinador TIC debe ser miembro del equipo directivo (entendido como el mejor asesor para los directores). Pero, por eso también, el coordinador debe liderar su proyecto y, cuando analice cada nuevo software o hardware, debe pensar si es necesario y útil para el proyecto de su centro. Sólo así lo harán suyo el resto de sus compañeros. Todos y cada uno de nosotros, en nuestra posición, nos podemos convertir en líderes.

El liderazgo, como todo cambio, puede producir miedo, pero ¿no es una meta apetecible?

Hasta cuándo se debe utilizar silla de seguridad

La ley, de 2008, prohíbe circular con menores de 12 años situados en los asientos delanteros del vehículo, salvo que utilicen dispositivos homologados al efecto. Sólo excepcionalmente, cuando su estatura sea igual o superior a 135 centímetros, los menores de 12 años podrán viajar delante.

La ley, de 2008, prohíbe circular con menores de 12 años situados en los asientos delanteros del vehículo, salvo que utilicen dispositivos homologados al efecto. Sólo excepcionalmente, cuando su estatura sea igual o superior a 135 centímetros, los menores de 12 años podrán viajar delante.

Si su estatura no alcanza los 135 centímetros, deberán utilizar obligatoriamente un dispositivo de retención adaptado a su talla y peso. En el caso de que la estatura sea igual o superior a esa se podrá utilizar indistintamente un dispositivo de retención homologado, adaptado a su talla y a su peso, o el cinturón de seguridad para adultos.

En caso de infracción, el responsable es el conductor o el tutor, si viaja con pasajero, y la sanción es de 150€ y 3 puntos para los menores de 135 cm. Los denominados elevadores, ya sean con respaldo o no, logran elevar al niño para alcanzar la altura necesaria para utilizar el cinturón de adulto del coche correctamente. Estos dispositivos ya no disponen de correas porque el propio cinturón del coche es el que sujeta al niño y a la silla. La banda diagonal del cinturón ha de pasar por encima de la clavícula, sobre el hombro, sin tocar el cuello, y la banda ventral lo más bajo posible, por encima de las caderas, sobre los muslos, y nunca sobre el estómago. Los elevadores con respaldo ofrecen mayor protección y resultan más cómodos.

A partir de 12 años. Los cinturones de 3 puntos también proporcionan protección al niño cuando sea lo suficientemente alto como para que, sentado recto sobre el respaldo del asiento del coche, pueda doblar las rodillas hasta el borde del asiento sin deslizarse. La banda diagonal del cinturón ha de pasar por la clavícula, sobre el hombro, bien pegada al pecho y la banda ventral ha de quedar bien baja sobre la cadera. Si la banda del hombro toca el cuello o pasa bajo el mentón, el niño debe seguir más tiempo en un asiento elevador. Las bandas del hombro y de las caderas actúan conjuntamente para sujetar la parte superior e inferior de su cuerpo en caso de colisión o detención brusca.

Nunca permita que el niño se coloque la banda del hombro debajo del brazo o detrás de la espalda.

Cómo elegir la silla

Las sillas de seguridad para niños para el automóvil deberán estar homologadas de conformidad con la norma de seguridad europea ECE R44/03, directiva 77/541/CEE o sus posteriores modificaciones.

Por ello, es preciso comprobar la etiqueta naranja visible en las sillas de seguridad y que indica el número de homologación. Esto significa en la práctica que las sillas de seguridad con la certificación ECE R44/03 o, aún mejor, ECE R44/04 cumplen la normativa. La Silla debe tener una etiqueta como la siguiente:

  • ECER44/04: (Norma de homologación)
  • Universal (Categoría del dispositivo homologación.(Universal, Semiuniversal o Específico). En este caso indica que es válido para todos los vehículos.)
  • 9-36kg (Indica el peso del niño al que se adapta el dispositivo. En este caso correspondería a una silla de Grupo 1, 2 y 3.)
  • E9 La E mayúscula es el distintivo de homologación y el número de subíndice se refiere al país que la ha otorgado. A España le corresponde el 9.

Cómo ser una Ecoescuela

El programa Ecoescuelas anima al alumnado a desarrollar un papel activo y participativo en sus colegios y les muestra cómo mejorar y benefi ciar su medioambiente local, a través de medidas surgidas en los centros, en especial, en las temáticas básicas de agua, energía y residuos, así como en aquellas prioritarias cada año a nivel global, como ahora el cambio climático.

El programa Ecoescuelas anima al alumnado a desarrollar un papel activo y participativo en sus colegios y les muestra cómo mejorar y beneficiar su medioambiente local, a través de medidas surgidas en los centros, en especial, en las temáticas básicas de agua, energía y residuos, así como en aquellas prioritarias cada año a nivel global, como ahora el cambio climático. De esto modo, estimula en las futuras generaciones el hábito de participación en los procesos de toma de decisiones, así como conciencia de la importancia del medio ambiente, el consumo responsable, la cooperación internacional y el comercio justo.

ADEAC-FEE. El programa Ecoescuelas es desarrollado en España por la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC), la misma que realiza las campañas Bandera Azul para las playas. Esta asociación, sin ánimo de lucro, es la rama española de la Fundación para la Educación Ambiental (FEE) y por tanto responsable del desarrollo de sus programas. La FEE ya cuenta con 27.000 centros participantes en el programa Ecoescuelas situados en 44 países.

Las Ecoescuelas trabajan en colaboración con sus municipios en la aplicación de la Agenda 21 de la Conferencia de Río’92: en especial en temas como el agua, la energía o los residuos.

Proceso

Los centros participantes deben formar un Comité ambiental elegido con representación del alumnado, profesorado, padres, personal directivo, administrativo, mantenimiento e incluso responsables municipales. Este Comité coordina la realización de un análisis de la situación de partida del centro escolar y su entorno en materia ambiental mediante un cuestionario elaborado por ADEAC. Tras la evaluación de los resultados del cuestionario, el Comité elabora anualmente un Plan de Acción donde aborda uno de los tres temas básicos (agua, residuos, energía) con objetivos, metas y fechas. Finalizado el plazo, los centros son evaluados por un jurado convocado e integrado por miembros de ADEAC, para lo que habrán presentado una memoria. Los centros participantes que desarrollen bien el programa serán galardonados por un período de tres años con un Diploma y una Bandera Verde. Para conseguirlo, las Ecoescuelas deben poder demostrar que han alcanzado al menos el 65% de los objetivos fijados en su Plan de Acción.

Primera escuela de parto y crianza

El pasado uno de febrero abrió sus puertas Armonía, la primera escuela para padres en la Comunidad de Madrid que ofrece cursos que abarcan desde la concepción hasta la crianza del bebé pasando por la preparación al parto o los primeros auxilios.

Entre otros, ofrece cursos impartidos por profesionales sobre el embarazo saludable, Pilates para embarazadas, masaje emocional, estimulación del bebé o prevención de accidentes infantiles.

Más información: www.arearmonia.com

¿Has visto bailar un elefante?

Samabá Samadé, elefante grande elefante pequeño, es un espectáculo visual, musical y enérgico que habla sobre la importancia que tiene la observación de la naturaleza para aprender sobre nosotros mismos.

A través de la música y la danza africana, así como de la percusión corporal interactiva y elementos visuales, nos introducimos en la cultura africana y sus enseñanzas primigenias.

Más información: www.cuartapared.es

Adolescencia sin fronteras

Niños respondones que visten según el dictado de la última moda. Veinteañeros incapaces de madurar y proyectarse hacia el futuro. La adolescencia ha trascendido sus fronteras para aterrizar en otras etapas de la vida. Los motivos combinan inevitables transformaciones sociales y un estilo de Educación que anima a vivir la libertad sin responsabilidad.

Si fuera un país, la adolescencia tendría poca historia (no fue teorizada hasta principios del siglo XX) y un desmedido afán invasor. Sus vecinos –la niñez por abajo; la juventud por arriba– la mirarían con pavor ante sus constantes acometidas por conquistar nuevos territorios. Protestarían ante la ONU y la acusarían de no conformarse con sus fronteras naturales, límites biológicos que la sitúan, aproximadamente, entre los 13 y los 18 años.

En su defensa, la adolescencia aduciría que las sociedades occidentales llevan décadas obligándola a que se prolongue más allá de esa franja de edad. Y que, de forma más reciente, han surgido circunstancias que también justifican su pujante irrupción en los dominios de la infancia.

Aunque existen tantas definiciones de adolescencia como autores han abordado esta etapa de la vida, casi todas asumen que el concepto esconde una clara dicotomía. Por un lado, la adolescencia física con sus terremotos hormonales, sus estirones y sus remedios para el acné. Por otro, la psicosocial, que nos enfrenta –al fijar su duración– a cuestiones tan escurridizas como qué entendemos por madurez o autonomía personal.

En palabras de Javier Elzo, catedrático de la Universidad de Deusto y autor de La voz de los adolescentes, hablamos de “un estado en el que una persona se estanca en ella misma, en el presente, sin preocupaciones, sin querer mirar más allá”. Todos conocemos a jóvenes en la veintena, incluso mayores, instalados en ese limbo de derechos sin deberes, de libertad sin responsabilidad. Continúan en casa de sus padres y posponen eternamente las decisiones esenciales sobre su propia vida.

Por el contrario, en los países pobres los chavales suelen pasar de la infancia a la edad adulta tras un salto abrupto que no admite marcha atrás. Simplemente dejan de estudiar (suponiendo que estén escolarizados), buscan trabajo y aspiran a formar una familia. Sin dudas existenciales ni crisis de identidad. Como ocurría en España hasta hace no tanto tiempo.
“A la hora de decidir quién es o no adolescente, aplicamos variables (familiares, escolares, sociales…) a cada persona con resultados muy diferentes”, explica José Chamizo, defensor del Menor de Andalucía.

‘Tweens’

Los anglosajones ya han acuñado sendos términos para referirse a las incursiones adolescentes en los últimos años de la infancia y la primera juventud. Nacido como categoría comercial o de marketing (target en la jerga publicitaria), la palabra tween definía en origen a un niño entre 9 y 12 años con gustos individuales y gran capacidad de compra. Luego se añadieron rasgos como su condición de nativo digital o la sobrecarga de horarios. Al otro lado del espectro, Jeffrey Arnett, profesor de la Universidad de Clark (EEUU), escribió en 2000 un influyente artículo sobre lo que vino a llamar “adultez emergente” (ver apoyo). En síntesis, veinteañeros dubitativos y abrumados ante las infinitas posibilidades (y retos) que la vida les plantea.

Javier Urra, prolífico autor sobre Educación y ex-psicólogo del Juzgado de Menores de Madrid, suscribe que la familia actual está convirtiendo a los tweens o preadolescentes en consumidores voraces: “Muchos disfrutan de una cuantiosa paga y eligen qué ropa visten o dónde va la familia de vacaciones, cuando no lo imponen. Las empresas lo saben y por eso se dirigen a ellos”. Elzo, por su parte, añade que “padres muy ocupados suele ser sinónimo de padres muy tolerantes que procuran mantener la paz en casa dando a los hijos todo lo que piden”. El engranaje consumista a escala infantil: como compran más, pasan a ser objetivo prioritario de los anunciantes, y, al intensificarse el bombardeo publicitario, crece su deseo de consumo, satisfecho por progenitores que no quieren líos.

La precocidad en las actitudes adolescentes también responde a otros factores como la sempiterna exposición mediática o la evolución del sistema de valores durante la infancia. Chamizo recuerda que “los niños de ahora tienen infinitamente más acceso a todo tipo de información que otras generaciones”. Y advierte sobre la presión de grupo: “siempre ha habido niños que empiezan a ser adolescentes antes y que tiran de los otros para que les imiten, y la amistad entre los preadolescentes de hoy en día tiene mucha más fuerza que la familia”.

¿Consecuencias? Desafío a la autoridad paterna, conductas de riesgo, idolatría del famoseo… Todo ello entre chavales (y sobre todo chavalas) que con suerte empiezan a vislumbrar las turbulencias fisiológicas de la pubertad.

Adultescentes

Bastante más antiguo que el fenómeno tween, el alargamiento de la adolescencia por arriba, entre los jóvenes adultos, ha sido objeto de todo tipo de análisis desde los años 60. Muchos perciben en él una consecuencia lógica de la sociedad posindustrial, y señalan sólidas razones difíciles de rebatir. A destacar, el aumento en la esperanza de vida, que ha dilatado todas las etapas (salvo la infancia) y su transición entre ellas. Si para algunos la juventud penetra hasta la temida crisis de los 40, ¿por qué no habría la adolescencia de extender sus tentáculos hasta, digamos, los 25?

Pensemos en el aumento del tiempo de escolarización. Resulta complicado imaginar cómo un estudiante de veintipocos años puede alcanzar un nivel de ingresos que le permita plantearse volar del nido de manera definitiva. Aunque trabaje a tiempo parcial y comparta piso, parece probable que sus padres tengan que echarle una mano para llegar a fin de mes, prorrogando así una dependencia que le impedirá considerarse a sí mismo como un adulto de pleno derecho.

Más flexible y abierta, nuestra sociedad también consiente, celebra incluso que los jóvenes jueguen al ensayo y error vital, que exploren nuevas vías de realización como individuos y vuelvan sobre sus pasos si éstas no les convencen. “Antes teníamos más o menos claro lo que íbamos a ser”, afirma Elzo. “Los patrones de comportamiento eran más rígidos, pero hacían la toma de decisiones más fácil”.

Acompañando a estos cambios –positivos para la mayoría, inevitables en cualquier caso–, la proliferación de enfoques educativos laxos y sobreprotectores ha frenado la inmersión de las nuevas cohortes de adolescentes en la adultez. Tras años flotando en una burbuja de bienestar y hedonismo, incubando una profunda aversión al “no”, muchos se muestran incapaces, cuando llega la hora, de enfrentarse al futuro cogiendo el toro por los cuernos. Se convierten entonces en adultescentes, neologismo que viene a sustituir al clásico complejo de Peter Pan y que, a diferencia de la adultez emergente (circunscrita a la veintena), puede aplicarse a cualquier edad. Para Urra, “nuestra gran asignatura pendiente sería enseñar a aceptar la frustración, a saber manejarse en la incertidumbre, a reinventarnos en los momentos de crisis”.

El nido vacío

España y otros países del sur de Europa se han convertido en auténticas fábricas de adultescentes. Aquí, los jóvenes se van de casa rondando los 30, mientras que en Francia, Reino Unido o Alemania lo hacen antes de los 25. Los datos proceden del Eurostat de 2007, antes de que el paro juvenil campara a sus anchas en nuestro país, así que todo indica que futuras estadísticas revisarán dicha cifra al alza.

Desde luego, el frenesí especulativo previo a la crisis no ha animado precisamente a nuestros jóvenes a ad
elantar su emancipación. Tampoco ayuda la obsesión nacional por hipotecarse con la primera vivienda en lugar de arrancar la vida adulta en alquiler, costumbre generalizada en el centro y el norte de Europa. Según Elzo, el español prioriza además el confort frente a la independencia, mientras que “en otros países la gente joven se va a un cuchitril con tal de tener su espacio”.

Urra opina que buena parte de culpa recae en los padres, “que no empujan a sus hijos a que se vayan, no sé si por el bien de ellos o por su temor al síndrome del nido vacío. Los padres españoles viven para los hijos, y hay que vivir para los hijos, para la pareja, para los amigos y para uno mismo”.

El autor de Fortalece a tu hijo o Educar con sentido común denuncia que la sociedad española confunde con una “disonancia grave” a las nuevas generaciones: “les educamos para exigir, y cuando crecen, les aportamos muy poco para que se abran camino en la vida”.

Un siglo de vida

Aunque proviene del vocablo latino adolescere (crecer, desarrollarse), la adolescencia como etapa de la vida no fue teorizada hasta principios del pasado siglo por Stanley Hall, el primer presidente de la Asociación de Psicología Americana. En su obra homónima, Hall apuntó a algunas transformaciones sociales que se estaban produciendo en la época (abolición del trabajo infantil, extensión de la Secundaria) para explicar el surgimiento de una nueva etapa que reclamaba un trato diferenciado de la infancia y la juventud. Hall definió la adolescencia como un momento de “tormenta e ímpetu” con tres características clave: rebeldía frente a la autoridad familiar, brucos cambios de humor y conductas de riesgo.

Según su tesis, se trata de necesidades intrínsecas que el adolescente no puede evitar y que los padres no deben impedir. Ante la actitud transigente que promovía hacia el hijo adolescente, Hall animaba a los padres a mostrarse severos y autoritarios (incluido el castigo corporal) con los niños hasta que cumplieran los 12 o 13 años. No deja de sorprender, por cierto, que el propio Hall extendiera la duración de la adolescencia hasta los 23-25 años.

Adultez emergente

En los años 90, Jeffrey Arnett enseñaba Desarrollo Humano en la Universidad de Missouri. Tras observar con detenimiento a sus alumnos, llegó a la conclusión de que él (por aquel entonces en la mitad de la treintena) y ellos (veinteañeros) no tenían nada que ver en cuanto a actitudes y expectativas vitales. Esto le animó a realizar encuestas entre sus pupilos y otros jóvenes alejados de la esfera universitaria. En los resultados, la gran mayoría se autodefinía como adulto en algunos aspectos y completamente inmaduro en otros. Según su artículo Adultez emergente –publicado en 2.000 en American Psychologist y citado en incontables ocasiones por investigadores del ámbito anglosajón–, Arnett detectó en concreto que los veinteañeros mantenían una visión excesivamente idealista de la existencia.

Aún no atisbaban, escribió, el desengaño que llegaría con “los trabajos rutinarios o los hijos impertinentes”. También se mostraban seguros de que lograrían lo que se propusieran en la vida, si bien pocos tenían claro cuáles eran esas aspiraciones. En esa “sensación de posibilidades” ilimitadas se encuentra la esencia de la adultez emergente, que Arnett y otros abogan por que pase a considerarse una nueva etapa de la vida.

Caminando (1-2 años)

Hola de nuevo: soy Miguel y quisiera contaros mi segundo curso en la Escuela Infantil. Aproveché el verano para que mis papas añadieran fotos a mi cuento personal, de la playa donde fuimos de vacaciones, y las fiestas del pueblo, en donde yo aparecía en ellas más mayor.

Mis papás me hicieron participar en la colocación de las fotos en el cuento, para que fuera consciente del proceso y me ayudara cuando llegara a la Escuela.

Llegó el día de reincorporarme; allí estaban mis amigos del curso anterior, y otros niños que no conocía, las educadoras eran nuevas pero no desconocidas, me resultaban familiares, así que tendría que conocerlas y encariñarme con ellas.

Poco a poco, durante la primera semana cogí el ritmo de nuevo; apenas tuve que hacer periodo de adaptación, ya que todo me resultaba cercano.

Se me olvidaba deciros que en el verano me afirmé en la marcha, eso significa que ya se andar con soltura; todos se pusieron muy contentos cuando di mi primer paso.

En la nueva clase recorro los rincones encantado; para mi el movimiento se ha convertido en el protagonista de mi actividad, las educadoras me insisten para que me centre un poquito, mirando un cuento, haciendo una torre….

Comencé a hablar: mis onomatopeyas eran de lo más divertido, aparecieron mis primeras palabras, ahora cuando cojo mi cuento, puedo nombrar a mi papá, mama…y también puedo pedir agua, pan…

Los encuentros con mis compañeros son diferentes que cuando era más pequeño; ahora tienen más interés para mí. Juego más con ellos, a correr, a subir y bajar, a compartir, y los desencuentros son mayores cuando defendemos cada uno lo nuestro.

Me gusta encontrarme por las mañanas cuando llego a la Escuela con Marta, ya que es mi mejor amiga, con Fernando lo busco para correr en el patio, son mis amigos.

Estoy descubriendo los rincones de mi nueva clase, acudo a ellos aunque en algunos, que son mis preferidos, me entretengo más.

Ya como solito, me dejan los cubiertos y cada día lo hago mejor aunque para terminar me suelen ayudar.

Para mi fue divertido empezar a comer entero, los purés me tenían aburrido y los nuevos sabores los acepté bien.

Estos aspectos refuerzan mi autonomía; es que estoy creciendo, aunque a mis padres les haga rabiar y consiga que me den a la boca.

Es muy distinto, a veces, mi comportamiento en casa y en la escuela Infantil; tengo mis recursos y se con quien me la juego.

Estoy aprendiendo mucho, mis educadoras dicen a mis padres, qué es un aprendizaje significativo; eso quiere decir que será la base del resto de mis aprendizajes posteriores; por ello, la importancia de que acuda a la escuela infantil, para poder adquirir estas experiencias y conocimientos.

Cuando termine el curso aun nos quedará otro mas, para finalizar nuestra etapa infantil, que será en el aula de mayores cuando tenga dos años.

Ya os contaré.