Grooming: Dejarlos solos en internet es abandonarlos

La culpa, el miedo y la vergüenza de los niños son las armas de los ciberacosadores, un problema que crece con la hiperconexión de los menores.

Por Eva Carrasco

En los últimos cinco años el grooming, o lo que es lo mismo, el ciberacoso de adultos sobre menores con fines sexuales, ha aumentado exponencialmente. “Las redes sociales han ido evolucionando para ser utilizadas por los millenials, centennialls y generación X. De esta forma, Snapchat, Tiktok, Youtube, Twitch e Instagram se convierten en los sitios comunes donde los menores se pueden llegar a relacionar con desconocidos”, explica Laura Sali, CEO de White Rabbit y madre de dos niños. Pero no sólo las redes sociales, los juegos online son puerta de contacto con extraños.

Este problema se ha intensificado desde que comenzó la pandemia ya que, desde la opinión experta de la psicóloga escolar Mercè Rovira, “en este tiempo la conectividad ha llegado a tener el estatuto de normalizada a consecuencia de que los niños y adolescentes han tenido que usar Internet con una normalidad a la que ninguno de nosotros hemos estado preparados. No era pensable que la escuela se haría on line, utilizaría videoconferencias y redes sociales para compensar la falta de escuela presencial”.

Hablar el mismo idioma

Por ello, los padres deben conocer ese mundo on line de los niños para hablar el mismo idioma. Jugar y compartirlo con ellos para que cuando lleguen las dudas, tengan la confianza de hablarlo con sus padres y les puedan dar herramientas para reaccionar ante lo que se pueden encontrar. En el caso de los adolescentes es importante respetar su espacio privado, pero, la psicóloga recomienda hablar con ellos sobre los peligros de la red. “Los chicos, las chicas han de ver que entendemos que todos estamos expuestos a ser víctimas de ciberacoso y que ante ello lo primero es comunicarlo, hablarlo con un amigo, con un profesor. A veces los padres son los últimos en enterarse, pero lo importante es que alguien lo sepa para que corra la voz, generalmente el amigo no se lo puede callar y habla con sus padres y los de la víctima.” La culpa, el miedo y la vergüenza de los niños son las armas de los ciberacosadores, un problema que crece con la hiperconexión de los menores.

La mejor manera de concienciar y prevenir el ciberacoso en los niños es que los padres se pierdan por la red, curiosear, jugar on line con ellos, aconseja la psicóloga. “Eso nos permitirá conocer el medio y nos dará la complicidad para compartir con ellos nuestras experiencias. Pedirles ayuda. Los cambios generacionales son eso, llega un momento que los padres piden ayuda a los hijos. Cuántos mayores de 70 años han pedido ayuda para tener una cuenta de e-mail o un WhatsApp.

Las generaciones evolucionan y los padres quedamos desfasados a no ser que avancemos con ellos. Si no queremos entrar en internet, ellos no tendrán nuestra ayuda y estarán solos en ese mundo”, advierte.

En el aspecto más técnico Laura Sali nos, CEO de White Rabbit y madre, recuerda que “es importante concienciar a la sociedad y ayudar a viralizar medidas de prevención. Hay que explicarle a niños y padres que es necesario pensar antes de hacer clic, no confiar en desconocidos, no compartir vídeos o imágenes comprometidas, proteger la identidad digital, usar contraseñas complicadas y, sobre todo, denunciar el ciberacoso”.

Cómo detectar si un niño es víctima de ‘grooming’

  • Los cambios de comportamiento, de humor, pérdida de apetito, insomnio, irritabilidad en el entorno familiar, con los padres y hermanos, son señales que deben alertar. A nivel escolar también pueden darse muestras con un bajo rendimiento, o una apatía social. Una sensibilidad incomprensible. “No es que estas manifestaciones sean la muestra, la sintomatología del ‘grooming’, sino que es la manera que tenemos de expresar que algo no anda bien en nosotros. Y es a partir de ahí que hemos de estar atentos como buenos exploradores, recoger datos para poder valorar, hablar con ellos, con sus amigos, sus profesores’, aclara Mercè Rovira.
  • Sentimientos de miedo y de vergüenza impiden al niño hablar de lo que le ocurre. El acosador tiene como objetivo aislar a la víctima a través del miedo y muchas veces lo consigue. “La vergüenza es trabajo de los padres –asegura Rovira–. Los niños sienten vergüenza cuando creen que ellos son los culpables de lo que les está sucediendo, porque no han hecho caso a sus padres, porque creían que a ellos no les pasaría…”. Por esta razón, es muy importante que en la familia se hable del error y cómo nos enseña a aprender.

Derechos de los padres: Mi hijo tiene que hacer cuarentena

La nueva normalidad plantea dudas legales a las familias, especialmente en el caso de cuarentena o confinamiento de los niños.

Por Eva Carrasco

¿Si mi hijo está en cuarentena, qué hago con el trabajo? ¿Me puedo negar a llevar al niño al cole? ¿Puede el colegio comunicar quién está contagiado? Son muchas las cuestiones legales que se presentan a los padres respecto al impacto del coronavirus en escolarización de sus hijos.

En caso de que los niños no estén infectados, pero estén obligados a cumplir cuarentena, las familias pueden acogerse al programa Me Cuida, según nos confirma Jesús Pascual, director del Departamento de Derecho del Trabajo en el despacho de abogados dPG. Este programa permite a los trabajadores flexibilizar su jornada laboral, incluso al 100%, para adaptarse a las necesidades de atención de los menores. “Se abre así la opción de modificar horarios, siempre que esto cuadre con el tipo de trabajo, o no ir a trabajar en esa situación, sin que ello pueda ser causa de sanción o de despido”, explica el letrado.

Una segunda opción, quizás más recomendable y realista, sería plantear en el centro de trabajo pasar a la modalidad de teletrabajo. Esta opción, requiere, en primer lugar, que realmente sea posible desarrollar la actividad laboral desde casa y, en segundo lugar, que la empresa lo vea con buenos ojos y acceda a la petición.

Sin embargo, la situación cambia si finalmente el resultado de las pruebas del menor es positivo. Pascual aclara que “en este caso se puede contemplar una baja médica, concedida por el Servicio Público de Salud, que conllevará una prestación por Incapacidad Temporal. Cuando la baja está motivada por aislamiento por Covid, se calificará como enfermedad común: el empleado percibe el 60% de la base reguladora desde el 4º día de la baja hasta el 20º inclusive y el 75% desde el día 21 en adelante, y la empresa debe hacerse cargo del abono de parte de la prestación ya que en este caso sería necesario un aislamiento profiláctico por contacto directo con un positivo.”

Absentismo Escolar

¿Pero qué ocurre si se decide no llevar al niño al colegio por miedo al coronavirus? Las familias absentistas sí que pueden tener consecuencias legales si sus hijos se encuentran entre los 6 y los 16 años, ya que en este caso sí existe obligatoriedad. En este sentido el abogado es claro: “Sí que podrían tener problemas legales al activarse el protocolo de absentismo escolar, que podría provocar la incoación de un procedimiento administrativo y, en los casos muy graves, podrían llevarlos a verse condenados a penas de prisión que pueden ir hasta los seis meses de prisión o multa por dejar de cumplir los deberes legales de asistencia inherentes a la patria potestad”.

Bien es verdad que, por otra parte, los formularios de exención de responsabilidad que se han hecho firmar a los padres en algunas comunidades para eximir a los centros de toda responsabilidad, según Pascual, no tienen validez si se demuestra que el colegio no cumplió con la normativa. “Si se prueba que un colegio está incumpliendo claramente los protocolos marcados y no está adoptando las precauciones establecidas es difícil que pueda eximirse de responsabilidad. De hecho, los padres de un niño contagiado podrían plantearse reclamar al centro, emprendiendo acciones civiles e, incluso, penales, si hubo una absoluta negligencia”.

Derecho a la educación

Sin embargo, realmente es una obligación equilibrar el derecho que todo niño posee a la educación y el derecho a la salud. La primera medida que tomaron los centros para garantizar una educación segura ha sido la de organizar a los alumnos por grupos “burbuja” o “grupos de convivencia estable”. Si un niño da positivo habría que confinar a este “grupo burbuja” y a los contactos estrechos. Esto no debería aislar a los niños ni impedir que reciban las clases: si no es posible por las cuarentenas acudir a una clase presencial, el colegio debería ofrecer un mínimo de horas diarias de clase por videollamada.

Conciliación: ¡medidas urgentes ya!

El cuidado de los menores, si no pueden acudir a clase, recae sobre las familias. El Club de Malas Madres reclama al Gobierno cuatro medidas correctoras urgentes y temporales para solucionar los problemas de conciliación.

 

Por Eva R. Soler

Si durante el confinamiento, la falta de los tradicionales pilares del cuidado de nuestros menores (abuelos y colegios) obligó a que muchas mujeres renunciaran a su trabajo de diferentes maneras (excedencias, reducción de jornada, permisos no retribuidos e, incluso, abandono del puesto de trabajo); desde septiembre, con la reapertura de los colegios y las posibilidades de que la clase de nuestros hijos se tenga que someter a una cuarentena por un caso positivo de coronavirus, el cuidado de los menores, si éstos no pueden acudir a clase recae, principalmente, sobre las familias. “La crisis sanitaria del Covid- 19 ha destapado la falta de estructuras necesarias por parte del Estado y las empresas para que las familias puedan conciliar. Se ha dado por supuesto que somos las madres, las familias, las que vamos a cuidar, somos el principal sostén de esta crisis, pero parece que nadie nos va a acompañar, nos han dejado solas y ni siquiera nos han dado las gracias”, denuncia la socióloga Maite Egoscozabal, responsable de la Asociación “Yo no renuncio” del Club de Malas Madres.

¿Con quién los dejo?

Durante estos últimos meses, a la asociación han llegado testimonios que reflejan lo dramático de esta situación: hay muchas mujeres que han tenido que abandonar su puesto de trabajo para poder cuidar a sus hijos. En otros casos, las familias han tenido que recurrir a los abuelos, sabiendo que son grupo de riesgo, porque no les quedaba otra opción. Otras mujeres les han contado que han tenido que dejar a sus hijos solos en casa cuidando de su hermano menor. Hay familias monomarentales que no tienen red de apoyo familiar y tienen que escoger ir al trabajo para ganar dinero o quedarse en casa sin cobrar… “Es una situación lamentable”, clama Egoscozabal, “y en este sentido, creemos que es fundamental contar con medidas correctoras temporales en este contexto tan extraño que nos ha tocado vivir”.

Hace cinco años y para dar voz a las mujeres y familias que tienen dificultades para conciliar ámbito laboral y privado nació el Club de Malas Madres y, un año después, la asociación “Yo no renuncio”. “La fundadora del club, Laura Baena, comenzó exponiendo en redes por qué se sentía mala madre, porque le parecía imposible cumplir esos cánones de perfección que te exige la sociedad después de la maternidad”, explica Maite Egoscozábal. Baena tuvo que renunciar a su carrera como creativa publicitaria cuando nació su primer hijo, se dio cuenta de que la carrera profesional y el cuidado de los hijos eran incompatibles. Al exponer este problema en redes conectó con otras mujeres en la misma situación y así nació el club que, a día de hoy ,suma más de 800.000 socias.

Los estudios que realizan con periodicidad suponen una radiografía de los problemas de conciliación que existen en España: “El primer estudio que realizamos en 2015 reflejó que 8 de cada 10 mujeres en nuestro país renuncian a su trabajo al convertirse en madres”. El último informe, presentado en octubre de 2020, destaca lo opuesto: hay un 68% de mujeres que renuncian a tener hijos o retrasan la edad de maternidad por falta de medidas de conciliación. “Es un problema que muchas mujeres conciben como algo personal. Sin embargo no hay que confundir la renuncia con la elección y hay que darse cuenta de que es un problema social, no individual, que afecta a la tasa de fecundidad, supone una grave dificultad para el reemplazo generacional y una pirámide poblacional invertida”, sostiene rotunda.

Otros datos

Según un informe de CCOO, en España el paro femenino continúa aumentando (2,2 millones de desempleadas frente a 1,6 millones de hombres) y las mujeres están más afectadas por la alta tensión en el trabajo y los cuidados que están empeorando la salud del 41% de ellas. Y en EEUU, el informe Mujeres en el lugar de trabajo 2020, elaborado McKinsey mediante 40.000 encuestas en 317 compañías, indica que una de cada cuatro mujeres se plantea abandonar su carrera por los efectos del coronavirus.

Cuatro medidas correctoras urgentes

Durante este año, hemos trabajado intensivamente para reivindicar y reclamar medidas y dar visibilidad a una realidad que queda oculta, porque se ha dado por supuesto que somos las familias las que vamos a cuidar y volvemos a convertirnos en el principal sostén en tiempos de crisis. En este contexto (especial y esperamos que temporal) reivindicamos cuatro medidas correctoras urgentes”, explica la responsable de la Asociación “Yo no renuncio”, Maite Egoscozábal:

1. Teletrabajo por imperativo legal. Las malas madres comenzaron a reclamar ésta y otras tres medidas para facilitar la conciliación en mayo de 2020 con la publicación de un manifiesto y una campaña de recogida de firmas vía change.org. La aprobación en septiembre de la Ley del Teletrabajo recoge en parte esta medida pero, a juicio de Maite Egoscozábal, se queda corta. “Es positivo reconocer los derechos de los teletrabajadores, que la empresa asuma los costes derivados de esta modalidad y que se contemple el derecho a la desconexión, pero no estamos de acuerdo en el carácter voluntario por ambas partes (empresa y trabajador) que recoge la ley. Si un trabajador expone la necesidad de teletrabajar para cuidar de su hijo o hija, la empresa debería estar obligada a aceptarlo”.

2. La regulación inmediata de bajas laborales de forma centralizada para no crear desigualdades cuando tu hijo o tu hija resulta caso sospechoso y se tiene que quedar en cuarentena en casa. “Somos conscientes de que los protocolos sanitarios son importantes y los reivindicamos en la vuelta al cole”, afirma Maite: “Si tu hija/o está en contacto con un positivo tiene que permanecer 15 días en casa y lo vemos bien. Lo que no vemos bien es que ese protocolo no vaya acompañado de medidas de protección. Con todos los casos de positivos que se están dando, recibimos miles de llamadas preguntando: ¿Qué puedo hacer con los niños? En esos mismos protocolos se incluyen las advertencias de que los abuelos no deberían acompañar a los nietos al colegio o cuidar de ellos o la obligación de no llevar a tu hijo con fiebre al colegio. En este último caso ponemos el foco en culpabilizar a la familia si lleva a su hijo enfermo al colegio. Pero deberíamos preguntarnos: ¿por qué está ocurriendo esto? Porque en muchos casos, esa madre o ese padre no puede faltar al trabajo, no puede contar con abuelos… Cambiemos el foco: ¿Por qué se llega a esto? Porque faltan medidas y una estructura de apoyo por parte del Estado y por parte de las empresas”.

3. Facilitar la adaptación de jornada y la reducción de la misma sin pérdida salarial (siendo el Estado quien paga la diferencia, con similitud a la articulación de los ERTE). Cuando el teletrabajo no sea posible, el trabajador o trabajadora tendrá opción a adaptar su jornada laboral lo máximo posible. Este derecho debe ser de obligado cumplimiento para la empresa sin necesidad de acudir a la vía judicial para hacerlo valer. El mero hecho de tener menores a cargo o personas dependientes ha de suponer una presunción de la necesidad de conciliar vida laboral y familiar y no anteponer los criterios empresariales a las necesidades vitales de niños, niñas y dependientes. En este sentido, El Plan Me Cuida, puesto en marcha por el Gobierno, permite flexibilizar la jornada laboral en un 100% pero con un coste sobre el salario del empleado que lo solicite.

4. Ayuda económica para la contratación de personal para aquellas familias en las que los progenitores o tutores legales están trabajando fuera del hogar o para la madre o el padre que cuida a un menor con necesidades especiales de cuidados. “Es un problema estructural que requiere la coordinación de varios ministerios como el de Trabajo, el de Seguridad Social, el de Hacienda y, sobre todo, el de Igualdad”, apunta la socióloga experta en conciliación, Maite Egoscozábal. En el mes de septiembre fueron recibidas por el ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá y está prevista una reunión con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. “Las medidas necesitan aprobarse de forma urgente”, expone Egoscozábal.

Tania García: “Si ellos se enfadan, nosotros no”

Por Eva R. Soler

Porque no se quieren ir del parque, porque quieren comprarse un juguete, porque no quieren ir al colegio, porque quieren ir a casa de su primo o porque quieren comer más chocolate…hay mil y un motivos por los que un niño puede enfadarse. “Sea por la razón que sea, el adulto no tiene que contagiarse de la misma emoción, sino expresar todo lo contrario: calma, cariño, comprensión… lo que todos necesitamos cuando nos enfadamos”, afirma Tania García, autora del libro ¿Qué necesito cuando me enfado? (Ed. Penguim Random House), y de Educar sin perder los nervios (de la misma editorial).

Para saber qué necesita un niño cuando se enfada, explica García, sólo hay que pararse a pensar qué es lo que necesitamos nosotros, los adultos, en la misma situación. Comprensión, tranquilidad, abrazos, que nos escuchen, que nos quieran, que nos entiendan… Sin embargo, añade, cuando los niños se enfadan, nosotros lo que solemos hacer es enfadarnos más, cuando esto no tiene ningún sentido: “Si nuestros hijos se enfadan, lo van a hacer por unos intereses diferentes a los nuestros, porque están en una etapa vital muy distinta y en un momento de desarrollo donde en su cerebro sólo cabe la emoción”.

¿Por qué los adultos solemos temer al enfado de los niños?

Porque, en realidad, no sabemos cómo funciona el enfado, las emociones o el cerebro y pensamos que los enfados de las niñas y de los niños es algo que tenemos que reprimir y que evitar. Creemos que los niños están teniendo un mal comportamiento cuando se enfadan, pero niñas y niños son seres humanos y, como tales, tienen miedos, alegrías, tristezas, intereses… y es necesario que los saquen hacia fuera.

¿Cómo debe actuar un adulto cuando un niño o niña se enfada?

Comprendiendo su enfado, aunque no compartamos sus motivos o no estemos de acuerdo. No tenemos que decir que “sí” a algo si creemos que por su seguridad, su salud o su bienestar no es posible. El “no” es completamente lícito, como no podría ser de otra manera, pero la clave está en que debe ser un “no” empático, cariñoso y que atienda en todo momento a sus necesidades. Aunque no compartamos sus motivos, debemos tener un buen comportamiento en esta situación. Sobre todo, debemos tener mucha tranquilidad y acompañarles emocionalmente poniéndonos a su altura, mirándoles a los ojos, entendiéndoles, escuchándoles, dejándoles expresarse sin reprimir, sin coartar, sin calificar, ni hacer juicio adulto sobre lo que está pasando.

¿Qué consejos recomiendas para situaciones en las que aparece el enfado?

Lo que debemos hacer con las emociones de nuestros hijos y nuestras hijas es acompañarlas. He acuñado el término “acompañamiento emocional”, que de lo que trata es precisamente eso, no centrarte sólo en ti cuando estás ante un enfado de tus hijos, sino que debes procurar centrarte en sus emociones, en saber estar, en permanecer calmados, porque, de esta forma, proyectas también calma. Debemos permanecer tranquilos, comprensivos, cariñosos, amables y en una escucha continua. Si vemos que, al enfadarse, pueden hacerse daño a ellos mismos o a los demás, frenamos ese golpe poco a poco, con calma, hablando y manteniendo mucho contacto físico. El contacto físico es esencial para el desarrollo de las niñas y los niños. Les podemos abrazar y si no quieren, les acariciamos el pelo, los brazos, la espalda… Eso sí, sin distraerles con otras cosas: debemos centrarnos en su necesidad que es la de tenemos a su lado cuando están sintiendo.

¿Y qué hay que evitar y por qué cuándo los más pequeños expresan su rabia?

Hay que evitar llenarnos nosotros mismos de esa rabia, enfado o miedo porque cuando nos sumimos en nuestras propias emociones lo que hacemos, únicamente, es centrarnos en lo que nosotros estamos sintiendo. Esto es lo que a muchas madres y a muchos padres les suele ocurrir. Los niños se enfadan y nosotros nos enfadamos más, cuando esto no tiene sentido. Si nuestros hijos se enfadan lo van a hacer por unos intereses muy diferentes a los nuestros, porque están en una etapa vital muy distinta y en un momento de desarrollo de sus vidas donde en su cerebro sólo cabe la emoción. Recientemente, hacía una serie de preguntas a mis seguidores y alumnos sobre qué necesitan cuando se enfadan. Las respuestas fueron muy similares. Todos los adultos decimos que necesitamos comprensión, tranquilidad, abrazos, que nos escuchen, que nos entiendan, que nos quieran, aunque no compartan nuestro motivo. Entonces, ¿por qué somos tan osados que pensamos que las niñas y los niños necesitan mano dura y todo lo contrario a lo que nosotros mismos sentimos cuando nos enfadamos? Lo que debemos evitar es pensar desde el ombligo adulto, llenarnos de nuestras propias emociones y enfadarnos más. Esto es totalmente incorrecto.

A veces los adultos no sabemos cómo tratar los enfados de los niños porque tampoco sabemos reaccionar bien a los nuestros.

Los adultos no tenemos ni idea del ámbito emocional, no tenemos conocimientos de educación emocional porque nos han educado en el adultismo, en el “calla y no llores”, “no grites” o “esto es así porque yo lo digo”. Al educarnos de esta forma, hemos obtenido esa educación emocional completamente errónea. Cuando nos enfadamos, necesitamos lo mismo que los niños: comprensión, apoyo, tranquilidad… Pero se supone que ya deberíamos tener una madurez emocional suficiente como para no pagar con los demás nuestras propias emociones. Tampoco con nosotros mismos. Es decir, ni boicotearnos, ni tampoco machacar a otros. Lo más importante es comprender que, como no tenemos esa madurez emocional, porque no nos la han enseñado cuando éramos niños, tenemos que aprenderla ahora y esto conllevará un acompañamiento emocional correcto en los enfados de nuestros hijos.

¿Qué van a encontrar padres e hijos en el libro ¿Qué necesito cuándo me enfado?

Con este libro, las familias saben ver cuál es la parte para los adultos y profesionales (porque ya se está usando en terapias como consulta) y, de un vistazo, también saben ver cuál es la parte para los niños. Los niños aprenderán el mecanismo cerebral del enfado y, por una vez, sentirán que su voz es escuchada y que alguien dice, realmente, lo que ellos sienten. Así, comprendiendo mejor qué sienten cuando se enfadan, las madres y los padres aprenden a acompañar estos mismos enfados. Se trata de un aprendizaje en cadena que se retroalimenta y puede tener un impacto social muy importante. Ayuda a los adultos a comprender y entender y a los niños sobre sus propias emociones y sus propios derechos como personas. En definitiva, como se afirma en la dedicatoria de la primera página, “se aprende a ver el enfado como un amigo al que comprender y no como un enemigo al que abatir”.

“Los tebeos nos han ayudado a todos en el proceso de aprender a leer y escribir”

‘El profesor Don Pardino contra los titis’ (Editorial Plan B) es un cómic con estética de los personajes de Bruguera que nos ayuda a no cometer faltas de ortografía.

Por Diana Oliver

Dice que al colegio hay que ir, sobre todo, “porque te da valor como persona” porque “lo material se puede perder, pero lo que aprendes se queda ahí para siempre”. Y no le falta razón al autor del profesor Don Pardino, un personaje de cómic que, a través del humor, resuelve posible dudas y errores de ortografía y la gramática. Sus viñetas aparecieron hace cinco años en redes sociales y hoy han terminado materializadas en un cómic: El profesor Don Pardino contra los titis (Editorial Plan B). En la estética del personaje y de las viñetas se reconoce la herencia de los autores de Bruguera, aquellos que marcaron la infancia de quienes somos padres y madres hoy. “Los tebeos nos han ayudado a todos en el proceso de aprender a leer y escribir. Hay menos letras que en una novela, por lo que «asusta» menos al joven lector. Y los dibujos ayudan a inferir el significado de palabras que no conocemos”. Su autor prefiere mantenerse en el anonimato pero en Padres y colegios no hemos querido perder la ocasión de preguntarle sobre algo que han demostrado saber: ¿cómo vamos niños, jóvenes y adultos de ortografía?

¿Cómo van los alumnos españoles en ortografía?

No me atrevo a generalizar. He leído noticias donde se señalaba que los alumnos llegan a la universidad con errores ortográficos. Quizá habría que valorar más este aspecto en las etapas anteriores y darle más peso en la evaluación. Y también habría que quitarle el estigma a actividades que han sido tildadas de antiguas o poco creativas (los dictados, por citar un ejemplo). Yo las incluiría en las rutinas diarias. La práctica controlada es un paso previo y necesario para luego poder escribir de manera creativa y libre.

¿Cuáles son los errores ortográficos que más hay que trabajar?

No se puede dejar de lado ninguno, pero yo insistiría mucho en la puntuación, que además enlaza la ortografía con la redacción. Una «v» mal puesta llama más la atención, pero para mí es fundamental saber usar las comas, los puntos, los signos de interrogación y exclamación, etc. De hecho, las principales carencias las observo en la redacción. Hay alumnos que escriben textos con las ideas desordenadas y sin ninguna coherencia. Si hay ilación y limpieza en un texto, luego resulta más fácil corregir los errores ortográficos.

¿Qué estrategias se usan en clase para evitar esos problemas con la ortografía?

Lo primero es trabajar mucho la lectura y ofrecer muchos modelos de habla culta. Lo segundo es enseñar a los alumnos a dudar y a acudir a fuentes que les resuelvan esas dudas en vez de poner lo primero que se les ocurra para probar suerte. En este sentido, y a partir de niveles que ya lo permitan, se debería trabajar más el uso del diccionario, tanto en papel como en formato digital. Y, en tercer lugar, hay que practicar la escritura, yendo de lo fácil y controlado hacia lo más libre y creativo.

Hablo de alumnos pensando en franjas de edad menores pero recordando una reciente oposición en la que hubo un inmenso número de suspensos por la ortografía me pregunto si es un “mal” que afecta tanto a niños y jóvenes como a adultos.

Afecta a todos. Yo mismo no hago otra cosa que dudar. Si nos damos una vuelta por las redes sociales, veremos grandes medios de comunicación y también cuentas de personas muy famosas con errores lingüísticos. Es más una cuestión de molestarse en dudar y de poner interés en no equivocarse que de edad.

¿Hasta qué punto es importante leer en este sentido? ¿Tiene una mejor ortografía quien lee más?

Yo entiendo que quien lee más tiene mejor ortografía. Pero deben ser modelos de calidad. Las obras editadas que han pasado por un corrector, por ejemplo, son un buen modelo. En este sentido, habría que mejorar los modelos de lengua escrita que ofrecen los medios de comunicación. Imagine la cantidad de maestros que hacen falta para enmendar un error ortográfico que han leído tres millones de personas en un faldón de un informativo o en un programa de entretenimiento.

¿Leen, leemos, o la tecnología nos ha arrebatado el placer de la lectura?

La tecnología ha ampliado las oportunidades para leer y escribir, ya que nunca en la historia nos hemos comunicado tanto y de manera tan inmediata por escrito. Es algo que puede jugar a nuestro favor si lo usamos bien. Yo intento poner mi granito de arena para que así sea.

El cómic recuerda mucho en estética a aquellos de Mortadelo y Filemón que tanto disfrutamos en la infancia quienes hoy somos madres y padres. Además del componente lúdico, ¿por qué dirías que el cómic debería estar presente?

No solo a Mortadelo y Filemón. También recuerda a Sir Tim O’Theo, a Zipi y Zape, al tío Vázquez… Yo me considero heredero de los autores de Bruguera. Los tebeos nos han ayudado a todos en el proceso de aprender a leer y escribir. Hay menos letras que en una novela, por lo que «asusta» menos al joven lector. Y los dibujos ayudan a inferir el significado de palabras que no conocemos. Por ejemplo, recuerdo que yo aprendí el significado de «sendos», «numismática» y «colombofilia» en los tebeos de Escobar.

“La letra con humor entra” es el lema del profesor Don Pardino. ¿”Sin emoción no hay aprendizaje”, que dirían los neuropsicólogos?

Para que haya aprendizaje hace falta motivación. Esa motivación puede ser la emoción en el mejor de los casos, por supuesto, pero no es lo único. Al colegio hay que ir, sobre todo, porque te da valor como persona. Cuanto más sabes, más vales. Lo material se puede perder, pero lo que aprendes se queda ahí para siempre. Mis viñetas tratan de aportar una motivación extra para llamar la atención sobre la ortografía y la gramática que, en principio, suenan a algo muy sesudo. Pero lo ideal es que ese «cebo» te lleve finalmente a amar la lengua y a abordar un estudio más científico.

¿Qué dirías que pueden hacer las familias en casa para fomentar una escritura libre de errores ortográficos?

Dar ejemplo en lo referente a la lectura y el cuidado por hacer las cosas lo mejor posible.

Fortalecer la autoestima en la infancia para una mejor salud mental en el futuro

Sabemos que una mayor autoestima nos permite afrontar mejor la vida y los retos que nos va poniendo. A continuación varias psicólogas explican de qué depende dicha autoestima y qué podemos hacer desde casa para fortalecerla.

Por Diana Oliver

Una autoestima saludable es fundamental para el desarrollo infantil a todos los niveles (físico, emocional y social), siendo además un factor de protección imprescindible para una mejor salud mental tanto en el presente como a futuro, ya en la vida adulta. Las familias tienen por delante el reto de acompañar la construcción de esa autoestima, un reto que no está exento de dudas y dificultades pero para el que tenemos más información y recursos que nunca. ¿Qué es exactamente la autoestima? ¿De qué depende? ¿Qué podemos hacer desde casa para fortalecerla?

Eli Soler y María Jesús Campos, psicólogas y fundadoras del proyecto Psicoeducamos definen la autoestima como la percepción que las personas tienen de sí mismos, a raíz de sus pensamientos, emociones y experiencias. Es según esa definición que para las  psicólogas es clave tenerla en cuenta desde la infancia, ya que “determinará la toma de decisiones, su motivación, la iniciativa y la actitud a la hora de realizar actuaciones a lo largo de su desarrollo. Además, favorecerá su seguridad y confianza a la hora de desarrollar actividades en contextos diversos”.

Para Mamen Bueno, psicóloga y psicoterapeuta del Centro terapéutico Gaztambide17, y colaboradora de la plataforma Criar con Sentido Común, también es importante construir una buena autoestima desde la infancia porque una buena autoestima nos hace menos vulnerables a los abusos. “La gente abusa de quién cree vulnerable. Las personas con una buena autoestima se perciben como más seguras. Incluso, aunque se sea víctima de abuso de poder, se es más capaz de pedir ayuda antes. No se sienten débiles por cometer errores o pedir ayuda”, explica. Empezar a fomentar una buena autoestima pronto, según la psicóloga, supone poner los cimientos para la edad adulta”, sostiene.

¿De qué depende nuestra autoestima? Según Mamen Bueno nuestra autoestima depende de diversos factores como el temperamento, el contexto socioeconómico y cultural, la educación, la crianza, el estilo de apego o los traumas. “Son tantos los factores que influyen que  equilibrar no siempre es fácil”, cuenta; y añade que cierta dosis de frustración y autocontrol también son necesarios, así como la visión del efecto de nuestras conductas en los demás, porque “nos protege de un narcisismo exacerbado”. Las psicólogas Eli Soler y María Jesús Campos consideran también importante la experiencia. Es decir, los resultados que vayamos obteniendo en diferentes contextos y situaciones: “Todas las experiencias irán ejerciendo su efecto en la autoestima de las personas, ya que la percepción que tengan de ellas mismas, sus resultados y la manera de actuar irá determinando esa visión personal”.

Autoestima y salud mental

En las últimas décadas diversos estudios han encontrado una relación estrecha entre la autoestima y la salud mental. En 2009, un estudio argentino de los factores protectores de la salud mental encontraba que una elevada autoestima se relacionaría con una población con mejor salud mental, mientras que niveles bajos de autoestima se asociarían con una población con trastornos mentales. Según Mamen Bueno, “una persona con autoestima negativa, verá como  signo de debilidad mostrar vulnerabilidad, no pedirá ayuda cuando lo necesite, y eso contribuirá a sentirse más insegura, entrando en un bucle de inseguridad. Irá adquiriendo una posición existencial de que las otras personas son mejores”. Con el tiempo la situación puede empeorar: “Puede llegar a caer en la desesperanza, a tener pensamientos del tipo “total para qué intentarlo, si soy un desastre”. O por el contrario, entrar en una hiperactividad intentando demostrar a los demás que si es bueno en algo. Son solo algunos ejemplos”.

Comparten esa misma idea las psicólogas de Psicoeducamos. Para ellas, cómo nos veamos y nos sintamos capaces de actuar y tomar decisiones determinará cómo nos encontremos emocionalmente, así como en la percepción de nuestras capacidades. “Tener una autoestima fuerte es un apoyo para las personas a la hora de actuar, pero también de asumir errores o consecuencias, porque valorarán lo acontecido y no se sentirán mal e infravalorarán por ello. Lo que buscarán será la manera de mejorar la situación o las acciones desarrolladas”, cuentan.

Entre las principales patologías que pueden derivar de una mala autoestima, Eli Soler y María Jesús Campos señalan la depresión y la ansiedad. “La ansiedad puede aparecer en el momento de afrontar situaciones o actividades concretas porque la persona no se siente capaz de realizarlo, o anticipa que la realización va a ser mala. El estado depresivo puede surgir por esos sentimientos de inferioridad e incapacidad, viéndose más limitada la persona y por tanto sin intereses y motivaciones para mejorar”.

¿Cómo podemos fomentar una autoestima saludable en casa?

El hogar es el primer contexto educativo en la infancia. Para Elisa Soler y MªJesús Campos, es por ello que desde el hogar las madres y los padres tienen un papel clave en el fomento de la autoestima de los hijos e hijas en diferentes momentos, acciones y decisiones. Nos dan algunas recomendaciones para fomentarla:

  • La autonomía es clave. Si ofrecemos actividades en las que los hijos puedan realizar por sí solos una tarea ya estamos incidiendo en su autonomía, ya que se sentirán capaces de ello. En estas acciones hablamos de cosas tan cotidianas o sencillas como dejarles ayudar a cocinar, poner la mesa cuando son pequeños, recoger su habitación o dejarles ir a comprar el pan.
  • Otra de las recomendaciones está encaminada al refuerzo de sus actuaciones. Valorar sus esfuerzos, sus conductas adecuadas, su responsabilidad en la realización y asunción de tareas, es importante para su motivación, pero también para ver sus capacidades.
  • Por último, y relacionado con lo anterior, es importante la gestión del error, haciendo ver que forma parte del aprendizaje, que el error nos permite mejorar y tomar nuevas decisiones.

Entrenar la bondad puede conseguir niños más felices y satisfechos

La psicóloga Sonia Martínez señala como “positivo” que tanto en la educación formal como en el ámbito de la familia se tuvieran siempre presentes valores como la bondad, ya que son éstos los que en determinados momentos nos empujarán a actuar de una u otra manera y dirigirán nuestras acciones.

El pasado 13 de noviembre se celebró el Día Mundial de la Bondad, una efeméride surgida en 1998 por iniciativa de la ONG World Kindness Movement y que adquiere más importancia si cabe en un mundo como el actual, marcado por la pandemia de la COVID-19, las desigualdades, la violencia y las crisis migratorias. “En el mundo en el que vivimos falta una bondad que aplaque la violencia, el acoso, la tristeza o la soledad. Y no solo eso, porque además el valor de la bondad será el que nos haga sentir satisfechos por lo que hacemos, un ingrediente fundamental para la felicidad ya que nacemos con la necesidad de estar con los demás, de vivir con otros. La bondad es la variable que más y mejor promueve las relaciones satisfactorias”, afirma Sonia Martínez, psicóloga y directora de los Centros Crece Bien, pioneros en la enseñanza y el desarrollo de Habilidades Emocionales, Sociales y de Aprendizaje.

La RAE define el concepto bondad como una “inclinación natural a hacer el bien”. Por su parte, para Martínez, la bondad haría referencia a “un valor que lleva a las personas a tener en cuenta las necesidades de los demás y a actuar con el fin de ayudarlas, hacerles sentir bien o apoyarles”. En ese sentido, la experta considera la bondad una expresión o manifestación de la inteligencia emocional, ya que ésta interpela directamente a la empatía, a la capacidad para ponerse en el lugar de los demás, “fundamental para tener en cuenta las necesidades de los demás o sentir con el otro para prestar ayuda”.

La bondad es la variable que más y mejor promueve las relaciones satisfactorias.

Para la autora de Descubriendo Emociones (La esfera de los libros), la importancia de la bondad y sus beneficios son tantos (“Si en todas las personas se plantara la semilla de la bondad: ¿crees que existirían tantos conflictos? ¿tendría cabida la desigualdad tan acentuada que tenemos?”) que si se dedicase tan solo una hora semanal del currículo académico al desarrollo de valores, “tendríamos una sociedad más feliz, satisfecha, unida y con mayores tasas de bienestar”. No en vano, como suele afirmar Richard Davidson, doctor en Neuropsicología e investigador en neurociencia afectiva, “la bondad es la base de un cerebro sano”.

Entrenar la bondad

Además de señalarla como “la base de un cerebro sano”, Davidson da una buena noticia: la bondad es un valor que se puede entrenar. Su opinión la corrobora Sonia Martínez, que señala que la bondad, como toda inteligencia, necesita entrenarse. “Sólo este entrenamiento dará lugar a un hábito maravilloso como es el de ser bondadoso”, añade.

Al respecto, para la experta, “sería positivo” que tanto en la educación formal como en el ámbito de la familia se tuvieran siempre presentes valores como la bondad, ya que son éstos los que en determinados momentos nos empujarán a actuar de una u otra manera y dirigirán nuestras acciones. Por ejemplo, señala al deporte de alto rendimiento, donde el objetivo último es ganar pero, pese a ello, se dan situaciones en las que el valor de la bondad prima por encima de la competitividad. En ese sentido, Martínez recuerda el ejemplo del atleta alemán Luz Long, plusmarquista europeo de salto de longitud, que en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, en pleno régimen nazi, no dudó en aconsejar a su rival, el afroamericano Jesse Owens, sobre su mecánica de salto. Owen a la postre acabaría ganando la medalla de oro en una prueba en la que estaba al borde de la eliminación y relegó a Long al segundo cajón del podio.

“Si se tratase de tu hijo, ¿qué te gustaría que hubiese hecho? ¿Te sentirías más orgulloso si se comporta de forma bondadosa con el rival o si gana la medalla de oro? ¿Si gana la competición o si ayuda al adversario? ¿Qué le hará más feliz en su vida a largo plazo? Estas preguntas pueden ayudar a que los padres y madres sepan qué valor quieren fomentar en la familia, si la bondad, valorando la amistad, o la competitividad, valorando el trofeo. Por supuesto, en la vida siempre hay que valorar las cosas en su justa medida y con equilibrio”, argumenta la psicóloga.

Pero, ¿cómo entrenar la bondad? Según Martínez, la edad más recomendada a nivel científico para desarrollar éste y otros valores relacionados con la inteligencia emocional es desde los 4 a los 8 años, “ya que es cuando el cerebro está más predispuesto a este aprendizaje según diversos estudios realizados en el aula”.

La edad más recomendada a nivel científico para desarrollar éste y otros valores relacionados con la inteligencia emocional es desde los 4 a los 8 años.

Llevado al ámbito doméstico, desde Crece Bien proponen a las familias una acción concreta para fomentar el entrenamiento de la bondad: crear un calendario con acciones diarias que la promuevan, entre ellas, por ejemplo, ayudar a alguien en el cole, jugar con algún niño que esté solo, donar alimentos, preguntar cómo estás a la profesora, ayudar a hacer el dibujo a un niño más pequeño, enseñar algo que sé a otra persona, ser detective de emociones en los demás, hacer sentir bien a alguien, etc.

Sonia Martínez también destaca la necesidad de dar importancia a qué hacer, imaginando cómo actuaríamos ante determinadas situaciones, por ejemplo cuando un niño se cae cerca de ti, cuando un compañero se ha olvidado su almuerzo, o cuando vemos que un niño mayor agrede a otro más pequeño. “¿Qué haríamos si…? Estas representaciones simbólicas ayudan a los niños a tomar conciencia del otro y de la importancia que tienen sus acciones en los demás, a la vez que estamos dando valor y reforzando a las acciones que implican bondad”.

La experta en educación emocional, por último, señala que este tipo de actividades, llevadas a cabo tanto en las aulas como en los hogares, también pueden tener un impacto directo en la reducción de casos de acoso escolar. “Si a los niños y niñas se les cuenta qué es la bondad y se dedica tiempo a hablar con ellos sobre cómo se trata a los demás, cómo ayudar a un compañero, qué hacer ante el llanto de alguien o qué hacer cuando alguien necesita tu ayuda, eso acabará beneficiando a los demás, pero también a ellos mismos, porque sabrán lo que deben permitir y lo que no, parar los pies al compañero que no se porta bien con ellos y pedir ayuda cuando la necesitan”, concluye.

Raquel López: “Es totalmente imprescindible cuidarnos para poder cuidar”

Para la fundadora de MAMIfit es imposible cuidar de los hijos si antes no nos cuidamos nosotras mismas. Lo ha contado en el libro Cuidarse para cuidar.

Por Diana Oliver

Para Raquel López, entrenadora y fundadora de MAMIfit, es imposible cuidar de los hijos si antes no nos cuidamos nosotras mismas. Lo ha contado en Cuidarse para cuidar, un libro que reconoce no haber escrito solo para mujeres embarazas o mujeres en pleno posparto, también para toda persona en contacto con futuras madres o con madres primerizas. De esta manera, según Raquel, podrán acompañarnos con total conocimiento y herramientas para superar la montaña rusa de emociones que llega con la maternidad.

¿Hasta qué punto es importante el cuidado de las madres para poder cuidar a los hijos, “ese cuidarse para cuidar”?

Es totalmente imprescindible cuidarnos para poder cuidar, querernos para poder querer, aceptarnos para poder aceptar. Es un error enorme dejarnos siempre para el ultimo lugar, esto arrastra problemas que acaban saliendo y explotando, no solo con tu pareja, que es lo primero que flaquea, sino contigo misma que es lo que conlleva problemas graves que pueden estar haciendo daño el resto de la vida. Y no estoy hablando solo a nivel físico, estoy hablando de los cuatro pilares de la salud: descanso, alimentación, deporte y gestión del estrés. Si uno falla, cae el resto.

Digo cuidado y no autocuidado porque aunque sé que si no nos cuidamos nosotras nadie va a hacerlo pero… ¿no es el momento de cambiar esto? ¿Deberíamos cuidar más a una madre reciente para que pueda recuperarse y sentirse sostenida?

Evidentemente, la palabra “tribu” debe coger más fuerza que nunca. Cuando una mujer acaba de dar a luz las visitas deben poner el foco en la reciente madre, no en el bebé. Los “regalos” deben ser para la madre, y pongo regalos entre comillas, porque considero que el mejor regalo que podemos hacerle a una madre en su posparto es ayuda. Ayuda para hacer recados, la compra, la comida, limpiar la cas… Tenemos la obligación de ayudar a una mujer en su posparto, y la mejor forma de hacerlo es conseguir que descanse y pase tiempo con ese nuevo ser que acaba de llegar a su vida para cambiarlo todo.

Supongo que la falta de tiempo es la primera “queja” de toda mujer que acabe de tener un hijo o una hija. De hecho seguramente esa falta de tiempo se alargue hasta que empiezan a ser más autónomos. ¿Podemos reorganizarnos para encontrar ese tiempo exclusivo para nuestro cuidado?

Así es, volvemos de nuevo a la palabra “tribu”, y esa tribu debe estar formada por la pareja, si es que la hay, la familia y los amigos. O por los profesionales tan maravillosos que hay hoy en día si nos lo podemos permitir. Es importante conseguir que la mujer en el posparto no sienta que está sola y que su presencia, cuerpo y persona es imprescindible 24/7. Hay que hacer equipo con las personas que nos rodean, siempre cubriendo las necesidades que pueda tener esa madre que acaba de pasar por un proceso tan grande como es el parto y la maternidad.

¿Cambia la maternidad la manera de cuidarnos?

Totalmente. Primero porque el cuerpo ha pasado por el proceso más duro por el que pueda pasar, y las lesiones deben tratarse de una manera diferente a lo que veníamos haciendo. Con profesionales especializados en la mujer. Eso siempre pensando que lo vamos a hacer, porque por desgracia lo que suele suceder es que la maternidad nos arrolla y nos convertimos en lo “último” que tenemos que cuidar. La maternidad nos cambia en todo pero no debemos perder el foco, que seguimos siendo nosotras. Hay un nuevo y maravilloso ser que ha llegado a nuestras vidas, al que vamos a querer por encima de todo, pero para quererle bien, debemos seguir queriéndonos a nosotras. Es importante recordarlo.

Tener información sobre cómo cuidarnos es fundamental para saber por dónde empezar pero, ¿hasta qué punto influyen nuestras condiciones económicas y materiales en esa capacidad? ¿Podemos cuidarnos cuando no podemos permitirnos un “extra” en fisio, clases…?

Una sesión con una fisioterapeuta ronda los 50 euros. ¿Cuánto nos gastamos en un carrito, cuna de colecho, cunita de viaje, ropa para bautizo…?, y aunque sea heredado o prestado, siempre nos compramos o nos regalan cositas para el bebé que o no son imprescindibles o no son necesarias que sean las mejores del mercado. O sin ir más lejos: ¿cuánto te gastas en tu smartphone? Todo es cuestión de prioridades.

Esa madre, amiga o pareja que en tu posparto te trae un ramo de flores o jamón, regala esas sesiones con la fisio y la entrenadora. Al fin y al cabo estamos hablando de salud, no de tener el mejor teléfono o carrito del mercado. Insisto, prioricemos.

Te preguntaba lo anterior por el abandono del Sistema de Salud durante el postparto. ¿Se debe reclamar un plan de acompañamiento durante el postparto a nivel sanitario?

No hay directo que haga en redes sociales con sanitarios o expertos en los que no acabe pidiendo a gritos unidades de posparto. Son imprescindibles. Es la etapa más dura, la etapa donde más ayuda necesitamos, la etapa donde más solas nos sentimos…. Y adelanto, que esa es ahora mismo la visión de MAMIfit: crear unidades posparto en todas las ciudades de España. Formada por toda la red de profesionales que necesita la mujer en esa etapa.

Durante el tiempo que llevas al frente de Mamifit, ¿cuáles son las principales preocupaciones o malestares que has visto en las mujeres que han sido madres?

El “talón de Aquiles” de toda madre es el suelo pélvico, y es aquí donde ponemos especial hincapié. Es por ello que durante el embarazo y el posparto no todo vale. El pilates no vale, el yoga no vale, ningún deporte de impacto vale en estas dos etapas. Hay que adaptar todo buscando el mismo objetivo, no dañar el suelo pélvico. Y la respiración y la postura son las claves.

¿Qué recomendación le darías una madre que no encuentra tiempo, ánimo, para cuidarse?

Lo primero que se lea el libro para entender la importancia de cuidarse. Y segundo insistir en que debemos priorizar nuestra salud y bienestar y buscar ese ratito diario para ello. Es realmente importante y una vez empiezas y lo “pruebas” te das cuenta de que todo va y funciona mejor.