“Los padres no se dan cuenta de la importancia que tienen como grupo”

Víctor Pérez-Díaz es catedrático de Sociología en la UCM y director-fundador de Analistas Socio-Políticos (ASP), gabinete de estudios que lleva publicando desde hace años diversos estudios sobre educación. Los dos últimos son una encuesta a profesores y otra a padres, de la que ya les dimos cuenta en el último número. Hoy nos cuenta algo más de este estudio.

P. Esta encuesta se aleja mucho de los patrones habituales.
R. ¿En qué sentido?

P. Pregunta cosas que otras no miden, y le da mucha importancia a lo que la gente hace, y no a lo que la gente es y no puede cambiar.
R. Sí, esa es la orientación general. Los padres tienen un compromiso tremendo con la educación de los hijos. Siempre se habla de que son los responsables, pero eso es un lugar común del que no se sacan consecuencias. Lo que hemos hecho es preguntar por cómo ejercitan esa responsabilidad, y en qué medida eso es relevante. Queda bastante claro que hay cosas que son previas, como la carga genética o el nivel de estudios, que son relevantes. Pero los padres hacen muchas cosas: para empezar, se preocupan de llevar a sus hijos a la escuela antes o después, que es un tema que abre debates que no están claros. Por ejemplo, no es tan seguro que haya que escolarizarlos a los dos años.

P. En eso coincide con los datos de la OCDE…
R. Esto es importante, es una llamada de atención contra lo políticamente correcto. Cuidado. Yo me tomo eso en serio: me interesa mucho la cultura moral que los padres pueden transmitir. Si no la tienen, a lo mejor hay que escolarizarlos cuanto antes, pero si la tienen, será mejor que estén con ellos.

P. Parece razonable.
R. Segundo, la idea de que le dan vueltas para decidir a qué colegio lo llevan. A pesar de que este sistema no favorece mucho la elección, es muy frecuente que los padres se informen de varios, y eso es un dato que correlaciona favorablemente con los resultados de los hijos. Se ve que es un indicador interesante de preocupación por los estudios.

P. Sí es interesante.
R. Los padres también expresan interés por un tema tabú: el cheque escolar. Tabú porque la profesión no quiere discutirlo, porque la clase política –dominada por gentes “hiperprudentes”, por no llamarlas pusilánimes– tampoco, y porque hay unas organizaciones profesionales a las que se les han cruzado los cables, y en lugar de tener una lectura abierta y razonada, la tienen tosca y sin elaborar.
Cuando se les pregunta a los padres, hay un incremento por el interés por el cheque escolar a lo largo de los años, y eso en un país en el que los partidos políticos, las asociaciones profesionales y los medios de comunicación se han puesto de acuerdo para no hablar del tema. Pero la verdad es que estos cheques existen. Y hay dos tercios de los padres interesados en ellos.

P. Parecen muchos.
R. Un problema interesante es que “los padres” son un agregado desagregado y disperso que, como se decía antes, no tienen “conciencia de sí”, no tienen el mecanismo de reflexividad que les haga darse cuenta de la importancia que tienen y de cómo piensan ellos mismos.

P. Hablábamos de cómo se implican en la educación de sus hijos.
R. Cuando llega el momento de ocuparse de su educación, la evidencia es desbordante: se implican todo lo que pueden. Y la encuesta indica que el que se impliquen es bueno para los resultados escolares de sus hijos. Hay una implicación real: la buena noticia es que los padres están por la labor y que eso funciona. Luego viene otra noticia más compleja: ¿participan mucho en el funcionamiento de los colegios? No mucho. ¿Están enterados de cómo funcionan los centros? No mucho. ¿Los colegios hacen algo para facilitarlo? Casi nada. Por lo tanto, aquí hay un desencuentro, un problema, que unos y otros deberían plantearse.

P. Los profesores siempre se quejan de que los padres sólo quieren que sus hijos aprueben, pero muchos quieren que el colegio exija.
R. Ahí entramos en un terreno más complejo, que es lo que los padres tienen en la cabeza con respecto a lo que quieren para la educación de sus hijos, porque no lo tienen claro. Tienen un nivel de exigencia modesto (más en España que en otros países), fácilmente dicen algo así como “quiero que mis hijos estén a gusto allí, se adapten y aprendan a vivir juntos”. Eso sugiere una ambición corta y unos padres sin mucho criterio ni ambición. Si los padres quieren ser así, que lo sean, pero que sepan que en otros países son más exigentes, y que ellos mismos podrían revisar su planteamiento.
Además, no estamos muy seguros de que tengan una percepción del sistema educativo que tienen y a dónde les conduce. Por ejemplo, se imaginan que sus hijos irán a la universidad en una proporción mucho mayor de lo que luego ocurre en realidad, tienen una visión poco realista. Los padres tienen una buena impresión, grosso modo, de la educación que reciben sus hijos, mejor que la de los profesores, que son más autoexigentes en este punto. Siendo padres no muy educados, tienen un nivel de exigencia bajo con el sistema educativo, eso es como es. Por eso también una clase política poco educada tiene un nivel de exigencia poco alto, lo que lleva a una deriva del país en su conjunto. Y eso hay que decirlo.

P. ¿Nuestro país puede permitirse un 30% de fracaso escolar?
R. El país ha vivido con esto durante mucho tiempo, y ser un país medio no es una tragedia. El problema está en con qué nivel de exigencia se mida. Si quieres un nivel que tenga lo que ahora estos políticos que tenemos por aquí llaman el cambio del modelo de crecimiento, pues olvídalo. Para eso necesitas un sistema educativo muy exigente. Pero si tu sistema económico es de poco valor añadido, de bienes y servicios de calidad modesta, de mucha importación, etc., bueno, se puede vivir con eso. Vale para países medianos. Si quieres otra cosa, pues no.

¿Quién cura a mi hijo en el colegio?

Los peligros que acechan la salud de los niños en el colegio sostienen el debate del enfermero escolar. ¿Basta con un botiquín y formación en primeros auxilios o debe haber un profesional específico?

“¿Un enfermero escolar? Hasta ahora nunca me lo había planteado. Confío en el buen criterio del colegio; después de tantos años y con tantos niños, creo que tendrán todo previsto”. Mónica tiene una niña de cuatro años. Aunque su pequeña Ángela padece algún problema leve de asma, siempre ha tratado el tema con naturalidad. Se fía de los profesionales: con grandes esfuerzos y privándose de muchos caprichos, ha conseguido que su hija acuda al mismo colegio al que fue ella, un centro de reconocido prestigio. Y realmente nunca ha pasado nada. Sin embargo, no todos los padres tienen esa misma relación de confianza con los centros educativos. Desde hace algún tiempo, el debate sobre la figura del enfermero escolar ha ido ganando peso en la escena educativa.

Por supuesto, nadie renunciaría a una seguridad extra para sus hijos: “Supongo que, ahora que me lo estoy planteando, sí, me daría mayor seguridad”, reconoce Mónica. Pero, ¿hasta qué punto la presencia de un especialista en cada colegio es una necesidad real?

Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología y Pedagogía y profesor de la Universidad Complutense, lo tiene claro: “Me parece fundamental, dado que su trabajo en el seno de un equipo interdisciplinar permitiría promover la educación para la salud en unas edades infantiles en que es esencial adquirir informaciones, actitudes, valores y hábitos que permitan llevar un estilo de vida saludable”.

Desde su posición de miembro de la Asociación Española de Salud Escolar y Universitaria, que entre otras cosas forma a diplomados en Enfermería para trabajar en la escuela, Martínez-Otero cree que “cada vez hay más conciencia, pero todavía es largo el camino que se ha de recorrer hasta impulsar genuinamente la salud desde las escuelas”.

En este sentido, la asociación Enfermería en Salud Escolar (ENSE) denuncia que en España sólo hay enfermeros escolares en los Colegios Específicos de Educación Especial –y no en todas las comunidades– y en algunos privados. Valentín Martínez-Otero sabe que “desde luego, los profesionales de la enfermería no son la panacea, pero su labor en entornos escolares ayudaría a prevenir, reducir o solucionar problemas: accidentes, consumo y abuso de drogas, dieta inadecuada, sedentarismo, conductas sexuales de riesgo, etcétera”.

Para él, el enfermero escolar, si se lo contempla desde una perspectiva integral, no se ha de considerar un gasto, sino una inversión, ya que “la prevención de muchos problemas de salud realmente aliviaría las cuentas”. Por supuesto, la teoría no presenta ningún obstáculo, pero la realidad de quienes tienen que hacer cuentas para llegar a final de mes habla por boca de Mónica. Cuando se le pregunta si sería un gasto excesivo no se limita al discurso políticamente correcto y matiza: “Depende de la cantidad de niños del colegio. Y también de si es privado, concertado o público. En el primer caso, es otra carga más para los padres, y en el último, creo que no tendría coste para los padres pero sí para el contribuyente”.

Otra cuestión es la de los Colegios de Educación Especial. Aunque no es su caso, Mónica, solidaria, reconoce que ahí sí que es necesaria la presencia de un enfermero. Martínez-Otero admite que en esos centros “acaso se advierta más la conexión entre las funciones de los diplomados en Enfermería y los escolares”, pero cree que se debe ir más allá: “Dichos profesionales son necesarios en todo tipo de colegios”.

Botiquín escolar

El rival del enfermero escolar es un viejo conocido de los colegios: el botiquín. Todos los centros educativos deben tener al menos uno, con los materiales necesarios para que alguno de los docentes con conocimientos de primeros auxilios realice una primera cura y prepare la evacuación del niño al centro hospitalario más cercano. Botiquín, profesores y un teléfono de emergencia bien localizado. Un circuito de seguridad cuya puesta al día aseguran las inspecciones regulares de los expertos de las administraciones públicas. ¿Basta con eso?

Así lo cree Mónica, por ejemplo: le parece suficiente para resolver alguna urgencia en el colegio de su hija. Pero el doctor Valentín Martínez-Otero va más allá: “Es cierto que el impulso de la educación de la salud exige ciertos recursos sanitarios, pero pasa sobre todo por la creación de un ambiente físico y psicosocial apropiado en el que se desplieguen habilidades personales, y esto reclama la presencia de profesionales, entre ellos los enfermeros”.

Martínez-Otero se refiere a la creación en el alumnado de una conciencia en materia de salud: buenos hábitos alimentarios, conocimiento de los peligros de determinadas sustancias y comportamientos… Habrá quien piense que esa misión corresponde a los padres, que deberían asesorarse al respecto y prestar especial atención a la comunicación con sus hijos también en este apartado. Se podría objetar que la ayuda de un profesional nunca vendrá mal, al contrario. ¿Fomento de la hipocondría o lógica responsabilidad? ¿Gasto excesivo o inversión en un activo tan importante como la salud? El debate está servido.

Accede al proyecto de ENSE pinchando aquí.

Desconectar sin perder la cabeza

Los escolares españoles tienen una media de más de dos meses de vacaciones. Para ellos, el verano es sinónimo de diversión, estar con los amigos y no tener preocupaciones. Pero para los padres, comienza ahora la búsqueda de la mejor solución para ocupar todo este tiempo libre.

Según el informe Organización del tiempo escolar en Europa, publicado por la Comisión Europea (ec.europa.eu/index_es.htm), España tiene uno de los períodos vacacionales más largos del continente: doce semanas y tres días, sólo superada por Italia. Después de tantos meses de rutina escolar, con deberes y actividades extraescolares, la mayoría de los niños afronta las vacaciones con el único objetivo de disfrutar, divertirse y desconectar. Sin embargo, los padres también queremos que sea un tiempo de provecho. Por eso, el portal Entre Padres de EducaRed (www.educared.net/entrepadres) dedica un especial este mes a las vacaciones útiles y al abanico de actividades veraniegas. Y es que afortunadamente, hoy en día, disponemos de una oferta más que variada.

Vacaciones útiles

Tanto lúdicas como educativas, a gusto de todos y para todos los bolsillos, las actividades veraniegas van desde las típicas colonias o campamentos, que permiten a los niños divertirse al aire libre, hacer amistades con otros niños de su edad, entrar en contacto con la naturaleza o iniciarse en la práctica de algún deporte, hasta las estancias en el extranjero, cada vez más solicitadas por los padres y que son una buena opción para aprender y mejorar idiomas.

A los padres nos preocupa que todo lo aprendido durante el curso escolar se olvide durante este período de vacaciones y, aunque es aconsejable que nuestros hijos aprovechen estos dos meses para realizar actividades más creativas, no podemos olvidar que un rato de repaso de lo aprendido o un buen libro nunca están de más. En este sentido, en los últimos tiempos se ha puesto de moda el concepto de ‘vacaciones útiles’, ligado al desarrollo de nuevas habilidades mediante cursos o talleres. La idea es que los niños aprendan y desarrollen valores afectivos, sociales o físicos mientras juegan.

En plena era de las telecomunicaciones, las vacaciones son asimismo un momento apropiado para aprender a utilizar internet como herramienta educativa. Para ello, os recomendamos los recursos educativos del portal EducaRed (www.educared.net), donde encontraréis servicios como la Escuela de Nuevas Tecnologías.

Otra opción recurrente es dejar a nuestros hijos con los abuelos mientras trabajamos. Esta posibilidad permite estrechar los lazos entre ellos; eso sí, sin llegar a abusar del llamado ‘abuelo canguro’.

INTERNET EN LA EDUCACIÓN ESCOLAR ESPAÑOLA

La escuela española está cada vez mejor equipada en Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), aunque aún debe hacer un uso más pedagógico de estas herramientas, según un estudio de Fundación Telefónica que el ministro de Educación Ángel Gabilondo presentó la semana pasada. Del informe La integración de internet en la educación escolar española, que se puede descargar en su versión online en www.fundacion.telefonica.com/debateyconocimiento y se ha realizado a partir de una encuesta a más de 18.000 alumnos, profesores y directores sobre el uso de las TIC en el aula, se desprende que más del 70% de los docentes utiliza estas tecnologías en clase y un 26’4% lo hace semanalmente. Asimismo, el estudio manifiesta que los propios profesores y alumnos cuentan con un dominio instrumental de las TIC más que aceptable y por encima de la media de los ciudadanos españoles. Por su parte, los centros educativos poseen una dotación de recursos TIC –especialmente ordenadores, con una ratio de 7,58 alumnos por ordenador en Primaria y 7,45 en ESO– próxima a la media europea. Además, uno de cada cuatro centros emplea internet con frecuencia, sin embargo aún no se ha dado el salto para usarlo en actividades colaborativas o de participación de los padres.

Verano: ¿un poco de estudio o libertad total?

Como todos los años, lo que prima en esta época son las vacaciones y la casa se convierte en un descontrol total. Uno se levanta a las mil y monas; el otro se pasa la vida tumbado a la bartola viendo la tele o pegado a la Play… Los padres, un tanto desesperados, se plantean el mismo dilema cada verano: ¿les metemos en cintura o dejamos que se desfoguen después de todo el curso? ¿Un rato de estudio cada día? ¿Cuánto tiempo de descanso y cuánto tiempo de trabajo?

De momento adelantamos esto: no se trata de martirizar al niño persiguiéndole todo el día con el cuaderno de sumas o el libro de geografía, pero tampoco de permitir que las vacaciones le conviertan en un vago redomado.

Estar de vacaciones no significa “estar mano sobre mano”, sino cambiar de actividad. Toda una filosofía que debíamos aplicar a nuestro veraneo. Es necesario descansar… de acuerdo; pero tampoco es cuestión de tirarse tres meses sin dar golpe. La primera labor –y fundamental– es hacerles comprender que el tiempo libre no es un tiempo “para no hacer nada”. Es un momento óptimo para educar en el ocio.
No hace falta establecer disciplina de cuartel. Conviene dejar que se desfoguen 8 ó 10 días. Y, después, llegó el momento de establecer un plan, una distribución de tiempo, una propuesta de actividades. Eso sí, con una planificación flexible.

Qué hacemos con el suspendido
En esto de los planes de vacaciones hay que establecer, como quien dice, dos bandos: los suspendidos y los no suspendidos. Porque el panorama cambia bastante, ¿no? Los primeros deberán dedicar al estudio un mínimo de tiempo diario, según la edad del alumno, la cantidad y calidad de las asignaturas suspendidas, etc. Por cierto, nada de dejarles sin veraneo… que también tienen que descansar. Además, no siempre el resultado de fin de curso es un fiel reflejo del esfuerzo realizado. Tampoco hace falta estar machacando al chico todo el día con sus suspensos. Una vez que ha terminado de estudiar, también tiene derecho a vivir sus vacaciones, no le hagamos la vida imposible. A veces tenemos la manía de machacar a los hijos y así lo único que conseguimos es que estén “desesperados contra nosotros”.

No perder los hábitos de estudio
¡Ah, pero el no suspendido tampoco se libra! Los pedagogos aconsejan que también éste dedique algún tiempo a estudiar, no tanto para ampliar conocimientos, sino para que no pierda los hábitos de estudio, y evitarle así un inicio de curso desagradable. Si un deportista se pasara tres meses sin hacer ejercicio, le costaría recuperar la forma física, lo mismo le ocurre al estudiante.

Hija con capacidad especial

Siempre he tenido ganas de exponeros mi caso, pero pensaba: uno de tantos. Hoy me he decidido a escribiros en busca de apoyo. Un artículo de hace alguno meses, Niños con altas capacidades, no me dejó indiferente.

Os expongo mi caso: Mi hija tiene 15 años y estudia 3º de ESO. Las notas que está sacando son muy buenas, pero no se puede decir que sea una excelente estudiante (a pesar de sus 7 sobresalientes de media) porque ella no estudia, vive de las rentas. Jamás la veo ponerse a estudiar, a hacer los deberes, me cuenta que todo lo hace en clase pero me consta que no es así. Cuando la niña tenía 4 años, el colegio encargó a unos profesionales un estudio para ver su coeficiente, pues ya era una niña diferente. Los resultados dieron un CI de 111, una niña talentosa según consta en el informe. Había una gran diferencia con sus compañeros de clase: con un programa de la televisión aprendió con 1 año y medio las letras y los números. Cuando los demás empezaban a conocer las letras, ella ya leía, devoraba los libros. Jamás ha jugado con muñecas, los puzzles eran su mayor entretenimiento.

En la actualidad, su mayor afición es el dibujo, sobre todo los comics. Además redacta muy bien, jamás ha puesto una falta de ortografía. Todo perfecto, ¿verdad? Pero tiene desde hace tiempo una asignatura pendiente, las relaciones sociales. Está sola. Nadie le llama para salir, no cuentan con ella. Siempre pensé que sus compañeros le tenían envidia por sus notas y por todo lo que sabe y en parte es verdad, sólo la llaman para los deberes y vienen a casa en época de exámenes para que les explique las dudas.

Otra cosa que me llama mucho la atención de mi hija es la poca constancia y su extrema vagancia, empieza muchas cosas pero no termina ninguna. No sé qué hacer, me encantaría recibir respuesta por parte de ustedes. Gracias.
ÁNGELA

Dada la amplitud de datos que nos ofrece, procuraré hacer algún comentario que le tranquilice y que le sirva para aceptar a su hija como es, no como usted quisiera que fuera. La singularidad y la irrepetibilidad de la persona son características que no siempre se tienen en cuenta, dado que las mayorías parece que tienen muchas cosas en común y no es así, cada persona es diferente a las demás, aunque en su cualidad de ser social actúe en muchas ocasiones de acuerdo con prototipos establecidos.

Ya calificó a su hija como una niña “diferente” cuando tenia 4 años; pues sigue siendo diferente. Nos aporta unos resultados académicos excelentes que le llevan a decir: “todo perfecto ¿verdad?”, pero en las relaciones sociales ¿qué? Este tipo de personas, que requieren un estudio profundo para lograr el mejor conocimiento científico posible, no necesitan de una relación con los demás, porque normalmente su riqueza interior les permite ser felices; además les cuesta mucho entender y hacerse entender por los otros. Sólo suelen relacionarse en profundidad con una, dos o a lo sumo tres amigas.

Suspender en junio

Hace unos días hablé con el tutor de mi hijo y me dice que no va bien, que falta bastante a clase y que, probablemente, tendrá malos resultados en junio. Me dirijo a ustedes para que me digan qué debo hacer con él, pues ya le he dicho que si no aprueba todo en junio, no saldrá este verano de casa.

No se acaba el mundo por suspender en junio. Quede claro que las amenazas que los padres plantean a los hijos en estas fechas, aunque con sus razones, quizás no se hagan en el momento más adecuado. A veces, planteamos ‘castigos’ que, en la mayoría de los casos, no se cumplen y sólo sirven para llenar a los hijos de angustia y lograr unos bloqueos que dificultan cualquier sprint de final de curso. Ahora es momento de reforzar a tu hijo para que intente optimizar el trabajo de cara a estos últimos exámenes. Después, con los resultados en la mano, habrá que trazar un plan para el verano en el que haya tiempo para estudiar, por supuesto, pero también para descansar y divertirse un poco. Debemos pararnos a pensar si queremos educar en responsabilidad o, simplemente, ‘castigar’.

Recurro como siempre a los filósofos griegos. Aristóteles, en Ética a Nicómaco, nos dice: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

Cuando comience el nuevo curso, sin amenazas, habrá que ayudar a tu hijo a poner los medios para organizarse adecuadamente, como hemos indicado en otras ocasiones: el tiempo de estudio, de ocio y de descanso. Mantén una comunicación fluida con el tutor, los profesores y el gabinete psicopedagógico del colegio, seguro que entre todos podréis conseguir mejoras en el próximo curso.